Edad incierta

Escuchando: How old are you? (Jean Michel Jarre)

Esta semana me ha tocado ir al médico. No, nada, una revisión rutinaria. Mi médico, que ya es casi de la familia después de muchos años de visitas, siempre suelta alguna batallita o divagación.

Y el otro día le dio por hablar de la edad. Y no le faltaba razón.

Su teoría: la edad es relativa. ¿Quién es más viejo, una persona de 30 años a la que le queden unos meses de vida, o una persona de 50 años? Como no sabemos cúanto vamos a vivir, la edad no se puede resumir en una cifra.

Estoy de acuerdo y sigo desarrollando la idea: como no creo en destinos, el tiempo que cada uno viva es una incógnita que depende, casi siempre, del azar. Tenemos las mismas probabilidades de llegar a ancianos, que de acabar fulminados por un rayo o por una maceta en caída libre. Quién sabe. Y como no podemos saber cuánto viviremos, tampoco podemos saber nunca la edad que tenemos. Podemos ser muy jóvenes o muy viejos. Lo que cada uno prefiera, la probabilidad es la misma.

Yo lo tengo claro, ¿y ustedes? ¿qué edad quieren tener?

Seguiremos viviendo.

La boca del lobo

Escuchando: Memory of water (Marillion)

Es curioso ver cómo a veces olvidamos episodios, detalles, recuerdos. Quizá sea más curioso aún descubrir cómo reaparecen, de cuando en cuando, como si hubiesen ocurrido ayer. Hacen click y te das cuenta de que siempre estuvieron allí.

A mí me ha pasado hace poco con una juguetería. Mi juguetería. Estaba al lado del cine de mi infancia, que hoy es una tienda de muebles. Y no era una tienda de juguetes enorme como las secciones de los grandes almacenes, como las de las películas. No. Era pequeña, y era la tienda de mis vecinos.

Para mí siempre fue un misterio. Eran unos señores muy educados, muy serios, demasiado. Y sin embargo, trabajaban en una juguetería; madrugaban, e iban allí: el sueño de todo niño, un lugar en el que es difícil imaginar a alguien con el semblante serio.

Era una juguetería especial, sí, porque era tan seria como mis vecinos. Uno no se encontraba a mano los alegres juegos que salían por la tele. No, los juguetes allí parecían taciturnos, perdían el brillo con el sol en el doble escaparate, o se aburrían dignamente tras estanterías de cristal que llegaban hasta el techo. Año tras año, los mismo juguetes, desconocidos, me miraban desde lo alto. Ellos buscaban un dueño que los tratase con respeto, y yo intentaba averiguar cuánto tiempo llevaban allí esperando. Soñaba con poder quedarme un día con ellos a solas, y abrir con precisión y cuidado de cirujano todas aquellas cajas con letras de colores descoloridos.

Claro que también estaba la escalera. Al fondo de la pequeña tienda, una escalera de hierro, de caracol, ascendía hasta el segundo piso, que nunca conocí. Para mí, siempre fue una estructura de complicados escalones que se perdía en las alturas, que desaparecía en un agujero negro como una boca. De lobo, por ejemplo. Mi vecino (él, siempre él) se dejaba engullir de vez en cuando por ella, y reaparecía con una bicicleta, con un futbolín, con una nave espacial; era el tesoro que guardaba aquel agujero tenebroso.

No sé si perdí antes el interés por aquellas cajas, o por la juguetería. Sí sé, aunque lo había olvidado, que mi vecino un día fue engullido por el agujero, y por sí mismo, y nunca más volvió a bajar los escalones de la boca del lobo. Se quedó allí, se rindió, balanceándose al extremo de una cuerda que debería haber sido un juguete.

Y lo había olvidado, hasta que hace unos días pasé por delante del local, ahora una agencia de viajes; el recuerdo hizo click y me vi reflejado en los escaparates. Hice sombra con las manos en la puerta, intentando vencer la oscuridad del interior, entrecerrando los ojos para distinguir la sombra de una escalera que ya no tiene la misma forma, ya no es tan grande, ya no es de caracol.

Pero sigue teniendo colmillos.

Es curioso ver cómo a veces olvidamos episodios, detalles, recuerdos.

Paso uno, cerrar los ojos

Escuchando: How to disappear completely (Radiohead)

Día de lluvia, de viento, de frío.

Uno de esos en los que me gusta quedarme en casa escuchando a la lluvia golpear en la repisa de la ventana.

Libros, revistas, discos, y alguna película.

Ahí afuera ya es navidad, aquí dentro sólo un día más. Un día, como decía mi abuela, de castañas y mesa camilla; de acurrucarse, y de imaginar cómo tiene que ser echar de menos lo que nunca se tuvo.

Seguiremos informando.

Rabos de pasas

Escuchando: Rain On (Dirty Three)

A veces se me olvida que esto es aquí, es ahora, y soy yo.

Se me olvida que es esta ciudad, que soy Octubre convertido en Noviembre, y que las calles se vacían para llenarse de viento, de lluvia, de granizos, de frío.

Se me olvida que soy yo, y que me vacío para llenarme de viento, de lluvia, de granizos.

De frío.

Las cosas de la memoria

Escuchando: Strange Deja Vu (Dream Theater)

Hace un año partía solo, con mis nubes, hacia una isla, pensando en ti…

Eso de borrar los recuerdos, así, de un plumazo, de un día para otro, sólo pasa en las películas. Una lástima.

Y es que la memoria tiene sus cosas. Tengo amigos de toda la vida, y a veces no me acuerdo de su cumpleaños, a pesar de tenerlo apuntado en mil sitios.

Del tuyo no me olvido, en cambio. Mierda de memoria selectiva.

Pensando

Escuchando: Thinking of you (A Perfect Circle)

t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u t h i n k i n g o f y o u.

Achtung, baby

Escuchando: One (U2)

Hace unos días, una amiga me contaba que había estado cotilleando en plan arqueóloga por mis mensajes antiguos, y se había dado cuenta de que esto se había vuelto menos personal. Es cierto, yo había llegado hace poco a la misma conclusión. Y no ha sido algo intencionado, ha ido saliendo. Quizás cada vez me cuesta más hablar de mí, porque no hay mucho que contar. Mejor una foto que mil palabras que no digan nada.

Y por eso, quizás hace un año, o hace dos, habría explicado el razonamiento con todo lujo de detalles. O con menos lujos, pero con detalles. Pero no, me da pereza, y prefiero ir directamente a las conclusiones. O a la conclusión…

No pierdan el tiempo conmigo.

O sea, pasen por aqui, lean mis tonterías, recomienden mi página a sus amigos y dejen comentarios. Eso siempre hace ilusión. Pero no esperen nada más: creo que este diario da una imagen de mí que no es falsa, pero tampoco completa. No se me puede conocer sólo por lo que escribo, pero es que el resto de mí tampoco tiene mayor interés. De verdad. Se lo digo yo, que me conozco bien.

Yo soy ese que llega siempre en el momento más inoportuno. Cuando llamo por teléfono, pillo en la ducha, o en la siesta, o cuando no apetece hablar. Soy el que dice el chiste cuando no conviene, el que está serio en las fiestas. O en los festivales.

Soy un mal momento.

En persona no soy ingenioso, no tengo chispa, no soy una de esas personas con una conversación deslumbrante, ni con una arrebatadora personalidad. No.

Soy gris.

Puedo ser amable hasta parecer sospechoso; y en realidad es que soy culpable, con premeditación y alevosía, de ser adicto a las sonrisas ajenas. Y cuando no las recibo, me vuelvo huraño, caprichoso e irritable, hasta acabar haciendo daño. Sin querer, claro. Pero daño.

Vamos, una joya. Ya lo saben.

Did I ask too much? more than a lot?
You gave me nothing.
Now, that’s all I’ve got.