Se acabó lo que se impartía

Escuchando: School’s out (Alice Cooper)

Con un guiño final a Los Simpson (no ha sido el único) he terminado esta mañana mis prácticas de informática… como profesor. Mis alumnos han sufrido unas sesiones de teoría en un horario muy difícil (contar la historia de la informática en la sobremesa debería estar prohibido), y unas cuantas prácticas en las que han aprendido a manejarse con más soltura en Word, Excel, PowerPoint… y también a odiar Access, que sé que lo han hecho.

Ha sido divertido y una bonita experiencia… que, lástima, no se repetirá: el próximo curso esta asignatura desaparecerá del programa a la boloñesa, y no formará parte del programa de la carrera (de Fisioterapia).

Ahora ya sólo queda preparar el examen, que será de tipo test, y muy sencillo. Seguro.

Seguiremos informando.

Si la vaca muge, ¿qué hace el toro?

Escuchando: Marlene, la vecina del ártico (Love of Lesbian)

El largo fin de semana ha dejado un buen montón de recuerdos de tierras catalanas. Han sido unos días para disfrutar sin prisas ni preocupaciones, que de vez en cuando es buena medicina.

Allí han quedado las citas en el Phila para organizar las excursiones, los conciertos y los bares frikis; el bar de las bolas, sus batidos y las comilonas en las masías; los pueblos amurallados y los paseos por las calles de Barcelona, los atascos y las carreteras con curvas, los macarras y las bromas. Ya iré colgando alguna foto de las que me he traído; aunque no hayan sido tantas como otras veces, las guardaré a buen recaudo para no olvidar cómo es eso de viajar sin dejar de sentirse como en casa. Así da gusto. Mil gracias, vecina, y siempre serán pocas.

Seguiremos informando.

PD: Brama. El toro brama.

Olympus y el sentido común

Sorprendentes declaraciones las de Akira Watanabe, responsable de planificación del departamento de cámaras réflex de Olympus, que ha hecho pública la decisión de la marca de plantarse en la carrera por los megapíxeles. Doce son suficientes para la mayoría de los usuarios, y se van a centrar en mejorar otros aspectos de sus cámaras réflex: reducción de ruido a altas sensibilidades, más rapidez y precisión en el enfoque, etc.

[OE]Se trata de un movimiento digno de aplauso. Una cámara no es mejor por tener chorrocientos megapíxeles. Seamos prácticos: tanta resolución sólo sirve para que nuestros archivos ocupen mucho, y tengamos que gastarnos más dinero en tarjetas de memoria. Así de claro. La mayoría de nosotros no nos vamos a dedicar habitualmente a ampliar nuestras imágenes en tamaño valla publicitaria, así que casi todos esos megapíxeles no son más que un reclamo publicitario. Nada más. Los que pasan por el salón de mi casa pueden comprobar de manera práctica -y enmarcada- cuánto pueden dar de sí seis humildes megapíxeles.

Hay otros factores que influyen mucho más en la calidad de las fotografías obtenidas por una cámara: su comportamiento con sensibilidades altas, la óptica que usemos (¡importantísimo!) y sobre todo: el fotógrafo. Todo lo demás, es secundario, y la competición que tienen algunas marcas por presentar sensores con resoluciones cada vez mayores sólo está beneficiando a los fabricantes de tarjetas. Ténganlo en cuenta.

Seguiremos fotografiando.

Santoral

Escuchando: Yes I’ts Fucking Political (Skunk Anansie)

Hoy, 12 de marzo, el santoral recuerda a San Bernardo, obispo; Edguno, presbítero; Maximiliano, Pedro, Mamiliano, Zono, Alejandro, Duno, Orión, mártires; Teófanes, Nicodemo, Paulo, Aureliano, confesores; Geraldo, abad.

Y además, es San Martín. Habrá que celebrarlo.

Seguiremos informando.

Vicky Cristina Barcelona

Escuchando: Barcelona 92 (La Habitación Roja)

Después de haberme quedado en la puerta de la Filmoteca sin entradas para verla, este pasado fin de semana alquilé por fin Vicky Cristina Barcelona. Las películas de Woody Allen siempre me terminan gustando: o me parecen muy buenas, o en el caso de sus obras menores, son una manera muy digna de pasar un buen rato.

Pero no. Vicky Cristina Barcelona me ha decepcionado, mucho. Y eso que no tenía las expectativas muy altas. Dejando a un lado su recreación en los tópicos (al menos no se bailan sevillanas, eso sí), la historia y muchas de sus escenas están traídas por los pelos. La banda sonora acaba siendo bastante rayante, y las interpretaciones no son nada del otro mundo… especialmente la de Penélope: ¿por qué le han dado un Oscar? ¿por gritar? Pse.

Lo único bueno es haberla visto en versión original. Las dos turistas americanas que protagonizan la historia hablan con el personaje de Javier Bardem en inglés. Penélope Cruz, en cambio, va cambiando del inglés al castellano según su humor, lo que ocasiona continuos reproches por parte de Bardem, y convierte algunos diálogos en algo parecido a un spanglish, que las americanas entienden sólo a medias. El del idioma es un recurso clave en toda la película.

Cuando llegué a los títulos de crédito, probé a revisar alguna de sus escenas, pero en su versión doblada. Qué desastre. Ya es suficientemente malo que Scarlett pierda su sensual voz original. Añádase que ni Bardem ni Penélope se doblan a sí mismos, con lo que también tienen voces extrañas. Pero lo peor con diferencia es que todos esos juegos de cambio de lenguaje se pierden en la traducción, y los diálogos más que doblarse se reinventan, algunas veces con resultados surrealistas. Por ejemplo, la escena del desayuno en el jardín pierde todo su sentido.

En fin. De lo peor que he visto de Woody Allen. Aún así, si aún no la han visto, o si han ido al cine y se la han metido doblada, recuerden: versión original. Siempre, y en este caso más.

Seguiremos informando.

PD: Ver las calles de Barcelona en la pantalla siempre invita a visitar la ciudad. En este caso será fácil. Este mismo viernes estaré por allí, visitando a mi vecina del ártico, que ya tocaba.

Fotografiando con el carrete al revés

En mi última visita (fugaz) a Madrid, pasé por la tienda Lomo y compré unos carretes por los que sentía bastante curiosidad. Se trata de los Redscale, que han lanzado recientemente, y son bastante peculiares. La película es estándar, es un carrete de 36 fotografías, y de ISO 100. Hasta ahí todo normal. Lo extraño viene porque está enrrollado en el chasis al revés. Me explico: al cargar uno de estos carretes en la cámara, la parte con la emulsión (la normal, la que se expone a la luz habitualmente) queda hacia atrás, y lo que se expone es su cara trasera (esa que es más mate). Esta cara trasera (convertida ahora en delantera) lleva unas capas protectoras que filtran la luz, y el resultado -tras el revelado- es que obtenemos imágenes con los tonos cálidos muy saturados: todo un derroche de rojos, naranjas y amarillos.

Sabía que había gente que experimentaba con estas cosas, pero el método para hacerlo consistía en coger un carrete normal, sacarlo de su chasis y meterlo al revés en otro vacío. Me daba pereza. Ahora, Lomo ha comercializado directamente el carrete ya invertido, que es mucho más cómodo y rápido.[OE]

Compré un pack de tres carretes, y hace unas semanas estrené el primero de ellos. Lo cargué en mi Nikon F70, y me eché a las calles. Con ganas, pero con cierta imprevisión: el día estaba bastante desapacible, y fui demasiado optimista. A los pocos minutos me sorprendió una agresiva granizada que me obligó a buscar refugio, a limitar el ángulo de mis disparos, y a volver corriendo a casa a secarme y recuperar la temperatura corporal habitual. Por todo ello, las fotografías no fueron ni tan variadas ni tan pensadas como me habría gustado. Además, algunas de ellas seguro que habían salido muy viñeteadas, al abusar de un objetivo pensado para cámaras digitales en una de película. Pero aún así, como primer experimento con este tipo de carretes, tenía curiosidad por ver el resultado.

Encargué un revelado rápido en la tienda donde suelo dejar mis carretes a color; habían cambiado a la dependienta, y se extrañó primero porque pidiese sólo el revelado (sin copias en papel ni digitalización y cd, esto último lo hago yo en casa) y después cuando le expliqué que el carrete estaba al revés pero que no influía para nada, y que lo revelase normalmente.

Una hora después, ya tenía mis negativos revelados, aparentemente había salido algo decente. En casa, y pasándolos por el escáner, vi que muchas de las fotografías habían sufrido por la falta de luz de aquel día, pero aún así cerca de la mitad eran aprovechables. Las he publicado en mi cuenta de flickr, por si alguien tiene curiosidad. Los resultados han sido más o menos los esperados: imágenes de un día gris plomizo convertidas en una explosión de tonos cálidos. Curioso.

Me quedan dos carretes más. Buscaré un día más agradable para usarlos. Seguiremos fotografiando.

La respuesta del diario Público

No sé si recordarán, pero hace unas semanas apareció una de mis fotografías, sin citarme ni pedirme ningún tipo de permiso, en el diario Público. Para exigir una explicación, escribí una carta que publiqué aquí, y envié a su sección de Opinión, a la de Culturas (donde se publicaba la fotografía), y también -más resumida- a través del formulario de contacto que tiene el periódico en su página web.

Me hicieron caso. Omiso. No obtuve respuesta de ninguna clase, así que al cabo de un par de semanas, recordándolo, y molesto por su falta de educación, descolgué el teléfono y llamé directamente al periódico.

[OE]Me pasaron con una persona relacionada con la sección de Culturas, y no acertó a darme ninguna explicación. Se intentó disculpar echando balones fuera: no había sido ella quien se había encargado ese día, esa sección (la agenda) es la única que no lleva nunca pies de foto (le hice notar que eso no les da permiso para utilizar cualquier fotografía, obviamente), que si la abuela fuma… Finalmente me ofreció sus ¿disculpas? de un modo bastante extraño (como perdonándome la vida), así que dediqué unos minutos a dejar (más) clara mi indignación por la ausencia de respuestas y de explicaciones, y por su comportamiento. Todo ello de manera educada, por supuesto. Tras eso, me pidió mis datos de contacto y quedó en intentar averiguar algo más y llamarme para intentar explicar mejor el asunto.

Hace unos días recibí una llamada de la misma persona, y me contó que tras consultar a la persona responsable de la agenda el día de mi fotografía, habían llegado a la conclusión de que la culpa no había sido suya: la fotografía se la pasó directamente la empresa organizadora del concierto (de Sergio Makaroff en Alburquerque), y ellos la utilizaron sin más. Les pedí el nombre de esa empresa, y les agradecí la información.

Desde mi punto de vista, tienen su parte de razón: si a mí me llega una nota de prensa (y me llegan) entiendo que puedo utilizar ese material para promocionar el evento de que se trate. Para eso se envía ese material. Yo no me suelo preocupar de rastrear el origen de unas fotos promocionales cuando me las envía un grupo, una promotora, etc. Doy por supuesto que ellos ya se han encargado de ello. Visto así, Público no tendría culpa.

Eso me lleva, claro está, a señalar con el dedo a la empresa que utilizó mi fotografía: Yo Soy Comunicación, o al menos eso me dijeron desde el periódico. No he conseguido localizarlos, pero si realmente están utilizando mis fotografías para promocionar sus eventos, están actuando mal. Una pena no tener su teléfono para pegarles el pertinente tirón de orejas.

Eso sí, tengo ahora más y mejores cosas en la cabeza que ponerme a tirar de todos estos hilos, por una foto que -recordemos- tiene una licencia Creative Commons mediante la cual la pongo a disposición de quien quiera (cumpliendo unos mínimos requisitos que no se han dado en este caso). Si no tuviese otra cosa que hacer, y quisiera que se hiciese justicia, apretaría las tuercas a Público: ellos han sido los que han publicado la imagen, y los que tendrían que demostrar -legalmente- que la responsabilidad es de esa empresa de comunicación.

En fin. Que tampoco le voy a dar más vueltas. Público me ha ofrecido una explicación, me convence a medias, pero me irrita que haya tenido que tomarme tantas molestias e insistir para obtenerla.

Seguiremos fotografiando.