Memorias de cuarentena (III)

Hoy se cumple un mes desde que comenzó nuestro confinamiento. Un mes con nuestros tres niños sin salir de casa. Y hasta ahora lo llevaban relativamente bien. Pero empieza a notarse el encierro, ellos se aburren, nosotros vamos agotando la paciencia. Y es que al final en la gestión de esta crisis se está echando en falta que alguien piense en los niños y en sus necesidades (más allá de discutir qué hacer con el curso escolar y cómo evitar que pierdan materia… como si tuvieran poco con lo que lidiar).

Hace un mes todavía podíamos soñar que no era para mucho tiempo. Ahora ya sabemos que ha sido largo y lo será más aún. Se van descartando poco a poco las vueltas al cole, las vacaciones planeadas, los conciertos, los festivales…

Ya cuesta decir eso de que «todo saldrá bien» porque no, no está saliendo bien. Ya nos conformamos con que no salga demasiado mal. O que salga, sin más. Pero cuando volvamos no será a la normalidad, no a la que conocíamos. Habrá que habituarse a nuevas costumbres y echar mucho de menos otras. Pero al menos esperemos que lo podamos hacer (casi) juntos.

Seguiremos informando.

Mi(ni) despacho

Ahora que estamos todos a vueltas con el tele-trabajo, un par de apuntes:

Uno. Trabajar desde casa es posible en muchos más casos de los que se imaginaba. Es cierto. Pero no pensemos que este experimento colectivo a causa de la pandemia es un ejemplo de tele-trabajo. No. No hay que sacar conclusiones de rendimiento cuando muchos clientes y proveedores están cerrados, los niños están por casa revoloteando alrededor y todos tenemos la cabeza (además) a otras cosas. Es una situación de emergencia. El tele-trabajo habitualmente es más tranquilo y se puede organizar mejor. Palabra.

Dos. Hay que buscar un hueco en casa para montar el espacio de trabajo. Por si sirve de inspiración, os cuento mi experiencia. Cuando nacieron los mellizos mi despacho se convirtió en su habitación y yo me fui con mis trastos a… donde pude. Que en mi caso fue un hueco en el dormitorio donde hasta entonces había un armario auxiliar. 80 centímetros de ancho. Con planificación y un poco de maña conseguí encajar ahí un escritorio que teníamos por casa, un par de baldas y listo: el ordenador de sobremesa (con una tira de luz tras la pantalla como iluminación nocturna), mi SAI, un hueco para almacenar el portátil, escáner, impresora, tableta de dibujo, mi montón de discos duros convenientemente guardados y ocultos, un cajón para cargadores y accesorios… y todo ello sin demasiados cables a la vista gracias a un par de guías en las esquinas.

Eso y unos cascos con cancelación de ruido son mi equipo de batalla para estos días.

Seguiremos trabajando. Desde donde sea.

Memorias de cuarentena (II)

Todo saldrá bien

Estas memorias están siendo un poco escasas. Es lo que hay. La gente que se aburre durante el confinamiento no tiene hijos, o no tiene tres, o no los tiene tan pequeños. Los nuestros llevan 26 días sin salir de casa (como debe ser). Y lo llevan razonablemente bien. Nosotros tenemos nuestros momentos, pero no nos quejamos. O sí, pero poco. Tenemos salud, comida, trabajo, Netflix y Disney+.

Los primeros días intentábamos llenar sus días de rutinas, actividades, manualidades. Ahora pasan un poco ya de nosotros. Con todo, hay más tiempo del habitual para jugar con ellos, dibujar, ver películas, leer cuentos, montar LEGO. Luego les pierde la intensidad y llegan las carreras (¡perdón, vecina de abajo!), los gritos y las peleas. Forma parte del pack.

Por la ventana sigo viendo pasar un montón de personas. Es cierto que vivimos enfrente de dos supermercados, cerca de panaderías y tiendas de alimentación, pero la gente (sobre todo la gente mayor) sigue saliendo a hacer compra diaria, y el pan que sea recién hecho. Yo no he visto tantos perros en mi vida. Nosotros no tenemos y hacemos compra semanal (no da para alargarlo más, comen mucho), así que cuando salimos lo hacemos ya con cierta aprensión.

Toca tener paciencia. Abril seguirá con esta misma rutina y en mayo ya veremos. La gente que se imagina saliendo a la calle a abrazarse en los bares se va a decepcionar. Volveremos a lo que solía ser nuestra normalidad poco a poco, si es que la logramos recuperar del todo. De momento lo importante es mantener a raya el número de contagios, para que puedan respirar un poco los que están en primera línea.

Seguiremos aplaudiendo. Por ellos. Seguiremos informando.