Morgan (Escenario Santander, 17 de febrero de 2024)

Supongo que mucha gente el pasado sábado se llevo una maravillosa sorpresa. Otros muchos ya sabíamos que un concierto de Morgan es un acierto seguro. Están cerrando su gira y su directo sigue siendo espectacular: una banda engrasada al milímetro, que se divierte sobre el escenario, y con la voz de una Nina que es de otro planeta y emociona por mucho que uno ya se lo espere. Y lo esperábamos. Era nuestro séptimo concierto suyo. Después de ser padres por segunda (y múltiple vez) fueron sus canciones las que nos hicieron planear una primera escapada musical para verlos en Donosti. El primer concierto post-pandemia también fue suyo. Los hemos visto en teatros, en salas pequeñas, en salas medianas, en el Wizink (en formato de lujo), en festivales, compartiendo cartel (con Quique), teloneando (a Fito)… y siempre apetece una más.

Echaremos de menos los discursos atropellados y nerviosos de Nina, sus siempre sinceros agradecimientos, su repertorio que crece y crece. Si los errores nos alejan de casa, sus canciones nos acercan siempre al hogar.

Seguiremos informando.

PD: Lo único negativo de la noche, que han agotado el vinilo exclusivo que sólo vendían en sus conciertos con la grabación del Wizink junto la Golden Family. ¡Quiero una segunda edición! Tenednos informados a los que nos hemos quedado con las ganas en esta recta final de la gira (y que conste que me alegro un montón del éxito de ventas).

Mis lecturas del año 2024

Este año tengo intención de llevar la cuenta de los libros que voy leyendo. Leo menos de lo que me gustaría, pero espero tener siempre tiempo, aunque sea poco, para el placer de la lectura.

El libro de las bicicletas. Todo sobre el mejor invento de la historia (Paul de Moor y Wendy Panders)
Un libro ilustrado que encontré en la sección infantil de la Biblioteca Central. Lo cogí para ellos (excusa) pero lo he devorado yo. Muchas anécdotas curiosas que desconocía sobre la invención y el uso de la bicicleta en deporte y como medio de transporte. Muy recomendable, y como lectura infantil yo diría que a partir de unos 9 ó 10 años.
El libro de las bicicletas

Mañana, y mañana, y mañana (Gabrielle Zevin)
Llegué a este libro sin más referencias que una recomendacion de Aída de Bebé a Mordor y la coincidencia de estar montando el set de La Gran Ola en LEGO. A las pocas páginas me quedé enganchado por una historia de amistad, amor, videojuegos y encajar en la vida adulta.
Mañana, y mañana, y mañana

Arquitectura de andar por casa (Luis Lope de Toledo)
Curioso libro en el que su autor (arquitecto) analiza pieza a pieza los elementos de una vivienda desde el punto de vista de su arquitectura. Reflexiones interesantes, ejemplos curiosos (especialmente de edificios de Japón, el autor reconoce su predilección), algunos de ellos ya conocidos gracias a la Brasa Torrijos y su libro (que me gustó bastante más que éste). Entretenido, sin más.

¡Felices fiestas!

Felices fiestas

Todos mis mejores deseos para estas fiestas. Que tengamos un 2024 en el que podamos aprovechar cada uno de sus 366 días.

La imagen es una mezcla de fotografía (acebo en hayedo de la Cotera, Saja) y acuarela. Porque a veces es más importante pasárselo bien en el proceso que un resultado perfecto.

Seguiremos informando (aunque sea de año en año)

A por 2022

Pues 2021 ha sido extraño y bastante imprevisible. A ver qué nos encontramos en 2022. Salud, energía y momentos con los nuestros. No pido más.

Seguiremos informando, aunque sea de año en año.

Por ella. Por todas.

Noa. Nuestra hija. Tiene cuatro años y no se le pone nada por delante. La cabeza le va a mil por hora. Aprende a leer a velocidad de vértigo para no perder ripio. Nunca aprendió a andar, sino a correr. Si le dices que no puede hacer algo, te demuestra lo contrario. Tiene un carácter que le vendrá muy bien en la vida y que nos augura una adolescencia de aúpa.

Con cuatro años ya entiende muchas cosas. Pero nunca será capaz de entender que tendrá que luchar el doble para demostrar lo que vale. Que habrá noches que tendrá miedo al volver a casa sola. Que tendrá que elegir entre su vida familiar o su carrera profesional. Que tendrá que aguantar mil comentarios fuera de tono.

No lo entenderá ella ni lo entendemos los demás. Hoy, 8 de marzo, hay mucho por lo que luchar. Porque queremos un mundo distinto, mejor, con igualdad de oportunidades. Por ella y por todas. Ni un paso atrás.

Seguiremos informando.

Vamos a por 2021

Veo ahora las fotografías de hace un año y parece que hayan pasado diez. Parecen de otro mundo. Está claro que quien deseó que 2020 fuese un año inolvidable acertó de pleno.

Quién nos iba a decir que un año después íbamos a estar sin poder viajar, sin poder reunirnos con nuestros familiares, con mascarillas, con la Puerta del Sol cerrada y acordonada, sin poder entrar a bares ni restaurantes, con toque de queda…

2021 no se plantea como un libro en blanco que llenar de buenos deseos. El nuevo año viene en forma de reto, porque esto no ha terminado, aunque se comience a vislumbrar la luz al final del túnel. Pero queda mucho por luchar, hay que tener paciencia y mantener las medidas y las precauciones durante meses aún.

Todo sea porque dentro de no mucho podamos, de verdad, juntarnos, abrazarnos y brindar todos.

Vamos a por 2021. Juntos, podremos.

Allí donde solíamos gritar

Y viajar. Y respirar, pedalear, disfrutar de conciertos, calles, parques, primaveras…

Durante estos casi dos meses de confinamiento me he dedicado a repasar mi catálogo de fotos rescatando imágenes de rincones, cercanos y lejanos, que echaba de menos desde casa.

Termino hoy esta colección porque comenzamos a reconquistar la calle, aunque sea poco a poco, con precaución, muchas limitaciones y cambiando de costumbres. Ojalá sean pequeños pasos que no haya que recorrer hacia atrás de nuevo. Responsabilidad.

Publiqué toda la serie en mi cuenta de Instagram y en Twitter, una imagen cada día, pero quedan aquí todas para el recuerdo.

Seguiremos fotografiando.

Memorias de cuarentena (III)

Hoy se cumple un mes desde que comenzó nuestro confinamiento. Un mes con nuestros tres niños sin salir de casa. Y hasta ahora lo llevaban relativamente bien. Pero empieza a notarse el encierro, ellos se aburren, nosotros vamos agotando la paciencia. Y es que al final en la gestión de esta crisis se está echando en falta que alguien piense en los niños y en sus necesidades (más allá de discutir qué hacer con el curso escolar y cómo evitar que pierdan materia… como si tuvieran poco con lo que lidiar).

Hace un mes todavía podíamos soñar que no era para mucho tiempo. Ahora ya sabemos que ha sido largo y lo será más aún. Se van descartando poco a poco las vueltas al cole, las vacaciones planeadas, los conciertos, los festivales…

Ya cuesta decir eso de que «todo saldrá bien» porque no, no está saliendo bien. Ya nos conformamos con que no salga demasiado mal. O que salga, sin más. Pero cuando volvamos no será a la normalidad, no a la que conocíamos. Habrá que habituarse a nuevas costumbres y echar mucho de menos otras. Pero al menos esperemos que lo podamos hacer (casi) juntos.

Seguiremos informando.

Mi(ni) despacho

Ahora que estamos todos a vueltas con el tele-trabajo, un par de apuntes:

Uno. Trabajar desde casa es posible en muchos más casos de los que se imaginaba. Es cierto. Pero no pensemos que este experimento colectivo a causa de la pandemia es un ejemplo de tele-trabajo. No. No hay que sacar conclusiones de rendimiento cuando muchos clientes y proveedores están cerrados, los niños están por casa revoloteando alrededor y todos tenemos la cabeza (además) a otras cosas. Es una situación de emergencia. El tele-trabajo habitualmente es más tranquilo y se puede organizar mejor. Palabra.

Dos. Hay que buscar un hueco en casa para montar el espacio de trabajo. Por si sirve de inspiración, os cuento mi experiencia. Cuando nacieron los mellizos mi despacho se convirtió en su habitación y yo me fui con mis trastos a… donde pude. Que en mi caso fue un hueco en el dormitorio donde hasta entonces había un armario auxiliar. 80 centímetros de ancho. Con planificación y un poco de maña conseguí encajar ahí un escritorio que teníamos por casa, un par de baldas y listo: el ordenador de sobremesa (con una tira de luz tras la pantalla como iluminación nocturna), mi SAI, un hueco para almacenar el portátil, escáner, impresora, tableta de dibujo, mi montón de discos duros convenientemente guardados y ocultos, un cajón para cargadores y accesorios… y todo ello sin demasiados cables a la vista gracias a un par de guías en las esquinas.

Eso y unos cascos con cancelación de ruido son mi equipo de batalla para estos días.

Seguiremos trabajando. Desde donde sea.