Escuchando: Faking The Books (Lali Puna)
Toca seguir hablando de libros electrónicos: el texto que escribí hace unas semanas sobre ellos inició algunas charlas y comentarios muy interesantes sobre el tema. Yo, por mi parte, me decidií a probar uno de ellos (prestado) y la experiencia me gustó tanto que mi propio lector ya está en camino.
Desde el punto de vista editorial, poco más que añadir a lo que escribí entonces. Un detalle que se me olvidó mencionar fue el del IVA. Los libros en papel, como bien cultural que son, llevan un tipo reducido, el 4% frente al 18% habitual. Los libros electrónicos no tienen tipo reducido, por lo que llevan un 14% de IVA más que la misma publicación en papel.
Ejemplo: Haruki Murakami ha editado hace unas semanas su nueva novela, 1Q84 (la primera y la segunda parte de una trilogía, en realidad). Se encuentra entre los libros más vendidos en librerías y grandes superficies. Si se quiere comprar en formato electrónico (año 2011, recordemos)
no se puede, al menos en castellano. Sólo se encuentra disponible en catalán, por unos 15. Contando con que lleva un 18% de IVA, si en algún momento se le aplicase el tipo reducido, su precio bajaría hasta los 12,80, aproximadamente. Todo el tema del IVA se regula por normativa europea, pero es de esperar que en algún momento se pongo un poco de sentido común respecto a los libros electrónicos, para hacerlos más competitivos.
Dicho esto, casi 13 por un fichero me sigue pareciendo caro, teniendo en cuenta que lo más seguro es que no lo pueda imprimir, prestar, regalar, ni leer en el dispositivo que yo quiera.
Anécdota: no sólo en España el mundo editorial anda un poco perdido. En Estados Unidos, la editorial Harper Collins ha limitado a 26 las veces que sus libros se pueden prestar en las bibliotecas. Una vez superado ese cupo, la biblioteca tiene que comprar otro ejemplar para seguir prestándolo. Las instituciones ya se están rebelando contra la medida. La tecnología nos permite ubicuidad y facilidad de acceso a la información, pero nos empeñamos en poner todas las trabas posibles para que algunos bolsillos sigan igual de llenos. Todo acabará cayendo por su propio peso.
Comentaba un poco más arriba que había probado un lector ya. Efectivamente, he decidido aprovechar el servicio de préstamos que han puesto en marcha algunas bibliotecas (entre ellas la Central de Cantabria, pionera) y hacerme con un lector durante 15 días. Sigo pensando que es batante bizarro que se presten los lectores en lugar de los contenidos. Churras, merinas, y todo eso. Lo de ver la etiqueta de la biblioteca en el lomo de la funda del aparato es muy curioso. En cualquier caso, para mis propósitos de prueba, me viene que ni pintada la oportunidad.
Pensaba que los 40 lectores disponibles iban a estar permanentemente ocupados, pero no. Ni la mitad suelen estar prestados. Para nuestra bioblioteca, la disponibilidad se puede comprobar en este enlace.
El modelo de lector que ha comprado el Ministerio de Cultura para este plan es el Inves WiBook 600. Marca de El Corte Inglés, por tanto. En una sobria caja negra, en la biblioteca entregan el lector con una funda rígida de cuero, un cable USB, el cargador, y unas normas de préstamos pegadas en el interior de la caja.
Al encender el aparato viene la primera sorpresa. Y a mí me parece de las desagradables: la pantalla de bienvenida muestra en todo su esplendor el logotipo de El Corte Inglés. Una vez encendido, unas de las opciones del menú principal es un acceso directo a la tienda de libros electrónicos de El Corte Inglés. El dispositivo tiene conectividad Wi-Fi, pero sirve única y exclusivamente para comprar libros en dicha tienda.
Espero que la cadena de Centros Comerciales haya hecho buen precio al Ministerio, porque la publicidad que han ganado vale también mucho dinero. No sé, no me parece bien que un aparato destinado al préstamo público lleve publicidad de una tienda, y mucho menos que esté asociado a una librería virtual, habiendo modelos (idénticos de otras marcas, al final estos aparatos los fabrican en Asia y aquí cada cual lo vende con su logotipo) genéricos que ni llevan propaganda, ni permiten acceso a ninguna librería en especial. Alguno habrá que por hacer la prueba se compre un libro en el lector de préstamo, y luego tengo que borrarlo o perderlo al devolverlo.
En fin, que me ha parecido raro. Y lo del Wi-Fi más. Si la conexión inalámbrica sólo sirve para engancharse a El Corte Inglés, para el Ministerio es pagar dinero de más a lo tonto, habiendo aparatos idénticos sin Wi-Fi.
Logotipos aparte, la primera toma de contacto fue estupenda. La pantalla es muy distina a las que estoy acostumbrado a usar, no tiene nada que ver con una pantalla de ordenador. Al cabo de un rato uno se olvida de que ahí debajo hay píxeles, la sensación de papel está muy bien conseguida, tanto con luz natural como con artificial.
El lector viene con una selección de 184 clásicos sin derechos de autor. Para mis pruebas usé una tarjeta SD que tenía por casa, y cargué en ella también algunos libros de esos que uno se encuentra por ahí. Con todos ellos, me puse a leer, y la verdad es que la experiencia está bien; muy bien, si se piensa en todas sus posibilidades.
El tamaño del texto se puede cambiar a voluntad. Desde muy pequeño para tener mucho texto en cada página, a enorme para personas con problemas de visión. Lo que no he conseguido ha sido cambiar la fuente. Se supone que hay tres posibilidades, pero no cambia se elija lo que se elija. Y la fuente que muestra no tiene mucho contraste. Las aes, por ejemplo, tienen algún trazo que no se ve muy bien (en la imagen que encabeza estas líneas se aprecia). Nada grave. En general resulta muy legible, es una pantalla tipo Vizplex y se lee francamente bien en ella.
Eso sí, el lector no me convence del todo. La ergonomía se quedó en algún punto del camino, parece. Los botones son un poco duros y, no es apto para zurdos. De hecho, tampoco lo es para diestros: los botones que tiene en el lateral izquierdo son muy incómodos con la funda puesta (funda que se abre sólo 180º, parece que no se puede poner la tapa «detrás» del libro, no la quiero forzar). Si a eso le sumamos que la interfaz es sencilla pero liosa a veces (hay una opción para cambiar el tamaño de la fuente, otra para cambiar el tipo de fuente, y las dos se llaman Fuente y están separadas) el resultado es agradable, pero mejorable.
El modo en el que muestra el número de página tampoco me entusiasma. En la parte de inferior hay una barra de progreso, que indica el número de página actual y el número total de páginas. Hasta ahí bien. Eso sí, los cálculos los hace sobre las páginas «equivalentes» en papel, por lo que no tienen por qué coincidir con las páginas «en pantalla». Para indicar cuándo se cambia de una página a otra según la numeración en papel, aparece el número de página en la línea correspondiente, en el margen derecho. Pero lo hace sobre el texto, difuminando un poco las letras que están debajo. Con una imagen es más fácil de explicar:
Así se indica que en esa línea comienza la página 119. Hay veces que hay que fijarse bien en lo que aparece debajo para saber qué palabra está escrita. Poco práctico.
Con todo, en la semana que llevo con el aparato me he leído libro y medio, y la experiencia ha sido muy agradable. Yo creo que se lee más rápido en un dispositivo de estos, incluso. Y nunca habrá problemas porque el texto sea demasiado pequeño (me viene a la memoria alguna edición de bolsillo un poco puñetera). Y de la batería poco puedo decir. Tras ese libro y medio, el indicador no se ha movido: a media carga me lo prestaron, a media carga sigue.
Un amigo tiene un Kindle de Amazon, y estuve con él comparando los dos lectores, el de la biblioteca y el suyo. Una comparación rápida despejó cualquier duda que pudiese tener. La pantalla tipo Pearl del Kindle es (un poco) menos blanca que la del Inves. Punto negativo para Amazon. El único, casi. En el Kindle el texto aparece con mucho más contraste, y en general se lee mejor. Es infinitamente más rápido tanto en los menús, como en el cambio de página. El teclado integrado hace que sea sencillo introducir texto (buscar una palabra en el diccionario del Inves es una tortura), y la Wi-Fi sirve también para navegar (en caso de emergencia, porque no es un aparato ideal para ello). En general, da mucha mejor impresión.
Tanto es así, que ese mismo día por la noche encargué mi Kindle a Amazon. Eso fue el lunes a última hora. Se supone que hoy por la mañana un repartidor de UPS me lo traerá a casa. Para venir de Estados Unidos y haber pasado por aduanas, no está mal. En el paquete vendrá el lector con una funda de cuero rojo, con luz incorporada (la oficial de Amazon, cara, pero con muy buena pinta). Para los curiosos, precio total incluyendo lector, funda, transporte, impuestos y aduanas: 199. En comparación con el resto de lectores, difícil de igualar.
Es cierto que el Kindle no lee el formato EPUB, que se está extendiendo mucho. Pero es compatible con el formato MobiPocket, y con programas como Calibre la conversión es sencillísima. Ya estoy preparando una pequeña biblioteca de prueba para cuando llegue.
Cuando tenga más probado el juguete nuevo volveré por aquí a comentar la experiencia. No creo que deje de leer en papel (es un ritual del que no quiero prescindir, parece que no soy el único) pero esto del libro electrónico promete. Ya sólo falta que se extienda un poco más, que los precios de los contenidos se ajusten a la realidad, y con el tiempo se convertirán en trastos habituales. Seguro que dentro de unos años pensamos en la actual tecnología con nostalgia, en el futuro los aparatos tendrán papel electrónico en color, serán más ligeros, más baratos
como ocurrió con los móviles: cuando sólo se usaban para llamar y tenían pantallas monocromas, nos parecían el último grito, pero ahora nos parecen ladrillos de otro siglo.
En fin. Seguiremos leyendo
PD: Mientras terminaba de editar este texto, ha sonado el timbre y el repartidor de UPS me ha dejado un par de cajas en casa
pero eso ya lo dejo para el siguiente capítulo 😉