Se acabó la fiesta

Escuchando: It’s over (Sondre Lerche)

Terminó ayer la Semana Grande de Santander, y por una vez nos hemos quedado con la sensación de haber disfrutado de unos días de ambiente festivo. La Feria de Día ha sido un rotundo éxito que ha desbordado a los hosteleros que han ofrecido en sus casetas miles de pinchos y de barriles de cerveza. Se notaba que había ganas y desde el primer día a primera hora, hasta ayer al momento del cierre las casetas y sus alrededores han estado abarrotadas. El tiempo y la lluvia, además, han respetado las celebraciones. Todo un éxito. Por cierto, insuperable el pincho de carrillera ibérica en cama de patata , crujiente de zanahoria y salsa de vino.

Claro, que no todo ha sido perfecto: se notan buenas intenciones, pero también fallos de principiante. Por ejemplo, dudo de la legalidad conseguida por el Ayuntamiento al no habilitar unos cuantos servicios públicos. Se echaban en falta, sobre todo cerveza tras cerveza. Y cada cual lo resolvía de la manera más adecuada a su nivel de educación.

La Semana Grande ha tenido su ración de toros, para el que le gustasen. El fichaje de José Tomás por lo visto sólo sirvió para llenar titulares y para que en nuestro periódico local dedicasen líneas y líneas al fenómenos de la reventa (parecía que lo acababan de descubrir, oiga). Decepcionó, dicen. Ni un rasguño, digo.

Hubo conciertos, en general rancios, baratos, populistas y de dudoso gusto o interés. Excepción hecha, claro está, de los portugueses The Gift, el homenaje a Cash, alguno de jazz, el Play Festival (espero que se recuperen del batacazo económico, los pocos que fuimos lo pasamos muy bien) y poco más. Pan y circo para el pueblo, y migajas culturales para el resto.

Hubo espectáculo pirotécnico, esta vez en la bahía, abarrotada de gente deseosa de ver unos fuegos artificiales que ni sorprendieron ni convencieron. Los hemos visto mejores, y también peores.

Hubo atracciones de feria. Dicen. Perdidas en algún lugar del municipio, escondidas, no sé si con algún tipo de transporte público, y en un pedregal que he escuchado que iban a asfaltar al menos tres veces en los últimos tres años. ¿Por qué no se ahorrará directamente el Ayuntamiento el dinero invertido en montar esas atracciones, ya que nadie está contento con su estado de abandono actual?

Ah, se me olvida mencionar el maratón fotográfico. Una novedad de este año, una buena idea… que parece que se les había ocurrido sobre la marcha: temática muy general, falta de previsión (¿no regalaban una camiseta? ¿y la mía?), una página web con instrucciones redactadas por alguien con pocos conocimientos informáticos, y sobre todo, una vergonzosa entrega de premios en la plaza del Ayuntamiento. No sabían manejar el proyector; no tenían megafonía para anunciar el fallo del jurado; nombraron a los ganadores a través de los altavoces cutres de una caseta cercana, y terminaron redactando y proyectando la lista de ganadores y el discurso en un fichero de Word, sobre la marcha. Lamentable, para llorar. Hay iniciativas para las que más que presupuesto hace falta sentido común, y en este caso faltaron las dos cosas.

Se acabó la fiesta, sí. Este año ha estado mejor de lo habitual, y si sigue la racha, para el próximo podremos recomendar a los foráneos que visiten la ciudad en esas fechas… en lugar de evitarlo, como hasta ahora.

Seguiremos informando.

Lo siento por los que se marcharon demasiado pronto

Escuchando: Años 80 (Los Piratas)

Ayer por la noche estuve en el Santander Play Festival, que resultó ser un evento amable, muy divertido y del que salí con una sonrisa de oreja a oreja. Me perdí el primero de los conciertos (El Guisante Mágico) pero llegué a tiempo para el concierto de Iván Ferreiro. Su directo me gustó más que su último disco, pero al final me dejó algo frío. Tras un descanso amenizado por una pequeña sesión del amigo Patrullero, fue el turno de Quique González y su banda, La Aristocracia del Barrio. Conciertazo. Sólo había tenido ocasión de ver a Quique en directo minimalista y acústico, pero en eléctrico y con banda se sale. Su último disco es de lo mejorcito que he escuchado en mucho tiempo, y en directo juega con las canciones, las retuerce y las ofrece al público con una energía que ya quisieran muchas bandas extranjeras consagradas. Bravo por él.

Durante los conciertos de Quique e Iván, muchos esperábamos algún cameo, alguna aparición por sorpresa de uno en el escenario del otro, como ha pasado ya alguna vez… pero no fue el caso. Sus conciertos no tuvieron sorpresa añadida, y tras los bises de Quique, gran parte del (tampoco muy numeroso) público decidió irse a casa. Quedaba aún fiesta: el directo de los cántabros Esterotypo, y las sesiones a cargo de Jesús Ordovás y Mendetz. Sin embargo, muchos optaron por marcharse.

Grave error. Se perdieron lo mejor de la noche. Pero con diferencia.

No era ningún secreto que -raro que es uno- mi principal motivo para asistir al Play Festival era disfrutar del directo, a lo grande, de Estereotypo. Ya comenté en su día cuánto me gusta su música. Fue una lástima que se quedase tan poca gente a su concierto, pero para los que estábamos a pie de escenario aquello fue una fiesta. Energía a raudales, ritmo endiablado, poses, simpatía, actitud, buen sonido y grandes canciones. Ya estaba pensando que me parecía el mejor directo de la noche, cuando de repente apareció por sorpresa (de todos) Iván Ferreiro de nuevo sobre el escenario. Campechano y divertido, se unió a la fiesta de Estereotypo y juntos se marcaron una improvisada, festiva y genial versión de la mítica «Años 80» de Los Piratas. Todos los que se marcharon antes de tiempo se merecieron perdérselo, por no quedarse a animar a nuestros paisanos.

No tengo fotos del momento, porque estaba demasiado ocupado saltando y cantando. A este festival decidí ir sin pases de prensa ni cámaras grandes, pero me consta que unos cuantos amigos que andaban pululando por el escenario tendrán buenas instantáneas de esa pequeña gran sorpresa.

Después de Estereotypo, eso sí, me retiré dejando sobre el escenario a un Jesús Ordovás con pinta de perdido, acompañado de Patrullero, llenando de buena música un Palacio de los Deportes poco poblado, pero con ganas de fiesta.

Qué grandes, Estereotypo. A ver si podemos verlos en el Sonorama. Seguiremos informando.

Actualización: Gracias a Bruno, aquí tenemos un vídeo del tema completo con Iván Ferreiro… ¡Gracias!

Una vez más, un regalo

Escuchando: Music (The Gift)

El miércoles fue uno de esos días en los que todo sale mal, todo se tuerce; lo pasé perdiendo el tiempo que no tenía en tonterías. Después de un día así, lo que pide el cuerpo es una buena forma de desconectar, de volver a cargar las pilas.

Fue fácil, muy fácil.

Tengo la impresión de que estoy enganchado a la música de los portugueses The Gift. No sólo a sus canciones: también a sus directos. En Santander hemos podido verlos tres veces en menos de un año, y no he faltado a ninguna de las citas. Me consta que no soy el único con esta adicción.

Imposible no meterse en sus conciertos, no corear sus canciones, no dejar de saltar. Un directo elegante como pocos, que no deja a nadie indiferente. Esta vez, además, en pleno centro de Santander, en la Plaza Porticada. Un lujo, un auténtico lujo. Como su discografía en vinilo, que vendieron (¡y cómo!) tras el concierto.

Como no creo que vuelvan por Santander en una buena temporada, el próximo concierto lo difrutaré en el Sonorama. Estoy seguro de que volverá a ser un regalo.

Seguiremos informando.

PD: Sólo hice un puñado de fotos del concierto antes de guardar la cámara, pero Sonia sigue igual de fotogénica.

iPhone 3G (Parte II – Telefónica se lleva la exclusiva)

Escuchando: It’s a disaster (OK Go)

Después de muchos meses de rumores, finalmente ha sido Teléfónica la encargada de traer el iPhone oficialmente a nuesto país. En general, la presentación del modelo 3G del teléfono de Apple ha sido bastante caótica, en comparación con la pulcritud habitual de la marca de la manzana. En España, cómo no, hemos rizado el rizo.

El caos generalizado causó problemas en la activación de los terminales el día de su puesta de largo, prácticamente en todo el mundo. Supongo que se trató de un problema, sencillamente, de saturación. En algunos casos puntuales la cosa tuvo su punto bizarro: en el Reino Unido, la operadora O2 (esto es, Telefónica una vez más) requería que la activación se realizase únicamente con Internet Explorer. En las tiendas de Apple parecía que no lo habían previsto, y tuvieron que instalar algunos sistemas operativos de Microsoft en sus equipos para solucionar la papeleta.

Por aquí, todo ha sido bastante lamentable. Por un lado, Telefónica ha dejado que se filtre prácticamente todo lo que ha tenido entre manos: la página en la que anunciaba la distribución del teléfono, las tarifas de datos, el portal de usuarios del iPhone… menos mal que no les han contado la fórmula de la Coca-Cola.

Cuando por fin la compañía presentó oficialmente el teléfono en rueda de prensa (tarde, muy tarde, ha dado la impresión de que han estado rumiando los planes de precios hasta el final), ésta fue tan lamentable que debería aparecer en Google al buscar «vergüenza ajena«. Belén Amatriaín (consejera delegada de Telefónica en España) y Guillermo Mansaldo (director general de Telefónica España) desvelaron el terminal sacándolo bajo unos pañuelos negros, y lo mostraron a la prensa… demostrando una inutilidad sorprendente: no fueron capaces de encenderlo, ya que ni siquiera sabían dónde se encontraba el botón para hacerlo. Belén Amatriaín, de hecho, fue finalmente incapaz de hacerlo funcionar y tuvieron que traerle otro terminal, ya encendido. Sin duda, no habían tenido un iPhone en la mano hasta ese momento. Una forma triste, pero indudablemente eficaz, de ofrecer al mundo una imagen penosa de la compañía.

Dejando a un lado las anécdotas de la rueda de prensa, lo que importa son los datos. Y éstos no ofrecen dudas: en España, comprar un iPhone es caro. O al menos a mí me lo parece. Y lo que es peor, la filosofía que han utilizado al diseñar los planes de precio me parece un tanto errónea; explicaré por qué.

En primer lugar: se ofrecen dos modalidades de tarifas de datos. La primera tiene una cuota mensual de 15 €, y la segunda de 25 €. Lo mejor es que no tienen ningún sobrecoste por exceso de tráfico, por lo que no habrá sorpresas en la factura, ni cortes en el servicio. Lo peor es que sí que tienen una limitación: se produce un (notable) descenso en la velocidad de conexión cuando se supera cierto umbral de datos: 200 MB para la tarifa más barata, y 1 GB para la más cara.

A estas alturas de la vida, 200 megas no son nada. Y 1Gb es poco más que nada. Con un terminal pensado para estar permanentemente conectado, cargando páginas web completas, vídeos de YouTube y mapas de Google para poder utilizar su GPS, ¿cuántos días se puede tardar en llegar al límite de datos de cada tarifa? ¿cuatro? ¿una semana quizás? Una vez que hemos superado el umbral, y tenemos la velocidad reducida, la experiencia de usuario se verá irremediablemente afectada, ya que será una tortura navegar, usar Google Maps, o ver un vídeo.

Viéndolo de otra forma: llevamos meses esperando un iPhone 3G para aprovechar su conexión de alta velocidad, y lo que nos ofrece Telefónica es un terminal que podremos disfrutar durante unos días, y que luego se convertirá en una tortuga similar al primer iPhone funcionando en Europa. Parece que los directivos de la compañía española no sólo no han tenido un terminal en sus manos, sino que ni siquiera han sido capaces de entender su filosofía.

¿No se puede pagar más para tener una conexión mejor? No. Se puede pagar más, se puede pagar mucho más, de hecho. Pero eso no mejorará la conexión de datos, sólo elevará el consumo mínimo a pagar por las llamadas. Y ahí es donde juega Telefónica con la tentación de conseguir el teléfono a bajo precio. Cuanto más se pague por las llamadas, más barato se puede comprar el iPhone. La tarifa de datos de 25 €, por ejemplo, sólo se puede contratar si se paga un mínimo de 60 € al mes en llamadas. Para potenciar un terminal basado en Internet, obligan a pagar una cuota elevadísima en llamadas de voz, y además pretenden hacerlo atractivo rebajando el precio del iPhone. Pero no es oro todo lo que reluce.

Para obtener el codiciado teléfono, hay que firmar un contrato de permanencia de 2 años, superando los 18 meses a los que estábamos acostumbrados. Así, el iPhone puede salir más barato, pero hay que valorar si nuestro gasto mensual en teléfono es similar al consumo mínimo al que nos comprometemos, o si en cambio estaremos pagando un sobreprecio por el terminal mes a mes.

Haciendo números: si lo que queremos es conseguir un iPhone 3G de la forma más barata posible, podemos llevárnoslo gratis… siempre que paguemos 85 € al mes (para el modelo de 8 GB) o 105 € al mes (para conseguirlo con 16Gb). Como el contrato durará al menos dos años, esto nos compromete, sumando IVA, a pagar al cabo de 2 años 2366,44 € ó 2923,20 €, dependiendo del modelo elegido. Esto es: nos regalan el teléfono, si nos comprometemos a gastarnos en nuestras facturas un mínimo aproximadamente 400.000 de las antiguas pesetas, en dos años. ¿Ganga? Pues depende de para quién: si habitualmente ya gastamos unos 60 euros en llamadas al mes, sólo hay que añadir el contrato de datos, y no se pagará mucho más de lo normal por el capricho. Para mí, que no suelo llegar ni al consumo mínimo del contrato más sencillo de mi operadora, estos precios son escandalosos.

Hay otra estrategia: pagar más por el iPhone, a cambio de reducir la factura mensual. Haciendo una portabilidad, que se ahorra algo más, estaríamos hablando de pagar 269 ó 329 € por el cacharro, según modelo, con una cuota mensual de 34 euros (946,56 € al cabo de dos años).

En resumen, cualquier subvención que parezca ofrecer Telefónica se paga con creces, y no con tráfico de datos, sino de voz. Personalmente me gusta mucho el iPhone, pero no tanto como para no reconocer que no es perfecto, y que existen competidores ya en el mercado. El precio que impone Telefónica me parece abusivo, y juega con la expectación creada ante el terminal, la habitual que suele rodear a los productos de Apple. ¿Merece la pena en este caso dejarse llevar por la euforia y comprarse este capricho? Personalmente: no. Ya explicaré mejor mis razones en el último capítulo de esta serie, pero en general siempre me ha parecido que la presencia de las operadoras, con sus contratos y limitaciones, desvirtúa al iPhone. Lo ideal sería tener un terminal libre, sin ataduras ni mayores complicaciones. Sería más caro, pero viendo cómo se las gastan las operadoras, no parece tan descabellado.

Si alguno de mis lectores ha sucumbido a la tentación, eso sí, que no deje de usar los comentarios para contar su experiencia. Tal y cómo ha comenzado a distribuir Teléfonica el teléfono (esto es: mal, y con cuentagotas) estoy seguro de que habrá sido una aventura digna de compartir.

Un último pensamiento para finalizar esta entrega: se supone que estamos en crisis, pero el día del lanzamiento del teléfono se forma una monumental cola en la tienda de Telefónica en Madrid, con gente pasando la noche en la calle para hacerse con un teléfono. El primer comprador, un chaval de 20 años, se convierte en una estrella mediática por unos minutos, mostrando el iPhone como un trofeo, y con periodistas de todo tipo de medios inmortalizando y difundiendo el momento. ¿Sólo a mí me resulta todo esto grotesco y extremadamente ridículo?

Seguiremos informando.

Ahora el revés, con rodillas flexibles, la raqueta atrás.

Escuchando: Loco por el tenis (Florencio Torrelledo)

No me apasionan las fiestas santanderinas de los Baños de Ola, pero al menos son una buena excusa para acercarse con la cámara. Ya puestos, lo más apropiado para la ocasión es dejar lo digital en casa, y armarse con película en blanco y negro. Quedaron unas pocas fotos para el recuerdo.

Seguiremos informando.

Cosas del arte moderno

Escuchando: inní mér syngur vitleysingur (Sigur Rós)

Hoy, apurando el último día de la feria, he visitado Artesantander, la cita anual de nuestra ciudad con el arte contemporáneo. Siempre me acerco con cautela, supongo que no tengo sensibilidad (o me sobra sentido común) para valorar la mayoría de las obras allí expuestas; aún así resulta estimulante y sorprendente. Por supuesto, todo aquello relacionado con la fotografía es lo que concentra la mayor parte de mi tiempo. Este año, por ejemplo, uno se podía encontrar con un par de fotografías de José María Mellado. Aunque más me han llamado la atención otros juegos más arriesgados con la técnica, el concepto o la presentación.

Ha sido una edición más que digna, la de este año. En mi humilde opinión.

Seguiremos informando.

Semana mayor o igual

Escuchando: Music (The Gift)

Mañana comienza la mal llamada Semana Grande de Santander. Este año con algunas novedades que la harán un poco mayor, quizás; pero nunca grande. No así. Esta ciudad parece incapaz de organizar unas fiestas en condiciones, aunque se aprecian intentos interesantes de cambiar las cosas.

De momento la cosa ha empezado esta semana con la fiesta de Baños de Ola, una celebración que conmemora el espíritu playero del Santander de hace un siglo. Tampoco es que hayamos avanzado mucho. No conozco a nadie que pueda decir con entusiasmo que le gusten estos Baños de Ola. Gente vestida de época, verbenas, una falla, títeres, un carrusel, y algunos tenderetes con poco interés. Espero que al menos los niños se lo pasen bien, si es que se enteran de algo. El único momento divertido que recuerdo relacionado con este sarao fue aquel año que no prendía la mecha en la quema de la falla, se acercó el anterior alcalde a mirar y se oyeron multitud de gritos: ¡ahora! ¡ahora!

Mañana es el chupinazo de las Semana Grande en sí, aunque hoy ya se verá ambiente festivo por la ciudad, gracias a la principal novedad de este año: la Feria de Día. Casetas repartidas por toda la ciudad, en las que algunos locales de hostelería ofrecerán bebida y pincho por un máximo de dos euros y medio. Si alguien de fuera de Santander lee esto, pensará que hemos inventado la pólvora. Efectivamente, en muchas ciudades y pueblos esto es algo habitual en sus fiestas. Aquí no: hasta ahora durante nuestra semana de festejos se intentaba que no se notase que estábamos de celebración. De hecho, esta iniciativa de las casetas ya ha provocado más de una crítica: que si es para que los hosteleros se lleven dinero, que si incita a la bebida a los jóvenes, que si van a meter ruido, que por qué se dispersan por toda la ciudad en lugar de juntarlas en un único lugar donde no molesten… de verdad que ser santanderino de pro, rancio y aburrido, tiene que ser agotador.

Los titulares este año, sin duda, los ha acaparado la feria taurina. La presencia de este tal José Tomás (por lo que tengo entendido, ha aportado un toque japonés a la cosa: el toque kamikaze) ha provocado largas colas para conseguir entradas, reventa, y gran expectación. Nuestro ayuntamiento ha tirado la casa por la ventana para conseguir este fichaje (algo más de 200.000 euros, cuando el presupuesto que pretendían dedicar al difunto Summer Festival era de 50.000 euros), pero parece que la jugada ha salido bien. De hecho, los números cuadran: el consistorio dedica un presupuesto de dos millones de euros a la feria taurina, pero sólo con los abonos vendidos se ha recuperado ya un millón y medio. No conozco los detalles financieros de la operación, pero espero al menos que el hecho de centrar todos los esfuerzos festivos en financiar un espectáculo de maltrato animal (tradicional, eso no lo discuto) no supongo un descalabro importante en las arcas del Ayuntamiento. Que lo disfruten todos los aficionados, que se vistan con sus mejores galas para disfrutar de la sangre, y que aparquen donde les salga de los cojones -como siempre hacen-, que no pasa nada. Yo me pondré mi camiseta anti-taurina y disfrutaré del resto de propuestas. Que las hay, son las que han pagado con la calderilla que ha sobrado.

Por ejemplo, tenemos los fuegos artificiales. Este año cambiarán de ubicación, y se lanzarán desde la bahía, en el centro de la ciudad, en lugar de su tradicional emplazamiento en la zona playera más alejada. Se podrá ir andando o en autobús sin agobios, por lo tanto. El cambio ha levantado, por supuesto, su inevitable ración de polémica. Otros eventos en cambio no se acercan al centro, sino que permanecen condenados al ostracismo en las afueras. Las «ferias«, como se las ha conocido siempre (atracciones de feria, básicamente) han formado parte de nuestra infancia, pero desde hace años se instalan en un recinto tan alejado de la ciudad (siempre hay vecinos protestando por el ruido) que han conseguido la gente se olvide de ellas. Lástima.

El tema musical es también digno de mención. Por un lado tenemos las actuaciones habituales, enfocadas al público más fiel y extendido: el pensionista. Audiencia capaz de acaparar asientos frente al escenario cinco horas antes del espectáculo. U otro día. La única novedad que presenta el cartel de año en año es la incógnita sobre si todos los artistas siguen vivos para repetir una vez más.

Por supuesto, también se piensa en la juventud. Sí, eso era un tono irónico. Así, el Play Festival intenta suplir, sin éxito, la vergonzosa muerte anunciada del Santander Summer Festival. Se trata de un festival humilde y modesto, de andar por casa y sin grandes nombres. Pero algo es algo. Además, se contará en la ciudad con los directos de: La Fuga, Algunos Hombre Buenos y Melendi. Ah, y 10 tenores australianos que mezclan la ópera con el pop. Intentaré mantener un radio de seguridad de varios kilómetros, personalmente. Como extraordinaria novedad, se organizan también conciertos en la Plaza Porticada, en pleno centro, y gratuitos. Así, pasará por ese escenario un grupo japonés de jazz (y algún concierto más del género), rock progresivo cántabro de hace 30 años, Danza Invisible en sus horas más bajas, homenajes a Johnny Cash y a Queen, y el directo de los portugueses The Gift.

Quitando lo de The Gift, que son una debilidad personal y que celebro sin disimulo, el resto de propuestas musicales del ayuntamiento para estas fiestas «grandes» son -incluso las más interesantes- de tercera fila, de cumplir el expediente con desgana, de «a ver qué podemos montar con cuatro duros«. Ni estas fiestas ni esta ciudad son para la gente joven. Al menos no son unas fiestas tan rancias como las de años anteriores, se nota que hay sangre nueva en la alcaldía. Pero queda tanto camino por recorrer, que el apelativo de Grande queda aún muy, muy ídem.

Disfruten de las fiestas. Sobre todo si son otras. Seguiremos informando.

Una fiesta electro-funky

Escuchando: Electro Funky Party (Estereotypo)

Hace ya varias semanas que tengo en mente dedicarles una líneas, y no quiero procrastinarlo más. Es el momento de recomendar un disco. De vez en cuando, en el panorama musical cántabro aparece una banda que me llama la atención. Ahora mismo ese lugar lo ocupan, sin lugar a dudas, Estereotypo.

Los conocí un día mientras estaba pinchando. Se acercaron y nos regalaron una maqueta con cuatro temas, para que los escuchásemos y pusiéramos alguno si nos parecía que sonaba bien. Y lo hicimos: ¡cómo sonaba aquello!

Después los he visto un par de veces en directo: espectaculares. Una máquina de ritmos ante la que es imposible quedarse quieto. Energía pura sobre el escenario, actitud y diversión. Por eso me dio rabia que la presentación de su primer disco coincidiese con el concierto de Tequila y me lo perdí. Enmendé la falta a los pocos días comprando su compacto, que se ha convertido en uno de mis favoritos de este verano.

No puedo hacer otra cosa que recomendarlo. Escuchen cómo suena en su MySpace. Si este disco lo saca alguna pandilla de británicos, estaría en boca de todo el mundo. Pero no, son paisanos, aunque espero que cada vez tengan más ocasiones de asombrar con su directo fuera de nuestra región. Con suerte, quizás toquen hasta en el Sonorama.

De momento, la semana que viene estarán con la cabeza bien alta tocando en el modesto pero interesante Santander Play Festival. Habrá que bailar, será inevitable.

Seguiremos informando.

iPhone 3G (Parte I – El dispositivo)

Escuchando: Hanging on the telephone (Blondie)

Con todo el revuelo que se ha montado con la llegada del iPhone a España. ¿no era raro que yo aún no hubiese dicho nada? Como habitual fanático de todos los cacharros de la marca de la manzana, he seguido con atención todo el proceso desde que se anunció la versión 3G del teléfono hasta su reciente presentación. Como se me ocurren muchos aspectos que comentar sobre el tema, voy a dividirlo en tres partes, dedicando ésta primera a analizar el aparato en sí. Después ya hablaré de mi opinión sobre la oferta de Telefónica, y haré balance sobre si (a mí, personalmente) me merece la pena o no la inversión.

iPhone 3G. La mayor desventaja del iPhone original era que, en España se conectaba a Internet usando GPRS, esto es: a una velocidad considerablemente baja, demasiado para un terminal cuyo objetivo es la conectividad total y permanente. Por tanto, todos aquellos que consiguieron una unidad al otro lado del charco y lo usaban aquí, tenían el aparato funcionando a medio gas. Un quiero y no puedo. Ideal para fardar y para disfrutar de su interfaz, pero interna y técnicamente se trataba de un teléfono móvil inferior a muchos que se llevan vendiendo un par de años por estas tierras.

Con la llegada del modelo 3G esto ha cambiado: el iPhone se puede medir de tú a tú con cualquier otro teléfono europeo, y no hay que hacer trucos alegales para poder utilizar uno en España. Lo del 3G me llamó la atención: en la presentación de Apple parecía que lo hubiesen inventado ellos. ¿Cómo hemos podido vivir sin 3G? Nada más lejos de la realidad, los teléfonos 3G ya existen hace tiempo, y muchos llevamos uno en el bolsillo, aprovechando su tecnología o no. Por tanto, el iPhone 3G ha venido a suplir una carencia, no a revolucionar nada.

Otras novedades del iPhone 3G sí pueden ser más llamativas. Por ejemplo, ahora dispone de GPS. Hay letra pequeña. Aparte de que la recepción no es óptima, por lo que se comenta entre sus primeros usuarios, se utiliza mediante la aplicación de Google Maps. Lo bueno es que así los mapas siempre están actualizados, y no ocupan espacio en la memoria interna. Lo malo, obviamente, es que se necesita estar conectado a Internet para usar el GPS. El iPhone es, definitivamente, un gran devorador de datos.

Mención especial merece también la tienda de aplicaciones de Apple. El iPhone original nació como un entorno cerrado sin aplicaciones de terceros. No tardaron en aparecer formas de relativizar esa limitación, con el riesgo -eso sí- de convertir el teléfono en un ladrillo inservible cada vez que Apple publicaba una actualización de su software. Ahora, donde dije «digo» digo Diego, y el iPhone es una plataforma abierta a los desarrolladores. Rectificación acertada, porque parece que el apoyo de éstos ha sido masivo, y existe ya una buena cantidad de aplicaciones, de pago y gratuitas. Además, los usuarios del iPhone original y del iPod Touch pueden actualizar su software para tenecer acceso a estas aplicaciones también. Todos contentos. O casi: nunca he entendido por qué para los usuarios del iPhone las actualizaciones son gratuitas, mientras que los compradores de un iPod Touch tienen que pagar por ellas. Supongo que todo venga amparado por alguna estúpida ley norteamericana, pero tiene que joder.

Pocas novedades más aporta esta revisión del terminal. Si lo comparamos con un teléfono 3G «normal», sigue presentando algunas carencias significativas: los mensajes multimedia no existen, tiene una cámara (ramplona y sin flash) pero no graba vídeo, y no hay posibilidad de hacer videollamadas al no disponer de cámara frontal. Vale, lo admito: lo de las videollamadas tampoco importa demasiado, era la esperanza de las operadoras para lanzar las redes 3G, pero no conozco a mucha gente que lo use (eufemismo, quise decir «nadie«). Finalmente, lo que ha hecho que la gente se anime a adquirir terminales 3G ha sido su adicción a Internet, sobre todo en períodos de vacaciones, y los módems USB se ha convertido en algo bastante común.

Las otras ausencias comentadas (MMS, videollamadas) estoy seguro de que se podrán suplir con aplicaciones de terceros, posiblemente gratuitas… pero no deja de ser una nota negativa para el teléfono: de serie, está en desventaja respecto a terminales de hace varios años.

Todo se olvida gracias a la experiencia de usuario, a su cuidada interfaz, y a su diseño. Aún no he visto ninguno en vivo, pero en principio me gustaba más su versión original, especialmente por su cubierta trasera (la opción del blanco no me convence demasiado, tampoco). Claro que, como suele pasar con los productos de Apple, seguro que en la mano gana enteros, y las fotografías no le hacen justicia. En cualquier caso, es un terminal que no pasa desapercibido.

Por tanto, parece que el iPhone 3G es un terminal aún más atractivo y sin rival… ¿Sin rival? Eso ya no está tan claro. Hace un año que Apple dio su golpe de efecto, y el resto de fabricantes han tenido tiempo de preparar su contraataque. Ahora mismo existen teléfonos basados en Windows Mobile (sistema que en su última versión parece ser bastante mejor que la bazofia que en su día conocí) capaces de plantar cara al iPhone, en prestaciones y en interfaz. Va a comenzar una guerra en la que Apple se defenderá gracias a su encanto y aura de exclusividad, y el resto de marcas atacará con terminales cada vez más completos. Se va a poner interesante esto.

Seguiremos informando.