Ventanales

Escuchando: Running to stand still (U2)

Algún día esas ventanas fueron nuevas y relucientes. Supongo. Siempre las conocí sucias, grises y opacas. La madera, estriada, mostraba un universo de constelaciones, formado de agujeros de polilla. Los cristales, ajados, amenazaban con un salto al vacío, fatal. Y aún así, tras el ventanal me sentía seguro.

Los años fueron desgastando esa sensación; las maderas se convirtieron en leños con textura de tronco de árbol; un día fue difícil ya encajar las ventanas en sus marcos. Al día siguiente, fue más difícil aún. La complicación de la tarea creció día tras noche, hasta volverse algo imposible: el viento tenía vía libre para soplar por las rendijas, por los orificios, por las heridas de lo que una vez fue seguro.

Tras el viento, vino el polvo; tras el polvo, el frío; y tras el frío, los insectos. Decenas al principio, centenares poco después, miles finalmente. Termitas de los recuerdos, devoraron cada uno de los muebles, enseres y adornos de mi habitación.

Y cuando no tuvieron nada más que roer, empezaron conmigo hasta no dejar otra cosa que una calavera reluciente. Cuando me miro en ella, me veo reflejado, pero la imagen pertenece a otra persona, ese no es mi aspecto, ese no soy yo.

He cambiado mi rostro, he cambiado mi nombre, pero me sigo sintiendo igual tan indefenso como la primera vez que cerré mis ventanas.

He luchado para volver al punto de inicio. He cambiado para seguir siendo el mismo.

Pero qué bonito es Cantabria

Escuchando: Green on blue (Marlango)

Día divertido el de hoy. Lo que comenzó con el plan de una quedada para comer entre amigos, terminó como una quedada para comer entre amigos. Pequeña gran reunión. Y en la sobremesa, continuamos haciendo planes para aprovechar este día de fiesta (sí, en Santander sí)

Dicho y hecho: tras una breve visita para hacer algo que no podía esperar ni un segundo más (he conocido al pequeño Fabio, el pequeño Fabio ha conocido mi cámara) hemos acabado cargando el coche con cámaras, trípodes y un plano de carreteras, y nos hemos lanzado a la aventura, a aprovechar las últimas horas de la tarde.

Y vaya si las hemos aprovechado. Ha habido un montón de fotos: paisajes, retratos, fotos de portadas de disco… un poco de todo. Y al final, como se hacía tarde, la gasolina escaseaba (o eso parecía), la luz también, y de la comida ya habíamos hecho la digestión hacía rato, hemos terminado pegándonos otro homenaje en otro rinconcito de la tierruca.

La vuelta a casa, entre risas y conversaciones sobre la perpendicularidad de las paredes, ha puesto el broche a un día muy, muy divertido.

Ah, y mi cámara vuelve a estar en plena forma.

Seguiremos informando.

Una producción hispano-italiana

Escuchando: When the water breaks (Liquid Tension Experiment)

Podría recordar el día de hoy por una pequeña gran pérdida. O porque ha sido el cumpleaños de mi padre. Pero no. Hay otro motivo.

Cuando los móviles se vuelven locos a base de llamadas y mensajes, o pasa algo malo, o muy bueno. Y me encanta cuando es lo segundo.

Hoy ha sido un gran día. Ha venido con adelanto; y él no lo sabe aún, pero va a ser el tercer niño más fotografiado del mundo.

Enhorabuena, mil veces enhorabuena, tres kilos y ciento cincuenta gramos de enhorabuenas…

Seguiremos emocionándonos.

Por motivos técnicos

Escuchando: Smells like teen spirit (Nirvana)

Por motivos técnicos, creo que esta página ha estado desaparecida durante parte del fin de semana. Parace que ya ha vuelto todo a la normalidad.

Por motivos técnicos, un servidor ha estado desaparecido durante este fin de semana. Parece que ya he vuelto a la rutina.

En realidad, los míos no han sido sólo motivos técnicos; que también: parece que mi cámara por fin vuelve a estar utilizable; sigue teniendo alguna mota, pero paranoias mías aparte, es muy difícil de apreciar en las fotografías, así que vuelvo a la carga tras la cámara.

Y mis motivos no técnicos para embarcarme en esta fugaz escapada a Madrid (un poco más lejos, en realidad) están relacionados con planes que se quedaron en el tintero en mi última visita.

Y así, estos dos días (que me han parecido uno muy largo, cosas de dormir menos de tres horas) han tenido trenes retrasados por señoras que se plantan gritando en medio de la vía; hamburgesas; limpieza de cámara; encuentros casuales con santanderinos; Guinness muy tranquilas; cenas japonesas -con algunas modalidades de sushi difíciles de tragar, y flanes de té más que recomendables-; piso de arriba de la vía láctea, sillóncito; Tupper y regresión a la infancia; Morgenstern o el tugurio de los tugurios donde todo el mundo se sabe las canciones menos nosotros; Nasti, donde pagamos ídem para entrar haciéndonos los suecos, y también donde una puerta asesina nos torturaba a base desagradables destellos; trenes de vuelta con imberbes imbéciles dando la nota; mini-descanso; paseos por jardines; lectura; despedida y cierre; tren de vuelta, esta vez sin incidentes.

Y eso. Un gran fin de semana, lleno de risas contagiosas. Pero muy cansado, eso sí. Y como mañana madrugo, y me caigo de sueño, creo que aprovecharé para hacerlo, para caerme; pero en la cama.

Seguiremos informando.

Un año más en la Edad Media

Escuchando: Knives out (Radiohead)

Los mismos olores: cuero, carne a la brasa, queso, pan recién horneado, incienso, dulces…

Los mismos agobios de gente, los mismos puestos…

Como todos los años por estas fechas, Mercado Medieval en Santander… sin novedad, más de lo mismo. Yo sólo pude darme una vuelta por allí el viernes, y no tiré muchas fotos: la mayoría ya las había hecho el año anterior… aunque alguna sí que cayó, claro…

Seguiremos informando.

Bisagra espejo

Escuchando: El ojo espejo (Maga)

Ayer, después de estar en el concierto de London Luxury, me acerqué a La Bisagra; un bar que ya conocía, pero que acaba de cambiar de dueños y de estilo; tenía ganas de redescubrirlo… para los despistados, está en un callejón del Río de la Pila, a la derecha según se sube.

Al llegar, me sorprendió el cambio en la entrada, con doble puerta. Y al abrir la segunda de ellas, sorpresa aún mayor. En una pared en la que solía estar una diana (he acabado muchas noches dardo en mano allí), no había diana, había…

Había una pantalla enorme, con una de mis fotos. A pared completa. Así da gusto entrar a los bares, oiga.

Todo tiene su explicación. Están cogiendo la sana costumbre en ese local, por lo que parece, de proyectar pases de fotografías para amenizar las veladas. Y como un amigo es amigo del dueño, un cd con más de trescientas fotos de mi colección ha acabado en sus manos…

Es una sensación extraña ver mis fotos proyectadas en un bar, con gente mirándolas y mirándome; felicitándome (menos mal que había poca gente, siempre he preferido los segundos planos)

Por lo demás, el cambio de estilo le ha sentado muy bien al bar. La música es electrónica, pero muy cuidada, muy elegante… tranquilita incluso, ayer por la noche. El complemento ideal para las fotos, y para los sofás y sillones del piso superior del local. Chill out total. Se lo recomiendo.

Así que ya lo saben: vayan a La Bisagra, y pidan, pidan. Pidan una cerveza, pidan una copa, pidan un refresco… y pidan mis fotos.

Seguiremos informando.

Es bueno que queden tugurios

Escuchando: She’s a stranger (London Luxury)

No deja de resultar triste que en esta ciudad haya que mantener casi en secreto la fecha, la hora y el lugar de un concierto para que se pueda celebrar; para que no venga la policía a advertir que es mejor que no se lleve a cabo; para que una persona (una en concreto, una respetable -sic- ciudadana) no se entere de que jóvenes libertinos, greñudos y ruidosos piensan celebrar unos de sus aquelarres demoníacos.

Es igual, a pesar de todos los impedimentos, el que la sigue la consigue y anoche se pudo disfrutar de un magnífico concierto en Santander: London Luxury por fin pudo descargar la energía de sus canciones en Santander, en el Bar Soto. Sitio curioso, nunca había estado allí. Todos sabéis cuál es: el del cartel de Jack Daniels, enfrente del Palacio de Festivales. Y es un tugurio. Y no lo digo con desprecio, todo lo contrario: estrecho, lleno de carteles, con gente de todos los pelajes (había por allí alguno jugando al ajedrez) y con mucho buen rollo… Uno entra allí y se da cuenta de que está en un local mítico de nuestra ciudad.

Y es tan mítico, que incluso los conciertos se acompañan de anécdotas surrealistas. Siempre es bueno tocar con bombín. Nunca se sabe cuándo te puede caer un tubo fluorescente en la cabeza. Esas cosas pasan.

Seguiremos informando.

Siete vertical

Escuchando: Lucky (Radiohead)

Cada día un poco más otoño, un poco menos verano. Hoy, salpicados de lluvia y con una tormenta alborotando a lo lejos, un poco más, un poco menos.

Agosto deja paso al mes que cierra el verano, mes que siempre fue sinónimo de nervios, de apuntes, de apuros, de madrugadas, de madrugones; yo lo dejé atrás, pero siempre hay alguien por ahí que sigue sufriendo el ritual.

Como tú, imagino.

Sólo puedo suponerlo, hace tiempo que en este diario, en la sección de pasatiempos, dejó de pasar el tiempo; las palabras cruzadas se acabaron envenenando y las sopas de letras las tomamos con honda; el jeroglífico quedó sin resolver, y sin ganas para hacerlo.

Y no, las soluciones no venían en la página siguiente, ni escritas boca abajo al final de la hoja; no vienen en el periódico de hoy, ni en el de mañana; no hay periódico ya, no lo habrá.

Y aún así.

Aunque nunca leas esto, aunque no te haga falta; aunque no necesites que nadie te lo desee…

Y menos yo.

Y aún así.

Siete vertical: encadenamiento de los sucesos, considerado fortuito o casual.

Suerte.