Los cántabros y las cántabras

Escuchando: Retorciendo palabras (Fangoria)

Una guía editada por el Gobierno de Cantabria Me Pone propone cambiar expresiones para evitar el sexismo.

Sí, como lo leen. Nos hemos gastado 10,000 euros en repartir entre nuestros funcionarios -y funcionarias-, que trabajan en nuestra Administración, este folleto. Más de 50 páginas que proponen soluciones tan originales como, agárrense los machos, suprimir los artículos. Sí, con dos cojones: en lugar de decir «los solicitantes», lo políticamente correcto es decir «solicitantes», y punto. Determinados artículos determinados son sexistas.

Según Ana Isabel Méndez, Directora General de la Mujer, con los cambios que propone la guía se conseguiría fomentar «la igualdad de género, algo que prevendría los casos de violencia doméstica».

En fin. 10,000 euros no es mucho, pero puede serlo si se destina a empobrecer nuestro idioma. ¿A cambio de qué? Sinceramente, no creo que la solución a los problemas de origen sexista provenga de las palabras, sino de la educación. Y la causa suele ser su ausencia. Pueden esforzarse todo lo que quieran en hablar de forma grotesca y políticamente correcta nuestros representantes, incluso cuando vayan de humoristas por la tele, que es como ir por la vida; pero eso, en un país en el que se maneja un vocabulario día a día menor, y en el que las patadas al diccionario son de órdago y cotidianas, poco efecto va a tener.

Seguro que no había nada más urgente a lo que dedicar esos 10,000 euros.

Seguiremos informando.

Cuento para después de Navidad

Escuchando: Understand (Polar)

Él. Vuelve a casa después de trabajar. Después de unos días de vacaciones disfrutados tranquilamente en familia, este lunes ha resultado especialmente agotador. No veía la hora de terminar la jornada. Esta mañana, cuando salió corriendo, su hijo aún no se había despertado, y su mujer estaba en ello; ahora, su llave en la cerradura del portal es el primer paso del protocolo para sentirse en casa.

Ella. Lleva un mes escaso en España. Apenas ve a su marido, atrapado en una jornada de sol a sol (incluso algo más, ahora en invierno) sujetando una bandeja en una cafetería del centro. Con su hijo pequeño, viven en una habitación pequeña, de un piso pequeño, compartido con otras dos familias que les han precedido en esta aventura española. Y con su hijo pequeño y su cochecito, lucha por mantener el equilibrio en las escaleras del portal, intentando que niño, coche, bolso, bolsas, chaquetón y paraguas sigan en su sitio. No parecen estar por la labor.

Él. Ve a una de sus nuevas vecinas, una inmigrante que ha llegado hace unas semanas. O eso cree. Siempre le parece que hay alguien nuevo viviendo en ese piso, ha perdido la cuenta. Está apurada, forcejeando como buenamente puede, en medio de las escaleras del portal. Siempre ha pensado que las buenas obras no son una exclusiva de la ya pasada Navidad, así que, todo educación y buena voluntad, corre en auxilio de su vecina.

Ella. Apenas tiene tiempo para hablar. La amabilidad de su vecino, educado, trajeado, impetuoso, y sonriente, la deja sin palabras. El cochecito está, tras unos enérgicos movimientos del hombre, en lo alto de las escaleras.

Él. Sonríe y hace un par de carantoñas a la criatura. Se despide y continúa su camino por las escaleras: vive en el primer piso y no quiere ocupar un ascensor en el que no caben dos adultos y un cochecito. Silba, optimista, pensando en lo fácil que resultaría muchas veces la convivencia, tan solo añadiendo un poco de buena voluntad.

Ella. Sonríe tristemente. Masculla un tímido gracias, y espera a que su vecino desaparezca escaleras arriba. Con gesto cansado intenta descender de nuevo hacia la calle. Silba para distraer a su pequeño, mientras vuelve a hacer equilibrios en las escaleras; y piensa en lo fácil que resultaría muchas veces la convivencia si a la buena intención se le pudiese añadir, además, un poco de entendimiento.

Esto no es un juego de niños

Escuchando: Another brick in the wall – part 2 (Pink Floyd)

LEGO. La mitad de mi infancia está construída a base de sus ladrillitos de colores.

Siempre me había gustado, pero la afición se agravó cuando una prima de mis padres, que vivía por entonces en Suiza, le trajo a mi hermano una caja de LEGO rara. Sí, era LEGO pero tenía piezas extrañas: engranajes, ruedas dentadas, piezas con agujeros… se llamaba LEGO TECHNIC y era algo inédito aún por aquí. Con aquella caja mi hermano construyó un coche que tenía suspensión y dirección que funcionaban de verdad. Lo nunca visto. Lo montó, y lo dejó encima de una estantería. Mi hermano siempre fue de TENTE.

Pasaron los años, y aquel coche cayó en mis manos. Los destripé, lo monté mil veces e hice todas las mutaciones que se me ocurrieron. Después, los LEGO TECHNIC empezaron a llegar a España, y fui completando la colección. Mi favorito siempre fue el kart de carreras, aunque la furgoneta quitanievas, con su manivela para bajar la rampa, también dio mucho de sí. Luego llegó el motor con mando a distancia, que animó aún más las creaciones. Qué tiempos aquellos.

Claro, llevo ya varios años esperando a que mi sobrino crezca para empezar a regalarle cajas de LEGO. Estas navidades estuve a punto ya de comprar una caja de LEGO TECHNIC. Mi hermana me decía que Héctor es aún muy pequeño para jugar con eso. Y yo, claro, le respondíá que ya, pero que estaba pensando en mí.

Aunque casi mejor no haber comprado nada. Mejor ahorrar. LEGO ha presentado en la feria norteamericana CES su LEGO Mindstorms NXT. Y en cuanto salga a la venta, creo que me lo compraré. Sí, valdrá un pico, pero me lo compraré. Quien tiene un capricho, pierde un tesoro.

¿Qué es el NXT éste? Muy sencillo, es una caja que incluye medio centenar de piezas de LEGO TECHNIC… pero además trae algunos ladrillos un tanto especiales… uno de ellos es un mini ordenador programable, desde Windows y Mac; y con Bluetooth, para no tener que conectarlo con cables. O para controlarlo desde un móvil o una PDA. También trae tres motores con sensores de rotación. Y otras piezas son más sensores: para detectar el movimiento, el contacto, sonidos -reconociendo patrones y comandos de voz-, colores, intensidad de la luz…

En fin. Que esto no va a ser un juego de niños. O sí, y yo lo voy a volver a ser. En cualquier caso, que me lo vayan fabricando, que quiero construir mi robotito.

Seguiremos informando.

Y mi nuevo llavero es la manzana

Escuchando: La casa por el tejado (Fito & Fitipaldis)

Artesanal, hecho de fimo, y con la forma de la manzanita. Dos conclusiones inevitables:

1) Tengo unas amigas que están hechas unas auténticas artistas.

2) Tengo unas amigas que piensan sin resquicio para dudas que soy un friki de Apple.

En cualquier caso… ¡gracias! (1. expr. U. para expresar nuestro agradecimiento por cualquier beneficio, favor o atención que se nos dispensa.)

Pollo-pera para la galli-pava

Escuchando: Un plan (Manolo García)

Hoy es el dia perfecto para hacer carambola,
rizar el rizo o hacer novillos
para ilustrarnos en la enciclopedia de los mas ilustrados.
O mandar a la… a los que nos taladran: ¡compre! ¡compre!
¿Qué pasa si no quiero comprar, sólo cambiar?
¡cambio! ¡cambio!: una bola de cristal por un hueso,
un botijillo de barro pintado por un beso,
en la boca del lobo un clavel por un ramillete de ocas.
Un tapete por un dado.

El mejor trato por nada, al que no quiere comprar.
¡Al que no quiere comprar déjenle en paz!

En realidad no tengo ningún plan. Aparte del ambicioso que consiste en sobrevivir, dedicaré la tarde a ver películas de colores y, si la lluvia me da un poco de tregua, acercarme a la Filmoteca a ver su primera película. No es mal plan para no tener plan.

Seguiremos informando.

Hasta las alcachofas tienen corazón

Escuchando: Sleeping in (The Postal Service)

Noche de Reyes, noche lluviosa por aquí. Esta tarde dudaba si ir a ver la cabalgata con mi sobrino, o ir al cine a disfrutar de una película que no quería dejar pasar.

Al final, he visto la cabalgata, y he ido al cine después. La película me ha parecido rara, extraña, pero encantadora. Y al llegar a casa, he pillado el final de Amélie por la tele.

Lo de la cabalgata… eso, con el agua ha quedado muy deslavado. Pero mucha lluvia hace falta para quitar la ilusión a los niños, y no llovía tanto. En mi casa, por razones prácticas, somos de Papá Noel. Pero a mí siempre me han gustado más los (éstos, sólo éstos) Reyes. Habrá que pedirles algo, aunque sea un imposible que doy por perdido.

Antes, cuando mi sobrino se iba, feliz, a casa con sus padres, a meterse pronto en la cama, yo me moría de envidia, la verdad.

Seguiremos informando.