Cuento sin principio #6

Escuchando: Mintaka (Madee)

La ambientación era perfecta. El olor, si es que los sueños lo tienen, era el que debería haber sido; al igual que el tacto, que el sabor, que la temperatura, que la luz. De haber ocurrido, habría sido exactamente así. Pero despertar siempre es caer. En la rutina, en la cuenta que nunca me sale: uno más cero nunca serán dos; se ponga uno como se ponga.

Invención, pero tan real, que lo archivo, lo guardo, lo escondo entre mis recuerdos. Para mirar hacia atrás, engañarme y pensar que alguna vez estabas ahí por la única razón que merece la pena: no tener niguna.

Para recordar.

Aunque sea mentira.

Cielos cubiertos,dudas despejadas

Escuchando: I’m the fool (Mark Knopfler)

A veces me lo han preguntado; una de esas preguntas que se lanzan al aire, sin esperar respuesta… ¿eres tonto?

Otras veces soy yo el que me lo pregunto.

Tampoco hay mucho misterio, la respuesta, dicha o no, pensada o no, siempre ha sido clara.

Sí, claro que sí.

Pavana para un Infante difunto

Escuchando: Pavana para Infanta difunta (Maurice Ravel)

Hoy, un día en el que el mar pega otro de sus zarpazos, que la tierra vuelve a temblar, que hay mil pequeñas y grandes desgracias, puede parecer injusto que dedique mis líneas al fallecimiento de una sóla persona. Puede que lo sea; pero también es cierto que bien se merece el homanaje.

Ha muerto Guillermo Cabrera Infante, escritor cubano en el exilio. Hace años yo no sabía nada de él; luego ganó el Cervantes y pasó a ser ese escritor con cara de antipático que salió alguna vez en Lo + Plus. No le hice mucho caso.

Pero un buen día, mi padre apareció por casa con una de esas ofertas de lanzamiento de los quioscos. Dos libros. Uno de Delibes, que siempre merece la pena. Y el otro, de Cabrera Infante.

Por curiosidad, lo terminé leyendo, y se convirtió a las pocas páginas, en toda una experiencia. La Habana para un Infante difunto, relato autobiógrafico del despertar sexual del autor en Cuba, es un contínuo espectáculo de fuegos artificiales literarios durante seiscientas páginas. El juego de palabras, ya desde su título, hecho juego de frases, hecho juego de novela.

Despúes de ese libro vinieron otros, todos cargados de humo de habanos, de música, de cine (o sardinas), de música, de tigres tristes, tres.

El autor nos ha dejado, pero ahí quedan sus obras. Por si alguien tiene curiosidad de acercarse a ellas. Yo lo haría…

«Showtime! Señoras y señores. Ladies and gentlemen. Muy buenas noches, damas y caballeros, tengan ustedes….»

Hello, hello… ¡ola!

Escuchando: Stand my ground (Within temptation)

Curioso. Juraría que la ola de frío no se había ido, y ya tenemos aquí otra nueva. Y ésta llega pisando fuerte: la helada de esta noche ha sido de las que hacen época. Hasta tal punto, que algunas zonas de Santander han amanecido totalmente blancas; la Universidad, por ejemplo.

Bien lo sabe la primera chica que se bajó del autobús en mi parada. Más que apearse, tomó tierra. Pobre; darse una culada a primera hora de la mañana, cayendo sobre hielo, no tiene que ser muy agradable, no. Pero nada, nada.

Yo, con cuidado -soy patoso despierto y sin hielo, así que hoy, a esas horas, no daba un céntimo por mi estabilidad- dediqué unos momentos a inmortalizar la blanca estampa, e intentando no resbalarme, llegué hasta la facultad. Pasitos de bebé, que decía Bob.

Abríguense. Seguiremos informando.

Cine pasado por agua

Escuchando: A change of seasons (Dream Theater)

Supongo que después del besuguil comentario anterior, el subconsciente me traicionó. Puede ser. Lo cierto es que las dos siguientes películas que vi después de escribirlo fueron El Espantatiburones y La memoria de los peces.

Sobre la primera, poco que decir. Con un argumento más que escaso, mucho ruido, mucho caos visual y pocas nueces, es una película totalmente prescindible. Donde esté Nemo

Y la segunda… la segunda es un ejemplo de que yo también veo cine –más o menos– comercial. Se trata de una comedia –más o menos– romántica, una película sencilla, manufacturada en Irlanda, y ambientada en esa ciudad de la que guardo tan buenos recuerdos… Sí, es una comedia romática, pero adaptada a los tiempos que corren. Lo del chico conoce a chica quedó atrás. Esto es más bien un chico/a conoce a chico/a y/o chica/o. Con todas las combinaciones posibles. Y adornado con una agradable combinaciónd de música irlandesa y brasileña.

Una película que no pasará a la historia, pero que hace pasar una buena hora y media. No aspira a más, pero lo consigue con creces.

Y no sé si yo sería un buen pez de colores. Sólo a medias…

Para no perder el hilo acuoso, hoy he visto otra cinta también bastante relacionada con el agua. Cine oriental, que se está convirtiendo en una debilidad. Coreano, en este caso. Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera. Del mismo director que La Isla, que me dejó más inquieto que satisfecho. En este caso, nos propone un delicioso cuento, una metáfora, un paseo por la vida siguiendo el cambio de la estaciones. Fotografía espectacular, economía de diálogos y poesía visual. Una película imprescindible para los que quieran ver algo distinto.

Para acabar el fin de semana, y aprovechando la visita al colegio electoral, me he acercado otra vez a la Filmoteca. El agua esta vez ha sido el de la lluvia por el camino. Y he comprobado una vez más que el cine francés no me deja indiferente. O me apasiona, o me aburre soberanamente. Sin término medio. Ésta vez ha sido lo segundo.

En fin. Otro fin de semana lleno de películas.

Seguiremos informando.

Pez teleósteo, acantopterigio, provisto de algunos dientes cónicos…

Escuchando: Afraid to fall (Josh Rouse)

– Buenos días, ¿tiene hora?
– Sí, claro.
– Me alegro, yo también. Y llego tarde.
– ¿A dónde?
– A mi casa.
– ¿Vives usted lejos?
– No, en esta misma calle.
– Interesante, ¿a qué altura?
– En un décimo.
– Allí el aire será más puro.
– No crea, es una lotería.
– ¿Tiene algo que acabe en 3?
– Sí, mi número de teléfono, precisamente.
– Ah, pues le llamaré.
– Cuando guste; buenos días tenga usted.
– Buenos días, caballero.