De mayó quiero sé gilipolla

Escuchando: Misplaced Childhood (Marillion)

Esta mañana nos preguntaba una chica mejicana que está con nosotros en la universidad, por el significado de gilipollas. Es más fácil de explicar con un ejemplo. Y de esos hay muchos.

Antes, durante la cena, la televisión de la cocina nos escupía algo que (ignoro la denominación oficial) parecía un eurovisión para infantes. Y me ha dejado francamente preocupado, la verdad. Dejando a un lado las bondades musicales de los participantes (no puedo evitarlo, lo odio, me ataca, me pone de los nervios escuchar a niños cantar, especialmente si lo hacen pretendiendo ser mayores) es lamentable ver cúales son sus ambiciones (o las que les imponen desde bien pequeños).

He tenido la desgracia de ver tres de las actuaciones (no he podido cenar más rápido). La primera, creo que de Dinamarca. Un presunto grupo de hip hop con una niña vestida de putón verbenero y sus chulos vestidos de traficantes. Después, nuestra aportación al evento, con una niña atacante, una canción atacante, una coreografía atacante… Qué pena de infancia. Después, otras dos chicas de Suecia, creo, también vestidas como si tuviesen unos cuantos años más y en lugar de intentar ganar un premio estuviesen intentando perder otra cosa.

Me fastidia. Los niños deberían ser niños hasta que tengan la edad suficiente para convertirse en macarras aspirantes a accidente de ciclomotor. Luego, cuando crezcan, ya podrán tunear su primer coche, y aspirar a concursar en Gran Hermano para intentar ganarse la vida usando la bisectriz. Pero no, por lo visto, los niños, cuanto antes se mentalicen de lo que van a acabar siendo, mejor.

Qué triste, ¿no?

En fin. Por mi parte, como no me gusta el fútbol (rigurosamente cierto), estoy un poco cansao de hacer de turista en mi propia ciudad (cierto) y no me apetece salir (mentira), dedicaré la noche del sábado a enamorarme de Uma persiguiendo a Bill. Y es que, como diría Monigote, Uma Thurman me toca…

Séanme moderadamente buenos, cuidado con los excesos. Seguiremos informando…

Cuento sin principio #1

Escuchando: Ashes everywhere (Joseph Arthur)

Intentando compensar con ceremonia el abatimiento, recogió del suelo el despertador, mudo, silencioso, una brújula detenida a las doce y media. Lo enterró en lana invernal, cerró su maleta, y se dejó caer en una cama de hotel demasiado grande.

Las odiosas comparaciones

Escuchando: Iron Flower (K’s Choice)

Lo mejor de que siempre me llamen cuando alguien se quiere comprar una
cámara digital, es que puedo juguetear un rato con ellas. Y estos días lo puedo hacer co n un futuro regalo navideño, una maravillosa Canon Ixus 40, recién salidita al mercado. Si la gama Ixus siempre ha destacado por mimar el diseño y los detalles, en esta ocasión se merecen aplauso y ovación cerrada. Tan pequeña que se me pierde en la mano, ultra-delgada, con una enorme pantalla, un zoom óptico de 3 aumentos y una buena colección de ajustes personalizables a pesar de ser completamente automática, es para quitarse el sombrero ante el logro de meter tanto en tan poco espacio. Preciosa.

Ya que la tenía por casa, he aprovechado para hacer retratos de familia, y he tirado algunas fotos a mi evolución fotográfica, mis tessssoros. De izquierda a derecha, y por orden cronológico:

Kodak DX3500. Agosto de 2001, mi primera cámara digital. Miles de fotos tirada con ella, aunque con poca luz no puede hacer mucho, y se le empiezan a notar los años. Sigue siendo la cámara oficial de las cenas v-pineras, y el resto del tiempo, la cámara de mi hermana.

Canon G3. Julio de 2003. Una joya de la que no me quiero desprender. Un poco grande, pero lo compensa con creces. Una de las mejores cámaras compactas que han salido al mercado. Grandes fotos han salido de ella, y ha cubierto también unas cuantas bodas 😉

Nikon D70 + Nikkor 18-70DX. Noviembre de 2004. Fuerza bruta. En proceso de aprender a controlarla (¡y no me queda poco!), me empieza a dar las primeras alegrías. Un salto enorme frente a las cámaras anteriores.

En fin. A otros les da por coleccionar trenes. Seguiremos informando.

Cierro la puerta, cierro mi cabeza

Escuchando: Butterflies instead (K’s Choice)

Esa mañana me he dormido. 2 horas y 16 minutos, exactamente. Catástrofe, me he levantado de un salto. Odio que me pase, aunque no tenga ningun sitio al que llegar tarde, odio desperdiciar el tiempo.

Desde poco después de tan precipitado comienzo del día, hasta ahora, he estado escuchando música del mismo grupo: K’s Choice; son belgas, son dos hermanos, se acaban de separar musicalmente, lo han hecho con un recopilatorio, y yo he acabado escuchando hoy toda su discografía: cuatro discos, de los cuales el último es sencillamente bueno, y los otros tres son, para mí, una auténtica maravilla. Discos de esos en los que cualquier canción puede ser tu canción preferida.

Paseando por sus momentos más intimistas, por sus temas más comerciales y radiofónicos, sin olvidar sus ataques de rabia guitarrera, me he dado cuenta de que me sé sus canciones de memoria, que muchas de ellas, con su letra sencilla y directa, se han convertido en parte de mi universo particular (como por ejemplo, el número de segundos que tardo en echar irremediablemente de menos a alguien)

Esta tarde en el trabajo, cuando el visitante alemán se ha ido pronto a comprar souvenirs (¿qué recuerdo se lleva uno de Santander?) y me he quedado sólo, no había cerrado la puerta cuando yo ya tenía K’s Choice a tope, y me he pasado el resto de la jornada canturreando (sí, canto cuando estoy solo) mientras terminaba lo que me había propuesto para hoy, sobrándome incluso un poco de tiempo para hacer el mamón con la cámara y la luz del ratón…

A veces me aburro mucho, sí.

…nueve y diez, ¡ya!

Escuchando: Hide (K)

Hoy, en mi habitual paseo nocturno de vuelta a casa, he visto a un hombre de no muy tranquilizador aspecto, escondido en un portal, pero asomando toda la cabeza, con cara de irle la vida en seguir oculto.

El otro día mi sobrino tenía serios problemas para captar la esencia del juego del escondite. Su inocencia y su hiperactividad le delataban antes de terminar de contar.

Hay muchas formas de esconderse, hay también muchos motivos. Por miedo, por vergüenza, por un juego, para salvar el pellejo, para dar una sorpresa.

Y también estamos los que no necesitamos escondernos para no ser vistos.

He tardado, pero ya están puestas(Perdonen las disculpas)

Escuchando: Mr. Freeze (K’s Choice)

Tenía unas cuantas atrasadas, pero ya me he puesto al día. Nuevas fotos en mi página; con contraseña: el reportaje de la boda de mi hermana, y el recuerdo de aquella sesión de vídeo de (otra) boda + cena en un chino…

Y sin contraseña: mis experimentos de anoche cámara en mano (en trípode, más bien…)

Pues eso. Seguiremos informando.

Un poco de Magno es mucho

Escuchando: Money for nothing (Dire Straits)

No sé cuál será actualmente la participación de Telefónica en Antena3. Pero un pellizco debe de tener, porque los telediarios de esa cadena -que sólo debería emitir Los Simpson día y noche- muchas veces apestan a publirreportaje. Y odio los publirreportajes. Si me quieren meter publicidad que me lo digan, pero andarse con zorrerías no va conmigo…

Así, un reportaje sobre el SIMO en el que se habla única y exclusivamente de las novedades de Movistar me parece francamente lamentable.

Pero para lamentable y penoso, el que dediquen minutos de telediario a promocionar el nuevo disco recopilatorio de Alejandro Sanz. Desgraciadamente, tal y como tenemos el mundo, hay suficientes noticias de las de verdad para llenar las dos ediciones de los noticieros; pero no: la noticia realmente importante es la aparición en tiendas y mantas de los éxitos de este hombre. Y si uno fuese malpensado, que no es el caso, pensaría que el hecho de que Movistar le patrocine las giras influye. Que todo podría ser, ¿no?

En fin. Que conste que yo al señor Sanz le tengo cierto respesto musical. Ha sido capaz de reconvertir su carrera musical de ídolo de quinceañeras a músico más o menos serio. Se compone sus temas y eso le pone bastante por encima de otros engendros comerciales. Eso sí, su manera de cantar, sencillamente, me desagrada. Pero eso ya es subjetivo. Lo mismo que mi opinión sobre sus actuaciones extra-musicales: redentor de los lapidados injustamente (léase Farruquito), y Robin Hood (robar a los pobres para dárselo a los ricos, ¿era así, no?) muchimillonario siempre en defensa de la SGAE.

Por eso desde aquí quiero romper una lanza a su favor, y contribuir a que sus éxitos sean aún más conocidos. Y me autoimpongo la tarea de difundir material que por motivos puramente comerciales no aparecerá en su Greites Jis (¿saldrá el disco con anti-copia y lo tendrá que reeditar en cd normal pidiendo disculpas, como el anterior?)

Y es que hubo un tiempo en que no era Sanz, era Magno. Pero ya estaba ahí el germen del genio. O el germen, a secas. Con una portada de fotografía arrabalera, que cada vez que veo arrimo el culo a la pared instintivamente, y un título si cabe más pendenciero (Los chulos son pa cuidarlos), este disco iniciático contiene ripios que sería injusto relegar al olvido. Qué mejor que ofrecer a mis queridos lectores una muestra… El siguiente estribillo pertener al tema Señor Papá, en el que se abordan las siempre difíciles relaciones paterno-filiales, así como el problema del empleo juvenil. Pero mejor, que hable él:

Hijo Mío
tú quieres aprender a zapatelerelelelerelelero
¡No señor Papá!
entonces tú quieres ser carpinterelelelererelerelelelelerelero
¡No señor Papá!
Te gustaría aprender a carnicelerelelelelelerelero
¡No señor Papá!
entonces tú quieres ser sinverguencerelelelelerelelelero
¡Sí Señor Papá!

¿Sobrecogerdor, verdad? El disco está lleno de estos momentos inclasificables.

En realidad, pensándolo mejor, no es que se merezca minutos de telediario. Se merece el telediario entero. Voto a Bríos, se merece un cargo publico. ¡Pidásemoslo a Zapatelerelelelerelelero!

Seguiremos informando.