Hace unos días he retirado mi primera réflex, una Nikon D70 que ha estado conmigo 10 años, unos cuantos viajes y muchísimos conciertos. Desde que compré su reemplazo (una Nikon D7000), la he estado usando menos. Quizás esa haya sido la causa, pero el hecho es que de vez en cuando se encasquilla el espejo y no vuelve a bajar al disparar. Con un buen meneo vuelve a funcionar, pero es un accidente esperando a ocurrir. Además, hace poco empezó a fallar también el objetivo que compré junto a la cámara, también con una década a sus espaldas. El Nikkor 18-70 f/3.5-4.5, que tan buenos momentos me ha dado, deja de enfocar cuando le viene en gana. Parece que también ha dado todo lo que tenía que dar. Una lástima, porque para ser un objetivo de «kit» (de los que vienen de serie con el cuerpo de una cámara) es mucho mejor que lo que suele incluir Nikon en sus cámaras de gama baja/media. Cámara, lente y un flash Metz que se me rompió después de un trabajo abandonan la vitrina de las cámaras en activo y se van a a la vitrina de las cámaras de colección. Gracias, amiga, por tantas fotografías.
Hace algo menos de un año compré, por una mezcla de capricho y curiosidad, una Olympus de formato micro cuatro tercios, una de esas cámaras que llaman EVIL o sin espejo. Básicamente, una cámara de objetivos intercambiables pero sin el visor óptico de una réflex, con un sensor más pequeño que el de éstas (pero bastante más grande que el de cualquier compacta). Por aprovechar una jugosa oferta, acabé con el cuerpo (una Olympus OMD E-M10), un objetivo zoom muy pequeñito (14-42mm f/3.5-5.6) y una focal fija 25mm f/1.8. El zoom lo usé el primer día por probar un poco, pero en cuanto me llegó el objetivo con focal fija, se quedó ahí para siempre, porque me parece una maravilla. En estas cámaras el factor de recorte es 2. O sea: que para obtener el equivalente en una cámara de 35mm hay que multiplicar por dos. Así que lo que tengo es un 50mm f/1.8 (lo que se suele llamar «normal«, porque es equivalente al ángulo de visión humana) y un zoom 28-84mm. La combinación de la cámara con el 50mm es una de las mejores compras que recuerdo en muchísimos años, que me está haciendo disfrutar como pocas veces de una cámara (me recuerda un poco a mi Canon G3 de hace muchos, muchos años). El sensor se comporta de lujo incluso con valores de sensibilidad ISO altos, y de hecho el modo de ISO automático va tan bien que lo suelo tener activado por defecto (en este modo, si la velocidad o la apertura que se necesitan para hacer una foto superan unos umbrales personalizables y hay riesgo de que salga movida, se aumenta el valor ISO para evitarlo). En la Nikon D7000 los resultados del ISO automático no me gustan tanto, o no he conseguido coger bien el punto.
En esta Olympus no hay visor réflex, pero sí que lleva un visor electrónico. No es para tirar cohetes (de hecho hay una revisión de la cámara en la que lo han mejorado) pero cumple con creces, y permite usar la cámara cuando hay mucha luz para encuadrar y enfocar usando la pantalla. La realidad es que la pantalla abatible de la cámara es tan capaz que apenas uso el visor, aunque es un plus tenerlo.
En general, es una cámara que me está dando resultados semejantes a los de la réflex (vale, se queda por detrás en velocidad de enfoque y en ráfaga, eso sí), pero con un peso y un tamaño infinitamente mejor (y menor). Y me descubro llevándola encima muchas más veces que la pesada réflex.
Hasta aquí la exposición de los hechos, ahora vienen las dudas. Me ha gustado tanto la experiencia con la pequeña Olympus que no sé si invertir en un zoom para la réflex con el que sustituir el que se me ha estropeado, aunque sea más sencillo, o tirar por el camino de las micro cuatro tercios y buscar un cuerpo más sencillo en el que montar el zoom que tengo por ahí olvidado. Con los años me he hecho perezoso y prefiero trabajar con dos cuerpos con la lente ya montada (generalmente una focal fija y un zoom) que andar cambiando sobre la marcha.
Por aportar todos los datos, para la réflex tengo:
Para micro cuatro tercios en cambio, lo que tengo es:
Flash lleva incorporado la Olympus, y el flash pequeñito externo que tengo (un Metz manual) es compatible. Además, tengo varios sistemas de disparadores remotos de flash compatibles todas las cámaras y flashes (al menos para usarlo en modo manual, que por otro lado es la única manera de hacer algo decente y reproducible con un flash).
¿Qué pensáis que puede ser mejor a corto plazo? Ahora mismo me tientan dos opciones:
Así que, amigos fotógrafos y aficionados, ¿qué opináis? ¿tenéis más experiencia con las cámaras sin espejo? ¿merece la pena una lente tan sencilla como la Tamron? Sé que es difícil opinar porque cada cámara y cada persona es un mundo, no hay una cámara perfecta, sino sólo la que mejor se adecue al uso que se le va a dar en ese momento. Yo con el tiempo creo que valoro más el hecho de ir ligero de equipaje (han sido muchos festivales y viajes cargando con mochila y varios objetivos, muchas veces para nada). Cualquier comentario por vuestra parte será bienvenido.
Y en cualquier caso, sea como sea, seguiremos fotografiando. Sobre todo, niños.
Toca irse a dormir, sabiendo que mañana acabaré el día disfrutando de un concierto de Arcade Fire. Será la tercera vez que los vea sobre un escenario. La primera, cuando apenas eran conocidos, fueron un grandísimo descubrimiento, inolvidable. La segunda, con el placer de poder estar con la cámara a unos pocos metros de semejante descarga de energía. Y la tercera será en el Bilbao BBK Live de este año, el que posiblemente será el último gran festival al que pueda asistir en una temporada. Cargaré pilas con su música, con la de Pixies y la de unos cuantos nombres más de relumbrón. La cámara, eso sí, será la pequeña, para llevarse algún recuerdo y las fotos con los amigos. Se baila mejor sin estar pendiente de dos kilos de equipo fotográfico a la espalda.
Seguiremos informando.
Nunca me ha costado cumplir años. Será porque cuando los termino, siempre me parece que los he exprimido al máximo. Hoy he cambiado de década, y he dejado atrás una treintena en la que se ha ido construyendo poco a poco una familia de la que es imposible no estar orgulloso.
Somos afortunados. Cuando las cosas van bien, somos los mejores disfrutando de los pequeños y grandes detalles.
Cuando las cosas no van tan bien, también somos muy afortunados porque formamos un gran equipo y siempre buscamos la manera de dar la vuelta a la tortilla y de arrancarnos sonrisas. Que no nos falten nunca.
Y cuando las cosas se tuercen, somos especialmente afortunados. Estamos rodeados de familia y de amigos que también son familia, hombros en los que apoyarse, pequeños y grandes gestos. Emociona estar siempre tan bien acompañado.
La treintena ha terminado con un pequeño bache. Comienzo los cuarenta en familia, con sonrisas, buenas noticias y un par de retos a la vista con los que dar emoción a los días por venir.
Siendo así, ¿cómo me va a costar cumplir años? Mil gracias a todos los que habéis dedicado un ratito a felicitarme hoy.
Seguiremos cumpliendo, espero que por mucho tiempo.
Llevo un tiempo rumiando la idea de dedicar unas líneas a ese tema tan peliagudo de conciliar. Ahora que soy padre, me doy cuenta de que el sueño no es lo más difícil de conciliar. Intentar buscar el equilibrio entre la vida familiar y la laboral siempre es muy complicado, pero si ya añadimos hijos de por medio, y se vive en este peculiar país, la tarea se vuelve bastante cuesta arriba.
Dice el diccionario que conciliar es «hacer compatibles dos o más cosas«. Trabajar y disfrutar de la familia. Aunque para hacerlas compatibles haya que renunciar, recortar, limitar. Renuncias, recortes y limitaciones que en España tienden a ser más acusados que en países más avanzados en estos temas del vivir.
En este texto voy a expresar mi opinión y mi experiencia sobre el tema. Ojo, es mi punto de vista, basado en mis circunstancias personales. Ya se sabe lo que dicen de las opiniones y los culos. Pues eso. No tiene por qué ser generalizable. De hecho nunca me he considerado la persona más normal del país, afortunadamente.
A lo que íbamos. De repente te conviertes en padre. Me voy a saltar toda la parte de «es la mejor experiencia de la vida«, «por mucho que te lo hayan contado hay que vivirlo» y demás. Voy a avanzar un poco la película a cuando las cacas, los lloros, y los «sujétale bien la cabeza» están relativamente controlados. Ese momento, unos pocos -muy pocos- meses después del nacimiento de la criatura en el que toca reincorporarse al trabajo. Situación que lo más normal es que se coma la madre, porque en este país lo habitual es que el permiso sea más de maternidad que de paternidad. Si los padres (masculino, plural) reclamásemos más tiempo en nuestros trabajos quizás poco a poco en las entrevistas se dejase de preguntar a las mujeres si van a ser madres. «No, no pienso tener nunca hijos por el miedo a que me salga un responsable de recursos humanos«.
Con unos días de retraso, pero fiel a mis (antiguas) costumbres, aquí va el resumen de año pasado en fotografías. Realmente, lo justo sería poner 12 instantáneas del pequeño Teo: ha sido el objetivo del 99% de mis disparos. Pero como tengo una política muy prudente a la hora de publicar sus fotos en Internet, dejaré ese resumen para la estricta intimidad. Las fotos que aparecen aquí, por tanto, son la prueba de que también he fotografiado otras cosas. Pocas, pero otras. Vamos allá.
Enero
Muy pocas fotografías no infantiles para comenzar el año. Me quedo con esta instantánea de mi regalo de Reyes, un Halcón Milenario de LEGO que he terminado de montar casi un año después. Y que lo mola todo.
Febrero
Monumento a Pedro Velarde, en la Plaza Porticada de Santander. En uno de los muchos paseos matutinos por el centro que tuvo 2015.
Quedan clausuradas otras navidades. Después de elecciones, loterías, noches buenas, comilonas, cambio de año, quedadas con amigos que vuelven a casa, compras, clima inusual, incendios malditos, encargos, más comilonas, cabalgatas, noches de Reyes y reuniones posteriores para compartir regalos, creo que ya está todo hecho, un año más.
Ya están prácticamente quitados (casi) todos los adornos navideños de casa, y tenemos el salón que parece que nos ha explotado una juguetería. Lo normal. Vivir estos días con el pequeño Teo los convierte en algo un poco más especial, aunque se entere sólo de la fiesta a medias. Eso sí, nos ha salido el chiquillo adicto al roscón. No cabe duda de que lleva nuestros genes.
Y ahora, toca volver a la normalidad. O a lo que sea que hacemos habitualmente.
Seguiremos informando.
Sé que lo tradicional es que publique aquí mi resumen del año en 12 fotografías, una por mes. Pero esta vez he tenido el ordenador reparando, me ha llegado ayer, y estoy todavía reorganizando la librería de fotos. Lo haré, pero hoy no me da tiempo.
Así que para compensar, vamos con una alternativa: las fotos que más han gustado en mi cuenta de Instagram. Gracias a la herramienta de 2015bestnine, he generado este mosaico de resumen. Y está claro quién es el protagonista, aunque lo mantengamos en un discreto anonimato. No se ha llevado fotos ni nada en este 2015.
El año que termina nos ha dejado un poco de todo, pero en general me quedo con la idea de que lo bueno ha sido muy bueno, y lo malo se nos ha pasado enseguida con la siguiente carcajada del pequeño Teo. No le pido nada más al nuevo año que más de lo mismo.
Que tengáis todos una muy buena entrada en 2016. Es un año que promete.
¡Feliz año nuevo!
Si aquí había telarañas, mi cuenta de flickr no se quedaba atrás. Ya iba siendo hora de subir alguna imagen de esas que se van quedando en barbecho a la espera de que alguien las seleccione y les saque los colores. He comenzado publicando algunas fotografías de 2014, incluyendo algunos lugares comunes que nunca está de más revisitar. Por ejemplo, la playa del Camello en uno de esos días en que la luz es La Luz.
Habrá más en breve. Y seguiremos fotografiando, claro.
Que no se pierdan las buenas costumbres: aquí va mi particular felicitación de este año. Como suele ser habitual, aprovecho para -además de enviar mis mejores deseos- juguetear un poco con la cámara.
Este año ha sido muy intenso, muy especial, y muchas de mis fotografías han tenido el mismo protagonista, el (ya no tan) pequeño Teo. Sin embargo, he conseguido sacar un ratito para intentar hacer algo «diferente» en esta postal.
Los poco curiosos os podéis quedar aquí. Os deseo lo mejor para estos días, y para todo el año próximo. Estoy seguro de que 2016 vendrá cargado de buenos momentos que habrá que aprovechar.
Los más curiosos podéis seguir leyendo para averiguar cómo está hecha la foto de la postal, ver algunos descartes y tomas falsas.