Allí donde solíamos gritar

Y viajar. Y respirar, pedalear, disfrutar de conciertos, calles, parques, primaveras…

Durante estos casi dos meses de confinamiento me he dedicado a repasar mi catálogo de fotos rescatando imágenes de rincones, cercanos y lejanos, que echaba de menos desde casa.

Termino hoy esta colección porque comenzamos a reconquistar la calle, aunque sea poco a poco, con precaución, muchas limitaciones y cambiando de costumbres. Ojalá sean pequeños pasos que no haya que recorrer hacia atrás de nuevo. Responsabilidad.

Publiqué toda la serie en mi cuenta de Instagram y en Twitter, una imagen cada día, pero quedan aquí todas para el recuerdo.

Seguiremos fotografiando.

Memorias de cuarentena (III)

Hoy se cumple un mes desde que comenzó nuestro confinamiento. Un mes con nuestros tres niños sin salir de casa. Y hasta ahora lo llevaban relativamente bien. Pero empieza a notarse el encierro, ellos se aburren, nosotros vamos agotando la paciencia. Y es que al final en la gestión de esta crisis se está echando en falta que alguien piense en los niños y en sus necesidades (más allá de discutir qué hacer con el curso escolar y cómo evitar que pierdan materia… como si tuvieran poco con lo que lidiar).

Hace un mes todavía podíamos soñar que no era para mucho tiempo. Ahora ya sabemos que ha sido largo y lo será más aún. Se van descartando poco a poco las vueltas al cole, las vacaciones planeadas, los conciertos, los festivales…

Ya cuesta decir eso de que «todo saldrá bien» porque no, no está saliendo bien. Ya nos conformamos con que no salga demasiado mal. O que salga, sin más. Pero cuando volvamos no será a la normalidad, no a la que conocíamos. Habrá que habituarse a nuevas costumbres y echar mucho de menos otras. Pero al menos esperemos que lo podamos hacer (casi) juntos.

Seguiremos informando.

Mi(ni) despacho

Ahora que estamos todos a vueltas con el tele-trabajo, un par de apuntes:

Uno. Trabajar desde casa es posible en muchos más casos de los que se imaginaba. Es cierto. Pero no pensemos que este experimento colectivo a causa de la pandemia es un ejemplo de tele-trabajo. No. No hay que sacar conclusiones de rendimiento cuando muchos clientes y proveedores están cerrados, los niños están por casa revoloteando alrededor y todos tenemos la cabeza (además) a otras cosas. Es una situación de emergencia. El tele-trabajo habitualmente es más tranquilo y se puede organizar mejor. Palabra.

Dos. Hay que buscar un hueco en casa para montar el espacio de trabajo. Por si sirve de inspiración, os cuento mi experiencia. Cuando nacieron los mellizos mi despacho se convirtió en su habitación y yo me fui con mis trastos a… donde pude. Que en mi caso fue un hueco en el dormitorio donde hasta entonces había un armario auxiliar. 80 centímetros de ancho. Con planificación y un poco de maña conseguí encajar ahí un escritorio que teníamos por casa, un par de baldas y listo: el ordenador de sobremesa (con una tira de luz tras la pantalla como iluminación nocturna), mi SAI, un hueco para almacenar el portátil, escáner, impresora, tableta de dibujo, mi montón de discos duros convenientemente guardados y ocultos, un cajón para cargadores y accesorios… y todo ello sin demasiados cables a la vista gracias a un par de guías en las esquinas.

Eso y unos cascos con cancelación de ruido son mi equipo de batalla para estos días.

Seguiremos trabajando. Desde donde sea.

Memorias de cuarentena (II)

Todo saldrá bien

Estas memorias están siendo un poco escasas. Es lo que hay. La gente que se aburre durante el confinamiento no tiene hijos, o no tiene tres, o no los tiene tan pequeños. Los nuestros llevan 26 días sin salir de casa (como debe ser). Y lo llevan razonablemente bien. Nosotros tenemos nuestros momentos, pero no nos quejamos. O sí, pero poco. Tenemos salud, comida, trabajo, Netflix y Disney+.

Los primeros días intentábamos llenar sus días de rutinas, actividades, manualidades. Ahora pasan un poco ya de nosotros. Con todo, hay más tiempo del habitual para jugar con ellos, dibujar, ver películas, leer cuentos, montar LEGO. Luego les pierde la intensidad y llegan las carreras (¡perdón, vecina de abajo!), los gritos y las peleas. Forma parte del pack.

Por la ventana sigo viendo pasar un montón de personas. Es cierto que vivimos enfrente de dos supermercados, cerca de panaderías y tiendas de alimentación, pero la gente (sobre todo la gente mayor) sigue saliendo a hacer compra diaria, y el pan que sea recién hecho. Yo no he visto tantos perros en mi vida. Nosotros no tenemos y hacemos compra semanal (no da para alargarlo más, comen mucho), así que cuando salimos lo hacemos ya con cierta aprensión.

Toca tener paciencia. Abril seguirá con esta misma rutina y en mayo ya veremos. La gente que se imagina saliendo a la calle a abrazarse en los bares se va a decepcionar. Volveremos a lo que solía ser nuestra normalidad poco a poco, si es que la logramos recuperar del todo. De momento lo importante es mantener a raya el número de contagios, para que puedan respirar un poco los que están en primera línea.

Seguiremos aplaudiendo. Por ellos. Seguiremos informando.

Memorias de cuarentena (I)

Pandemia. Todo lo que nos parecía normal se ha tambaleado. Llevamos una semana confinados en casa y las calles han pasado a ser territorio hostil al que aventurarse para lo básico durante el menor tiempo posible. Los niños encerrados en una casa que se queda pequeña para tanta energía, para tantos juegos, para tantos gritos.

Y lo peor está por venir. Hay que mentalizarse. Hay que quedarse en casa. Hay que quedarse en casa. Hay que quedarse en casa. A ver si a fuerza de repetirlo -o de multas ejemplares- los insensatos van entrando en razón.

Es tiempo para reflexionar. Lo que más echemos de menos es lo que realmente nos importaba, aunque no lo diésemos importancia. Pasar tiempo con nuestros padres, con nuestros amigos. Los paseos por la calle saludando a algún conocido. Escaparse algún rato a disparar unas fotos a mis lugares comunes. Pasear con mis niños, pasear en familia. Salir. Entrar. Improvisar. Vivir sin miedo.

Volverá la calma, pero será una lucha dura, y será larga. Y volveremos a las calles. Poco a poco y con dudas. Y faltarán algunos, esperemos que no muchos. Luchemos para que no sean muchos, aunque nuestro papel en la batalla sea tan (aparentemente) banal como quedarse en casa.

Mientras tanto toca trabajar en lo que se pueda, toca pasar tiempo con los niños para que nos contagien de optimismo, toca intentar sacar lo bueno del confinamiento, toca valorar lo que tenemos.

Y toca también revisar el catálogo de fotos para rescatar disparos, para pasear por los rincones donde solíamos gritar.

Seguiremos informando.

Los Reyes saben que nos gusta jugar

Los Reyes Magos pasaron por casa y como saben lo que nos gusta, dejaron un montón de juegos para grandes y pequeños. En concreto:

Para papá y mamá dejaron Expansiópolis (muy compacto para llevar encima, con posibilidad de jugar en solitario) y París (un juego abstracto para dos jugadores al que teníamos muchas ganas).

Para Teo dejaron un ajedrez (estamos empezando con ello), el Aventureros al tren – El primer viaje (versión simplificada de uno de nuestros juegos preferidos) y Tumulto de Caballeros (con su torre en tres dimensiones).

Y para los pequeños de la casa, el juego de El Monstruo de Colores (una chulada, y muy interesante), Soplar el pastel (para afinar la puntería soplando) y Animales en acción (para hacer el ganso con mímica).

Poco a poco los vamos estrenando y cogiendo el truquillo, haciendo cantera con calma y en familia.

¿Y a vosotros? ¿Os han traído los Reyes algún juego de mesa?

Seguiremos jugando.

¡Felices Fiestas!

Aunque este rincón esté bastante abandonado, no pierdo la intención de volver a dejar caer líneas de vez en cuando. Puede ser uno de los propósitos para este próximo 2020. En cualquier caso, que tengáis todos unas muy felices fiestas y que el año nuevo venga cargado de ideas, proyectos y momentos por compartir.

Seguiremos informando.

Tatooine

Centro Botín

Hacía tiempo que no podía dedicar un ratito a juguetear con alguna de mis fotos. Sigo capturando momentos y rincones, pero muchas veces acaban guardados a la espera de revisión, edición, paciencia y tiempo.

Dejo aquí este recuerdo de una de mis visitas al Centro Botín, a finales del año pasado. Espero que os guste.

Seguiremos fotografiando.

Vamos a por 2018

Feliz 2018

Apenas tengo tiempo para repasar el año que termina. Apenas tengo tiempo, en general.

2017 lo hemos pasado a la carrera, con la lengua fuera, intentando aprender cómo gestionar esto de la familia numerosa. La parte buena me la salto, porque se sobreentiende: tres hijos como tres soles, que nos regalan momentos maravillosos. La contrapartida: la falta de sueño, de energía, de tiempo, de paciencia.

Terminamos un año en el que hemos hecho mil planes que invariablemente se han ido al traste; ha sido un 2017 de improvisación y de planes B. Ha sido un año que hemos sobrevivido. En 2018 no queremos sobrevivir, queremos vivir. Y pondremos todo nuestro empeño en ello. Que nos faltará sueño, pero no sueños.

¡Feliz entrada en 2018!

Doble primer año

Pasteles y velas

 

Cómo pasa el tiempo. Ayer nuestros pequeños cumplieron su primer año. Un año que más que vivir hemos sobrevivido, agotados, asimilando y gestionando una familia numerosa que nunca estuvo entre nuestros planes. Pero ya sabéis, la vida te lleva por caminos raros.

Cualquier esfuerzo tiene su recompensa, por supuesto. Y los grandes esfuerzos tienen recompensas descomunales. Hace un año Daniel y Noa eran dos bebés minúsculos que apenas nos atrevíamos a tocar metiendo la mano en una incubadora. Pasaron los días, crecieron y llegaron a una casa que desde entonces no volvió a ser igual. Hoy se han convertido en dos niños geniales, guapísimos y tan simpáticos como distintos. Daniel, Dani, lleva en su carga genética mi tranquilidad. Es feliz viendo la vida pasar con sus preciosos ojos claros (gracias familia por aportar genes recesivos que hemos conseguido activar) y su sonrisa de Don Juan. Para ser el más pequeño de todos, está creciendo como un jabato. Noa en cambio, dos minutos mayor, es un terremoto en tamaño más contenido. Quiere andar a toda costa y está a punto de conseguirlo. No se duerme si no es por agotamiento (de todos) y quiere tener en la mano todo lo que ve. Sea de quien sea.

 

 

Verlos jugar juntos es una maravilla. Y más cuando llega el tercero en discordia, su hermano mayor… que en realidad con tres años es poco más que otro bebé en talla XXL. El pobre lleva como puede su pérdida del trono en un año que está siendo complicado. Sus pataletas son nuestros dolores de cabeza. Pero el esto del tiempo es el hermano mayor perfecto y sus ocurrencias darían para un libro. Cuando hablen los tres esto va a ser para comprar palomitas.

 

 

Un año con tres niños de estas edades ha resultado una locura. Todavía nos sigue costando movernos en bloque. Llegamos tarde a todos lados y siempre hay alguien llorando. No necesariamente niños. Por eso se acaban valorando mucho más los pequeños logros. Esos días en los que conseguimos escaparnos de picnic. Las quedadas familiares. Las reuniones con amigos. Sin grandes aspiraciones pero con pequeños tesoros.

 

 

No habríamos llegado hasta aquí con cierta dignidad sin la ayuda de nuestra familia. De nuestros amigos. De Pocoyó. Gracias a todos. El camino que nos queda por delante no creo que vaya a ser más fácil. Pero dudo que vaya a ser más difícil. Será diferente. Con nuevos retos y nuevas alegrías. Y allí estaremos dando lo mejor de nosotros.

Ayer lo celebramos como mejor supimos. Tranquilamente, al sol, en un parque, explorando y manchándonos. ¡Hay tanto por descubrir y por aprender!

Seguiremos creciendo. Seguiremos aprendiendo, nosotros también. Y seguiremos buscando esos pequeños momentos en los que tres sonrisitas hacen olvidar cualquier otra preocupación.

¡Feliz cumpleaños, Noa! ¡Feliz cumpleaños, Daniel!