Siempre que existen dos opciones atractivas, surgen defensores, detractores, y encarnizadas discusiones. PC o Mac. Naranja o limón. Doblar o arrugar. Los Simpson o Futurama. En el mundo de la fotografía, una de las batallas más tradicionales es la que enfrenta a los usuarios de Canon con los de Nikon. ¿Qué marca es mejor? Difícil decisión.
Lo que está claro es que por experiencia, trayectoria, disponibilidad y número de usuarios, estas dos firmas siempre me han inspirado mayor confianza que el resto. No seré yo quien diga que otras marcas fabriquen malas cámaras (bueno, en el caso de HP me atrevo). Sin embargo, generalemente con Nikon y Canon se va sobre seguro: pocas veces suelen decepcionar. Es el resultado de llevar toda la vida fabricando cámaras, y de haberse adaptado convenientemente al cambio digital.
Yo soy Nikonista. Sin embargo, una de mis cámaras preferidas es una (ya) antigua Canon; y si alguien me pide consejo para comprar ahora mismo, creo que inclinaría la balanza hacia Canon. Todo ello sin dejar de estar orgulloso de ser Nikonista. ¿Cómo se explica esto?
Si hablamos de cámaras compactas, la discusión no pasa de anécdota. Mi Canon G3 es una máquina a la que guardo especial cariño, y sigue funcionando como el primer día: muy bien (ha necesitado un recambio de batería, eso sí). Nikon fabrica unas compactas muy ídem, y las que he probado siempre me han dejado buen recuerdo. Pero más allá de acostumbrarse a la disposición de las opciones y botones, cambiar de una marca a otra no causa mayor problema.
La cosa cambia cuando hablamos de cámaras réflex. Algo que hace años podría ser una discusión para profesionales, pero que es una opción cada vez más valorada por usuarios aficionados. No les quito razón. Pero uno se compra, con toda la ilusión y sus ahorros, una cámara réflex y queda atado a su marca durante una buena temporada. Comprar una cámara compacta significa tener una cámara que se disfruta tal cual hasta que se rompe o se renueva. Comprar una réflex significa entrar en un mundo de tentaciones en el que poco a poco se van adquiriendo objetivos, flashes, filtros…
Si bien algunos de estos accesorios son independientes de la marca de la cámara (filtros, trípodes…), la mayoría son específicos para Canon o Nikon, irremediablemente. Y lo que nació como una inversión en el cuerpo de la cámara y un objetivo sencillo, años después será fácil que se convierta en una colección de (costosos) objetivos, baterías y cargadores de repuesto, flashes, disparadores remotos… Si con ese arsenal en el armario, nos planteamos renovar la cámara, la elección es fácil: o seguimos con la misma marca, o tendremos un montón de cacharros inservibles en forma de accesorios incompatibles.
Por eso, decidir entre Canon, Nikon, o el resto, no es tarea trivial a la hora de comprar una cámara réflex. Si ya tenemos objetivos antiguos de cámaras de carrete de alguna marca, fácilmente inclinará la balanza hacia ella pues funcionarán sin mayor problema en nuestra digital (factores de recorte y -en el peor de los casos- autofocus aparte). Si partimos de cero la opción más inteligente es valorar lo que existe en ese momento en el mercado y decidir en consecuencia.
Cuando yo me compré mi cámara réflex, acababan de aparecer en el mercado las réflex digitales de consumo: máquinas caras, pero no tanto como hacerlas inaccesibles. Es una gama que me parece muy interesante, por una sencilla razón: si me gasto miles de euros (es una forma de hablar, hace falta tenerlos) en objetivos, sé que renovando mi cámara por otra de la misma marca podré seguir usándolos. Si me gasto miles de euros en una cámara de gama profesional, al cabo de dos años tendrá unas prestaciones que se habrán quedado algo desfasadas. Por eso, siempre me ha parecido más inteligente invertir en objetivos que en cámaras de gama alta (en mi caso, ojo, dado que no hago un uso intensivo y en condiciones extremas de ellas, que es lo que explica su diferencia de precio).
Fue en 2004 cuando decidí comprar mi cámara réflex. Por aquellas fechas, sólo dos cámaras entraban dentro de mi presupuesto: Canon 300D y Nikon D70. Después de investigar, leer, volver a investigar y volver a leer, me decidí por Nikon. La D70 era un poco más cara, pero el objetivo de serie en el kit que compré (un 18-70) era sensiblemente mejor que el 18-55 de Canon, y la cámara tenía unas prestaciones más completas. Decidí, y me convertí en Nikonista.
Tres años después a esa cámara le acompañan ya otra (de carrete, Nikon F70), otros tres objetivos, un flash, algunos filtros, un disparador infrarrojo, otra batería y alguna cosa más que me dejo en el tintero. Cuando tenga que cambiar de cámara, seguiré fiel a Nikon, para poder aprovechar todas mis compras. Y eso que últimamente no me convence demasiado lo que están lanzando en la gama de mi D70. Sobre todo por su manía de usar tarjetas SD (en lugar de las Compact Flash que he ido reuniendo en estos años).
Canon, en cambio, se ha puesto las pilas -y mucho- desde aquella 300D. Con la 350D cambiaron las tornas, y la actual 400D creo que es una compra excelente. Se trata de máquinas mucho más ligeras y compactas (aún siendo réflex), y ofrecen una calidad indiscutible. Si tuviese que elegir ahora, compraría Canon. No me arrepiento de ser Nikonista, ni mucho menos, pero hay que ser realista también. Las cámaras de Canon ofrecen la misma calidad, son más pequeñas y más baratas. Y su servicio técnico dudo que sea tan desalentador como el de Nikon España (la empresa encargada de ello, Finicon, les hace un flaco favor).
Con todo, me gusta mi pesada D70, que comienza a envejecer con dignidad ya. Me siento cómodo con ella. Además, no hay que olvidar lo más importante: que las fotos dependen más del fotógrafo que de la cámara. No por gastarse más dinero o apostar por una marca vamos a obtener mejores resultados; ésos vendrán de la práctica, y de conocer al dedillo las posibilidades de nuestro equipo, sea cual sea. Lo mejor siempre es adquirir aquella cámara que se ajuste a nuestro presupuesto y al uso que le vayamos a dar. Luego, si es Canon, Nikon o de cualquier otra marca, ya es cuestión de gustos.
Seguiremos fotografiando.