Pelouse au repos

Escuchando: Parklife (Blur)

Nube sobre el Parque de Las Llamas

Hace unos días encontré una revista National Geographic de hace algunos meses, dedicada a los Parques Nacionales. En ella, uno de sus artículos se centraba en los parques urbanos. En concreto hablaba de París, pero se complementaba con reflexiones sobre las ventajas de los espacios verdes en las ciudades: es de sentido común pensarlo, pero se han realizado estudios que demuestran que aquellos que viven cerca de parques o jardines consiguen olvidarse del estrés, relajarse y, en definitiva, vivir mejor.

Pensando en París y en otras ciudades -pequeñas y grandes- que he visitado, me puse a recordar sus parques, sus zonas verdes… Comparándolos con los que tenemos en Santander llego a la conclusión de que los de fuera o son mejores, o están más cuidados, o la gente sabe disfrutar mejor de ellos, o todo a la vez.

Es inevitable pensar una vez más en la aridez de la remodelada Plaza Porticada, en el desierto de cemento que se adivina en las obras de la Plaza de Farolas, y sobre todo en el Parque de Las Llamas: en el dineral invertido para construir un recinto que, a día de hoy, me sigue sin convencer. Quizás sea porque la zona más verde esté aún en proyecto (y supongo que así seguirá hasta que unas elecciones apremien, y se recupere el ridículo y acelerado ritmo previo a su inauguración), y la parte abierta al público tenga árboles por crecer, mucho asfalto por recorrer, y todos los servicios por terminar.

Ahora que llega el otoño, se van las ganas y la temporada de tumbarse al sol; los parques se convierten en escenario de ocasionales paseos, pero no se volverán a disfrutar al cien por cien hasta la llegada de los calores de la próxima primavera. Será entonces cuando el cuerpo nos pida de nuevo un rincón agradable en el que leer, tumbarse, desconectar y oxigenarse. Y comprobaremos si Las Llamas va convirtiéndose en el parque que nos han vendido, o se queda en una carísima y aparatosa solución a medio camino.

Seguiremos informando.