Escuchando: Pavana para Infanta difunta (Maurice Ravel)
Hoy, un día en el que el mar pega otro de sus zarpazos, que la tierra vuelve a temblar, que hay mil pequeñas y grandes desgracias, puede parecer injusto que dedique mis líneas al fallecimiento de una sóla persona. Puede que lo sea; pero también es cierto que bien se merece el homanaje.
Ha muerto Guillermo Cabrera Infante, escritor cubano en el exilio. Hace años yo no sabía nada de él; luego ganó el Cervantes y pasó a ser ese escritor con cara de antipático que salió alguna vez en Lo + Plus. No le hice mucho caso.
Pero un buen día, mi padre apareció por casa con una de esas ofertas de lanzamiento de los quioscos. Dos libros. Uno de Delibes, que siempre merece la pena. Y el otro, de Cabrera Infante.
Por curiosidad, lo terminé leyendo, y se convirtió a las pocas páginas, en toda una experiencia. La Habana para un Infante difunto, relato autobiógrafico del despertar sexual del autor en Cuba, es un contínuo espectáculo de fuegos artificiales literarios durante seiscientas páginas. El juego de palabras, ya desde su título, hecho juego de frases, hecho juego de novela.
Despúes de ese libro vinieron otros, todos cargados de humo de habanos, de música, de cine (o sardinas), de música, de tigres tristes, tres.
El autor nos ha dejado, pero ahí quedan sus obras. Por si alguien tiene curiosidad de acercarse a ellas. Yo lo haría…
«Showtime! Señoras y señores. Ladies and gentlemen. Muy buenas noches, damas y caballeros, tengan ustedes….»