Sempre em frente, nunca pra trás

Escuchando: Changes (Seu Jorge)

Viernes de estrenos, y no sólo en las salas de cine: también en el diseño en esta página…

Las novedades son más internas (adios a las tablas, hola a las hojas de estilo) que externas, aunque se nota el lavado de cara. O eso creo. Espero que les guste. Todo debería seguir funcionando igual… o mejor: ahora en el recuadro que tienen en la esquina superior izquierda aparecerá la última entrada de mi twitter. Y para los que sepan lo que es y lo echaban de menos: vuelvo a tener un feed RSS; que ya tocaba.

Los contenidos seguirán siendo los mismos, eso sí. Este nuevo cuaderno tiene aún muchas hojas en blanco. Seguiremos escribiendo.

Siempre quedan habitaciones en el Hotel Infinito

Escuchando: 2+2=5 (Radiohead)

Hace unos días pasaba por delante del quiosco de la esquina de mi calle, cuando algo me llamó la atención. Entre tanta oferta de lanzamiento y colección absurda, me encontré con el primer tomo de una serie de libros sobre matemáticas. Y el título me resultaba familiar, muy familiar.

Fui a casa, y me puse a buscar entre mis viejos libros, y encontré lo que buscaba. Inspiración Ajá, de Martin Gardner, es un librito lleno de historietas, acertijos, adivinanzas y juegos matemáticos con el que he crecido. No recuerdo cuándo apareció por casa, supongo que lo heredé de alguno de mis hermanos, pero pronto se convirtió en un pasatiempo recurrente. Lo leí un montón de veces, y es raro que no haya encontrado entre sus páginas alguna hoja con los centenares de ecuaciones que escribí intentando resolver alguno de sus problema.

Así fue mi infancia, y a pesar de ello me he convertido en una persona normal [toses y risas disimuladas en la sala].

El libro de la colección del quiosco no era ese, sino otro con título similar: ¡Ajá! Paradojas que hacen pensar. Una vez comprobado que se trataba de un volumen distinto, no pude resistir la tentación de volver al quiosco a comprarlo.

Pero no me lo pusieron fácil. Resulta -como poco- surrealista ir de quiosco en quiosco preguntando por un libro de matemáticas, y encontrarlo agotado en todos ellos. Al final, lo encontré y sólo tuve que señalar con el dedo: la quiosquera estaba leyendo uno idéntico.

Por cuatro euros, merece la pena hacerse con el libro. Sobre todo si se tienen ganas de pensar un poco. Que no pasa siempre.

Seguiremos leyendo.

La Lola se va a los puertos

Escuchando: Yes it’s fucking political (Skunk Anansie)

Que no se diga que siempre critico a los del mismo color. No. Ni mucho menos. Yo sólo critico a los malos. Y de esos hay en todas partes, desgraciadamente.

Lola. Lo, lo, lo, lo, Lola. Nuestra vicepresidenta, la de Cantabria, está donde está de chiripa. Después de unos resultados electorales catastróficos, continúa en ese puesto gracias a nuestro partido regionalista y a su líder, el showman de los medios Revilluca. Por eso, que ahora Lola vaya lanzando órdagos en tono despectivo, y mirando por encima del hombro al alcalde de Santander, cuando éste (del equipo contrario) está mostrando una más que loable cordura y mesura, parece -por seguir con la rima fácil- una locura. O cuando menos, incomprensible.

Pero hay cosas que me resultan más sangrantes que los lances políticos cercanos en altura intelectual a las pataletas de mi sobrino (pero con mucha menos gracia). Está por ejemplo lo de nuestro consejero. Dice la Real Academia que un consejero es el titular de una consejería. De cajón. Pero yendo más al grano, también define este vocablo como persona que aconseja o sirve para aconsejar. Y se me ocurre un ejemplo, una persona en concreto, que maldita la gracia que nos hacen sus consejos y sus formas.

Javier del Olmo acaba de recibir una colleja del Tribunal Superior de Justica de Cantabria. La noticia -no se pierdan los detalles- ha aparecido fugazmente en la prensa local, mientras de manera más extensa los periódicos de tirada nacional comienzan a hacerse eco.

Aquí, como una de las actividades que mayor aceptación parece tener incluye el verbo lamer y una parte de la anatomía que no voy a nombrar, nuestro periódico estrella publica hoy, en cambio, una entrevista con este político, encabezada por el siguiente titular: «Tendremos un grado de transparencia total». Ya.

Nuestra Consejería de Industria en manos de un personaje que acumula jucios (algo me dice que éste no será el último) y sentencias en su contra, nuestra vicepresidenta apoyándolo -porque por algo lo ha puesto ahí a dedo y como capricho personal-, nuestro periódico de pueblo dorándole la píldora, y el resto de España riéndose una vez más, y con razón, de nosotros. ¿Y la oposición que hace mientras tanto? Ni idea. Examinarse minuciosamente el ombligo, supongo.

Así es Cantabria, oigan.

Seguiremos informando. Vaya si lo seguiremos haciendo.

La familia y uno más

Escuchando: The beat goes on (Carita)

Ayer Apple presentó la mayor renovación de la gama iPod de la historia del producto. Todos y cada uno de los modelos han sufrido algún retoque, y tememos además un nuevo juguete con el que babear.

Por partes…

El iPod Shuffle es el que menos ha cambiado. Y la verdad es que ha sido a peor. Los nuevos colores me parecen bastante más feos que los anteriores. Se salva el rojo, para mi gusto. Mantiene capacidad y precio. 79 € por un giga. La verdad es que este producto tiene un futuro dudoso: no creo que merezca la pena aumentar su capacidad, porque entonces se echaría en falta la pantalla para navegar por las canciones. El único destino que le veo es una sucesiva bajada de precio hasta desaparecer.

El iPod nano ahora es gordito y cabezón. Me siguen sin convencer los colores, salvo al clásico plateado y el rojo. Habrá que verlos en vivo, de todas formas. Tiene buena pinta, muy delgado. Reproduce vídeo, tiene Coverflow, mucha autonomía, y ha bajado sustancialmente de precio: 139 € (por fin se abandona la paridad euro-dólar) por 4 GB, 189 € por el modelo de 8 GB.

El iPod de toda la vida ahora se llama Classic. Diseño similar, pero en plateado y en negro, un poco más delgado, y lo más destacable: bajada de precio y aumento espectacular de capacidad. Por 239 €, 80 GB de capacidad. Por 339 €, 160 GB. 160, oiga.

Y el recién llegado: un iPhone sin el Phone no es una i, es un iPod Touch. Nada nuevo que no hayamos visto: todo lo bueno del teléfono de Apple, pero centrándose en el reproductor multimedia. Y con wi-fi y Safari para navegar, además. Se echa en falta una aplicación de correo, los mapas de Google, Bluetooth… y sobre todo: más capacidad… con lo bien que se tienen que ver ahí las películas, y la delicia visual que tiene que ser navegar por su biblioteca musical, con 16 GB como máximo sabe a poco. Cuando superen los 30Gb de mi actual iPod, lo miraré con otros ojos. De momento, prefiero tener sitio de sobra, antes que fardar moviendo los dedines.

Sorpresa final: bajada brutal de precio del iPhone, que se queda en un único modelo de 399 dólares. 200 más barato que ayer, reducción de un tercio en el precio. Si me hubiese comprado uno hace 15 días, tendría un mosqueo de época (si lo hubiese hecho hace 14 no, porque Apple devuelve la diferencia… un agradable detalle). No se saben más detalles acerca de su desembarco en Europa, aunque la rebaja se agradece.

En resumen: que uno no sabe cuál le gusta más… el nuevo Touch es un juguete alucinante, pero no perfecto, aún. El nano promete, pero el Classic sigue siendo para mí la opción más equilibrada.

Eso sí. El día de ayer ha dejado una noticia triste. No sé si se habrán dado cuenta: ya no existe ningún iPod blanco. Bu. Sólo por eso, ya he cogido más cariño, incluso, al que tengo en el bolsillo.

Seguiremos informando.

Personajes descuartizados

Escuchando: Tanto rollo con el infierno (Deluxe)

Hace poco he leído la última novela de Arturo Pérez-Reverte: El pintor de batallas. Me gustó, mucho, a pesar de que sus últimas obras (desde La reina del sur) me habían provocado la suficiente indiferencia como para no molestarme en leerlas. Ya habrá tiempo.

Estos últimos días había visto anunciado en televisión el estreno de una serie basada en los personajes de La piel del tambor, también de Pérez-Reverte. Ayer, durante su primer episodio, estaba en casa y decidí probar suerte… a pesar de mi habitual aversión a la programación de la caja tonta.

La serie es infumable. Las primeras imágenes me hicieron pensar que estaba ante el principio de un episodio de Los Serrano o un engendro similar. Luego ya aparecieron curas en pantalla y comprendí que a pesar de tanto bombo, la serie tenía la pinta cutre habitual en la mayoría de la producción patria.

El guión es infantil, las interpretaciones (salvo la de Pou) son pésimas, insultantemente malas. La música aparece de forma artificial, el argumento es previsible, las situaciones son forzadas… un auténtico despropósito. Ahora entiendo la coletilla «basada en los personajes de la novela«, y no en la novela. La acción se sitúa años después, y no en Sevilla como en La piel del tambor, sino en Madrid. Se toman prestados algunos personajes del libro para caricaturizarlos en forma de aburrida teleserie de detectives. Espero que Arturo estuviese mirando para otro lado, o que se haya embolsado una buena suma por permitir este engendro.

A ver si La carta esférica de Imanol Uribe ha corrido mejor suerte. Con Carmelo y Aitana hay esperanzas de que merezca la pena.

En fin. Esto me pasa por ponerme delante de la tele. Ahora sé que los martes por la noche puedo hacer otros planes. Los responsables de la serie también: dudo que aguante mucho en antena.

Seguiremos informando.

¡No somos dignos!

Escuchando: Who do you think (Interpol)

Resulta que me han dado un premio. No a mí, sino a este rincón. Se trata de un Thinking Blogger Award, y me lo ha enviado el amigo Fanshwave, ahí es nada. No contento con eso, me ha dedicado unas líneas que no transcribo, que me sonrojo, ¡gracias!

Ahora yo debería recomendar y premiar otros cinco blogs que me hagan pensar. Tarea nada fácil, pero allá vamos.

En primer lugar, y saltándome cualquier lógica del premio a golpe de boomerang, cito como premiado a mi premiador. Reducir al mínimo. Porque sí. Porque la suya es una de esas páginas imposibles de leer con prisas; hay que disfrutarla con calma. De mayor, quiero escribir como él.

Me hace pensar y me hace reír. La originalidad llevada al día a día, con ironía y una katana. Lulamy.

No hace falta escribir mucho, cuando se hace bien, para dejar pensativo al lector. Maestro del mensaje breve: Jorge Miente.

De hecho, ni siquiera hace falta escribir cuando se publican unas fotos tan maravillosas como las de Marta. Bienvenida de nuevo.

Por último, premio a las vidas ejemplares del cantante de Love of Lesbian. Llámese como se quiera al contrapunto de la cordura.

Seguiremos pensando.

El peso de las circunstancias

Escuchando: Roll the bones (Rush)

Ayer por la tarde se desplomó un andamio en Santander, arrastrando un par de balcones en su caída. Increíble y afortunadamente, a pesar de la cantidad de gente que pasa por esa esquina (yo mismo, dos o tres veces al día) no había nadie debajo en el momento del accidente.

Por una vez, una ínfima probabilidad se ha cumplido. Menos mal. Vaya susto.

Seguiremos informando.

Desencanto histórico

Escuchando: Tired (K’s Choice)

Está terminando un fin de semana extraño, cansado, sin grandes penas pero sin mayores glorias. Algunos planes esperados con ilusión han salido del revés, y eso siempre es una lástima.

La fiesta de las Guerras Cántabras, por ejemplo. El viernes nos dejamos caer por la localidad cántabra en la que se representan las batallas entre romanos y cántabros, convertidas en fiestas a las que tengo especial aprecio: hace dos años me acerqué por primera vez, y me llevé dos premios; bien distintos.

Este año todo había cambiado de ubicación, estaba más desorganizado, más soso; yo anduve falto de inspiración con la cámara, cansado, y un poco aburrido después del primer paseo de reconocimiento. Lo mejor de la noche fue estar con el miembro más pequeño de la pandilla. Lo peor: la vuelta a casa en la que el coche decidió romperse en medio de la nada… hay que ser positivos: nunca había montado en una grúa, ¡cómo molan, con tantos botones y lucecitas!

El sábado, la actividad histórica de la jornada consistió en una visita al Mercado Medieval de Santander. Desde hace años me acerco, con la cámara siempre a mano, al barullo y tumulto de tenderetes siempre pintorescos. Este año, por obras, ligero cambio de ubicación también. El resultado fue un agobio monumental de gente, imposibilidad de hacer movimientos contra la corriente, y unas ganas increíbles de salir de allí.

Hoy domingo me he dejado de Historia, y he pasado la tarde en un campo de batalla más agradable y más actual: un cumpleaños infantil. Y así se ha ido terminando este fin de semana, y con él un verano que se ha ido apagando poco a poco.

Seguiremos informando.