Me perdí en su universo

Escuchando: Universos infinitos (Love of Lesbian)

La suma de dos universos privados es igual a infinito. Una de las maravillosas nuevas canciones de Love Of Lesbian se ha transformado en una preciosa colección de imágenes en movimiento gracias a la genial Lyona.

Maravilloso.

PD: Dedicado a mi vecina del ártico, que el sábado me tele-transportó por un rato al último concierto lesbiano, ¡gracias!

Conciertos por todo lo ancho

Escuchando: As Heaven is wide (Garbage)

Hace unos días expuse una serie de fotografías de conciertos, y una de las imágenes que más llamó la atención fue la que encabeza estas líneas. Como no me dedico exclusivamente a esto de fotografiar directos, mi equipo no es muy especializado. Mi compañero habitual suele ser un minúsculo objetivo de 50mm (al que algún día dedicaré unas líneas, se lo merece), que se ve más pequeño aún al lado de los carísimos tele-objetivos de muchos fotógrafos profesionales de conciertos. Con esta foto, sin embargo, usé un objetivo zoom en su posición más angular para conseguir un plano general del escenario.

Aunque muchas veces la primera imagen que nos venga a la cabeza al pensar en fotografía de conciertos sea un primer plano o un plano medio del artista sobre el escenario, jugar con objetivos más angulares es muy divertido y ofrece resultados, muchas veces, muy originales. Recientemente tuve la ocasión de fotografiar algunos conciertos teniendo a mano mi gran angular, así que aprovecharé para usarlas como ejemplos de lo que se puede conseguir a pie de escenario con una visión más amplia.

Empecemos por un rápido repaso, por si acaso: un objetivo angular es aquel que, en palabras llanas, nos ofrece una visión muy amplia de lo que tenemos delante. Así como un tele-objetivo se centra en mostrarnos al detalle una reducida zona de nuestro campo visual, un angular nos ofrece una panorámica de lo que nos rodea. El ejemplo extremo es un ojo de pez, que nos ofrece una visión de 180 grados. Mi gran angular no llega a tanto (y casi se agradece, porque las distorsiones excesivas cansan) pero sus 12mm (convertidos en 18mm al usarla en mi Nikon digital) son más que suficientes.

Las fotos que voy a utilizar como ejemplo están tomadas en teatros, en los que el escenario no está muy elevado. Esto me facilitó la tarea, ya que en algunas de ellas pude apoyar la cámara sobre el borde del mismo, así como inclinarme hacia él en los laterales.

El uso más obvio de un objetivo de estas características es el de captar una visión general del escenario a pie del mismo. Con separarse unos pocos pasos de su borde, se podrá obtener el encuadre deseado.

Sin embargo, las fotos más divertidas con un objetivo angular son aquellas en las que nos aproximamos a algún elemento de la escena. Con un tele-objetivo, los objetos lejanos parecen estar más cerca unos de otros; con un angular, en cambio, se produce el curioso efecto de que los objetos cercanos los vemos con un tamaño considerable, mientras que los lejanos aparecen más alejados aún. Así, si nos centramos en la pedalera de un guitarrista, y captamos su pie acercándose a nuestro objetivo, se obtendrá una resultado muy llamativo.

De la misma forma, y por esa razón, al realizar un plano contrapicado (de abajo hacia arriba), el sujeto aparecerá mucho más alto que en la realidad, con unas piernas de considerable tamaño y la cabeza perdiéndose en las alturas.

Por último, estos objetivos ofrecen un gran ángulo de visión que no sólo se puede aprovechar para visiones frontales del escenario: una imagen captada desde un lateral, acercándonos todo lo posible al borde del escenario, dará como resultado el efecto de estar tomando la foto encima del mismo, junto a los artistas.

En definitiva, este tipo de objetivos en un concierto nos permite obtener imágenes originales y llamativas. Sólo tienen un inconveniente: ¡hay que acercarse mucho a la acción para disparar!

Seguiremos fotografiando.

Músicos sucios, músicos locos

Escuchando: Warren’s Lament (Dirty Three)

Hace unos días he recibido una felicitación navideña de una persona para la que estas fiestas serán, estoy seguro, muy especiales. Es curioso, fue ella quien hace ya (muchos) años me descubrió y amplió algunos horizontes musicales. Entro los discos que escuché gracias a sus recomendaciones, hay uno que guardo con especial cariño. Horse Stories, de Dirty Three me parecieron, entonces, un complejo y fascinante universo de sonidos: tristes, hipnóticos, melancólicos, agresivos, hermosos.

Ayer, el festival CuVa se cerró con su actuación. Sobra decir que esperaba su concierto con la ilusión de un niño. Durante todos estos años he seguido sumergiéndome en sus discos de sonidos oceánicos. E intuía que poder asistir en directo a la creación de su música iba a ser algo especial.

Fue mucho más. Ochenta minutos de pura magia, que pasé asombrado, emocionado, casi sin pestañear para no perder ni un sólo detalle. Ayer unos pocos privilegiados disfrutamos de un concierto que se recordará en esta ciudad durante años. Sus canciones fueron vestidas con una intensidad imposible de describir, e interpretadas por tres geniales músicos locos; especialmente genio, especialmente loco, Warren Ellis. Fue un broche final perfecto para un festival que nos ha dejado tan ilusionados y con tan buen sabor de boca, que es imposible no estar satisfecho. En otra ocasión y con más calma daré las gracias como se merecen a todas las personas que han ayudado a hacerlo posible.

De momento, me quedo con el recuerdo del concierto de ayer, y la música de Dirty Three. Y aunque no vayas a leer estas líneas, no dudes que ayer me acordé de ti. Gracias por descubrirme aquellas extrañas historias de caballos.

Seguiremos informando.

Al sol de CuVa

Escuchando: In the Sun (Joseph Arthur)

Hoy termina el festival CuVa. El balance está resultando más que satisfactorio. Mi exposición parece que está gustando; he salido en la prensa local, me han hecho tres entrevistas para la tele y las mini-tarjetas de recuerdo ya se han agotado. Los que quieran pasarse a ver las fotografías, todavía pueden: hoy de cuatro a ocho se podrá entrar sin necesidad de pagar la entrada del festival (y de paso, aprovechar para ver un documental sobre los Pixies, o asistir a una mesa redonda sobre «el precio de la música»; recomendable).

De los conciertos de estos dos últimos días me quedo con la simpatía de John Watts (él solo con su pequeña guitarra) y -en especial- con el directo de Joseph Arthur. Su música es una pequeña debilidad personal que llevó al escenario de forma ruidosa y muy personal.

A la salida de su actuación, además, nos esperaba una sorpresa: la banda al completo estaba en el puesto de merchandising firmando discos, entre ellos una grabación del concierto que acabábamos de difrutar. Un par de torres llenas de grabadoras se encargaban de ir suministrando discos a los compradores. Uno de ellos fui yo: volví a casa con el concierto grabado y (al igual que mi disco favorito, que también había llevado) firmado. Un bonito recuerdo.

Esta noche terminará con otra de mis bandas fetiche: Dirty Three. Todo un lujo, ahí es nada.

Seguiremos informando.

Ya estoy en CuVa

Escuchando: Hang around here (Joseph Arthur)

Ya está todo listo. Esta mañana hemos dejado la exposcición lista, gracias a la inestimable ayuda y amabilidad del personal del Palacio de Festivales. Con tantas facilidades todo es, incluso, más agradable.

Me gusta cómo ha quedado. Sin duda. Dentro de una hora, inauguración, comienzo del festival y grandes conciertos. Me voy a CuVa.

Seguiremos informando.

Alfonso XIV

Escuchando: Miss Carrusel (Nacho Vegas)

La verdad es que el nuevo alcalde de esta ciudad, en general, me cae bien; o al menos, mucho mejor que el anterior. No era muy difícil. El actual se está apuntando tantos importantes, como por ejemplo haber sido capaz de renovar la iluminación navideña de nuestras calles. Por lo poco que he visto hoy, que se ha procedido a su encendido, es todo mucho más sobrio, más sencillo, y -lo más importante- con menor consumo: adios bombillas, hola diodos. Adornan, pero iluminan sólo discretamente. Así no se gasta dinero de forma inútil, y cuando pasan las fiestas no parece que se quede la ciudad a oscuras por el cambio. Y en la plaza del Ayuntamiento, nada de muñecos de nieve diabólicos, ni gordinflones de rojo por duplicado. Un elegante árbol de Navidad. Bravo.

Por supuesto, este Ayuntamiento tiene, taambién, aspectos criticables. Hace unos días se ha inaugurado la remodelación de una plaza y de su parking subterráneo. El aparcamiento fue objetivo de un atentado en 2002, y después de una larga espera y de unas obras más largas aún, hemos podido observar el resultado.

¿Veredicto? Otra plaza llena de cemento, con algun toque de verde (poco), y con intentos de ser moderno en un entorno que no lo pide tanto. La nueva plaza de Alfonso XII me ha dejado bastante frío; quizás lo más sorprendente sean esas placas llenas de agua que han repartido por el suelo. No sé si cuando esté terminado del todo (el parking no se abre hasta dentro de un par días) tendrán algún chorro que avise de su presencia. De momento, lo único que he visto ha sido unos molestos recuadros de agua en el suelo, que no sólo no adornan, sino que roban sitio a la plaza. Se pueden sumar a los bancos de la Plaza de Velarde en la lista de decoración inútil de la ciudad.

Y ya para otro día dejo lo de la nueva ubicación del Museo de Prehistoria, en los bajos del Mercado del Este. Lo que hay que ver.

Seguiremos informando.

De bien nacido

Escuchando: Nice and sweet (The Gift)

Estos días he recibido unos cuantos regalos curiosos, así que aprovecho mi particular rincón para escribir unas líneas de agradecimiento.

En primer lugar, a mi hermana…. por traerme de tierras argentinas un volumen con tiras inéditas de Mafalda (comentado con los acontecimientos históricos correspondientes) y una matera que habrá que estrenar: la única vez que he tomado mate ha sido, también, la única que he ganado una partida de Intelect.

Fruto de otro regalo estoy leyendo estos días El Mundo, pero no el periódico, pardiez, sino la novela autobiográfica de Juan José Millás que se hizo recientemente con el Premio Planeta. Polémicas aparte, me sorprende cómo una novela así (con continuas referencias al propio autor y a sus obras desde sus primeras páginas) pudo presentarse bajo pseudónimo. Qué cosas. En cualquier caso, Millás sigue siendo Millás, y su mundo igual de fascinante. ¡Gracias, Eva!

Por último, ya tenemos calendario para 2008. Y es muy original. Se trata de un calendario… negro. Traído de tierras germanas, es un almanaque con sus páginas negras en blanco. Es decir: no tiene fotos, sólo los días impresos bajo una zona negra para que cada uno componga el mes como quiera: fotografías, mensajes, notas… va a ser divertido ir construyéndolo mes a mes. ¡Gracias, Gloria!

Huelga decir que si alguno de mis lectores quiere sumarse a la moda, incluso a la mediana o a la media, puede regalarme aquello que considere más oportuno. No seré yo quien le quite la idea de la cabeza.

Seguiremos informando.