#19

Escuchando: Diecinueve (Maga)

Con viento del Este hiciste una cama,
soplaste sobre ella para templarla
y con el murmullo de tu voz de agua
me cantabas nanas sin letra

Y dormíamos tan juntos
que amanecíamos siameses
y medíamos el tiempo en latidos.

Objetivo, Birmania

Escuchando: Help! (The Beatles)

El número de fallecidos en Birmania a causa del ciclón Nargis sigue aumentando. Se habla ya de 100,000. Una cifra que marea, que hace difícil imaginarse la magnitud de esta catástrofe. Como si la mitad de mi ciudad hubiese desaparecido de repente.

Hoy se celebra el día mundial de la Cruz Roja, y además en Santander. Quizás la próxima vez que vayamos a tirar el dinero en algún tono del chiquilicuatre de turno, o en votar en el reality de moda, convenga recordar que también existe esta página. Entre otras.

Seguiremos informando.

Ker Plunk!

Escuchando: My favourite game (The Cardigans)

Vagabundeando un día por eBay encontré uno de esos juegos de mi infancia que tenía ya olvidado, pero que al instante recordé con todos sus detalles… ¡cuántas partidas jugué con mis hermanos!

Ya no recuerdo si nos lo compraron en España, o fue uno de esos regalos que nos trajeron unos familiares desde Suiza (como el primer Lego Technic, años antes de que los vendiesen aquí); lo que es seguro es que se llamaba Ker Plunk!

Su mecánica es muy sencilla: consta de un tubo hueco, con una banda central llena de agujeros, por los que se meten unas varillas de plástico, formando una «alfombra» en medio del tubo, al entrelazarse. En la parte inferior del tubo hay una pequeña abertura lateral; el tubo se coloca sobre un platito con cuatro compartimentos -uno por jugador- y en cada turno se gira el tubo para que la abertura coincida con nuestro hueco del plato. Por la parte de arriba del tubo se echan canicas, que se posan sobra las varillas. Una vez hecho todo esto, por turnos se van retirando las varillas de una en una, intentando evitar que caigan las canicas. Si caen, irán directas a nuestro hueco en el plato. El que menos canicas tenga al final de la partida, gana. Es más complicado de explicar que de jugar, viene a ser como una mezcla del Mikado con la Jenga.

El nombrecito parece ser una onomatopeya alemana, por estas tierras he encontrado una versión más moderna (y hortera) llamada Canica Pum!, pero no es lo mismo: a mí me gustaba mi versión sobria y setentera. Y hace unas semanas encontré uno nuevo y embalado en eBay. Demasiado tentador para dejarlo pasar. Sobre todo porque lo vendían en Montana y la paridad euro/dólar está para aprovecharla. Por tres euros escasos, más gastos de envío (doce euros más, aproximadamente), en unos pocos días teníamos nuestro Ker Plunk! en casa. Era el mismo que recordaba de niño, aunque la caja y el embalaje son algo más modernos. Y todo en perfectísimo estado, nuevecito.

Sobra decir que en pocos días se convirtió en una nueva atracción de la casa (tenemos una cantidad sorprendente de juguetes, para ser [cof, cof] adultos), y el salón ya ha sido escenario de algún duelo al sol. Es fácil picarse, es uno de esos juegos peligrosos por lo adictivo.

En fin: qué peligro tiene eBay.

Seguiremos jugando.

PD: La señora que me lo vendió fue eficaz y muy rápida, pero el paquete era para verlo. No sólo llenó la caja de sellos, sino que escribió mi nombre y dirección exactamente cómo se lo mostraba eBay. Para futuras compras, creo que tendré que tener cuidado con los acentos.

Merienda en la feria

Escuchando: Books from boxes (Mäximo Park)

Ayer estuve en la Feria del Libro de Santander, que aún no había tenido tiempo de pisar. Cambio de ubicación, buen tiempo, y una surtida colección de librerías por las que deambular sin prisa. Este año no falta ningún establecimiento clásico, pero los que más destacan son los que aportan ofertas que se salen del best-seller de rigor: libros de temática social, en idiomas extranjeros, infantiles…

Eso sí: hay un stand que destaca por encima de todos, por su original oferta (literatura infantil, diseño, cómics, ediciones propias) y por el buen gusto en su diseño y distribución: sillones, una mesa baja, un tocadiscos. Definitivamente, a esta ciudad le tocó alguna lotería cuando abrió sus puertas la librería Merienda en el tejado. Bravo por ellas.

Por mi parte, ayer me quedé con ganas de comprar algo, pero cerraron cuando aún no me había decidido. Dudaba entre Persépolis o Maus. Hoy he vuelto, y no había decisión que tomar: sólo quedaba ya el segundo. Ya tenía yo ganas de leerlo.

Seguiremos informando.

PD: Hoy he empezado un libro, yo también he caído en la fiebre Zafón, pero a mi manera. Marina me dijo una vez que sólo recordamos lo que nunca sucedió…

Todos en coche a comprar

Escuchando: No cars go (The Arcade Fire)

«Antes de tomar cualquier decisión sobre peatonalizar calles las autoridades municipales deberán oirnos y tenernos en cuenta. No queremos más calles peatonalizadas, porque se ha demostrado que, en la actualidad, una calle sin tráfico empobrece la vida ciudadana y el comercio.»

Se puede decir más alto, pero no más claro. El autor de tan controvertidas declaraciones es Javier Güezmes, presidente de la Agrupación de Comerciantes del Centro de Santander. Ayer, en este artículo de nuestro periódico (he resistido a duras penas la tentación de poner un diminutivo que rima con cucurucho) local se despachaba a gusto.

Creo que una afirmación tan desafortunada como «una calle sin tráfico empobrece la vida ciudadana» no se merece ni siquiera el esfuerzo de ponerse a rebatirla. Cae por su propio peso. Mírenlo: plof.

«Deben escucharnos. Nosotros somos los que sabemos qué hay que hacer y cómo debe hacerse, pero no nos toman en cuenta para ninguna decisión. Y lo que queremos es que potencien el centro con medidas adecuadas, sabiendo lo que se hace.»

No cabe duda de que es un digno representante de su agrupación. Para los que no lo sepan, el comercio en Santander siempre se ha distinguido por unos rasgos muy característicos: la antipatía, la prepotencia, la falta de educación. Con excepciones, por supuesto. Pero es indudable: los comerciantes (sobre todo los de toda la vida) te perdonan la vida si entras en su local, no se molestan en saludar, y te miran con desprecio si te atreves a abandonar sus dependencias sin comprar. Es triste, pero los santanderinos nos seguimos sorprendiendo gratamente cuando en otras ciudades los dependientes saludan, sonríen, o te dejan deambular por sus tiendas sin mayor problema. Tenemos falta de costumbre (insisto, con agradables excepciones, menos mal).

Dice Javier Güezmes que «el centro urbano sigue muy vivo y la prueba es que abren y cierran establecimientos continuamente«. Para mí eso más que un buen síntoma, es el indicio de que hay un problema (alquileres muy altos, etc.), pero si lo dice él, que es el profesional del sector…

«A los santanderinos y visitantes les gusta el centro de la capital de Cantabria, pero no hay que desertizarla impidiendo circular en coche. […] Deben establecerse tiendas, zonas de ocio y de estancia para el ciudadano, todo lo que les haga agradable ir hasta ellas«

Dicho de otra forma: hay que convertir el centro de la ciudad en un puto centro comercial, en el que haya que pagar hasta por descansar. ¿Calles peatonales? ¿Una ciudad con menos tráfico? ¿Carriles para bicicletas? ¿Dónde se ha visto eso? Bueno, quizás en el resto de las ciudades que miran hacia adelante en lugar de hurgar en modelos rancios y aburguesados. Parece que el señor presidente de esta Agrupación no ha paseado por las calles más comerciales de otras ciudades del país, por no hablar de esos países que dicen que hay por Europa (ni siquiera hace falta irse tan lejos, basta con ir a Torrelavega). Muchas de ellas son peatonales, y bullen de actividad, de compradores y de animación.

Aquí, visto lo visto, tendremos tráfico, ruido, contaminación, y tenderos contentos. Santander se dirige irremediablemente al futuro. Y qué pena da.

Seguiremos informando.

La pared del eco

Escuchando: Test for echo (Rush)

El lago Konigsee, en Alemania, tiene forma alargada y estrecha, y está rodeado de impresionantes montañas. Es muy típico realizar una excursión recorriéndolo en pequeños barcos, y visitar así la pintoresca capilla de San Bartolomé, sólo accesible desde el lago.

En estas excursiones, hay una tradición muy llamativa. En cierto momento del trayecto, el barco se detiene y apaga el motor. El capitán coge una trompeta e interpreta unas pocas notas en dirección a una imponente pared rocosa. Al cabo de unos segundos, la melodía se repite de forma increíblemente clara por todo el lago. Es la pared del eco.

Sigo recuperando y publicando fotografías de aquel viaje del año pasado… y ya he llegado a la parte de las vacaciones en la que pasamos de Austria a Alemania. Una buena ocasión para recordar anécdotas como ésta.

Seguiremos informando.

Mi banco (y cada día el de menos gente)

Escuchando: Money (Pink Floyd)

Hace unas semanas tuve que hacer, como todos los trimestres, mi declaración de IVA. Me tocaba pagar (da rabia, pero es buena señal, al fin y al cabo), así que me dispuse a seguir el proceso habitual, gracias a mi certificado digital: realizar el pago y presentar la declaración por Internet.

La primera en la frente: al intentar pagar, la página web de la Agencia Tributaria me dice que el banco ha generado el siguiente error: El segundo NIF no se corresponde con el titular de la cuenta.

Un error genial, sin duda: el número de cuenta y mi NIF estaban correctamente escritos, soy el único titular de esa cuenta… y sólo hay una casilla para meter un NIF, así que dudo que me haya equivocado en el segundo.

Intento usar sin éxito el chat de ayuda de Hacienda, así que mando sendos correos electrónicos contando mi problema: uno a la Agencia Tributaria, y el otro a mi banco… aunque sospechaba quién iba a tener la culpa.

Hacienda no me respondió al correo hasta una semana después, diez minutos antes de terminar el plazo de presentación de esa declaración. Como para una prisa. Por supuesto, lo único que me decían era que me pusiera en contacto con mi banco.

Mi banco, que es un banco online, tardó dos o tres días en contestarme.

«En atención al mismo [correo], le informamos de que la opción por la que nos consulta se encuentra deshabilitada en nuestra página web. Le pedimos disculpas por las molestias ocasionadas.«

Cojonudo. Desactivan la posibilidad de usar sus cuentas para el pago de impuestos, y no avisan a sus clientes. ¿Y si dejo la presentación de mi declaración para el último día? Cogí todo mi cabreo y lo redacté en forma de respuesta a su correo; al día siguiente me dijeron que…

«En primer lugar, queremos presentarle nuestras más sinceras disculpas por las molestias ocasionadas. Nuestro departamento de sistemas está trabajando día a día para dotar de mayor operatividad y funcionalidades a la web de Openbank, y esperamos que a lo largo de este año pueda apreciar dichos cambios.«

La página web de este banco ha cambiado recientemente. Pocas veces he visto un rediseño tan desastroso. Antes sólo era fea. Ahora, en Safari, directamente, no se puede usar. En el resto de navegadores es, directamente, una mierda difícil de utilizar. Han desaparecido funcionalidades, o las han escondido. Les ha dado por ponerse a enviar recibos en papel. Un auténtico desastre. Pero bueno, no pasa nada: sólo es un banco online, si tienen una página web que es una puta mierda tampoco es un problema tan grave. Además, están en ello, y a lo largo de este año lo irán arreglando. A su ritmo.

Por supuesto, me tuve que comer mi banca online y mi certificado digital: presenté mi declaración con dinero en efectivo, personándome en la oficina de un banco cualquiera.

Openbank en algún momento funcionó bien. Ahora no. Ni mucho menos. Su servicio es absolutamente vergonzoso. Se admiten sugerencias para un posible cambio de banco. Me interesa sobre todo que no me asen a comisiones a la hora de hacer transferencias, y que tengan oficinas físicas en Santander. Gracias.