Esta luz

Escuchando: The dock of the bay (Otis Redding)

A ver si hay suerte, y el sábado tenemos en Santander un día tan insultantemente luminoso como el de hoy; unos amigos estarán de celebración, y yo andaré haciendo fotos. Ya es primavera en la bahía de Santander. Que dure.

Seguiremos informando.

Jenga

jenga

Ha pasado bastante tiempo desde que comenté el último juego por aquí. Una mudanza y una nueva casa en la que guardar la ludoteca han tenido gran parte de la culpa. En cualquier caso, tengo intención de retomar la costumbre de hablar de los juegos de mesa que más nos gustan, y hoy es el turno de otro clásico que no debería faltar nunca, la Jenga.

Seguro que todo el mundo lo ha visto alguna vez: una torre de piezas de madera apiladas, de la que hay que ir retirando bloques para colocarlos en lo más alto sin que la estructura se venga abajo. Diversión asegurada para jugadores de todas las edades.

jenga

El juego como tal nació en Ghana, gracias a Leslie Scott. Durante los años 70 fue perfilando el juego en su familia a partir de unos bloques de madera que había comprado en una serrería; en 1983 lo presentó en la Feria de Juguetes de Londres, con el nombre de Jenga, que significa «construir» en swahili. Posteriormente el juego se exportó a EE.UU. y Canadá, y acabó distribuido por el gigante Hasbro en medio mundo. Según su creador se han vendido más de 50 millones de unidades. Y eso hablando sólo del juego oficial. Es muy habitual encontrar clones del mismo en jugueterías, mercadillos de artesanía, etc.

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¡Así de grande!

Escuchando: Fisherman’s blues (The Waterboys)

Lo bueno de ir con la cámara a todas partes, es que a veces la ciudad regala escenas que ni preparadas. Los pescadores pasando la tarde en el muelle. El momento en el que la cosa se anima, y la cuerda de la caña se tensa. Los curiosos que se acercan y se arremolinan en torno a la acción. El extra que se acerca contando que él ha pescado uno «así de grande«…

Pequeños momentos cotidianos de nuestra ciudad.

Ya es primavera

Como cada año por estas fechas, vuelven las ganas de cambiar la sobremesa por un paseo cámara en mano por el centro de la ciudad y por la bahía, que se llenan de gente buscando hacer la fotosíntesis.

Últimamente casi siempre salgo con la cámara y una única lente, mi 50mm f1.8 (qué gran compra). Ayer me apetecía jugar con las aperturas grandes y los desenfoques a plena luz, y la fotografía que encabeza estas líneas es el resultado. Ya seguiré experimentando con motivos primaverales otro día con un poco más de tiempo.

Seguiremos fotografiando.

Algo se está cociendo

Escuchando: Look what you’ve done (Bread)

pan casero

Desde hace ya bastante tiempo, unos amigos insistían en las bondades de su panificadora. Bondades que no dudábamos, porque habíamos tenido ocasión de catar. Sin embargo, la ausencia de espacio para un trasto así, y la posibilidad de mudarnos a una casa con tamaño de cocina desconocido habían frenado la compra.

Ahora, con cocina nueva, hueco en sus armarios, y una oferta de Lidl, se nos han venido las excusas abajo. El sábado nos hicimos con nuestra panificadora (Broti, para los amigos), y tres horas después teníamos nuestro primer pan. Para estos experimentos iniciales estamos usando las bolsitas que venden también en Lidl con todos los ingredientes ya preparados. Ya habrá tiempo de investigar por nuestra cuenta.

pan casero

En cualquier caso los resultados son prometedores. El primer pan, de 750 gramos, prácticamente desapareció en la visita de unos amigos, y terminamos con él al día siguiente en el desayuno. Ahora mismo está a punto de salir el segundo pan, a ver si conseguimos mantener el nivel.

pan casero

Que sí, que es un trasto. Pero tenemos por delante todo un mundo de panes, bollos, pasteles y mermeladas varias. Es un trabajo duro, pero alguien tendrá que hacerlo.

Seguiremos horneando.

Japón

Escuchando: Distant Early Warning (Rush)

Despedidas

Ironías del destino, este fin de semana he terminado viendo bastantes películas y tres de ellas han sido japonesas. Poco puedo decir sobre la brutal devastación que ha sufrido el país nipón desde el viernes. Un escenario de pesadilla: terremotos, réplicas, tsunamis, volcanes, miles de muertos y desaparecidos, riesgo de radiación nuclear… Además, en un país hipertecnológico y con cámaras en todas las esquinas y en todos los bolsillos, los testimonios minuto a minuto han sido espeluznantes y sobrecogedores. Consuela al menos saber que ha ocurrido en un país donde la arquitectura y la mentalidad están en parte preparadas para este tipo de desastres, y donde la población asume la fatalidad con serenidad y coraje. En otros puntos del planeta la destrucción habría sido total con un terremoto de esa magnitud.

Una de las películas que he visto este fin de semana ha sido la triste y hermosísima Despedidas, muy recomendable; cuenta la manera de afrontar la muerte y sus rituales en Japón. Me temo que será una escena muy común allí en el futuro más inmediato.

Las otras dos películas (anime) fueron más frívolas: la espectacular The Sky Crawlers, y una especie de refrito de una serie llamada Freedom, creada para conmemorar al aniversario de una marca de fideos. Curiosa, y con un detalle que no se me escapó. La historia habla de una Tierra abandonada por inhabitable, y de una Luna colonizada por la humanidad. En un punto de la historia se muestra el escudo de una supuesta misión Apollo 18 (en el mundo real, sólo hubo 17), con los apellidos de sus astronautas. Lee, Lifeson, Peart.

Lee, Lifeson, Peart

Esos no son apellidos de astronautas. Son los tres miembros del grupo canadiense Rush, tres genios que llevan demostrando de lo que son capaces desde finales de los años 60, y todavía no han sacado un mal disco. Homenaje más que merecido, por tanto.

En fin, volviendo a la realidad, seguiré atento, como todo el mundo, a lo que ocurra en Japón en los próximos días. Por mucho que pensemos que dominamos el planeta, desastres como éste deberían hacernos recapacitar sobre lo insignificantes y vulnerables que somos.

Seguiremos informando.

Libros, bibliotecas, pantallas y pedidos

Escuchando: Faking The Books (Lali Puna)

pantalla del Inves Wibook 600

Toca seguir hablando de libros electrónicos: el texto que escribí hace unas semanas sobre ellos inició algunas charlas y comentarios muy interesantes sobre el tema. Yo, por mi parte, me decidií a probar uno de ellos (prestado) y la experiencia me gustó tanto que mi propio lector ya está en camino.

Desde el punto de vista editorial, poco más que añadir a lo que escribí entonces. Un detalle que se me olvidó mencionar fue el del IVA. Los libros en papel, como bien cultural que son, llevan un tipo reducido, el 4% frente al 18% habitual. Los libros electrónicos no tienen tipo reducido, por lo que llevan un 14% de IVA más que la misma publicación en papel.

Ejemplo: Haruki Murakami ha editado hace unas semanas su nueva novela, 1Q84 (la primera y la segunda parte de una trilogía, en realidad). Se encuentra entre los libros más vendidos en librerías y grandes superficies. Si se quiere comprar en formato electrónico (año 2011, recordemos)… no se puede, al menos en castellano. Sólo se encuentra disponible en catalán, por unos 15€. Contando con que lleva un 18% de IVA, si en algún momento se le aplicase el tipo reducido, su precio bajaría hasta los 12,80€, aproximadamente. Todo el tema del IVA se regula por normativa europea, pero es de esperar que en algún momento se pongo un poco de sentido común respecto a los libros electrónicos, para hacerlos más competitivos.

Dicho esto, casi 13€ por un fichero me sigue pareciendo caro, teniendo en cuenta que lo más seguro es que no lo pueda imprimir, prestar, regalar, ni leer en el dispositivo que yo quiera.

Anécdota: no sólo en España el mundo editorial anda un poco perdido. En Estados Unidos, la editorial Harper Collins ha limitado a 26 las veces que sus libros se pueden prestar en las bibliotecas. Una vez superado ese cupo, la biblioteca tiene que comprar otro ejemplar para seguir prestándolo. Las instituciones ya se están rebelando contra la medida. La tecnología nos permite ubicuidad y facilidad de acceso a la información, pero nos empeñamos en poner todas las trabas posibles para que algunos bolsillos sigan igual de llenos. Todo acabará cayendo por su propio peso.

Comentaba un poco más arriba que había probado un lector ya. Efectivamente, he decidido aprovechar el servicio de préstamos que han puesto en marcha algunas bibliotecas (entre ellas la Central de Cantabria, pionera) y hacerme con un lector durante 15 días. Sigo pensando que es batante bizarro que se presten los lectores en lugar de los contenidos. Churras, merinas, y todo eso. Lo de ver la etiqueta de la biblioteca en el lomo de la funda del aparato es muy curioso. En cualquier caso, para mis propósitos de prueba, me viene que ni pintada la oportunidad.

Etiqueta en libro electrónico

Pensaba que los 40 lectores disponibles iban a estar permanentemente ocupados, pero no. Ni la mitad suelen estar prestados. Para nuestra bioblioteca, la disponibilidad se puede comprobar en este enlace.

El modelo de lector que ha comprado el Ministerio de Cultura para este plan es el Inves WiBook 600. Marca de El Corte Inglés, por tanto. En una sobria caja negra, en la biblioteca entregan el lector con una funda rígida de cuero, un cable USB, el cargador, y unas normas de préstamos pegadas en el interior de la caja.

Lector de libros electrónicos de la Biblioteca

Al encender el aparato viene la primera sorpresa. Y a mí me parece de las desagradables: la pantalla de bienvenida muestra en todo su esplendor el logotipo de El Corte Inglés. Una vez encendido, unas de las opciones del menú principal es un acceso directo a la tienda de libros electrónicos de El Corte Inglés. El dispositivo tiene conectividad Wi-Fi, pero sirve única y exclusivamente para comprar libros en dicha tienda.

Logotipos de El Corte Inglés

Espero que la cadena de Centros Comerciales haya hecho buen precio al Ministerio, porque la publicidad que han ganado vale también mucho dinero. No sé, no me parece bien que un aparato destinado al préstamo público lleve publicidad de una tienda, y mucho menos que esté asociado a una librería virtual, habiendo modelos (idénticos de otras marcas, al final estos aparatos los fabrican en Asia y aquí cada cual lo vende con su logotipo) genéricos que ni llevan propaganda, ni permiten acceso a ninguna librería en especial. Alguno habrá que por hacer la prueba se compre un libro en el lector de préstamo, y luego tengo que borrarlo o perderlo al devolverlo.

En fin, que me ha parecido raro. Y lo del Wi-Fi más. Si la conexión inalámbrica sólo sirve para engancharse a El Corte Inglés, para el Ministerio es pagar dinero de más a lo tonto, habiendo aparatos idénticos sin Wi-Fi.

Logotipos aparte, la primera toma de contacto fue estupenda. La pantalla es muy distina a las que estoy acostumbrado a usar, no tiene nada que ver con una pantalla de ordenador. Al cabo de un rato uno se olvida de que ahí debajo hay píxeles, la sensación de papel está muy bien conseguida, tanto con luz natural como con artificial.

El lector viene con una selección de 184 clásicos sin derechos de autor. Para mis pruebas usé una tarjeta SD que tenía por casa, y cargué en ella también algunos libros de esos que uno se encuentra por ahí. Con todos ellos, me puse a leer, y la verdad es que la experiencia está bien; muy bien, si se piensa en todas sus posibilidades.

El tamaño del texto se puede cambiar a voluntad. Desde muy pequeño para tener mucho texto en cada página, a enorme para personas con problemas de visión. Lo que no he conseguido ha sido cambiar la fuente. Se supone que hay tres posibilidades, pero no cambia se elija lo que se elija. Y la fuente que muestra no tiene mucho contraste. Las aes, por ejemplo, tienen algún trazo que no se ve muy bien (en la imagen que encabeza estas líneas se aprecia). Nada grave. En general resulta muy legible, es una pantalla tipo Vizplex y se lee francamente bien en ella.

Botones incómodos

Eso sí, el lector no me convence del todo. La ergonomía se quedó en algún punto del camino, parece. Los botones son un poco duros y, no es apto para zurdos. De hecho, tampoco lo es para diestros: los botones que tiene en el lateral izquierdo son muy incómodos con la funda puesta (funda que se abre sólo 180º, parece que no se puede poner la tapa «detrás» del libro, no la quiero forzar). Si a eso le sumamos que la interfaz es sencilla pero liosa a veces (hay una opción para cambiar el tamaño de la fuente, otra para cambiar el tipo de fuente, y las dos se llaman Fuente y están separadas) el resultado es agradable, pero mejorable.

El modo en el que muestra el número de página tampoco me entusiasma. En la parte de inferior hay una barra de progreso, que indica el número de página actual y el número total de páginas. Hasta ahí bien. Eso sí, los cálculos los hace sobre las páginas «equivalentes» en papel, por lo que no tienen por qué coincidir con las páginas «en pantalla». Para indicar cuándo se cambia de una página a otra según la numeración en papel, aparece el número de página en la línea correspondiente, en el margen derecho. Pero lo hace sobre el texto, difuminando un poco las letras que están debajo. Con una imagen es más fácil de explicar:

Cambio de página

Así se indica que en esa línea comienza la página 119. Hay veces que hay que fijarse bien en lo que aparece debajo para saber qué palabra está escrita. Poco práctico.

Con todo, en la semana que llevo con el aparato me he leído libro y medio, y la experiencia ha sido muy agradable. Yo creo que se lee más rápido en un dispositivo de estos, incluso. Y nunca habrá problemas porque el texto sea demasiado pequeño (me viene a la memoria alguna edición de bolsillo un poco puñetera). Y de la batería poco puedo decir. Tras ese libro y medio, el indicador no se ha movido: a media carga me lo prestaron, a media carga sigue.

Un amigo tiene un Kindle de Amazon, y estuve con él comparando los dos lectores, el de la biblioteca y el suyo. Una comparación rápida despejó cualquier duda que pudiese tener. La pantalla tipo Pearl del Kindle es (un poco) menos blanca que la del Inves. Punto negativo para Amazon. El único, casi. En el Kindle el texto aparece con mucho más contraste, y en general se lee mejor. Es infinitamente más rápido tanto en los menús, como en el cambio de página. El teclado integrado hace que sea sencillo introducir texto (buscar una palabra en el diccionario del Inves es una tortura), y la Wi-Fi sirve también para navegar (en caso de emergencia, porque no es un aparato ideal para ello). En general, da mucha mejor impresión.

Kindle vs. Inves

Tanto es así, que ese mismo día por la noche encargué mi Kindle a Amazon. Eso fue el lunes a última hora. Se supone que hoy por la mañana un repartidor de UPS me lo traerá a casa. Para venir de Estados Unidos y haber pasado por aduanas, no está mal. En el paquete vendrá el lector con una funda de cuero rojo, con luz incorporada (la oficial de Amazon, cara, pero con muy buena pinta). Para los curiosos, precio total incluyendo lector, funda, transporte, impuestos y aduanas: 199€. En comparación con el resto de lectores, difícil de igualar.

Es cierto que el Kindle no lee el formato EPUB, que se está extendiendo mucho. Pero es compatible con el formato MobiPocket, y con programas como Calibre la conversión es sencillísima. Ya estoy preparando una pequeña biblioteca de prueba para cuando llegue.

Cuando tenga más probado el juguete nuevo volveré por aquí a comentar la experiencia. No creo que deje de leer en papel (es un ritual del que no quiero prescindir, parece que no soy el único) pero esto del libro electrónico promete. Ya sólo falta que se extienda un poco más, que los precios de los contenidos se ajusten a la realidad, y con el tiempo se convertirán en trastos habituales. Seguro que dentro de unos años pensamos en la actual tecnología con nostalgia, en el futuro los aparatos tendrán papel electrónico en color, serán más ligeros, más baratos… como ocurrió con los móviles: cuando sólo se usaban para llamar y tenían pantallas monocromas, nos parecían el último grito, pero ahora nos parecen ladrillos de otro siglo.

En fin. Seguiremos leyendo…

PD: Mientras terminaba de editar este texto, ha sonado el timbre y el repartidor de UPS me ha dejado un par de cajas en casa… pero eso ya lo dejo para el siguiente capítulo 😉

Caja del Kindle

Recuerdos de Burdeos

Tras una temporada en la que seguía haciendo fotos, pero se iban acumulando sin más en los discos duros, me he puesto manos a la obra de clasificar, editar y publicar imágenes de los últimos meses; y he comenzado por la escapada que en el pasado mes de diciembre hice a la localidad francesa de Burdeos. La invitacion y hospitalidad de una amiga nos permitió pasar allí un par de días, que merecieron mucho la pena. De recuerdo me traje unas cuantas fotografías… y una cámara, también.

Voigländer Vito C

El reportaje de fotos se puede ver en el vídeo que aparece sobre estas líneas, y también en mi cuenta de flickr. De la preciosa Voigtländer que se sumó a mi pequeña colección hablaré luego…

Fue agradable perderse por las calles de Burdeos, una ciudad muy bonita, con bastanet ambientillo y animada a pesar del frío que pasamos.

Esuvimos allí a principios de diciembre (tras el puente español) y ya tenían montado su correspondiente mercadillo navideño. Todos acaban siendo muy parecidos, pero suelen ser curiosos y bastante fotogénicos.

A pesar de las bajas temperaturas, salía el sol, y pasear por alguno de sus parques con calma era un placer…. Ayer, mientras preparaba y publicaba las fotos, nos dimos cuenta de que las caminatas que nos pegamos fueron considerables.

En algunos puntos me entretuve un buen rato, como en la descomunal plaza des Quinconces, donde una gran fuente, sus gotas, reflejos y contraluces daban bastante juego.

Otro rasgo llamativo de Burdeos es la cantidad de bicicletas que uno se encuentra por la calle. Parece el medio de transporte oficial de la ciudad; tienen también servicio de alquiler municipal, y muchas facilidades para circular: pocas cuestas, carriles-bici, centro semipeatonalizado, una circulación bastante tranquila entre callejuelas…

En resumen, una ciudad muy agradable que bien merece una visita. Está cerquita, así que es ideal para una escapada de dos o tres días. Suele ocurrir que cada vez que alguien nombra Francia nos imaginamos París, pero es un país con muchos más rincones por descubrir, algunos de ellos a pocas horas de casa.

Como curiosidad, para editar estas fotografías he usado el programa Aperture, de Apple. Acaba de bajar de precio, y tienen versión de prueba, así que he decidido darle una oportunidad. La verdad es que facilita mucho el flujo de trabajo, y las imágenes que genera a partir de los ficheros RAW están muy bien; pero en mi equipo (que ya tiene unos añitos) se muestra un poco perezoso. A veces para aplicar algún ajuste hay que esperar demasiado, lo que reduce un poco su usabilidad. No he llegado a ninguna conclusión definitiva…

Ah, y la cámara, sí. En frente del mercadillo navideño encontré una tienda de artículos de fotografía. Tenía dos escaparates, uno de ellos dedicado a material de segunda mano y de colección. Los precios de algunas cámaras antiguas eran demasiado tentadores como para no entrar, así que el segundo día me acabé comprando una Voigtländer Vito C, que aparentemente funcionaba sin problema (el dependiente que me atendió fue muy amable). Por lo que me costó, aunque fuese sólo para tenerla de adorno ya hubiese merecido la pena. Ahora hace compañía en el salón a mi otra Voigtländer, la cámara de fuelle de mi abuelo.

Lo mejor es que la cámara funciona perfectamente. Tengo que practicar más con su enfoque manual, pero del primer carrete de prueba alguna foto maja ha salido. Las dos imágenes que aparecen debajo son prueba de ello (disparadas ambas por la zona de Ruiloba, ya en territorio patrio).

Fonfría

Ruiloba

Seguiremos fotografiando…

Eso de los libros electrónicos

Escuchando: Faking The Books (Lali Puna)

Microsiervos

Nuestra vida poco a poco se va volviendo digital. Las fotografías ya lo son, la música también, las películas y la televisión han dado el salto, y ahora el turno parecen tenerlo los libros. El libro en formato electrónico ya está aquí, con sus ventajas, inconvenientes e inevitables controversias.

Hace pocos meses he hecho mudanza, razón por la que puedo saber exactamente el apego que le tengo a mi biblioteca (mucho) y cuánto pesa y ocupa (mucho más). Me encanta el ritual de leer un libro en papel, pero mi vena tecnófila también pesa lo suyo, así que ando pensando en probar esto de los libros electrónicos. Con muchas dudas, eso sí.

En castellano tenemos un pequeño problema de nomenclatura, ya que últimamente se está llamando libro electrónico tanto al contenido como al continente, por lo que conviene tener claro antes de nada a qué nos referimos en cada caso.

El libro electrónico como publicación es un fichero que podemos comprar, descargar, leer en nuestros dispositivos… y poco más. Algo que no hay que olvidar es que pese a todas las ventajas que nos intentan vender, un libro electrónico tiene también sus inconvenientes, y recorta bastante la libertad para usarlo frente a los libros tradicionales. Si compramos un libro electrónico, no compramos una novela, compramos el derecho a poder leer esa novela. Punto. Lo más seguro es que no la podamos imprimir (o sólo podamos hacerlo una vez), no podremos prestarlo (o si podemos hacerlo, muy pocas veces y durante un tiempo muy corto), y no podremos regalárselo a nadie después de leerlo. En comparación con el libro tradicional, las libertades se recortan.

En cambio, tenemos otras muchas ventajas: posibilidad de almacenar miles de volúmenes sin ocupar espacio, se pueden comprar los libros desde cualquier sitio (incluyendo nuestro sofá preferido), y todas las ventajas que conlleva el uso del lector de libros electrónicos, el aparato: poco peso, posibilidad de ampliar el tamaño de la letra a voluntad, anotaciones, diccionarios siempre a mano…

Como suele pasar en estos casos, no hay un estándar sino varios (¿por qué hacerlo sencillo si se puede complicar siempre un poco?) para el formato de estos archivos. Formatos tradicionales como PDF, DOC ó TXT suelen ser compatibles con los aparatos lectores. Pero lo más habitual es encontrar los libros en formato EPUB. Curiosamente, el aparato más famoso y extendido, el Kindle de Amazon, no es compatible con estos ficheros EPUB, usando en su lugar Mobipocket, o AZW si se trata de libros comprados (en Amazon, claro).

ebooks

El otro libro electrónico, el dispositivo lector, es el otro gran protagonista de esta revolución. Llevan intentado llamar nuestra atención en tiendas de electrónica desde hace un par de años, pero poco a poco se van convirtiendo en algo habitual. En Santander, ciudad pequeña donde el transporte urbano no lleva mucho tiempo, no es muy frecuente verlos aún. Calculo que en el metro de Madrid o Barcelona sea otra cosa.

Un lector de libros electrónicos es un aparatejo presidido por una gran pantalla (de entre 5 y 10 pulgadas, los más habituales son de 6), y unos pocos botones para navegar entre páginas y libros. Los de última hornada vienen con la pantalla táctil, también. Es precisamente la pantalla, táctil o no, la que hace tan especiales a estos dispositivos. No se trata de pantallas al uso, iluminadas y en color como las de nuestos ordenadores o nuestros móviles. Son pantallas de tinta electrónica, una tecnología que consigue mostrar el texto de manera similar a la del papel, no están iluminadas, se ven perfectamente a la luz del día, no tienen reflejos, y consumen muy poca energía (sólo cuando cambiamos de página) por lo que una carga de la batería puede durar fácilmente semanas. Eso sí, se trata de una tecnología patentada, y los fabricantes de pantallas se cuentan con los dedos de una mano (y sobran dedos), son pantallas caras (el resto del lector son componentes bastantes sencillos) por lo que el precio de estos aparatos de momento es elevado, y muy similar entre los distintos modelos. De hecho, ahora mismo hay tres fabricantes de pantallas: las de VizPlex (que son las que llevan la mayoría de aparatos), las SiPix (con algo menos de contraste, pero en teoría más baratas y resistentes) y las Pearl, que son la joya de la corona en cuanto a contraste y calidad del texto, y que de momento sólo integran los últimos equipos de Sony y el Kindle 3 de Amazon.

Estas pantallas de tinta electrónica tienen como inconveniente su velocidad de refresco, que no es muy elevada. Esto es, pasar de una página a otra lleva unos instantes, cada vez son más rápidas, pero hay que olvidarse de ver vídeos o animaciones en ellas.

Como siempre pasa con las modas, hay que tener cuidado: se están vendiendo también lectores de libros electrónicos muy baratos (en torno o por debajo de los 100 euros), que integran una pantalla al uso, iluminada y en color. Son más versátiles porque permiten ver fotografías y videos, pero se pierden todas las ventajas de los lectores de libros electrónicos en sí: mucha menor autonomía, fatiga de la vista al leer, etc. Estos aparatos a color son sencillas tabletas o Tablet PC, de esas que están de moda ahora, pero con la potencia justita para poder gestionar los libros y mostrar algún video sencillo.

En el otro extremo, también podemos encontrar potentes tabletas como el iPad o el Samsung Galaxy Tab, multifuncionales, espectaculares y con pantallas que da gloria verlas, pero nuevamente perdiendo las ventajas de la tinta electrónica (y perdiendo también la batalla del precio). Si lo que buscamos es un aparato para leer, hacerlo bien y con comodidad, mejor un lector de libros con pantalla de tinta electrónica (salvo que lo que vayamos a leer sea en color, porque la tinta electrónica en color todavía anda en pañales y tardará un par de años en llegar a las tiendas aún…)

Microsiervos

Y así está el panorama, la tecnología tanto de aparatos como de publicaciones ya está lista y en el mercado… el problema es ver cómo se adapta al cambio la industria del libro. De momento, y a la vista de los últimos acontecimientos, parece que se puede adelantar una respuesta: mal (y en nuestro país, fatal).

Parece mentira que después de todos los problemas que han tenido las industrias de la música y el cine, se vaya a caer de nuevo en el mismo error. La historia suena conocida: se populariza la tecnología, pero como los contenidos legales llegan tarde, o mal, o ambas cosas, se extiende la piratería y se demoniza el avance.

En España influye también que el mundo editorial está muy limitado y cerrado en cuanto a precios. Fuera de nuestras fronteras, Amazon vende libros a precio de risa, por ejemplo… y gracias a su Kindle las ventas en modalidad electrónica van viento en popa: hace unos días anunciaban que las ventas de libros electrónicos habían superado por primera vez a los libros de bolsillo. Sus precios ayudan.

Aquí estuvimos mareando tanto la perdiz que parece que se perdió un poco el norte. No sé cuántos meses se estuvo hablando de Libranda, la plataforma que iba a traer el libro electrónico a las librerías españolas. Cuando llegó, parecía la crónica de una muerte anunciada. Poco a poco va creciendo, pero sigue sin ser lo que se esperaba. Libranda no es una plataforma de venta, sino un distribuidor que nutre de libros digitales a las librerías que se asocien. En estas librerías podremos comprar un libro mediante un «sencillo» proceso que incluye: registrarnos en la tienda online que hayamos seleccionado, descargar una aplicación de Adobe a nuestro ordenador para gestionar los libros, crear una cuenta en esta aplicación de Adobe, descargar y pagar el libro, y copiarlo a nuestro lector. Demasiado complicado para hacerlo de manera impulsiva (o para que nuestros padres se lancen a ello, por ejemplo). De hecho, escritores como Millás ya han llegado a la conclusión de que acaba siendo más sencillo hacer el mal que finalizar una compra.

Y luego están los precios, claro. Hagamos un ejercicio de comparación. Ahora mismo estoy leyendo La caída de los gigantes, de Ken Follet. Un tocho bueno. En digital seguro que es más cómodo y manejable. Si lo busco en Amazon, encuentro -en inglés, eso sí- Fall of the Giants por 13,79$ (algo menos de 10€). ¿Qué ocurre ahora mismo en España? En cualquier librería que nos ofrezca la versión digital, cortesía de Libranda el precio (y el jaleo para comprarlo) será el mismo: 16,99€. Un 70% más caro que en Amazon. Que sí, que hay que pagar al traductor, pero… es un 70%.

Aquí, el precio de un libro en edición electrónica está más cerca del precio de la edición en tapa dura que del libro de bolsillo, supongo que para que todos los eslabones de la cadena ganen lo mismo que hasta ahora. Y como no cambien de estrategia, el batacazo va a ser inevitable, creo yo. Si comprar un libro electrónico fuese barato y sencillo, pocos se molestarían en buscar por las trastiendas de Internet a ver si pillan algo gratis. Pero siendo (artificialmente) caro y difícil, la piratería no será tan fácil de combatir. Hay que ser imaginativos, reinventarse y adaptarse a los nuevos tiempos: servicios de suscripción con tarifas planas, libros en papel con copia digital… A ver quién se lleva el gato al agua y monta el Círculo de Lectores del siglo XXI.

Veremos también qué ocurre cuando el poderoso en esta historia, Amazon, intente entrar en nuestro mercado. Se rumorea que ya anda en negociaciones con la editorial Planeta, pero mucho me temo que tenga que atenerse a los mismos precios que la competencia, con lo que lo único que podrá aportar será su catálogo internacional, y sencillez en el proceso de compra: con sus lectores, la compra de los libros se puede hacer con un par de clicks desde el mismo aparato, como ocurre con el dispositivo que FNAC comercializa en Francia. Aquí, El Corte Inglés intenta hacer lo mismo con sus aparatos marca Inves.

¿Y las librerías? ¿Qué pasará con ellas? No creo que sufran tanto como las tiendas de discos, porque el mundo del libro está rodeado de un fetichismo de páginas y olor a papel y tinta que no desaparecerá, o eso espero. Tendrán, eso sí, que reorientarse un poco, aceptar el formato electrónico, incluirlo en su catálogo, y centrarse en libros que se aprecien de verdad al tenerlos en la mano… como ocurre en el mundo de la música, no es lo mismo un fichero en MP3 que un disco en vinilo. Con los libros pasará lo mismo, muchos se leerán, pero otros se disfrutarán en papel, y aumentará la oferta de ediciones especiales, más cuidadas, libros ilustrados, cómics, etc. Ese creo que debería ser (en mi humilde opinión) el objetivo de los libreros: ofrecer en sus tiendas todo aquello que merezca seguir siendo disfrutado en papel, que será mucho.

La industria editorial no es la única que parece estar un poco desorientada, por cierto. Hace unas semanas leía que el Ministerio de Cultura ha invertido 130.000€ en un programa para promocionar los libros electrónicos en las Bibliotecas públicas. Como una de las beneficiadas es la biblioteca de Santander, estuve investigando un poco los detalles, y acabé un tanto desconcertado. La verdad, el libro electrónico no parace difícil de integrar en una biblioteca. Debería ser sencillo: desde el mismo recinto, o desde la web de la biblioteca, uno podría ser capaz de descargar el libro deseado, y tenerlo durante 15 días. Transcurrido ese tiempo, el libro se borraría de nuestro lector automáticamente (adios a los despistes con las fechas y a devolver tarde los préstamos). Además, siempre tendríamos los libros disponibles.

Pero no. Por un lado, metiendo la legislación de por medio, parece ser que un libro sólo se podría prestar a una persona cada vez, introduciendo limitaciones físicas donde no las hay. Y lo que es peor… lo que yo he supuesto no tiene nada que ver con lo que se ha hecho. Ese porrón de euros se ha gastado, directamente, en aparatos lectores que se prestan a los usuarios. No se prestan obras, se prestan los dispositivos. Bueno, traen de serie 187 obras clásicas libres de derechos de autor (para no complicarse… de hecho, creo que deben de ser las que venían de fábrica con los aparatos, marca Inves). Uno va a la biblioteca, y si hay un lector libre se lleva el juguete, el cable USB, el cargador… y lo devuelve todo 15 días después. Si se ha metido algún libro por cuenta propia, hay que borrarlo para dejarlo como lo cogió. No sé, a mí todo esto me parece una manera bastante extraña de promocionar los libros electrónicos. Es como si en los videoclubs ahora nos alquilasen lectores de Blu-Ray… pero sin películas (o con una selección de clásicos en blanco y negro). No sé si tienen claro que lo que tienen que promocionar son las obras literarias, no la electrónica…

Total, que así andamos. Y el caso es que entre una cosa y otra ando detrás de dar el salto yo también. Tengo a medias el libro de Ken Follet (que pesa lo suyo), otro de Millás y unos cuantos en formato bolsillo de Douglas Coupland (completando su bibliografía en inglés gracias a Amazon.uk), pero cuando acabe con ellos quizás sea el momento de dejar de llenar estanterías y probar uno de estos nuevos lectores. Algún libro a ratos ya me he leído usando una aplicación en la minúscula pantalla de mi móvil, algo que puede valer para el autobús o la cola del banco, pero no para mucho más.

Aldiko

Eso sí, tengo un montón de dudas… ¿pantalla de seis pulgadas, o una más pequeñita y más portable, de cinco? En principio, creo que la de seis es bastante razonable. Y lo que es más importante: ¿me hago con un lector de los que se venden por aquí, o compro un Kindle a Amazon? (sí, hay que pedirlo a EE.UU., pero no leo más que alabanzas acerca de su atención al cliente internacional). De lo que he visto a la venta en España, tiene buena pinta el Booq Avant… tiene pantalla SiPix táctil (que no sé si merece la pena tenerla táctil, todo sea dicho), y es compatible con los ficheros en formato EPUB. Además, anda por debajo de los 200€, que no está nada mal (habría que sumarle una buena funda rígida, eso sí). No sé si alguien lo tiene y me puede decir algo sobre él… de momento las primeras búsquedas por Internet me han llevado a algunas quejas sobre pantallas rotas (no cubiertas por la garantía). No sé, no sé. La otra opción, como comentaba, es el Kindle de Amazon. Con su funda con lámpara, sus portes, sus costes de aduana y su IVA se queda en un precio muy muy ajustado… el único inconveniente es que no lee archivos EPUB, que se están convirtiendo en el estándar de facto en España. Se pueden convertir los libros al formato del Kindle, salvo que sean libros comprados (o con DRM en general, Gestión de Derechos Digitales o lo que es lo mismo, anti-copia), en cuyo caso todo se complica. O se compra en Amazon, o nada, de momento. Libranda ya dice en su página web que están trabajando en ofrecer compatibilidad con Kindle, iPad, iPhone, Android… pero no sé si lo acabo de ver claro.

Si alguien ya tiene alguno de estos juguetitos, se agradecerá que comparta sus opiniones, experiencias y consejos. Va a ser un gran cambio el que vamos a ver en los próximos años, y aunque para los que nos hemos criado entre páginas los libros en papel seguirán siendo muy especiales, poco a poco veremos cómo el formato digital se acaba imponiendo, queramos o no.

Seguiremos informando, y leyendo.