El concierto del año

Escuchando: Children Of The Lord (Slim Cessna’s Auto Club)

Este año el nivel de los conciertos en Santander está siendo tirando a alto, pero lo de anoche se sale de cualquier escala. El amigo que lo organizaba había visto a la banda, Slim Cessna’s Auto Club, en Estados Unidos y no dejaba de hablar de ellos. Los discos que yo había escuchado sonaban bien, pero tampoco parecía algo tan fuera de lo normal… hasta que ayer pisaron el escenario de la sala BlackBird, y nos pasaron por encima. Literalmente. Salvajismo desde el primer minuto, un sonido brutal a pesar de la moña que llevaban los dos cantantes, un ritmo infernal, una puesta en escena delirante. No hay palabras. Sigo en estado de shock. Y no consigo olvidar esa guitarra de doble mástil, forrada en terciopelo rojo, y con imágenes de Jesucristo y la Virgen que cambiaban dependiendo del ángulo (o se mezclaban: una virgen con tres ojos y perilla).

Es la primera vez que vienen a España (aunque lo hacen con siete discos a sus espaldas) y esta noche tocan en Bilbao, mañana en Vigo, el sábado en Madrid, el domingo en Granada, y el lunes en Barcelona. Recomendarlo es poco, así que avisados quedan, si me lee alguien a tiro de piedra de esta mini-gira. La verdad, tengo curiosidad: si todas las noches montan la fiesta que vi yo ayer, ¿cómo llegarán el lunes a Barcelona?

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Espacio Cultural para las Artes Musicales

Escuchando: Standing in the way of control (The Gossip)

El sábado, Frenadol mediante, por fin conocí la nueva «casa de la música» que tenemos en Santander, inaugurada hace poco (apurando el plazo antes de la precampaña, como suele ser habitual). La primera impresión ha sido buena, aunque el hecho de que coincidiesen dos conciertos a la vez complicó un poco el plan.

Uno de los conciertos fue intimista (a veces intimidante) y bastante marciano. Sam Amidon presentaba sus canciones (e incluso hacía ejercicio) en una sala pequeña, con muy buena acústica, pero no completamente aislada de la sala grande del recinto, contigua, donde Zapatotipobota estaban montando bastante más bulla. No parece que esté la cosa preparada para simultanear propuestas.

Después de Amidon cambié de sala, y disfruté del directo de unos Estereotypo en estado de gracia. Producto local del que estamos especialmente orgullosos, cada concierto suyo es una fiesta, sin remedio. Si además lo rematan con colaboraciones de lujo, el resultado son momentos inolvidables… como la arrolladora versión de The Gossip que se marcaron en los bises, con la ayuda de una de las mejores voces de estos lares. Intenso no: lo siguiente.

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El CuVa se pone en marcha

Escuchando: Take Me (The Wedding Present)

El pasado viernes se disparó el pistoletazo de salida, en forma de fiesta de presentación: el festival CuVa 2010 ya está en marcha, y llegará puntualmente a Santander para el puente de diciembre. Como siempre, recomendarlo es poco. Buenas músicas para mayores y pequeños, charlas, películas, algunas fotografías (puede que cuelgue algo por allí este año también) y un ambiente inmejorable forman parte del menú.

De momento, el aperitivo ha sido fantástico. Después de un concierto de nuestros jóvenes paisanos de 45 Grados (cada vez con un sonido más contundente sobre el escenario), y de un interludio con el infalible DJ Sponge y el siempre sorprendente e inagotable VJ Villarino, pudimos disfrutar del directo de The Wedding Present, centrándose (pero no limitándose) en su álbum Bizarro. Las butacas de la sala se compensaron -con creces- con un sonido fantástico, y una banda entregadísima (cinco cuerdas de guitarra rotas pueden dar fe de su intensidad) nos dejó con muy buen sabor de boca.

Y esto era el aperitivo.

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Palabra de Rock

Escuchando: Second Life Replay (The Soundtrack Of Our Lives)

Este fin de semana ha nacido un nuevo festival en Cantabria, el TurboRock, en la localidad de Sarón. Y lo ha hecho con sonidos muy rockeros, y una satisfacción tremenda por parte de los asistentes. Las caras de la gente el sábado a las tres de la mañana lo decían todo.

Con un panorama en el que los festivales independientes se han convertido en un ejército de clones por toda la geografía del país, es un soplo de aire fresco encontrarse una apuesta así, con un cartel coherente y contundente (que he ido descubriendo a pie de escenario, porque iba con los grupos muy poco oídos, pero muy recomendados), con asistentes que no iban a dejarse ver sino a dejarse asombrar, y con un pueblo volcado en que todo saliese bien (comida popular encabezada por el alcalde incluída). Detalles como la carpa de circo (¡auténtica! nada de toldos aburridos) para los pinchadiscos son siempre un plus que ayuda a que aquello pareciese un viaje en el tiempo.

Con ese planteamiento poco podía salir mal, y el resultado ha sido memorable. Legendario, que diría el otro. No he podido estar en todos los conciertos, pero he salido alucinado con lo que he visto allí. Ninguna banda fue a cumplir, todos dieron el 110%. Hoodoo Gurus, Young Fresh Fellows, Redd Kross o los míticos Mudhoney (ya me van dejando de pitar los oídos) fueron buenos ejemplos, pero acabaron palideciendo ante el que pasa a formar parte de mi lista personal de directos inolvidables: The Soundtracks Of Our Lives nos hicieron levitar, y demostraron por qué son capaces de presentarse con un nombre tan presuntuoso. Grandes, enormes… cada vez que recuerdo lo que vimos ayer en aquel mercado, se me vuelven a poner los pelos de punta.

Sí, ha nacido un gran festival, y aunque tiene sede también en Valencia, en Sarón tiene un encanto especial. Larga vida al TurboRock.

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Recuerdos del Sonorama

Escuchando: Allí donde solíamos gritar (Love of Lesbian)

Este fin de semana terminé la escapada vacacional en Aranda de Duero, en el Sonorama, un festival del que guardaba muy buen recuerdo: fue allí, hace dos años, cuando conseguí ver en directo por primera vez a Love of Lesbian, acompañado además por mi vecina del ártico. En aquella ocasión tocaron en el escenario pequeño; este año han vuelto a tocar, pero en el grande y como cabezas de cartel.

El Sonorama es uno de esos festivales pequeños (unas 13000 almas se calcula que pululaban por allí) y entrañables que merece la pena visitar. No sólo por lo musical, sino por todo lo que lo rodea. Los gafapastas toman el pueblo al asalto, y los lugareños los reciben con los brazos abiertos (señoras que se toman el café en la plaza durante los conciertos matutinos, o desayunos en cafeterías a ritmo de Primal Scream pueden ser buenos ejemplos).

Además, el festival no incluye sólo los conciertos en el recinto en sí. Por la mañana la mitad de las plazas de Aranda tienen algún directo (este año, Red Bull plantó un camión y un Hummer transformados en escenarios), hay catas de vinos, almuerzos en las bodegas, entrada a las piscinas municipales… El pueblo se transforma durante tres días.

En lo musical ha habido de todo, al menos de lo que hemos visto (hay demasiada oferta y muy pocas horas). Tachenko con su cambio de día fue de los primero que disfrutamos. Los conciertos mañaneros de Nixon y The New Raemon estuvieron muy bien, The Sounds hicieron bailar a todo el mundo a base de macarrismo, Standstill y Nudozurdo pusieron las aristas (geniales, los dos), descubrí a grupos que conocía sólo de oídas (The Pains Of Being Pure At Heart, LA, Niño y Pistola…), Maga sacaron mucho brillo a sus canciones al atardecer, Sidonie aparecieron más centrados que en Santander, Lori Meyers demostraron que cualquier disco pasado fue mejor, y Love of Lesbian dieron un concierto serio como pocos, para ser ellos, con mal sonido, como suele ser habitual, grandes canciones y un final austero (ni Houston, ni Shiwa, ni Marlanne) pero con coreografía, al menos.

Estereotypo en el Sonorama

Eso sí, si me tengo que quedar con un concierto, barro para casa y no creo que nadie me lo discuta. Los cántabros Estereotypo tenían la responsabilidad de llenar el hueco entre Los Planetas (a los que no hice mucho caso) y los lesbianos. Y vaya si lo hicieron. Salieron a la palestra vestidos de tenistas setenteros, lanzaron algunas bolas al público como calentamiento, y dispararon un temazo tras otro haciendo bailar hasta al más soso. Conciertazo de los de recordar durante mucho tiempo… ¡bravo!

Tres días con mucha música, lechazo, y cansancio acumulado hacen que uno note los años, hay que reconocerlo. También influye que cada vez me identifico menos con las monumentales borracheras y el mamoneo que todo festival lleva asociado: hay demasiada gente que va a dejarse ver, más que a escuchar. Con todo, un gran festival, no hay que descartar reincidir en próximas ediciones…

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VIP Noche (Santander Amstel Music)

Escuchando: The boy with the arab strap (Belle & Sebastian)

Amstel Music

El pasado fin de semana estuve en el festival Santander Amstel Music que se celebró en la Campa de La Magdalena de nuestra ciudad. Una sobredosis musical que me dejó un sabor agridulce, hubo un poco de todo.

No pude ir a la fiesta de presentación del jueves (¿qué pintaba una banda como We Are Standard en sala pequeña, por cierto?) por lo que me uní al festival el viernes, cuando comenzaba a celebrarse al aire libre.

La primera sorpresa vino a la hora entrar y conseguir la correspondiente pulsera. Cuatro personas se encargaron del proceso: una me cogió la entrada, otra me entregó la pulsera, la siguente me la colocó en la muñeca y la última apretó el cierre, esto último con tan poca maña que la pulsera quedó tan suelta que podría haberla sacado sin problemas. En fin.

Ya en el interior, breve reconocimiento de la zona. Dos escenarios totalmente descompensados, como el año pasado (uno gigante, otro verbenero). Muy pocos baños (poco más de una decena de casetas), barras suficientes y precios muy baratos para la cerveza. La comida, ni idea: tiramos de bocadillo metido de extraperlo (no dejaban meter comida a pesar de que en las entradas yo no vi ni una palabra sobre ello) porque los bocatas del año pasado fueron infames.

Zona VIP

Quizás lo más destacable de este año haya sido la importancia de la zona VIP. Y sobre todo, mi sorpresa al comprobar que las invitaciones VIP se vendían, a 85 €. Pensaba que este tipo de entradas estaban reservadas a amigos, autoridades o celebridades, pero no: en esta ocasión cualquiera podía optar a codearse con lo mejor de lo mejor, por un módico precio y con barra libre incluida. Además, la organización ha mantenido el pequeño caos del año pasado con las entradas: varios precios distintos dependiendo de dónde se comprasen, ofertas, sorteos y muchas invitaciones (al final casi todos los amigos que saludé se habían hecho con un pase VIP).

Estas personas tan importantes tuvieron, parece ser, un trato curioso: tenían acceso a la zona VIP, pero no a la de los conciertos (¿cómo?), donde era necesaria una entrada estándar para poder entrar. Bebida y comida gratis, baños limpios, pero los conciertos los tenían que ver desde la distancia sin mezclarse con el populacho. Luego me enteré de otra vuelta de tuerca al sistema: sí que podían ver los conciertos de cerca, gracias a que tenían acceso al Golden Circle. ¿Al qué? Pues al foso de los fotógrafos, con otro nombre más pomposo. Yo estuve de soldado raso, pero los compañeros que estuvieron haciendo fotos en el festival se hartaron de abrirse paso a codazos entre VIPs (cada vez más) borrachos. Lamentable.

Sobra decir que en Santander, ciudad del qué dirán y del dejarse ver por excelencia, esto de la zona VIP tuvo mucho éxito. La música siempre pasa a segundo plano cuando a uno le pueden ver fardando algunos miles de personas.

Yo en cambio iba allí por la música, con mi entrada comprada y mis ganas de ver a los Belle & Sebastian, que fueron lo mejor de los dos días, con un concierto maravilloso en el que terminó bailando en el escenario el amigo Patrullero. Se me hizo corto, y el sonido estaba demasiado bajo (tuve que acercarme a pie de escenario para oír más la música que el barullo de la gente), esas fueron las dos únicas pegas que encontré.

Zapatillas

En la primera jornada tocaron rambién Delafé y Las Flores Azules (me pasa como con sus discos, están bien para tener de fondo), The Wave Pictures (bien, sin más), Delorean (el escenario pequeño se les quedaba ídem), y me perdí a Vive La Féte (no hice mal, por lo que me contaron). Cerraron pinchando Plastic Addict, que no habían podido hacerlo a primera hora porque la orgainización no les había conseguido el aquipo (y teniendo un par de bares de su propiedad a tiro de piedra, vuelvo a tener que decirlo: lamentable).

El sábado comenzó pinchando Patrullero mientras la gente iba llegando al recinto, hasta que La Habitación Roja inundó la campa con su música. Y digo bien: el sonido estaba brutalmente alto, embarullando todos los matices. Hay gente que dice que sonó perfecto, no sé dónde. El repertorio y el grupo estuvieron geniales, eso sí. Después tocaron Dorian, sin sorpresas (salvo las desagradables: por un fallo de tensión en el escenario tuvieron un parón a mitad de actuación). Festivaleros, pero demasiado oídos ya antes de empezar. Siguieron en el escenario grande White Lies, que dieron un conciertazo con sonido perfecto (esta vez sí) a pesar de no aportar nada nuevo (son clones de Editors, que tampoco es que sean muy originales).

La Habitación Roja

Sidonie fueron los siguientes. Llegaron tarde, sin probar y sin importarles nada una mierda. Un concierto imperfecto, sucio y arrabalero que metió a la gente en el bolsillo, pero que no me terminó de convencer. Cerraron el festival The Dandy Warhols; escuché tres o cuatro canciones mientras enfilábamos la salida, y me aburrieron lo suficiente como para no arrepentirme de abandonar el festival.

¿Conclusiones? Mucho mamoneo, pocos conciertos destacables, fallos de organización de principiantes junto a unos cuantos aciertos: salvo el retraso de Sidonie, todo fue con puntualidad británica, no había colas en las barras y la bebida estaba barata. Como es habitual, Santander responde mal ante estos eventos. 13500 personas pasaron por allí, según la organización: 7500 y 6000 cada día. Me río yo de estos cálculos, en parte porque mucha gente repite los dos días y se la cuenta doble, y en parte porque allí no había tante gente, a no ser que estuviesen hacinados en la zona VIP. Que visto lo visto, también hubiera podido ser.

A ver si para el año que viene van puliendo la propuesta y salgo de allí más convencido. Esta año me he quedado a medias.

Seguiremos informando.

Cómo, y por qué, y cuándo, y dónde ir

Escuchando: If you’re feeling sinister (Belle & Sebastian)

Hoy comienza en Santander la Semana Grande, a lo ídem: el festival de la Campa de la Magdalena tiene como protagonistas a Belle & Sebastian, ni más ni menos. Curiosamente hoy, me he enterado de que acaba de morir la autora de los cuentos de los que el grupo tomó el nombre.

Todavía recuerdo cuando un amigo de Erasmus en Leeds me habló de esta banda, hace muchos años; era la música que usaban para animarse los días más grises. Tiempo después los vi en concierto en el Summercase, el directo más buenrrollista en el que he estado nunca. Hoy tocan aquí, en casa, y perdérselo debería estar prohibido. Podremos disfrutar de joyas como ésta…

Avisados quedan. Seguiremos informando…

Un festival con alma

Escuchando: Burn it down (The Dynamites feat. Charles Walker)

– Do you have soul?
– It all depends…

(Alta Fidelidad)

El jueves se presentó en Santander un nuevo festival, que se desmarca de la moda independiente (por saturación, acabará dejando de hacer honor a su nombre) y que acercará a nuestra ciudad músicas más cercanas al rock’n’roll y al soul, una original iniciativa con muy buena pinta. Todos los detalles del cartel ya están en su web, para los curiosos.

En la rueda de prensa estuvo Loquillo, que tocará en el festival. Se marcó un curioso discurso sobre la cultura del rock, y protagonizó una llamativa anécdota al regalar a nuestro Consejero de Cultura una guitarra eléctrica firmada por él. Me llevé unas fotografías de recuerdo del momento…

loquillo y marcano

Lo mejor de todo fue cuando un rato después salieron al escenario de la sala Bonifaz los Dynamites, una banda que desconocía, pero que se marcaron un concierto memorable. Grandes músicos que quedaron eclipsados por la figura de Charles Walker, un frontman que llenó la sala de soul, haciéndonos bailar y alucinar con la energía que era capaz de transmitir.

Si esto es solo el aperitivo, habrá que ir al festival.. No está quedando nada mal el panorama musical en la ciudad para este verano.

Seguiremos informando.

Recuerdos redondos

Escuchando: I promised myself (Nick Kamen)

Últimamente tengo muchas fotos pendientes y demasiadas cosas en la cabeza, lo que termina consiguiendo que pase por aquí menos a menudo de lo habitual. Se van acumulando las cosas sobre las que me gustaría escribir, así que aunque hayan pasado ya unas semanas, aprovecharé para recordar la divertida sesión que nos marcamos Javi y yo pinchando con vinilos en Eureka. Proyecciones, algo de caspa, muchos sonidos ochenteros, muchos himnos, muchas risas y poca gente. Habrá que repetir ahora que ya sabemos que es un lugar y un plan estupendo para disfrutar de música europea a golpe de LP.

Por supuesto, la ocasión se merecía unas fotos, y no encontré mejor manera que desempolvar la cámara de ojo de pez, y llenar un carrete de fotos tan redondas como la música que pinchamos.

Para recordarlo en movimiento está también este pequeño video que montó Javi…

Repetiremos, sin duda. Seguiremos informando.

Biblias de neón y otras canciones

Escuchando: Wake up (Arcade Fire)

Me ha bastado un anuncio de los canadienses Arcade Fire pregonando que tienen canciones nuevas, para recordarme cuánto me gustan sus dos trabajos publicados. Me he pasado el día escuchándolos.

Recuerdo cuándo los descubrí, en aquel Primavera Sound en el que me diluí de manera autista. Había escuchado su disco unos cuantas veces y sonaba bien… pero no tanto como en directo, donde lo dan absolutamente todo, y más. La energía que desprenden es difícil de explicar.

A aquel festival fueron por poco más que el precio de los billetes de avión. Años más tarde, en el desaparecido Summercase fueron de estrellas, a golpe de talonario. Tampoco defraudaron, y las canciones de su segundo disco sonaron brutales. Nunca olvidaré escuchar los primeros temas desde el foso del escenario mientras hacía fotos (como la que ilustra estas líneas).

Siempre me había preguntado de donde venía la expresión que da nombre a su segundo trabajo: Neon Bible. Casualidades de la vida, hoy escuchaba ese disco mientras tenía en la mano el libro que estoy terminando, La conjura de los necios, de John Kennedy Toole. Creo que a pesar de llevar unas semanas con el libro a cuestas, nunca había prestado atención a la contracubierta. Hoy sí, y termina con esta frase: Anagrama también ha publicado su primera novela, La Biblia de neón. Qué cosas.

En junio llegarán las nuevas canciones de Arcade Fire. Hasta entonces, me dedicaré a escuchar sus anteriores temas, y a seguir desgastando el nuevo trabajo de otra banda que me está obsesionando últimamente: The National. Su primer disco me gustó mucho (Squalor Victoria es imprescindible), pero su reciente High Violet es fascinante. No puedo dejar de escuchar temas como Afraid of Everyone. Una canción que en directo son capaces de hacer sonar como en este vídeo:

Canciones y más canciones. Últimamente me falta el tiempo, pero nunca la música.

Seguiremos informando.