Escuchando: Tom Sawyer (Rush)
Hace ya tiempo que andaba buscando un rato para hablar con calma de la que se ha convertido en una de las atracciones de nuestra casa. Nuestra particular consola, que ha terminado acaparando la atención en más de una reunión casera, nochevieja incluida.
Personalmente, nunca he sido muy dado a los juegos de ordenador. En su día me aficioné a las aventuras gráficas, pero de eso hace ya mucho tiempo. Las consolas nunca me llamaron la atención… salvo la última hornada de Nintendo, todo hay que decirlo. La DS es un juguete que puede dar mucho juego, por lo que he trasteado con alguna, y la Wii me parece muy divertida y original. Eso sí, me da la impresión de que son caprichos a los que pasados unos meses se les deja de prestar atención. No lo sé.
El caso es que los juegos con gráficos ultrarrealistas, con acción trepidante y violencia a raudales nunca han sido lo mío. Siempre he sido mucho más clásico: pienso, afirmo, y dudo que cambie de opinión, que las partidas más adictivas son las de los juegos aparentemente más sencillos. El Tetris, por ejemplo.
Dicho todo esto para sentar los antecedentes, voy al grano. Cuando hice mi mudanza, no me molesté en traer un viejo ordenador que estaba ya casi para el despiece: mi primer portátil, de hace ya muchos, muchos años. La tapa no tenía ninguna resistencia, la batería era simbólica, Widows XP se arrastraba…. No parecía tener mucho sentido cargar con él, si apenas lo iba a usar.
Y así quedó la cosa, hasta que en casa de unos amigos, me pidieron ayuda para configurar el MAME en su ordenador. Qué cosas, había oído hablar de ello, pero nunca le había prestado mucha atención. MAME es un programa, un emulador de los juegos de las máquinas recreativas: Tetris, Pac-man, Space Invaders, Street Fighter… los juegos de toda la vida, vaya.
Echamos a andar el MAME en su ordenador, y esa noche, ya en nuestra casa, nos picó el gusanillo y lo instalamos también en mi iMac. Era divertido, pero la violencía con la que atacábamos el teclado me hacía temer por alguna de sus teclas. Pensé en comprar un par de gamepads para poder jugar más a gusto, porque la verdad es que era muy divertido….
Luego me puse a maquinar, que es algo que hago con cierta frecuencia. Me acordé de ese portátil abandonado, y me pregunté si sería capaz de ejecutar el emulador en él. Cómo sólo había una forma de averiguarlo, me puse manos a la obra.
Lo primero de todo fue formatear el disco duro e instalar un Windows XP con lo mínimo. El ordenador es un AMD a 1Ghz, con 256Mb de memoria RAM, así que tras la limpieza funcionaba de una forma más que decente. Además, sin ningún tipo de conexión con el exterior, y sin intención de instalar nada más, esperaba que siguiese estable por mucho tiempo. El emulador MAME me dió algún quebradero de cabeza, porque sus últimas versiones parecían demasiado exigentes para el equipo, y se entrecortaba el sonido, o la imagen perdía fluidez. Tuve que probar versiones un poco más antiguas para encontrar una con la que todo funcionase correctamente. Y lo conseguí. Después, todo fue cuestión de conseguir algunos miles de juegos gracias a los sospechosos habituales.
Ya tenía un ordenador con MAME instalado, y todos los juegos imaginables que alguna vez pasaron por los salones recreativos. No era mal comienzo. Pero faltaba un paso: instalarlo en el salón, conectado a la televisión y al sistema de cine en casa. Lo del sonido fue coser y cantar: un cable para conectar la salida de auriculares del ordenador a una entrada de línea del amplificador, y listo. Sin problema.
Lo de la televisión fue otro cantar. Tenía por algún lado un cable con el que conectar la salida de TV del ordenador al euroconector correspondiente, y funcionaba… pero los colores eran demasiado estridentes, y el tamaño de los juegos en la pantalla del televisor se reducía en la mayoría de los casos… y con una televisión de tubo de 21 pulgadas había que arrimarse bastante para poder jugar con comodidad. Aún así, era entretenido, funcionaba, y merecía la pena tener todos esos juegos en el salón.
Fue el momento de hacer la única inversión que ha requerido el invento: un par de gamepads (con cable, nada de lujos), que conectados a un viejo hub que tenía por casa, completaron nuestra pequeña consola casera.
Funcionaba, sí; pero era mejorable. Investigué formas de automatizar el arranque para que no me tuviese que preocupar de ejecutar programas o seleccionar juegos… y encontré algunas muy vistosas que se escapaban de las posibilidades de nuestro humilde ordenador; y otras que tras pruebas varias, acabaron convirtiéndose en la solución ideal: Game Launcher ejectuado automáticamente al iniciar Windows nos permitía tener un menú con todos los juegos disponibles (o con una selección de nuestros favoritos), y elegir el adecuado usando los gamepads. Era, realmente, como tener una consola con miles de juegos clásicos.
Para personalizar aún más Game Launcher me descargué capturas de pantalla de cada juego, y animé el menú con una canción: Tom Sawyer, de Rush. Elección que responde a motivos extremadamente frikis.
Las pasadas navidades cambiamos de televisión, y nuestros juegos salieron ganando… ¡y cómo! La nueva tele tiene entrada VGA, y eso ha eliminado todos los problemas y ajustes de la pantalla. Ahora se ve todo perfectamente… y con 37 pulgadas las piezas de tetris y el comecocos se ven desde el sillón… y desde cualquier otro lugar de la casa.
Poco a poco, habíamos conseguido tener un aparato al lado de la tele que bastaba con encender, y conectar un par de mandos, para poder echar unas partidas a juegos que no pasan de moda. Todo un éxito, de crítica y público.
Claro, que con todo eso ya montado, era tentador hacer alguna prueba más. No sólo de juegos de recreativas vive el hombre, y hubo algunos clásicos de PC que merecía la pena intentar echar a andar. Al menos uno: los Lemmings. Los primeros intentos fueron un fracaso: la versión para DOS no funcionaba bien bajo Windows, y la versión para Windows era espantosa. La solución pasó por instalar un emulador de MS-DOS, y asunto resuelto: los Lemmings en todo su esplendor, y a toda pantalla. Para manejarlo de forma más cómoda, reciclé otro trasto que tenía por ahí tirado: un viejo trackball inalámbrico. Perfecto.
Claro que… teniendo un ratón en el sillón… esa pantalla… y un ordenador… ¿por qué no intentarlo con las aventuras gráficas? Fue entonces cuando descubrí ScummVM, un emulador (para muchas, muchas plataformas… lo he conseguido instalar en mi PDA, incluso). ¿Por qué usar un emulador en un PC para emular juegos de PC? Por lo mismo que ocurría con los Lemmings: para evitar problemas de sonido, controles, resolución…
ScummVM además tiene un menú con el que es muy sencillo elegir los juegos cómodamente desde el sillón. Y funciona con los clásicos entre los clásicos: Monkey Island, Indiana Jones, Maniac Mansion, Day of The Tentacle… ¡qué tiempos aquellos!
Juegos de recreativas, Lemmings, aventuras gráficas…. al final sí que aproveché aquel viejo ordenador, sin duda. Mi último experimento ha sido un poco temerario: he cogido prestado un adaptador inalámbrico de otro PC que no usamos mucho, y he conectado nuestra consola a la red casera, rompiendo su aislamiento ¿Para qué? ¿para navegar? ¿para leer el correo? No, para escuchar música…
He instalado iTunes en ese portátil, y gracias a su capacidad para conectarse a librerías de música de equipos en la misma red, podemos escuchar en el salón la música que yo tengo en mi iMac, o la que tiene ella en el iBook. Fácil, y eficaz. Ahora, al arrancar la consola, se puede elegir si se quiere usar para jugar, o para escuchar.
Gracias por la paciencia, si alguien ha seguido leyendo hasta aquí. El que pase de visita por casa, que recuerde que tiene la oportundad de jugar unas partidas al Tetris, o al Columns, o aquel juego de la arañita, o al Out Run, o al Golden Axe, o al Pac-man, o al After Burner, o al Space Invaders…. o a lo que quiera. Los tenemos todos. Las monedas (hay un botón para el insert coin), de momento, corren de nuestra cuenta…. aunque igual acabamos dejando una hucha allí cerca, por si acaso 😉
Seguiremos jugando.