Escuchando: It’s a disaster (OK Go)
Después de muchos meses de rumores, finalmente ha sido Teléfónica la encargada de traer el iPhone oficialmente a nuesto país. En general, la presentación del modelo 3G del teléfono de Apple ha sido bastante caótica, en comparación con la pulcritud habitual de la marca de la manzana. En España, cómo no, hemos rizado el rizo.
El caos generalizado causó problemas en la activación de los terminales el día de su puesta de largo, prácticamente en todo el mundo. Supongo que se trató de un problema, sencillamente, de saturación. En algunos casos puntuales la cosa tuvo su punto bizarro: en el Reino Unido, la operadora O2 (esto es, Telefónica una vez más) requería que la activación se realizase únicamente con Internet Explorer. En las tiendas de Apple parecía que no lo habían previsto, y tuvieron que instalar algunos sistemas operativos de Microsoft en sus equipos para solucionar la papeleta.
Por aquí, todo ha sido bastante lamentable. Por un lado, Telefónica ha dejado que se filtre prácticamente todo lo que ha tenido entre manos: la página en la que anunciaba la distribución del teléfono, las tarifas de datos, el portal de usuarios del iPhone… menos mal que no les han contado la fórmula de la Coca-Cola.
Cuando por fin la compañía presentó oficialmente el teléfono en rueda de prensa (tarde, muy tarde, ha dado la impresión de que han estado rumiando los planes de precios hasta el final), ésta fue tan lamentable que debería aparecer en Google al buscar «vergüenza ajena«. Belén Amatriaín (consejera delegada de Telefónica en España) y Guillermo Mansaldo (director general de Telefónica España) desvelaron el terminal sacándolo bajo unos pañuelos negros, y lo mostraron a la prensa… demostrando una inutilidad sorprendente: no fueron capaces de encenderlo, ya que ni siquiera sabían dónde se encontraba el botón para hacerlo. Belén Amatriaín, de hecho, fue finalmente incapaz de hacerlo funcionar y tuvieron que traerle otro terminal, ya encendido. Sin duda, no habían tenido un iPhone en la mano hasta ese momento. Una forma triste, pero indudablemente eficaz, de ofrecer al mundo una imagen penosa de la compañía.
Dejando a un lado las anécdotas de la rueda de prensa, lo que importa son los datos. Y éstos no ofrecen dudas: en España, comprar un iPhone es caro. O al menos a mí me lo parece. Y lo que es peor, la filosofía que han utilizado al diseñar los planes de precio me parece un tanto errónea; explicaré por qué.
En primer lugar: se ofrecen dos modalidades de tarifas de datos. La primera tiene una cuota mensual de 15 , y la segunda de 25 . Lo mejor es que no tienen ningún sobrecoste por exceso de tráfico, por lo que no habrá sorpresas en la factura, ni cortes en el servicio. Lo peor es que sí que tienen una limitación: se produce un (notable) descenso en la velocidad de conexión cuando se supera cierto umbral de datos: 200 MB para la tarifa más barata, y 1 GB para la más cara.
A estas alturas de la vida, 200 megas no son nada. Y 1Gb es poco más que nada. Con un terminal pensado para estar permanentemente conectado, cargando páginas web completas, vídeos de YouTube y mapas de Google para poder utilizar su GPS, ¿cuántos días se puede tardar en llegar al límite de datos de cada tarifa? ¿cuatro? ¿una semana quizás? Una vez que hemos superado el umbral, y tenemos la velocidad reducida, la experiencia de usuario se verá irremediablemente afectada, ya que será una tortura navegar, usar Google Maps, o ver un vídeo.
Viéndolo de otra forma: llevamos meses esperando un iPhone 3G para aprovechar su conexión de alta velocidad, y lo que nos ofrece Telefónica es un terminal que podremos disfrutar durante unos días, y que luego se convertirá en una tortuga similar al primer iPhone funcionando en Europa. Parece que los directivos de la compañía española no sólo no han tenido un terminal en sus manos, sino que ni siquiera han sido capaces de entender su filosofía.
¿No se puede pagar más para tener una conexión mejor? No. Se puede pagar más, se puede pagar mucho más, de hecho. Pero eso no mejorará la conexión de datos, sólo elevará el consumo mínimo a pagar por las llamadas. Y ahí es donde juega Telefónica con la tentación de conseguir el teléfono a bajo precio. Cuanto más se pague por las llamadas, más barato se puede comprar el iPhone. La tarifa de datos de 25 , por ejemplo, sólo se puede contratar si se paga un mínimo de 60 al mes en llamadas. Para potenciar un terminal basado en Internet, obligan a pagar una cuota elevadísima en llamadas de voz, y además pretenden hacerlo atractivo rebajando el precio del iPhone. Pero no es oro todo lo que reluce.
Para obtener el codiciado teléfono, hay que firmar un contrato de permanencia de 2 años, superando los 18 meses a los que estábamos acostumbrados. Así, el iPhone puede salir más barato, pero hay que valorar si nuestro gasto mensual en teléfono es similar al consumo mínimo al que nos comprometemos, o si en cambio estaremos pagando un sobreprecio por el terminal mes a mes.
Haciendo números: si lo que queremos es conseguir un iPhone 3G de la forma más barata posible, podemos llevárnoslo gratis… siempre que paguemos 85 al mes (para el modelo de 8 GB) o 105 al mes (para conseguirlo con 16Gb). Como el contrato durará al menos dos años, esto nos compromete, sumando IVA, a pagar al cabo de 2 años 2366,44 ó 2923,20 , dependiendo del modelo elegido. Esto es: nos regalan el teléfono, si nos comprometemos a gastarnos en nuestras facturas un mínimo aproximadamente 400.000 de las antiguas pesetas, en dos años. ¿Ganga? Pues depende de para quién: si habitualmente ya gastamos unos 60 euros en llamadas al mes, sólo hay que añadir el contrato de datos, y no se pagará mucho más de lo normal por el capricho. Para mí, que no suelo llegar ni al consumo mínimo del contrato más sencillo de mi operadora, estos precios son escandalosos.
Hay otra estrategia: pagar más por el iPhone, a cambio de reducir la factura mensual. Haciendo una portabilidad, que se ahorra algo más, estaríamos hablando de pagar 269 ó 329 por el cacharro, según modelo, con una cuota mensual de 34 euros (946,56 al cabo de dos años).
En resumen, cualquier subvención que parezca ofrecer Telefónica se paga con creces, y no con tráfico de datos, sino de voz. Personalmente me gusta mucho el iPhone, pero no tanto como para no reconocer que no es perfecto, y que existen competidores ya en el mercado. El precio que impone Telefónica me parece abusivo, y juega con la expectación creada ante el terminal, la habitual que suele rodear a los productos de Apple. ¿Merece la pena en este caso dejarse llevar por la euforia y comprarse este capricho? Personalmente: no. Ya explicaré mejor mis razones en el último capítulo de esta serie, pero en general siempre me ha parecido que la presencia de las operadoras, con sus contratos y limitaciones, desvirtúa al iPhone. Lo ideal sería tener un terminal libre, sin ataduras ni mayores complicaciones. Sería más caro, pero viendo cómo se las gastan las operadoras, no parece tan descabellado.
Si alguno de mis lectores ha sucumbido a la tentación, eso sí, que no deje de usar los comentarios para contar su experiencia. Tal y cómo ha comenzado a distribuir Teléfonica el teléfono (esto es: mal, y con cuentagotas) estoy seguro de que habrá sido una aventura digna de compartir.
Un último pensamiento para finalizar esta entrega: se supone que estamos en crisis, pero el día del lanzamiento del teléfono se forma una monumental cola en la tienda de Telefónica en Madrid, con gente pasando la noche en la calle para hacerse con un teléfono. El primer comprador, un chaval de 20 años, se convierte en una estrella mediática por unos minutos, mostrando el iPhone como un trofeo, y con periodistas de todo tipo de medios inmortalizando y difundiendo el momento. ¿Sólo a mí me resulta todo esto grotesco y extremadamente ridículo?
Seguiremos informando.