Una de romanos

Escuchando: Una de romanos (Joaquín Sabina)

Este fin de semana los romanos invadieron Santander. El domingo las legiones romanas de la fiesta de las Guerras Cántabras se pasearon por el centro, mezclándose con el ambiente de un mercado que solía ser medieval pero que ha mudado a romano. Bullicio, mucha gente, calor, los puestos de siempre, algunos nuevos, encuentros, alguna compra y poco más. Debería haber estado pendiente de mil detalles con la cámara, pero ando perezoso: este año ese concurso de fotografía me da cierta pereza, no estoy muy inspirado. Veremos si el próximo fin de semana visito el campamento de las fiestas y consigo alguna imagen presentable.

Para terminar la ambientación de estos días, he comenzado a ver la serie Roma, que andaba cogiendo polvo por casa desde hace meses. Tiene buena pinta. Tengo aquí al lado una oferta para que me manden la segunda temporada con mi suscripción a una revista de Historia, y creo que merecerá la pena.

Seguiremos informando.

Día nublado

Escuchando: Clouds up (Air)

Día sin sol, día con nubes: para alegrarlo un poco, nada mejor que jugar un rato con Wordle, una pequeña aplicación web (programada en Java) que genera llamativas nubes de palabras a voluntad. Lo he descubierto gracias a Microsiervos, y la verdad es que los resultados son tremendamente elegantes. Como muestra, ahí tienen la nube que engloba todo lo que he dicho por aquí recientemente. Era de esperar, lo más nombrado es mi habitual despedida: seguiremos informando 🙂

Nuevo y pequeño catálogo de seres e invaders

Escuchando: Houston, tenemos un poema (Love of Lesbian)

Aprovechando que teníamos visita, decidimos decorar de una vez por todas la pared libre del cuarto de los juguetes.

Cartulina, unas plantillas y un poco de paciencia dieron como resultado unos pocos invasores espaciales. Un revelado de 50 fotografías y unas pinzas de Lomo hicieron el resto. Justo debajo está la cama de invitados, propiedad durante esta semana de mi vecina del ártico. Es una lástima que aún no haya podido disfrutar del todo sus vacaciones: sólo Iberia es capaz de perder una maleta en un vuelo directo Barcelona – Santander, encontrarla, mandarla por error a Turín, volver a traerla a Madrid, y tener una avería en el vuelo que la dirigía a Santander, todo ello sin ofrecer ninguna información actualizada en su página web de seguimiento de equipajes extraviados. Buñuelesco. Aún no han conseguido solucionarlo.

Seguiremos informando.

Wall·E

Escuchando: Down to Earth (Peter Gabriel)

Con filmotecas, videoclubs y cines en casa, he perdido la costumbre de pagar una entrada normal (o sea, cara) en las salas comerciales al uso. Pero hay casos en los que la excepción es inevitable. Y la culpa la suele tener Pixar.

Ayer estuve viendo Wall·E, su última creación. Maravillosa, la recomiendo de manera enérgica. Técnicamente, el estudio de Disney vuelve a poner el listón donde la competencia llegará en unos años, si puede. Y en cuanto a su historia… eso es tema aparte.

Habitualmente las películas de Pixar son cintas enfocadas al público infantil que además gustan, y mucho, a los adultos. Siempre juegan con esa doble perspectiva del guión (igual que los otros estudios de animación, pero con mayor ingenio, salvo honrosos competidores como Shrek). Wall·E en cambio me ha dado la impresión de ser una película para adultos, con toques de humor para que la disfruten también los niños. Es indiscutible que el robot protagonista es totalmente abrazable, y a los críos les encantará. Pero la historia que cuenta la película va mucho más allá: bebe de los clásicos de la ciencia-ficción, parece escrita con guiños a Clarke y a Philip K. Dick (y eso son palabras mayores) y, sobre todo, plantea una demoledora crítica a nuestra cultura de desprecio al planeta y pérdida de valores.

Si a todo esto le sumamos los innumerables detalles frikis que aparecen en muchas escenas, y la sombra de Apple sobre toda la película (las voces de los robots han sido generadas con su software, el ruido que hace Wall·E al cargar sus baterías es el de arranque de los Mac, el robot Eva podría ser un diseño de Apple al 100%, aparece un iPod en funcionamiento 800 años después…) el resultado es un espectáculo que he disfrutado como un niño. No dejen de verla.

Seguiremos informando.

PD: No hay tomas falsas ni sorpresas tras los títulos de crédito, pero merece la pena quedarse a verlos. Historia del arte y pixel-art a partes iguales.

iPhone 3G (Parte III – Y en mi caso concreto…)

Escuchando: Apple candy (Ben Lee)

Después de dar mi opinión sobre el iPhone 3G como terminal, y sobre la estrategia de Telefónica para comercializarlo, voy a cerrar esta pequeña serie con unas líneas un tanto más subjetivas: ¿me compensa a mí, en concreto, este nuevo iPhone? Yendo al grano: no. Pero lo explicaré con un poco más de detalle.

En primer lugar, el principal inconveniente es el precio. Soy un usuario de telefonía móvil de pocas palabras, y en cuanto a conexiones de datos me conformo con consultar el correo de cuando en cuando. Actualmente apenas llego al consumo mínimo del contrato que tengo (por poco tiempo más, espero) con Vodafone. Pagar un mínimo de 27 € al mes, incluyendo un plan de datos que no me convence, no es una idea que me atraiga especialmente. Además, evitaré en lo sucesivo y en la medida de mis posibilidades firmar cualquier tipo de compromiso de permanencia. Estoy escarmentado con mi funesta experiencia con Vodafone (a la que dedicaré aquí el espacio que se merece en breve). Como curiosidad, mi antigua permanencia con los de rojo terminaba el día que comenzaba a venderse el iPhone en España. ¿Una señal? No, sólo una casualidad. Pagar más de lo necesario en mi factura telefónica, gastarme más de 300 euros en un terminal con algún que otro fleco, y atarme por dos años a una operadora son factores que inclinan la balanza hacia el «no».

Aún así, si el nuevo iPhone mereciese realmente la pena, me podría liar la manta a la cabeza, abrir la compuerta de las locuras y darme el capricho. Pero… hay que ser realista: es un juguete extraordinario, pero no el que yo necesito.

Entre los trastos que llevo habitualmente encima están: una buena cámara compacta, mi antigua agenda electrónica, mi iPod y mi teléfono. Siempre he sido reacio a las soluciones «todo en uno» ya que generalmente suele significar llevar encima un aparato que aúne un teléfono, una mala cámara, una agenda poco flexible y un reproductor de música incómodo. ¿Es el iPhone la excepción a esta regla? Veamos…

Sobre la cámara, sin comentarios. No deja de ser una cámara de móvil, y además de las malas. Nada de flash, ni de vídeo (al menos de serie). La cámara que incluye mi actual Nokia ya es mejor. Y aún así, las fotos de verdad las hago con una cámara también de verdad.

Respecto a sus funciones como agenda electrónica: su integración con mis ordenadores de Apple donde gestiono mis contactos y mi tiempo lo hacen atractivo… pero eso ya lo hace mi veterana Palm, que se sigue portando tan bien como el primer día (qué gran compra fue). Navegación con Opera, correo electrónico (todo ello cortesía de la conexión de mi móvil, sea éste cual sea), mapas con un receptor GPS externo usando Bluetooth, WiFi con una tarjeta SD si es necesario, una fantástica gestión de ficheros de Office y PDFs, juegos para no aburrirse (o al menos para no aburrirme a mí, que con un Tetris tengo suficiente)…. y un sistema operativo austero pero tremendamente eficaz (una lástima que haya perdido la batalla frente a Windows Mobile). Puede que el iPhone le plante cara a mi actual agenda a golpe de brillante interfaz, pero en cuanto a funcionalidades no voy a descubrir nada nuevo.

El iPhone es también un iPod, claro está. Ya tengo uno, tiene un disco duro de 30 GB, y está absolutamente lleno de música. Últimamente tengo que seleccionar mucho y borrar algún que otro disco para no quedarme sin espacio. Obviamente, cambiarlo por un reproductor de música con la mitad de capacidad no me parece una idea especialmente interesante. Y además, para aprovechar plenamente un iPhone habría que reservar espacio para aplicaciones, vídeos, fotos, etc. Definitivamente, con menos de 16 GB no iba a ser un buen cambio. No me cabe la menor duda de que aparecerán en el mercado modelos de iPhone con 32 GB, con 64 GB… pero hasta entonces no me lo plantearé seriamente. ¿Para qué comprarlo si además voy a llevar un iPod de mayor capacidad para escuchar música?

Otra duda que me ofrecen tanto el iPhone como el iPod Touch es su idoneidad como reproductores de música. Los iPod tradicionales (clásicos, los llaman ahora) superan esa asignatura con nota. Su interfaz está muy depurada para su cometido principal: reproducir música (y otro tipo de contenido multimedia de forma accesoria). Yo habitualmente llevo el iPod encima y salvo para seleccionar el disco a escuchar, no vuelvo a mirar la pantalla para nada en horas. Y si quiero hacer una pausa o cambiar de volumen, puedo hacerlo sin mirar porque ya sé dónde están los botones correspondientes. ¿Ocurre lo mismo con un iPhone o con iPod Touch? ¿O es necesario interactuar más con su interfaz y con la pantalla táctil al carecer de botones físicos? Usarios de estos aparatos: se apreciará vuestra opinión. Algún día tocará renovar mi iPod (por otro, de eso no hay duda) y no sé si para un uso mayoritariamente musical las espectaculares pantallas táctiles compensan la diferencia de precio respecto a los modelos tradicionales.

El iPhone es también un teléfono, por cierto. Pero en ese aspecto, los fabricantes tradicionales del sector (Nokia, principalmente) tienen más experiencia y unos terminales de calidad a los que la gente ya está acostumbrada. Y desde hace unos cuantos años, además, permiten enviar y recibir mensajes multimedia. Por ejemplo.

En resumen: un iPhone 3G es un aparato con una pinta excelente, pero que no me va a ayudar ni a prescindir de ninguno de mis juguetes habituales, ni a hacer mi bolso más ligero. Unificarlo todo, si se consiguiese de forma óptima, puede tener ventajas, pero también algún inconveniente: si quiero ir a la playa o de fiesta, me llevo sólo mi teléfono, y dejo el resto del arsenal tecnológico a buen recaudo.

Tiempo habrá para que Apple pula su producto, lo rebaje, estimule a la competencia para ofrecer serias alternativas (que ya comienzan a aparecer), y lo enfrente a otras plataformas como Windows Mobile, Android, Symbian, o Palm (si algún día consigue resucitar). Pronostico meses interesantes en el mercado. Por lo tanto, me parece insensato lanzarse a gastar los ahorros en un terminal que es bueno, pero no perfecto, atándose por dos años a una operadora que está abusando claramente de su exclusividad.

Seguiremos informando.

Se acabó la fiesta

Escuchando: It’s over (Sondre Lerche)

Terminó ayer la Semana Grande de Santander, y por una vez nos hemos quedado con la sensación de haber disfrutado de unos días de ambiente festivo. La Feria de Día ha sido un rotundo éxito que ha desbordado a los hosteleros que han ofrecido en sus casetas miles de pinchos y de barriles de cerveza. Se notaba que había ganas y desde el primer día a primera hora, hasta ayer al momento del cierre las casetas y sus alrededores han estado abarrotadas. El tiempo y la lluvia, además, han respetado las celebraciones. Todo un éxito. Por cierto, insuperable el pincho de carrillera ibérica en cama de patata , crujiente de zanahoria y salsa de vino.

Claro, que no todo ha sido perfecto: se notan buenas intenciones, pero también fallos de principiante. Por ejemplo, dudo de la legalidad conseguida por el Ayuntamiento al no habilitar unos cuantos servicios públicos. Se echaban en falta, sobre todo cerveza tras cerveza. Y cada cual lo resolvía de la manera más adecuada a su nivel de educación.

La Semana Grande ha tenido su ración de toros, para el que le gustasen. El fichaje de José Tomás por lo visto sólo sirvió para llenar titulares y para que en nuestro periódico local dedicasen líneas y líneas al fenómenos de la reventa (parecía que lo acababan de descubrir, oiga). Decepcionó, dicen. Ni un rasguño, digo.

Hubo conciertos, en general rancios, baratos, populistas y de dudoso gusto o interés. Excepción hecha, claro está, de los portugueses The Gift, el homenaje a Cash, alguno de jazz, el Play Festival (espero que se recuperen del batacazo económico, los pocos que fuimos lo pasamos muy bien) y poco más. Pan y circo para el pueblo, y migajas culturales para el resto.

Hubo espectáculo pirotécnico, esta vez en la bahía, abarrotada de gente deseosa de ver unos fuegos artificiales que ni sorprendieron ni convencieron. Los hemos visto mejores, y también peores.

Hubo atracciones de feria. Dicen. Perdidas en algún lugar del municipio, escondidas, no sé si con algún tipo de transporte público, y en un pedregal que he escuchado que iban a asfaltar al menos tres veces en los últimos tres años. ¿Por qué no se ahorrará directamente el Ayuntamiento el dinero invertido en montar esas atracciones, ya que nadie está contento con su estado de abandono actual?

Ah, se me olvida mencionar el maratón fotográfico. Una novedad de este año, una buena idea… que parece que se les había ocurrido sobre la marcha: temática muy general, falta de previsión (¿no regalaban una camiseta? ¿y la mía?), una página web con instrucciones redactadas por alguien con pocos conocimientos informáticos, y sobre todo, una vergonzosa entrega de premios en la plaza del Ayuntamiento. No sabían manejar el proyector; no tenían megafonía para anunciar el fallo del jurado; nombraron a los ganadores a través de los altavoces cutres de una caseta cercana, y terminaron redactando y proyectando la lista de ganadores y el discurso en un fichero de Word, sobre la marcha. Lamentable, para llorar. Hay iniciativas para las que más que presupuesto hace falta sentido común, y en este caso faltaron las dos cosas.

Se acabó la fiesta, sí. Este año ha estado mejor de lo habitual, y si sigue la racha, para el próximo podremos recomendar a los foráneos que visiten la ciudad en esas fechas… en lugar de evitarlo, como hasta ahora.

Seguiremos informando.

iPhone 3G (Parte II – Telefónica se lleva la exclusiva)

Escuchando: It’s a disaster (OK Go)

Después de muchos meses de rumores, finalmente ha sido Teléfónica la encargada de traer el iPhone oficialmente a nuesto país. En general, la presentación del modelo 3G del teléfono de Apple ha sido bastante caótica, en comparación con la pulcritud habitual de la marca de la manzana. En España, cómo no, hemos rizado el rizo.

El caos generalizado causó problemas en la activación de los terminales el día de su puesta de largo, prácticamente en todo el mundo. Supongo que se trató de un problema, sencillamente, de saturación. En algunos casos puntuales la cosa tuvo su punto bizarro: en el Reino Unido, la operadora O2 (esto es, Telefónica una vez más) requería que la activación se realizase únicamente con Internet Explorer. En las tiendas de Apple parecía que no lo habían previsto, y tuvieron que instalar algunos sistemas operativos de Microsoft en sus equipos para solucionar la papeleta.

Por aquí, todo ha sido bastante lamentable. Por un lado, Telefónica ha dejado que se filtre prácticamente todo lo que ha tenido entre manos: la página en la que anunciaba la distribución del teléfono, las tarifas de datos, el portal de usuarios del iPhone… menos mal que no les han contado la fórmula de la Coca-Cola.

Cuando por fin la compañía presentó oficialmente el teléfono en rueda de prensa (tarde, muy tarde, ha dado la impresión de que han estado rumiando los planes de precios hasta el final), ésta fue tan lamentable que debería aparecer en Google al buscar «vergüenza ajena«. Belén Amatriaín (consejera delegada de Telefónica en España) y Guillermo Mansaldo (director general de Telefónica España) desvelaron el terminal sacándolo bajo unos pañuelos negros, y lo mostraron a la prensa… demostrando una inutilidad sorprendente: no fueron capaces de encenderlo, ya que ni siquiera sabían dónde se encontraba el botón para hacerlo. Belén Amatriaín, de hecho, fue finalmente incapaz de hacerlo funcionar y tuvieron que traerle otro terminal, ya encendido. Sin duda, no habían tenido un iPhone en la mano hasta ese momento. Una forma triste, pero indudablemente eficaz, de ofrecer al mundo una imagen penosa de la compañía.

Dejando a un lado las anécdotas de la rueda de prensa, lo que importa son los datos. Y éstos no ofrecen dudas: en España, comprar un iPhone es caro. O al menos a mí me lo parece. Y lo que es peor, la filosofía que han utilizado al diseñar los planes de precio me parece un tanto errónea; explicaré por qué.

En primer lugar: se ofrecen dos modalidades de tarifas de datos. La primera tiene una cuota mensual de 15 €, y la segunda de 25 €. Lo mejor es que no tienen ningún sobrecoste por exceso de tráfico, por lo que no habrá sorpresas en la factura, ni cortes en el servicio. Lo peor es que sí que tienen una limitación: se produce un (notable) descenso en la velocidad de conexión cuando se supera cierto umbral de datos: 200 MB para la tarifa más barata, y 1 GB para la más cara.

A estas alturas de la vida, 200 megas no son nada. Y 1Gb es poco más que nada. Con un terminal pensado para estar permanentemente conectado, cargando páginas web completas, vídeos de YouTube y mapas de Google para poder utilizar su GPS, ¿cuántos días se puede tardar en llegar al límite de datos de cada tarifa? ¿cuatro? ¿una semana quizás? Una vez que hemos superado el umbral, y tenemos la velocidad reducida, la experiencia de usuario se verá irremediablemente afectada, ya que será una tortura navegar, usar Google Maps, o ver un vídeo.

Viéndolo de otra forma: llevamos meses esperando un iPhone 3G para aprovechar su conexión de alta velocidad, y lo que nos ofrece Telefónica es un terminal que podremos disfrutar durante unos días, y que luego se convertirá en una tortuga similar al primer iPhone funcionando en Europa. Parece que los directivos de la compañía española no sólo no han tenido un terminal en sus manos, sino que ni siquiera han sido capaces de entender su filosofía.

¿No se puede pagar más para tener una conexión mejor? No. Se puede pagar más, se puede pagar mucho más, de hecho. Pero eso no mejorará la conexión de datos, sólo elevará el consumo mínimo a pagar por las llamadas. Y ahí es donde juega Telefónica con la tentación de conseguir el teléfono a bajo precio. Cuanto más se pague por las llamadas, más barato se puede comprar el iPhone. La tarifa de datos de 25 €, por ejemplo, sólo se puede contratar si se paga un mínimo de 60 € al mes en llamadas. Para potenciar un terminal basado en Internet, obligan a pagar una cuota elevadísima en llamadas de voz, y además pretenden hacerlo atractivo rebajando el precio del iPhone. Pero no es oro todo lo que reluce.

Para obtener el codiciado teléfono, hay que firmar un contrato de permanencia de 2 años, superando los 18 meses a los que estábamos acostumbrados. Así, el iPhone puede salir más barato, pero hay que valorar si nuestro gasto mensual en teléfono es similar al consumo mínimo al que nos comprometemos, o si en cambio estaremos pagando un sobreprecio por el terminal mes a mes.

Haciendo números: si lo que queremos es conseguir un iPhone 3G de la forma más barata posible, podemos llevárnoslo gratis… siempre que paguemos 85 € al mes (para el modelo de 8 GB) o 105 € al mes (para conseguirlo con 16Gb). Como el contrato durará al menos dos años, esto nos compromete, sumando IVA, a pagar al cabo de 2 años 2366,44 € ó 2923,20 €, dependiendo del modelo elegido. Esto es: nos regalan el teléfono, si nos comprometemos a gastarnos en nuestras facturas un mínimo aproximadamente 400.000 de las antiguas pesetas, en dos años. ¿Ganga? Pues depende de para quién: si habitualmente ya gastamos unos 60 euros en llamadas al mes, sólo hay que añadir el contrato de datos, y no se pagará mucho más de lo normal por el capricho. Para mí, que no suelo llegar ni al consumo mínimo del contrato más sencillo de mi operadora, estos precios son escandalosos.

Hay otra estrategia: pagar más por el iPhone, a cambio de reducir la factura mensual. Haciendo una portabilidad, que se ahorra algo más, estaríamos hablando de pagar 269 ó 329 € por el cacharro, según modelo, con una cuota mensual de 34 euros (946,56 € al cabo de dos años).

En resumen, cualquier subvención que parezca ofrecer Telefónica se paga con creces, y no con tráfico de datos, sino de voz. Personalmente me gusta mucho el iPhone, pero no tanto como para no reconocer que no es perfecto, y que existen competidores ya en el mercado. El precio que impone Telefónica me parece abusivo, y juega con la expectación creada ante el terminal, la habitual que suele rodear a los productos de Apple. ¿Merece la pena en este caso dejarse llevar por la euforia y comprarse este capricho? Personalmente: no. Ya explicaré mejor mis razones en el último capítulo de esta serie, pero en general siempre me ha parecido que la presencia de las operadoras, con sus contratos y limitaciones, desvirtúa al iPhone. Lo ideal sería tener un terminal libre, sin ataduras ni mayores complicaciones. Sería más caro, pero viendo cómo se las gastan las operadoras, no parece tan descabellado.

Si alguno de mis lectores ha sucumbido a la tentación, eso sí, que no deje de usar los comentarios para contar su experiencia. Tal y cómo ha comenzado a distribuir Teléfonica el teléfono (esto es: mal, y con cuentagotas) estoy seguro de que habrá sido una aventura digna de compartir.

Un último pensamiento para finalizar esta entrega: se supone que estamos en crisis, pero el día del lanzamiento del teléfono se forma una monumental cola en la tienda de Telefónica en Madrid, con gente pasando la noche en la calle para hacerse con un teléfono. El primer comprador, un chaval de 20 años, se convierte en una estrella mediática por unos minutos, mostrando el iPhone como un trofeo, y con periodistas de todo tipo de medios inmortalizando y difundiendo el momento. ¿Sólo a mí me resulta todo esto grotesco y extremadamente ridículo?

Seguiremos informando.

Cosas del arte moderno

Escuchando: inní mér syngur vitleysingur (Sigur Rós)

Hoy, apurando el último día de la feria, he visitado Artesantander, la cita anual de nuestra ciudad con el arte contemporáneo. Siempre me acerco con cautela, supongo que no tengo sensibilidad (o me sobra sentido común) para valorar la mayoría de las obras allí expuestas; aún así resulta estimulante y sorprendente. Por supuesto, todo aquello relacionado con la fotografía es lo que concentra la mayor parte de mi tiempo. Este año, por ejemplo, uno se podía encontrar con un par de fotografías de José María Mellado. Aunque más me han llamado la atención otros juegos más arriesgados con la técnica, el concepto o la presentación.

Ha sido una edición más que digna, la de este año. En mi humilde opinión.

Seguiremos informando.

iPhone 3G (Parte I – El dispositivo)

Escuchando: Hanging on the telephone (Blondie)

Con todo el revuelo que se ha montado con la llegada del iPhone a España. ¿no era raro que yo aún no hubiese dicho nada? Como habitual fanático de todos los cacharros de la marca de la manzana, he seguido con atención todo el proceso desde que se anunció la versión 3G del teléfono hasta su reciente presentación. Como se me ocurren muchos aspectos que comentar sobre el tema, voy a dividirlo en tres partes, dedicando ésta primera a analizar el aparato en sí. Después ya hablaré de mi opinión sobre la oferta de Telefónica, y haré balance sobre si (a mí, personalmente) me merece la pena o no la inversión.

iPhone 3G. La mayor desventaja del iPhone original era que, en España se conectaba a Internet usando GPRS, esto es: a una velocidad considerablemente baja, demasiado para un terminal cuyo objetivo es la conectividad total y permanente. Por tanto, todos aquellos que consiguieron una unidad al otro lado del charco y lo usaban aquí, tenían el aparato funcionando a medio gas. Un quiero y no puedo. Ideal para fardar y para disfrutar de su interfaz, pero interna y técnicamente se trataba de un teléfono móvil inferior a muchos que se llevan vendiendo un par de años por estas tierras.

Con la llegada del modelo 3G esto ha cambiado: el iPhone se puede medir de tú a tú con cualquier otro teléfono europeo, y no hay que hacer trucos alegales para poder utilizar uno en España. Lo del 3G me llamó la atención: en la presentación de Apple parecía que lo hubiesen inventado ellos. ¿Cómo hemos podido vivir sin 3G? Nada más lejos de la realidad, los teléfonos 3G ya existen hace tiempo, y muchos llevamos uno en el bolsillo, aprovechando su tecnología o no. Por tanto, el iPhone 3G ha venido a suplir una carencia, no a revolucionar nada.

Otras novedades del iPhone 3G sí pueden ser más llamativas. Por ejemplo, ahora dispone de GPS. Hay letra pequeña. Aparte de que la recepción no es óptima, por lo que se comenta entre sus primeros usuarios, se utiliza mediante la aplicación de Google Maps. Lo bueno es que así los mapas siempre están actualizados, y no ocupan espacio en la memoria interna. Lo malo, obviamente, es que se necesita estar conectado a Internet para usar el GPS. El iPhone es, definitivamente, un gran devorador de datos.

Mención especial merece también la tienda de aplicaciones de Apple. El iPhone original nació como un entorno cerrado sin aplicaciones de terceros. No tardaron en aparecer formas de relativizar esa limitación, con el riesgo -eso sí- de convertir el teléfono en un ladrillo inservible cada vez que Apple publicaba una actualización de su software. Ahora, donde dije «digo» digo Diego, y el iPhone es una plataforma abierta a los desarrolladores. Rectificación acertada, porque parece que el apoyo de éstos ha sido masivo, y existe ya una buena cantidad de aplicaciones, de pago y gratuitas. Además, los usuarios del iPhone original y del iPod Touch pueden actualizar su software para tenecer acceso a estas aplicaciones también. Todos contentos. O casi: nunca he entendido por qué para los usuarios del iPhone las actualizaciones son gratuitas, mientras que los compradores de un iPod Touch tienen que pagar por ellas. Supongo que todo venga amparado por alguna estúpida ley norteamericana, pero tiene que joder.

Pocas novedades más aporta esta revisión del terminal. Si lo comparamos con un teléfono 3G «normal», sigue presentando algunas carencias significativas: los mensajes multimedia no existen, tiene una cámara (ramplona y sin flash) pero no graba vídeo, y no hay posibilidad de hacer videollamadas al no disponer de cámara frontal. Vale, lo admito: lo de las videollamadas tampoco importa demasiado, era la esperanza de las operadoras para lanzar las redes 3G, pero no conozco a mucha gente que lo use (eufemismo, quise decir «nadie«). Finalmente, lo que ha hecho que la gente se anime a adquirir terminales 3G ha sido su adicción a Internet, sobre todo en períodos de vacaciones, y los módems USB se ha convertido en algo bastante común.

Las otras ausencias comentadas (MMS, videollamadas) estoy seguro de que se podrán suplir con aplicaciones de terceros, posiblemente gratuitas… pero no deja de ser una nota negativa para el teléfono: de serie, está en desventaja respecto a terminales de hace varios años.

Todo se olvida gracias a la experiencia de usuario, a su cuidada interfaz, y a su diseño. Aún no he visto ninguno en vivo, pero en principio me gustaba más su versión original, especialmente por su cubierta trasera (la opción del blanco no me convence demasiado, tampoco). Claro que, como suele pasar con los productos de Apple, seguro que en la mano gana enteros, y las fotografías no le hacen justicia. En cualquier caso, es un terminal que no pasa desapercibido.

Por tanto, parece que el iPhone 3G es un terminal aún más atractivo y sin rival… ¿Sin rival? Eso ya no está tan claro. Hace un año que Apple dio su golpe de efecto, y el resto de fabricantes han tenido tiempo de preparar su contraataque. Ahora mismo existen teléfonos basados en Windows Mobile (sistema que en su última versión parece ser bastante mejor que la bazofia que en su día conocí) capaces de plantar cara al iPhone, en prestaciones y en interfaz. Va a comenzar una guerra en la que Apple se defenderá gracias a su encanto y aura de exclusividad, y el resto de marcas atacará con terminales cada vez más completos. Se va a poner interesante esto.

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Mondo sonoro y fotográfico

Escuchando: Annabel Lee (Radio Futura)

El jueves, Mazingert Z se lo pasó muy bien durante su sesión. La noche comenzó muy tranquilita, hubo tiempo incluso para jugar con la Wii del Opium, o echar un vistazo a la Mondo Sonoro (en el número de este mes aparece una de mis fotografías del concierto de Expérience). Después se notó que, pese al clima, es verano, hay turistas, y las noches son más animadas. Hubo llenazo, peticiones, curiosidad por lo que sonaba, e incluso me propusieron pinchar a bordo en la fiesta de una boda al día siguiente. Cosas del alcohol…

El día siguiente también fue musical, pero esta vez las canciones sonaron en directo. El humilde Metropole, convertido en ANDN Club como todos los viernes, acogió un directo acústico, recogido, intimista, cercano y precioso a cargo de Brian Hunt. Apenas llegábamos a la treintena de personas los asistentes, pero casi mejor así. Mágico.

El sábado, cómo no, también tuvo su ración musical, esta vez muy festiva: estuve fotografiando una boda tan distinta y especial, que resultó completamente injusto que la lluvia apareciese como un comensal no invitado. Empañó los cristales, pero no la fiesta, ni los bailes, ni las percusiones, ni las canciones coreadas en corro. Felicidades, una vez más.

Hoy, el domingo ha pasado perezoso y casero. De vez en cuando, también se agradece.

Seguiremos informando.