Escuchando: Down by the river (Low + Dirty3)
La verdad es ques muy tentador, y tengo muchas ganas… Puede ser una paliza, pero un cambio de aires por unos días me vendría bien… si no, se me va hacer el puente muy largo…
Seguiremos informando.
Escuchando: Down by the river (Low + Dirty3)
La verdad es ques muy tentador, y tengo muchas ganas… Puede ser una paliza, pero un cambio de aires por unos días me vendría bien… si no, se me va hacer el puente muy largo…
Seguiremos informando.
Escuchando: Your smile is a commercial food (Rhesus)
Descartado. Ya lo dicen aquí. U2 no tocarán en Santander. En fin. Ni siquiera sabía que existía el rumor, así que miren ustedes qué pérdida… (sí que parece que tocarán en Bilbao, habrá que estar atentos)
¿Cómo se le puede ocurrir a alguien que U2 pueda acabar tocando en Santander? Pues a base de soñar, claro, sueños favorecidos por ésta otra noticia: que Santander acogerá un festival de música, pop-rock, siguiendo el modelo del FIB, con proyección y cartel internacional, de carácter anual, con zona de acampada… todo ello con motivo de las celebraciones de los 250 años que hace que somos «realmente» ciudad…
En fin. Yo para estas cosas, como Santo Tomás. Cuando tenga la entrada en la mano, me lo creo. Desde luego, si los rumores que difunde hoy el periódico (que se está en negociaciones con The Cure o Radiohead, cosa que dudo) puede ser algo grande, muy grande. ¿Demasiado para este pueblucho? Puede. Un FIB no se improvisa en unos meses.
En cualquier caso, 2005 puede traer cosas interesantes. Hemos tardado 250 años, pero parece que reaccionamos. No voy a comparar estos reflejos con los de otra institución, porque luego me llaman lo que me llaman. Pero vamos, que si perdonaron a Galileo, es posible que en Santander disfrutemos de otro buen festival.
Seguiremos informando.
PD: Felicidades, música. Felicidades, Ceci.
Escuchando: Not an addict (K’s Choice)
Voy a acabar con complejo de paternalista, pero si ayer ver la tele me hizo pensar, hoy leer el suplemento dominical me ha dejado un poco más preocupado por los hábitos que van adoptando los más jóvenes como si fuesen la cosa más normal del mundo.
Y es que hoy, en ese suplemento (El Semanal), aparece una entrevista a cinco chavales con edades comprendidas entre los 15 y los 17 años, habituales consumidores de cocaína.
Por el hecho de vivir en una ciudad pequeña, y mantenerme alejado de ese mundillo, tampoco voy a pecar de ingenuo y pensar que este tipo de situaciones sólo se dan en casos muy puntuales de desarraigo familiar, social, etc… No. Pero leer este reportaje, francamente, me ha puesto un poco la piel de gallina. La normalidad, la tranquilidad, la sensación de autocontrol que transmiten estos drogadictos imberbes, es escalofriante.
Como muestra, un par de respuestas de una chica de 15 años, supuestamente llamada Rocío, y que, si la borrosa fotografía que aparece en esas páginas se corresponde con su aspecto -no debería, no costaría mucho reconocerla-, podría ser perfectamente una hija modelo, la más popular del insti, y esa niña buena que nunca ha roto un plato.
¿Cómo sería un fin de semana ideal?
Salir un viernes por la noche, y volver el domingo. Necesitaría mucho dinero, alcohol, cocaína, muchos porros, mi pibón al lado, mis amigas, y ya está.
¿Os habéis fijado una edad para dejar de consumir?
No sé. Quizá cuando me pase algo malo, algo fuerte y diga: «Hasta aquí». Me refiero a quedar inconsciente y que me tengan que llevar a un hospital, y ya se enteren mis padres.
Ella y sus compañeros de páginas, hablan tranquilamente de robos en casa para finaciarse sus adicciones (también vale hacer de canguro o vender pastillas), de cómo se las apañan para que no se entere su familia, de cómo piensan que lo pueden dejar cuando quieren, pero no pueden evitar caer de nuevo en cuanto tienen dinero en el bolsillo…
Muy triste: ingenuidad infantil, hábitos demasiado adultos (destructivamente irresponsables, pero adultos). Lo siento por ellos. Más por sus familias.
Yo con quince años os puedo jurar que no era así. No veía así la vida. No dudo que sea un tipo de lo más aburrido, pero me prefiero así.
Seguiremos informando.
Escuchando: Misplaced Childhood (Marillion)
Esta mañana nos preguntaba una chica mejicana que está con nosotros en la universidad, por el significado de gilipollas. Es más fácil de explicar con un ejemplo. Y de esos hay muchos.
Antes, durante la cena, la televisión de la cocina nos escupía algo que (ignoro la denominación oficial) parecía un eurovisión para infantes. Y me ha dejado francamente preocupado, la verdad. Dejando a un lado las bondades musicales de los participantes (no puedo evitarlo, lo odio, me ataca, me pone de los nervios escuchar a niños cantar, especialmente si lo hacen pretendiendo ser mayores) es lamentable ver cúales son sus ambiciones (o las que les imponen desde bien pequeños).
He tenido la desgracia de ver tres de las actuaciones (no he podido cenar más rápido). La primera, creo que de Dinamarca. Un presunto grupo de hip hop con una niña vestida de putón verbenero y sus chulos vestidos de traficantes. Después, nuestra aportación al evento, con una niña atacante, una canción atacante, una coreografía atacante… Qué pena de infancia. Después, otras dos chicas de Suecia, creo, también vestidas como si tuviesen unos cuantos años más y en lugar de intentar ganar un premio estuviesen intentando perder otra cosa.
Me fastidia. Los niños deberían ser niños hasta que tengan la edad suficiente para convertirse en macarras aspirantes a accidente de ciclomotor. Luego, cuando crezcan, ya podrán tunear su primer coche, y aspirar a concursar en Gran Hermano para intentar ganarse la vida usando la bisectriz. Pero no, por lo visto, los niños, cuanto antes se mentalicen de lo que van a acabar siendo, mejor.
Qué triste, ¿no?
En fin. Por mi parte, como no me gusta el fútbol (rigurosamente cierto), estoy un poco cansao de hacer de turista en mi propia ciudad (cierto) y no me apetece salir (mentira), dedicaré la noche del sábado a enamorarme de Uma persiguiendo a Bill. Y es que, como diría Monigote, Uma Thurman me toca…
Séanme moderadamente buenos, cuidado con los excesos. Seguiremos informando…
Escuchando: Ashes everywhere (Joseph Arthur)
Intentando compensar con ceremonia el abatimiento, recogió del suelo el despertador, mudo, silencioso, una brújula detenida a las doce y media. Lo enterró en lana invernal, cerró su maleta, y se dejó caer en una cama de hotel demasiado grande.
Escuchando: Midnight Lullaby (Tom Waits)
No me apetece quedarme esta noche en casa, pero tampoco hace una noche para estar por ahí de bar (de siempre) en bar (de siempre). Menos mal que siempre me quedará la Filmoteca, a pesar de que las películas interesantes me las pongan tan tarde. Mierda de reuniones los sábados por la mañana.
Disfruten de la noche…
Escuchando: Iron Flower (K’s Choice)
Lo mejor de que siempre me llamen cuando alguien se quiere comprar una
cámara digital, es que puedo juguetear un rato con ellas. Y estos días lo puedo hacer co n un futuro regalo navideño, una maravillosa Canon Ixus 40, recién salidita al mercado. Si la gama Ixus siempre ha destacado por mimar el diseño y los detalles, en esta ocasión se merecen aplauso y ovación cerrada. Tan pequeña que se me pierde en la mano, ultra-delgada, con una enorme pantalla, un zoom óptico de 3 aumentos y una buena colección de ajustes personalizables a pesar de ser completamente automática, es para quitarse el sombrero ante el logro de meter tanto en tan poco espacio. Preciosa.
Ya que la tenía por casa, he aprovechado para hacer retratos de familia, y he tirado algunas fotos a mi evolución fotográfica, mis tessssoros. De izquierda a derecha, y por orden cronológico:
Kodak DX3500. Agosto de 2001, mi primera cámara digital. Miles de fotos tirada con ella, aunque con poca luz no puede hacer mucho, y se le empiezan a notar los años. Sigue siendo la cámara oficial de las cenas v-pineras, y el resto del tiempo, la cámara de mi hermana.
Canon G3. Julio de 2003. Una joya de la que no me quiero desprender. Un poco grande, pero lo compensa con creces. Una de las mejores cámaras compactas que han salido al mercado. Grandes fotos han salido de ella, y ha cubierto también unas cuantas bodas 😉
Nikon D70 + Nikkor 18-70DX. Noviembre de 2004. Fuerza bruta. En proceso de aprender a controlarla (¡y no me queda poco!), me empieza a dar las primeras alegrías. Un salto enorme frente a las cámaras anteriores.
En fin. A otros les da por coleccionar trenes. Seguiremos informando.
Escuchando: Butterflies instead (K’s Choice)
Esa mañana me he dormido. 2 horas y 16 minutos, exactamente. Catástrofe, me he levantado de un salto. Odio que me pase, aunque no tenga ningun sitio al que llegar tarde, odio desperdiciar el tiempo.
Desde poco después de tan precipitado comienzo del día, hasta ahora, he estado escuchando música del mismo grupo: K’s Choice; son belgas, son dos hermanos, se acaban de separar musicalmente, lo han hecho con un recopilatorio, y yo he acabado escuchando hoy toda su discografía: cuatro discos, de los cuales el último es sencillamente bueno, y los otros tres son, para mí, una auténtica maravilla. Discos de esos en los que cualquier canción puede ser tu canción preferida.
Paseando por sus momentos más intimistas, por sus temas más comerciales y radiofónicos, sin olvidar sus ataques de rabia guitarrera, me he dado cuenta de que me sé sus canciones de memoria, que muchas de ellas, con su letra sencilla y directa, se han convertido en parte de mi universo particular (como por ejemplo, el número de segundos que tardo en echar irremediablemente de menos a alguien)
Esta tarde en el trabajo, cuando el visitante alemán se ha ido pronto a comprar souvenirs (¿qué recuerdo se lleva uno de Santander?) y me he quedado sólo, no había cerrado la puerta cuando yo ya tenía K’s Choice a tope, y me he pasado el resto de la jornada canturreando (sí, canto cuando estoy solo) mientras terminaba lo que me había propuesto para hoy, sobrándome incluso un poco de tiempo para hacer el mamón con la cámara y la luz del ratón…
A veces me aburro mucho, sí.
Escuchando: Hide (K)
Hoy, en mi habitual paseo nocturno de vuelta a casa, he visto a un hombre de no muy tranquilizador aspecto, escondido en un portal, pero asomando toda la cabeza, con cara de irle la vida en seguir oculto.
El otro día mi sobrino tenía serios problemas para captar la esencia del juego del escondite. Su inocencia y su hiperactividad le delataban antes de terminar de contar.
Hay muchas formas de esconderse, hay también muchos motivos. Por miedo, por vergüenza, por un juego, para salvar el pellejo, para dar una sorpresa.
Y también estamos los que no necesitamos escondernos para no ser vistos.