Personajes descuartizados

Escuchando: Tanto rollo con el infierno (Deluxe)

Hace poco he leído la última novela de Arturo Pérez-Reverte: El pintor de batallas. Me gustó, mucho, a pesar de que sus últimas obras (desde La reina del sur) me habían provocado la suficiente indiferencia como para no molestarme en leerlas. Ya habrá tiempo.

Estos últimos días había visto anunciado en televisión el estreno de una serie basada en los personajes de La piel del tambor, también de Pérez-Reverte. Ayer, durante su primer episodio, estaba en casa y decidí probar suerte… a pesar de mi habitual aversión a la programación de la caja tonta.

La serie es infumable. Las primeras imágenes me hicieron pensar que estaba ante el principio de un episodio de Los Serrano o un engendro similar. Luego ya aparecieron curas en pantalla y comprendí que a pesar de tanto bombo, la serie tenía la pinta cutre habitual en la mayoría de la producción patria.

El guión es infantil, las interpretaciones (salvo la de Pou) son pésimas, insultantemente malas. La música aparece de forma artificial, el argumento es previsible, las situaciones son forzadas… un auténtico despropósito. Ahora entiendo la coletilla «basada en los personajes de la novela«, y no en la novela. La acción se sitúa años después, y no en Sevilla como en La piel del tambor, sino en Madrid. Se toman prestados algunos personajes del libro para caricaturizarlos en forma de aburrida teleserie de detectives. Espero que Arturo estuviese mirando para otro lado, o que se haya embolsado una buena suma por permitir este engendro.

A ver si La carta esférica de Imanol Uribe ha corrido mejor suerte. Con Carmelo y Aitana hay esperanzas de que merezca la pena.

En fin. Esto me pasa por ponerme delante de la tele. Ahora sé que los martes por la noche puedo hacer otros planes. Los responsables de la serie también: dudo que aguante mucho en antena.

Seguiremos informando.

¡No somos dignos!

Escuchando: Who do you think (Interpol)

Resulta que me han dado un premio. No a mí, sino a este rincón. Se trata de un Thinking Blogger Award, y me lo ha enviado el amigo Fanshwave, ahí es nada. No contento con eso, me ha dedicado unas líneas que no transcribo, que me sonrojo, ¡gracias!

Ahora yo debería recomendar y premiar otros cinco blogs que me hagan pensar. Tarea nada fácil, pero allá vamos.

En primer lugar, y saltándome cualquier lógica del premio a golpe de boomerang, cito como premiado a mi premiador. Reducir al mínimo. Porque sí. Porque la suya es una de esas páginas imposibles de leer con prisas; hay que disfrutarla con calma. De mayor, quiero escribir como él.

Me hace pensar y me hace reír. La originalidad llevada al día a día, con ironía y una katana. Lulamy.

No hace falta escribir mucho, cuando se hace bien, para dejar pensativo al lector. Maestro del mensaje breve: Jorge Miente.

De hecho, ni siquiera hace falta escribir cuando se publican unas fotos tan maravillosas como las de Marta. Bienvenida de nuevo.

Por último, premio a las vidas ejemplares del cantante de Love of Lesbian. Llámese como se quiera al contrapunto de la cordura.

Seguiremos pensando.

El peso de las circunstancias

Escuchando: Roll the bones (Rush)

Ayer por la tarde se desplomó un andamio en Santander, arrastrando un par de balcones en su caída. Increíble y afortunadamente, a pesar de la cantidad de gente que pasa por esa esquina (yo mismo, dos o tres veces al día) no había nadie debajo en el momento del accidente.

Por una vez, una ínfima probabilidad se ha cumplido. Menos mal. Vaya susto.

Seguiremos informando.

Desencanto histórico

Escuchando: Tired (K’s Choice)

Está terminando un fin de semana extraño, cansado, sin grandes penas pero sin mayores glorias. Algunos planes esperados con ilusión han salido del revés, y eso siempre es una lástima.

La fiesta de las Guerras Cántabras, por ejemplo. El viernes nos dejamos caer por la localidad cántabra en la que se representan las batallas entre romanos y cántabros, convertidas en fiestas a las que tengo especial aprecio: hace dos años me acerqué por primera vez, y me llevé dos premios; bien distintos.

Este año todo había cambiado de ubicación, estaba más desorganizado, más soso; yo anduve falto de inspiración con la cámara, cansado, y un poco aburrido después del primer paseo de reconocimiento. Lo mejor de la noche fue estar con el miembro más pequeño de la pandilla. Lo peor: la vuelta a casa en la que el coche decidió romperse en medio de la nada… hay que ser positivos: nunca había montado en una grúa, ¡cómo molan, con tantos botones y lucecitas!

El sábado, la actividad histórica de la jornada consistió en una visita al Mercado Medieval de Santander. Desde hace años me acerco, con la cámara siempre a mano, al barullo y tumulto de tenderetes siempre pintorescos. Este año, por obras, ligero cambio de ubicación también. El resultado fue un agobio monumental de gente, imposibilidad de hacer movimientos contra la corriente, y unas ganas increíbles de salir de allí.

Hoy domingo me he dejado de Historia, y he pasado la tarde en un campo de batalla más agradable y más actual: un cumpleaños infantil. Y así se ha ido terminando este fin de semana, y con él un verano que se ha ido apagando poco a poco.

Seguiremos informando.