Escuchando: Carnival of the Antichrist (Boedekka)
Hay lugares donde plantan un circo y crecen los enanos. Aquí, crece el circo. Directamente.
Ayer tuvo lugar el último (espero) episodio de una lamentable historia que demuestra claramente el espíritu de esta ciudad norteña. El planteamiento es muy sencillo: el polémico y provocador Leo Bassi representó ayer su obra La Revelación, dentro de un ciclo de teatro organizado por la Universidad de Cantabria y Caja Cantabria. La obra, que no he visto, y de la que sólo puedo hablar por referencias, parece ser muy crítica con esa institución o negocio llamado «Iglesia». Y claro, esas cosas levantan ampollas, a veces. En Madrid, por ejemplo, llegaron a colocar una bomba en el teatro, un claro ejemplo de protesta democrática y pacífica por parte de grupos ultracatólicos.
Y Santander. Ah, Santander, ¡cómo iba a dejar pasar esta oportunidad! Mas o menos la secuencia de los hechos ha sido así…
Se venden todas las entradas. Lógico, este hombre tiene tirón, y era lo más llamativo de la programación del ciclo.
La sala en la que estaba prevista la representación, propiedad de Caja Cantabria, suspende sus actividades durante el mes diciembre, qué casualidad.
Nuestro presidente de Cantabria, Revilluca, ofrece una rueda de prensa para afirmar que él no tiene nada que ver con esa representación, y que dejen de llamarle para que la prohiba. Rueda de prensa innecesaria, por lo obvio (como si no hubiese problemas más importantes), pero nuestra presidente es así, si no da la nota, no está a gusto.
EL candidato del PP a la presidencia de la región, Ignacio Diego, sombra aquí, sombra allá, tampoco está contento, ni con Revilla ni con Bassi.
Por supuesto, el fanatismo ya es a escala nacional, que decían los Petersellers. Se prepara una manifestación pacífica para el día de la representación, se reparten panfletos por las parroquias…. panfletos, por cierto, escritos al dictado desde Hazte Oír, ese reducto ultraconservador en internet, que (por poner un ejemplo) celebró el día Mundial contra el SIDA poniendo a parir a las Universides que repartían preservativos, alentando a la muchachada a hacer acopio de ellos para tirarlos a la basura o pincharlos. Pardiez.
El responsable de la programación cultural de Caja Cantabria, Francisco Rodríguez, también portavoz del Grupo Parlamentario Popular, se alegra de que no pueda representarse la obra en su sede, y se lava la manos: ni él ni la institución a la que representa han tenido nada que ver en su inclusión dentro del programa. Lo que no deja de ser una declaración bastante ridícula y patética, teniendo en cuenta que lo han financiado, han vendido las entradas a través de sus cajeros, y que, detalle nimio, el logotipo de la institución aparece en el programa. Vamos, una muestra de hipocresía de tal calibre, que no hace más que incrementar mi aprecio por la persona que consiguió erradicar de Santander el mejor festival independiente del país en su mejor momento. Así, tal cual.
¿Qué es ese ruido? Ah, es el rector de nuestra universidad, Federico Gutiérrez-Solana, poniendo los cojones encima de la mesa. Ole. Que alguien indique por señas al responsable de Caja Cantabria que ese pitido en los oídos que escucha se debe al monumental tortazo dialéctico que ha recibido en toda la cara.
La sección de cartas al director es una fuente inigualable de joyas. Festival del humor. Mi preferida es ésta.
Resumiendo: ayer se pudo representar la obra, pero no con normalidad. Hubo una manifestación en la puerta del teatro, donde tolerantes católicos practicantes, armados con rosarios, increparon a los asistentes a la obra, zarandeando incluso a algún cargo público que por allí pasaba. Eso, hermanos, no está bien. Tampoco lo está confundir las centenas con las milenas, como hizo COPE Cantabria al contar manifestantes, que por supuesto retransmitió en riguroso (jo, jo) directo el evento.
Personalmente, tenía mejores planes que ir a ver a Leo Bassi. No dudo de que su obra sea interesante, es un provocador nato, y eso es bueno, remueve conciencias. Tampoco voy a entrar a juzgar mucho más la representación, porque no he asistido. Lo que me queda claro, muy claro, es que me revienta le gente empeñada en adoctrinarme, en decirme lo que está bien y lo que está mal.
¿No venía en la Biblia eso de que era mejor enseñar a pescar que regalar un pez? Pues que se apliquen el cuento: prefiero aprender a pensar, a que me lo den hecho.
Así, queridos amigos, es la ciudad en la que vivo.
Seguiremos informando.