Un concierto maravilloso

Escuchando: You drew (Ken Stringfellow)

Tengo una lista de conciertos a los que he asistido, y que han sido especiales, emotivos… instantes que dejan la sensibilidad a flor de piel. Anoche he tenido la suerte de añadir uno más a la colección.

Antecedentes: el gobierno regional organiza por estas fechas una feria dedicada a la Juventud. Aunque la feria en sí no se celebra en Santander, la capital también es sede de algunas de sus actividades. Por ejemplo, una serie de conciertos, gratuitos, y que por calidad y estilo bien podrían formar un mini-festival. Un auténtico lujo. Este año han pasado por allí Cooper, Santi Campos y Los amigos Imaginarios, Christina Rosenvinge, Flaming Stars (que tocaron borrachos, bastante lamentables), Sterlin, La Habitación Roja, Les Trés Bien Ensemble…. Lo malo es que los conciertos se celebran en un salón de actos con buena acústica, pero muy frío: regios e incómodos bancos de madera para el público hacen que a las bandas les cueste conectar con un auditorio que disfruta del concierto sentado, y en ocasiones amodorrado.

Ayer por la noche fue el último concierto, protagonizado por Ken Stringfellow. No, yo tampoco le conocía mucho. Es líder de The Posies, una gran banda, altamente recomendable. También ha tocado junto a R.E.M., ni más ni menos (metiendo guitarras y teclados). Y tiene además unos pocos discos en solitario; yo había escuchado el último y me había parecido muy bueno. Con esa presentación, el concierto prometía.

La cosa empezó mal. Antes del concierto estaba programada una exposición de fotos de conciertos, obra de Hugo Valbuena. Sonaba bien, pero acabó siendo una tortura. Las fotos eran proyectadas sobre una pantalla en el escenario. Hasta ahí, todo correcto. Lo malo es que fueron cerca de un millar de imágenes que parecían volcados de tarjetas de memoria sin ningún tipo de selección. Súmese que el 95% de las fotografías estaban tiradas, horror, con fogonazo de flash (cargándose todo el encanto que podían tener), y el resultado iba arrancando bostezos y silbidos a medida que transcurrían los minutos. Que fueron muchos.

Por fin, apagaron el proyector y poco después apareció Ken sobre el escenario. El planteamiento era sencillo: él solo, con guitarra y piano. Pero tardó pocos segundos en demostrar que aquel no iba a ser un concierto cualquiera.

Antes de comenzar la primera canción, decidió que el público estaba demasiado lejos, y bajó el micrófono a pie de escenario. A mis pies, para ser exactos, donde estaba yo preparado con la cámara.

Antes de comenzar la segunda canción, decidió que era mejor cantar sin micrófono, y llenó la sala con su voz y su guitarra, sin más, a pulmón. Ya había comenzado a emocionarnos.

Antes de comenzar la tercera canción, decidió que seguía muy lejos del público, y cantó desde el pasillo en medio de la sala, para desesperación de técnicos de iluminación y cámaras de televisión. Yo para entonces ya me lo estaba pasando en grande siguiéndole con la cámara de fotos.

En fin. Qué decir. Acabamos casi todos los asistentes sentados (o tirados) en el escenario a su alrededor, mientras de forma sencilla, entrañable y simpática iba desgranado los fantásticos temas de su repertorio. Y el hecho de tener a un músico así, volcándose en cada canción, a unos pocos metros de distancia, en una sala en la que casi conteníamos la respiración para no romper la magia del momento, es algo que no se olvida.

Desde luego, un magnífico regalo de reyes. Un concierto que pasará a la historia musical de Santander, con mayúsculas. Ya lo siento por los que se lo perdieron, porque algo así no se repite. O se disfruta, o te lo cuentan y te mueres de envidia.

Yo tuve suerte: lo disfruté.

Seguiremos informando.

Pues claro que vienen de Oriente

Escuchando: My Father My King (Mogwai)

Noche de Reyes. Les voy a contar un secreto. En un día como hoy, es fácil saber cuándo no tengo ganas de hablar mucho con alguien. Si cuando me dicen «que te traigan muchas cosas los Reyes» respondo con un «igualmente», por muy efusivo que sea, malo. En cambio, si me pongo a explicar que yo soy de Papá Noel, es que hay confianza y/o ganas de charlar.

Sí, a mí los regalos me los trae cada año el gordo de rojo Coca-Cola, por motivos familiares y logísticos que incluyen parientes que vivían en Suiza y cenas de Nochebuena concurridas. Hay que reconocer que, aparte de la componente republicana de pasar de los Reyes, lo de despreocuparse de los regalos y las compras al principio de la Navidad es una bendición. Hoy todo el mundo anda con prisas vaciando estanterías, o trabajando hasta horas intempestivas. De locura.

Sin embargo, sí, he de reconocerlo: la fiesta de los Reyes Magos mola más que la del barrigón, la iluión que rodea esta noche, las grandes y entrañables mentiras, las cabalgatas… son costumbres que le dan mil vueltas a cualquier otra que intentemos importar. Además que otro año de papanoeles colgando en balcones, y me acabo pasando a la noche monárquica. Ya lo hice alguna vez. El mío era Baltasar.

Este año no creo que me traigan nada. Aún así, hoy he comprado regalos, y espero recibir alguno el próximo domingo en una reunión con amigos. Amigos visibles, además. Hemos cambiado la invisibilidad por una modalidad de repartición de presentes que incluye dos fases a base de tirar dados, con pugnas e intercambios varios. Promete ser divertido. Sobree todo teniendo en cuenta que dado lo limitado del presupuesto (3 regalos que en total no superen la decena de euros) intuyo que todos hemos acabado visitando el mismo tipo de establecimiento.

Las tiendas de chinos, herederas del todo a 100, cuando crecen y se convierten en grandes superficies pasan a ser un territorio en el que uno se puede encontrar cualquier cosa, de cualquier color, y a precios irrisorios. Objetos inimaginables y copias de otros imaginables llenan estantes y estantes , salpicados de cuando en cuando por alguna oda a lo hortera. Me encanta.

Lo confieso. He comprado cuatro regalos. De hecho, uno de ellos aún no sé muy bien lo qué es. El domingo me entero.

Sean buenos, y que les traigan muchos regalos los Reyes.

Seguiremos informando.

PD: Ah, se me olvidaba… el Roscón de Reyes. Calidad de vida, tal cual. Son desayunos por los que merece la pena esperar todo el año. O meriendas, que hoy ya he dado cuenta de un rosco. Curioso, me ha tocado el haba y el regalo. Si cumplo las normas, será un rey que se paga su sustento, ¿se imaginan?

Seis seis seis

Escuchando: 666 (Los Petersellers)

Tuvo violencia, mucha. ¿Escenas escatológicas? Sí, también. ¿Sacerdotes? Sí, uno y no salía muy bien parado. ¿Sexo? Sí, hetero y homosexual, entre otros. 666 fue un espectáculo agresivo, provocador y explícito, financiado por nuestro gobierno regional, representado en las dependencias de nuestra Universidad, e interpretado por la compañía propietaria del teatro Alfil de Madrid, donde Leo Bassi representa su Revelación.

Entonces… ¿dónde estaban los reaccionarios trasnochados? ¿Por qué esta vez las únicas aglomeraciones en la puerta fueron para entrar a disfrutar del espectáculo? ¿Es que a la parte más ultracatólica de nuestra ciudad no les habían pegado el chivatazo esta vez? ¿O sencillamente es que se trata de una parodia sobre un tema serio (la pena de muerte, en este caso), y que a través del humor llevado al absurdo pretende llamar a la reflexión?

Afortunadamente, no ha habido polémica, sólo la oportunidad de ver, gratis, un gran espectáculo, con un dominio de la expresión corporal, del escenario y del resto de la sala absolutamente encomiable. Digno de ver. Penes gigantes aparte.

Seguiremos informando.

No estoy suficientemente cerca

Escuchando: Magnum Opus (Kansas)

No hay excusa que valga. Corran al quiosco más cercano. Salvat acaba de lanzar una colección de libros dedicados a los fotógrafos de la agencia Magnum Photos. Palabras mayores.

La colección, en sí, tiene muy buena pinta, pero estas cosas siempre hay que tomárselas con calma: 60 libros a 10 euros cada uno, hacen un total de cien mil de las antiguas pesetas. A mí, al menos no me compensa, me puedo comprar un buen libro sobre Magnum en una librería y bucear durante horas en la web de la agencia, gastándome quince veces menos dinero.

Ahora bien, el primer número, etiquetado con esas tres palabras que tanto me gustan (oferta, de, y lanzamiento, respectivamente) es de compra obligatoria para quien quiera llevarse a casa un trozo de historia. Por sólo tres euros, lámina y libro de Robert Capa, uno de los fotógrafos más míticos de la historia. Si no el que más.

Suya es la fotografía del republicano muerto por un disparo, una de las imágenes más famosas de nuestra Guerra Civil. Suyas son también las fotografías del desembarco de Normandía, cuyos negativos fueron estropeados durante el revalado y sólo se salvaron 11 imágenes borrosas e históricas.

El libro está bien, echo en falta un texto más extenso sobre la biografía del autor, pero por 3 euros no se puede pedir más. No haré la colección, pero sí compraré algún número más. El segundo, por ejemplo, caerá seguro: Henri Cartier-Bresson es uno de mis fotógrafos más admirados, y la lámina de la colección, una de mis fotografías favoritas. El número 5 me servirá también para resarcirme por no haber podido visitar la exposición sobre Steve McCurry en Barcelona.

Y para investigar un poco más sobre el resto de autores, nada mejor que dedicar el tiempo libre a perderse aquí. Merece la pena.

Seguiremos informando.

Mis 12 meses, mis 12 fotografías (III)

Escuchando: Un año más (Mecano)

Inevitable, mi resumen fotográfico del año que termina. Hace 365 días también hacía balance, miraba hacia atrás, pero las conclusiones eran muy distintas. Hoy, al recordar lo que ha significado 2006 no puedo evitar sonreír. Mucho.

Laboralmente tampoco es que ande en mi momento más estable. Pero tengo mil planes, mil ideas, y ese impagable cosquilleo que siento cuando me siento inquieto, animado, y con ganas de enredar. Desde el 6 del 6 del 6 soy autónomo, y este año que empieza espero ver nacer algunos proyectos con los que estoy muy ilusionado.

El año, por lo demás, ha tenido su ración de desgracias, catástrofes y penas varias, como siempre. Pero no pueden eclipsar ni de lejos el que me sienta feliz al llegar hoy al final de un 2006 en el que he viajado (Madrid, Roma, Irlanda, Toulouse…), me he lanzado a pinchar música, he disfrutado de conciertos (Yann Tiersen, Depeche Mode, Muse) y de festivales (Santander Summer Festival, Summercase) en los que incluso he podido tener acreditación y pasear la cámara; cámara que ha estado menos sola que nunca, porque ya son nueve los aparatitos que tengo para hacer fotos: ha sido el año de la regresión al carrete; ha tenido también dos exposiciones, algún concurso ganado, un curso de fotografía y bodas… en algunas he estado como invitado, y en otra, incluso, además, como fotógrafo. Y aunque sean celebraciones que no me apasionen, me lo he pasado genial en todas ellas, porque cuando las cosas se hacen bien, salen muy bien. O mejor.

He disfrutado de la compañía de amigos de aquí y de allí. Las cenas navideñas sólo están siendo el colofón de un año en el que he hecho visitas, y también he recibido alguna muy especial, que aún tengo que devolver. Nunets.

Y por si todo ello fuera poco, hace no demasiado ocurrió algo que me hizo, en una palabra, feliz. Estos tres últimos meses han sido especiales, inolvidables e incomparables. Y todo es gracias a ti. Poco más se puede añadir.

2006 ha tenido un millón de pequeños y bonitos momentos. ¿Qué se le puede pedir a 2007? Pues ya puestos….

…que en el año que viene
a ver si en vez de un millon
pueden ser dos.

Disfruten saludablemente del fin de año, rodéense de buena gente y sean felices. Yo, pienso hacerlo.

Seguiremos, cómo no, informando.

PD: LAs fotografías, de izquierda a derecha y de arriba a abajo. Enero: playa de la Concha, Santander, por la noche. Febrero: estación de metro de Príncipe Pío, Madrid. Marzo: Roma. Abril: espectáculo Más allá de los elementos de la compañía Imbira. Mayo: estación de esquí de Brañavieja, Cantabria. Junio: Braña de los Tejos, Cantabria. Julio: Plaza de España, Madrid. Agosto: boda de Pedro y Mónica. Septiembre: abadía de Kylemore, Irlanda. Octubre: museo Guggenheim, Bilbao. Noviembre: Cantabria, en algún lugar de algún valle pasiego. Diciembre: plaza de St. Georges, Toulouse.

Pequeños momentos

Escuchando: White Hole (Christina Rosenvinge)

Una bomba es una de las peores noticias con las que podíamos acabar el año. Una soga por la libertad tampoco ayuda mucho a ser optimista. El mundo a veces parece una mierda; y muchas veces, lo es.

Afortunadamente, otras muchas es todo lo contrario. Y los pequeños detalles, los pequeños placeres, ayudan. Por ejemplo, un concierto intimista, entrañable, extraño, arriesgado, desconcertante, apacible, ruidoso a ratos. Elegancia y buen gusto por parte de alguien que ya ni hace chas, ni va en un coche. Ni falta que le hace.

Christina.

Love is a big white hole

¿Qué sería de la Navidad sin villancicos?

Escuchando: Corpus Christi Carol (Jeff Buckley)

Fácil: una época mucho más llevadera. Los que atronan este año por los altovoces de nuestro ayuntamiento son capaces de disolver manifestaciones. Comprobado. En persona.

En la foto, tipica postal navideña santanderina. Enhorabuena a los promotores de obras, porque de ellos será el reino de las temporadas pre-electorales.

Seguiremos informando.

PD: El de Buckley no cuenta, claro.

Incorregibles

Escuchando: Camera eye (Rush)

A veces nos juntamos unos cuantos para una cena, y sacamos tantas cámaras que sorprenderíamos incluso a una japonesa si se sentase con nosotros a cenar.

De hecho, fue el caso.

Grandes, nuestras cenas, siempre. La próxima, en Salzburgo.

Seguiremos informando.