Día nublado

Escuchando: Clouds up (Air)

Día sin sol, día con nubes: para alegrarlo un poco, nada mejor que jugar un rato con Wordle, una pequeña aplicación web (programada en Java) que genera llamativas nubes de palabras a voluntad. Lo he descubierto gracias a Microsiervos, y la verdad es que los resultados son tremendamente elegantes. Como muestra, ahí tienen la nube que engloba todo lo que he dicho por aquí recientemente. Era de esperar, lo más nombrado es mi habitual despedida: seguiremos informando 🙂

Festival lesbiano

Escuchando: Marlene, la vecina del ártico (Love of Lesbian)

Este fin de semana lo he dedicado a conocer el festival Sonorama, en Aranda de Duero. Siempre me habían hablado muy bien de él, un festival pequeño, amable y de andar por casa. Habrá sido mala suerte, pero el caso es que me he vuelto con la impresión de que la organización ha fallado más de lo aceptable. Una lástima, aunque es algo que no empaña los grandes momentos de esos dos días de música (tres en realidad, pero nos perdimos el primero).

Aquí dejo algunos de los mejores recuerdos de la escapada. Uno de ellos, sin duda, fue el concierto de The Gift: el último, decían, de una gira de cuatro años. No fallaron, montaron la habitual fiesta (los he visto cuatro veces en un año exacto), gustaron, sorprendieron, y dejaron ganas de más. Habrá que esperar a que vuelvan con su próximo disco.

Otro momento memorable fue, claro está, el concierto de Love of Lesbian, desgañitándome y botando en todas sus canciones junto a mi vecina del ártico. Ellos eran el principal motivo para acercarnos hasta el festival, así que no puedo, ni quiero, ser objetivo. La semana que viene podré volver a disfrutar de su desquiciado directo en Santander (gratis, no se lo pierdan), pero el sábado fue la primera vez que los veía, y eso, créanme, no se olvida.

Mucho comida, buena música, un eclipse de luna, un frío con el que ni volaban los grajos, caras conocidas… ha sido un gran fin de semana, un buen plan con mejor compañía.

Seguiremos informando.

Nuevo y pequeño catálogo de seres e invaders

Escuchando: Houston, tenemos un poema (Love of Lesbian)

Aprovechando que teníamos visita, decidimos decorar de una vez por todas la pared libre del cuarto de los juguetes.

Cartulina, unas plantillas y un poco de paciencia dieron como resultado unos pocos invasores espaciales. Un revelado de 50 fotografías y unas pinzas de Lomo hicieron el resto. Justo debajo está la cama de invitados, propiedad durante esta semana de mi vecina del ártico. Es una lástima que aún no haya podido disfrutar del todo sus vacaciones: sólo Iberia es capaz de perder una maleta en un vuelo directo Barcelona – Santander, encontrarla, mandarla por error a Turín, volver a traerla a Madrid, y tener una avería en el vuelo que la dirigía a Santander, todo ello sin ofrecer ninguna información actualizada en su página web de seguimiento de equipajes extraviados. Buñuelesco. Aún no han conseguido solucionarlo.

Seguiremos informando.

Wall·E

Escuchando: Down to Earth (Peter Gabriel)

Con filmotecas, videoclubs y cines en casa, he perdido la costumbre de pagar una entrada normal (o sea, cara) en las salas comerciales al uso. Pero hay casos en los que la excepción es inevitable. Y la culpa la suele tener Pixar.

Ayer estuve viendo Wall·E, su última creación. Maravillosa, la recomiendo de manera enérgica. Técnicamente, el estudio de Disney vuelve a poner el listón donde la competencia llegará en unos años, si puede. Y en cuanto a su historia… eso es tema aparte.

Habitualmente las películas de Pixar son cintas enfocadas al público infantil que además gustan, y mucho, a los adultos. Siempre juegan con esa doble perspectiva del guión (igual que los otros estudios de animación, pero con mayor ingenio, salvo honrosos competidores como Shrek). Wall·E en cambio me ha dado la impresión de ser una película para adultos, con toques de humor para que la disfruten también los niños. Es indiscutible que el robot protagonista es totalmente abrazable, y a los críos les encantará. Pero la historia que cuenta la película va mucho más allá: bebe de los clásicos de la ciencia-ficción, parece escrita con guiños a Clarke y a Philip K. Dick (y eso son palabras mayores) y, sobre todo, plantea una demoledora crítica a nuestra cultura de desprecio al planeta y pérdida de valores.

Si a todo esto le sumamos los innumerables detalles frikis que aparecen en muchas escenas, y la sombra de Apple sobre toda la película (las voces de los robots han sido generadas con su software, el ruido que hace Wall·E al cargar sus baterías es el de arranque de los Mac, el robot Eva podría ser un diseño de Apple al 100%, aparece un iPod en funcionamiento 800 años después…) el resultado es un espectáculo que he disfrutado como un niño. No dejen de verla.

Seguiremos informando.

PD: No hay tomas falsas ni sorpresas tras los títulos de crédito, pero merece la pena quedarse a verlos. Historia del arte y pixel-art a partes iguales.

iPhone 3G (Parte III – Y en mi caso concreto…)

Escuchando: Apple candy (Ben Lee)

Después de dar mi opinión sobre el iPhone 3G como terminal, y sobre la estrategia de Telefónica para comercializarlo, voy a cerrar esta pequeña serie con unas líneas un tanto más subjetivas: ¿me compensa a mí, en concreto, este nuevo iPhone? Yendo al grano: no. Pero lo explicaré con un poco más de detalle.

En primer lugar, el principal inconveniente es el precio. Soy un usuario de telefonía móvil de pocas palabras, y en cuanto a conexiones de datos me conformo con consultar el correo de cuando en cuando. Actualmente apenas llego al consumo mínimo del contrato que tengo (por poco tiempo más, espero) con Vodafone. Pagar un mínimo de 27 € al mes, incluyendo un plan de datos que no me convence, no es una idea que me atraiga especialmente. Además, evitaré en lo sucesivo y en la medida de mis posibilidades firmar cualquier tipo de compromiso de permanencia. Estoy escarmentado con mi funesta experiencia con Vodafone (a la que dedicaré aquí el espacio que se merece en breve). Como curiosidad, mi antigua permanencia con los de rojo terminaba el día que comenzaba a venderse el iPhone en España. ¿Una señal? No, sólo una casualidad. Pagar más de lo necesario en mi factura telefónica, gastarme más de 300 euros en un terminal con algún que otro fleco, y atarme por dos años a una operadora son factores que inclinan la balanza hacia el «no».

Aún así, si el nuevo iPhone mereciese realmente la pena, me podría liar la manta a la cabeza, abrir la compuerta de las locuras y darme el capricho. Pero… hay que ser realista: es un juguete extraordinario, pero no el que yo necesito.

Entre los trastos que llevo habitualmente encima están: una buena cámara compacta, mi antigua agenda electrónica, mi iPod y mi teléfono. Siempre he sido reacio a las soluciones «todo en uno» ya que generalmente suele significar llevar encima un aparato que aúne un teléfono, una mala cámara, una agenda poco flexible y un reproductor de música incómodo. ¿Es el iPhone la excepción a esta regla? Veamos…

Sobre la cámara, sin comentarios. No deja de ser una cámara de móvil, y además de las malas. Nada de flash, ni de vídeo (al menos de serie). La cámara que incluye mi actual Nokia ya es mejor. Y aún así, las fotos de verdad las hago con una cámara también de verdad.

Respecto a sus funciones como agenda electrónica: su integración con mis ordenadores de Apple donde gestiono mis contactos y mi tiempo lo hacen atractivo… pero eso ya lo hace mi veterana Palm, que se sigue portando tan bien como el primer día (qué gran compra fue). Navegación con Opera, correo electrónico (todo ello cortesía de la conexión de mi móvil, sea éste cual sea), mapas con un receptor GPS externo usando Bluetooth, WiFi con una tarjeta SD si es necesario, una fantástica gestión de ficheros de Office y PDFs, juegos para no aburrirse (o al menos para no aburrirme a mí, que con un Tetris tengo suficiente)…. y un sistema operativo austero pero tremendamente eficaz (una lástima que haya perdido la batalla frente a Windows Mobile). Puede que el iPhone le plante cara a mi actual agenda a golpe de brillante interfaz, pero en cuanto a funcionalidades no voy a descubrir nada nuevo.

El iPhone es también un iPod, claro está. Ya tengo uno, tiene un disco duro de 30 GB, y está absolutamente lleno de música. Últimamente tengo que seleccionar mucho y borrar algún que otro disco para no quedarme sin espacio. Obviamente, cambiarlo por un reproductor de música con la mitad de capacidad no me parece una idea especialmente interesante. Y además, para aprovechar plenamente un iPhone habría que reservar espacio para aplicaciones, vídeos, fotos, etc. Definitivamente, con menos de 16 GB no iba a ser un buen cambio. No me cabe la menor duda de que aparecerán en el mercado modelos de iPhone con 32 GB, con 64 GB… pero hasta entonces no me lo plantearé seriamente. ¿Para qué comprarlo si además voy a llevar un iPod de mayor capacidad para escuchar música?

Otra duda que me ofrecen tanto el iPhone como el iPod Touch es su idoneidad como reproductores de música. Los iPod tradicionales (clásicos, los llaman ahora) superan esa asignatura con nota. Su interfaz está muy depurada para su cometido principal: reproducir música (y otro tipo de contenido multimedia de forma accesoria). Yo habitualmente llevo el iPod encima y salvo para seleccionar el disco a escuchar, no vuelvo a mirar la pantalla para nada en horas. Y si quiero hacer una pausa o cambiar de volumen, puedo hacerlo sin mirar porque ya sé dónde están los botones correspondientes. ¿Ocurre lo mismo con un iPhone o con iPod Touch? ¿O es necesario interactuar más con su interfaz y con la pantalla táctil al carecer de botones físicos? Usarios de estos aparatos: se apreciará vuestra opinión. Algún día tocará renovar mi iPod (por otro, de eso no hay duda) y no sé si para un uso mayoritariamente musical las espectaculares pantallas táctiles compensan la diferencia de precio respecto a los modelos tradicionales.

El iPhone es también un teléfono, por cierto. Pero en ese aspecto, los fabricantes tradicionales del sector (Nokia, principalmente) tienen más experiencia y unos terminales de calidad a los que la gente ya está acostumbrada. Y desde hace unos cuantos años, además, permiten enviar y recibir mensajes multimedia. Por ejemplo.

En resumen: un iPhone 3G es un aparato con una pinta excelente, pero que no me va a ayudar ni a prescindir de ninguno de mis juguetes habituales, ni a hacer mi bolso más ligero. Unificarlo todo, si se consiguiese de forma óptima, puede tener ventajas, pero también algún inconveniente: si quiero ir a la playa o de fiesta, me llevo sólo mi teléfono, y dejo el resto del arsenal tecnológico a buen recaudo.

Tiempo habrá para que Apple pula su producto, lo rebaje, estimule a la competencia para ofrecer serias alternativas (que ya comienzan a aparecer), y lo enfrente a otras plataformas como Windows Mobile, Android, Symbian, o Palm (si algún día consigue resucitar). Pronostico meses interesantes en el mercado. Por lo tanto, me parece insensato lanzarse a gastar los ahorros en un terminal que es bueno, pero no perfecto, atándose por dos años a una operadora que está abusando claramente de su exclusividad.

Seguiremos informando.

Se acabó la fiesta

Escuchando: It’s over (Sondre Lerche)

Terminó ayer la Semana Grande de Santander, y por una vez nos hemos quedado con la sensación de haber disfrutado de unos días de ambiente festivo. La Feria de Día ha sido un rotundo éxito que ha desbordado a los hosteleros que han ofrecido en sus casetas miles de pinchos y de barriles de cerveza. Se notaba que había ganas y desde el primer día a primera hora, hasta ayer al momento del cierre las casetas y sus alrededores han estado abarrotadas. El tiempo y la lluvia, además, han respetado las celebraciones. Todo un éxito. Por cierto, insuperable el pincho de carrillera ibérica en cama de patata , crujiente de zanahoria y salsa de vino.

Claro, que no todo ha sido perfecto: se notan buenas intenciones, pero también fallos de principiante. Por ejemplo, dudo de la legalidad conseguida por el Ayuntamiento al no habilitar unos cuantos servicios públicos. Se echaban en falta, sobre todo cerveza tras cerveza. Y cada cual lo resolvía de la manera más adecuada a su nivel de educación.

La Semana Grande ha tenido su ración de toros, para el que le gustasen. El fichaje de José Tomás por lo visto sólo sirvió para llenar titulares y para que en nuestro periódico local dedicasen líneas y líneas al fenómenos de la reventa (parecía que lo acababan de descubrir, oiga). Decepcionó, dicen. Ni un rasguño, digo.

Hubo conciertos, en general rancios, baratos, populistas y de dudoso gusto o interés. Excepción hecha, claro está, de los portugueses The Gift, el homenaje a Cash, alguno de jazz, el Play Festival (espero que se recuperen del batacazo económico, los pocos que fuimos lo pasamos muy bien) y poco más. Pan y circo para el pueblo, y migajas culturales para el resto.

Hubo espectáculo pirotécnico, esta vez en la bahía, abarrotada de gente deseosa de ver unos fuegos artificiales que ni sorprendieron ni convencieron. Los hemos visto mejores, y también peores.

Hubo atracciones de feria. Dicen. Perdidas en algún lugar del municipio, escondidas, no sé si con algún tipo de transporte público, y en un pedregal que he escuchado que iban a asfaltar al menos tres veces en los últimos tres años. ¿Por qué no se ahorrará directamente el Ayuntamiento el dinero invertido en montar esas atracciones, ya que nadie está contento con su estado de abandono actual?

Ah, se me olvida mencionar el maratón fotográfico. Una novedad de este año, una buena idea… que parece que se les había ocurrido sobre la marcha: temática muy general, falta de previsión (¿no regalaban una camiseta? ¿y la mía?), una página web con instrucciones redactadas por alguien con pocos conocimientos informáticos, y sobre todo, una vergonzosa entrega de premios en la plaza del Ayuntamiento. No sabían manejar el proyector; no tenían megafonía para anunciar el fallo del jurado; nombraron a los ganadores a través de los altavoces cutres de una caseta cercana, y terminaron redactando y proyectando la lista de ganadores y el discurso en un fichero de Word, sobre la marcha. Lamentable, para llorar. Hay iniciativas para las que más que presupuesto hace falta sentido común, y en este caso faltaron las dos cosas.

Se acabó la fiesta, sí. Este año ha estado mejor de lo habitual, y si sigue la racha, para el próximo podremos recomendar a los foráneos que visiten la ciudad en esas fechas… en lugar de evitarlo, como hasta ahora.

Seguiremos informando.

Lo siento por los que se marcharon demasiado pronto

Escuchando: Años 80 (Los Piratas)

Ayer por la noche estuve en el Santander Play Festival, que resultó ser un evento amable, muy divertido y del que salí con una sonrisa de oreja a oreja. Me perdí el primero de los conciertos (El Guisante Mágico) pero llegué a tiempo para el concierto de Iván Ferreiro. Su directo me gustó más que su último disco, pero al final me dejó algo frío. Tras un descanso amenizado por una pequeña sesión del amigo Patrullero, fue el turno de Quique González y su banda, La Aristocracia del Barrio. Conciertazo. Sólo había tenido ocasión de ver a Quique en directo minimalista y acústico, pero en eléctrico y con banda se sale. Su último disco es de lo mejorcito que he escuchado en mucho tiempo, y en directo juega con las canciones, las retuerce y las ofrece al público con una energía que ya quisieran muchas bandas extranjeras consagradas. Bravo por él.

Durante los conciertos de Quique e Iván, muchos esperábamos algún cameo, alguna aparición por sorpresa de uno en el escenario del otro, como ha pasado ya alguna vez… pero no fue el caso. Sus conciertos no tuvieron sorpresa añadida, y tras los bises de Quique, gran parte del (tampoco muy numeroso) público decidió irse a casa. Quedaba aún fiesta: el directo de los cántabros Esterotypo, y las sesiones a cargo de Jesús Ordovás y Mendetz. Sin embargo, muchos optaron por marcharse.

Grave error. Se perdieron lo mejor de la noche. Pero con diferencia.

No era ningún secreto que -raro que es uno- mi principal motivo para asistir al Play Festival era disfrutar del directo, a lo grande, de Estereotypo. Ya comenté en su día cuánto me gusta su música. Fue una lástima que se quedase tan poca gente a su concierto, pero para los que estábamos a pie de escenario aquello fue una fiesta. Energía a raudales, ritmo endiablado, poses, simpatía, actitud, buen sonido y grandes canciones. Ya estaba pensando que me parecía el mejor directo de la noche, cuando de repente apareció por sorpresa (de todos) Iván Ferreiro de nuevo sobre el escenario. Campechano y divertido, se unió a la fiesta de Estereotypo y juntos se marcaron una improvisada, festiva y genial versión de la mítica «Años 80» de Los Piratas. Todos los que se marcharon antes de tiempo se merecieron perdérselo, por no quedarse a animar a nuestros paisanos.

No tengo fotos del momento, porque estaba demasiado ocupado saltando y cantando. A este festival decidí ir sin pases de prensa ni cámaras grandes, pero me consta que unos cuantos amigos que andaban pululando por el escenario tendrán buenas instantáneas de esa pequeña gran sorpresa.

Después de Estereotypo, eso sí, me retiré dejando sobre el escenario a un Jesús Ordovás con pinta de perdido, acompañado de Patrullero, llenando de buena música un Palacio de los Deportes poco poblado, pero con ganas de fiesta.

Qué grandes, Estereotypo. A ver si podemos verlos en el Sonorama. Seguiremos informando.

Actualización: Gracias a Bruno, aquí tenemos un vídeo del tema completo con Iván Ferreiro… ¡Gracias!