Espejos frente a frente

Escuchando: Universos infinitos (Love of Lesbian)

Ahora dicen que hay muchos más universos
infinitos
como el nuestro,
dime si no es para volverse loco,
¿no te sientes más pequeño?

Dos espejos frente a frente crearán
cien mil caras que observar.
Puedo que alguno de ellos sea el real,
lo tendré que investigar…

Fotografía inédita rescatada para la ocasión, una imagen tomada en uno de nuestros habituales momentos de madurez y seriedad (correteando como chiquillos por un laberinto de espejos en el Museo de las Artes y las Ciencias de Valencia), y que me viene que ni pintada para la ocasión: mis idolatrados Love Of Lesbian volverán a Santander, y hay que difundir la noticia. Será el 11 de diciembre, en la sala BNS. Recomendados. Mucho. No defraudan. Fiesta asegurada.

Por si alguien aún no los conoce, dejo aquí de regalo su último y precioso videoclip, la historia del Amante Guisante que cuentan en su canción Te Hiero Mucho.

Seguiremos informando.

Fotografiando gota a gota

Las fotografías de gotas de agua cayendo sobre una superficie líquida siempre me habían llamado la atención. Las formas que se generan parecen cosa de magia. Nunca lo había intentado, hasta que me encontré con este video de Gavin Hoey en el que explica de manera sencilla cómo conseguirlo. Tenía a mano todo el material que necesitaba, así que hace unos meses me puse a experimentar con ello. Publiqué una foto de esa sesión, pero hasta hoy no me he puesto a terminar de ordenar y seleccionar el resto de fotografías.

Para la sesión seguí bastante fielmente las instrucciones del video. Tomé por unas horas la cocina con mis cachivaches y monté el pequeño escenario para las fotografías. Como recipiente, lo más apropiado que encontré fue una bandeja para horno, de cristal, que tenía las medidas que quería. Era transparente, así que puse debajo una cartulina negra. Otra cartulina blanca en vertical tras la bandeja me sirvió para reflejar la luz del flash.

Para dejar caer las gotas usé una bolsa de las que se usan para la fruta; para situarla, la enganché con una pinza a un tirador de un armario. Un agujerito con un alfiler y listo: ya tenía gotas de agua, regulares y cayendo siempre en el mismo sitio.

Para enfocar tuve algún problema. Como explican en el vídeo, lo ideal es poner un bolígrafo en el punto donde están cayendo las gotas, y enfocar manualmente. Por encuadre y objetivo utilizado, no me llegaba la mano para hacer eso, pero mediante ensayo y error conseguí un resultado razonable.

Situé el flash en el lateral izquierdo del montaje, apuntando a la cartulina blanca. Puse su potencia al mínimo, y lo disparé inalámbricamente desde mi cámara (usando los destellos del flash incorporado para ello). Es lo único complicado respecto a equipo que utilicé.

Como objetivo usé mi 70-300, cerrando todo lo posible el diafragma (f29) para asegurarme un poco más el enfoque (a mayor valor para f, menos luz entra, pero mayor profundidad de campo). La velocidad a la que disparé fue de 1/500, la más rápida con la que puedo sincronizar el flash.

Una vez montado todo lo anterior, fue ya tan sólo cuestión de disparar e ir haciendo pruebas. Cuesta al principio pillar el truco y apretar a tiempo para capturar el impacto, pero una vez que se consigue va todo sobre ruedas. Los resultados son siempre un poco imprevisibles, y por eso lo mejor es hacer muchas fotos, cuantas más mejor. En digital es gratis, y así aumentarán las posibilidades de obtener buenas tomas.

De unos 70 disparos que realicé, me quedé finalmente con 20 imágenes. Como disparo siempre en formato RAW pude ajustar posteriormente en el ordenador el balance de blancos, y así darle a las fotografías el tono de color más adecuado. En esta ocasión, me gustó jugar con los azules.

Los resultados de ese primer experimento con agua se pueden observar en mi flickr, y también en este pequeño vídeo que he preparado:

Volveré a intentarlo, es divertido. Seguiremos fotografiando.

Me pidieron Justicia

He hablado aquí varias veces ya de fotos mías que han aparecido sin mi consentimiento en periódicos, folletos, congresos… Lo bueno de publicar las imágenes en Internet es que muchísima gente las puede ver. Lo malo de publicar las imágenes en Internet es que muchísima gente tiene un porcentaje de caradura superior a la media. Aún así, compensa. Eso sí, siempre publico las fotos con un tamaño pequeño y marca de agua. Por si acaso.

Protejo lo mío, sin duda, pero eso no quiere decir que no ceda ninguna de mis imágenes. Generalmente me niego si quien me lo pide tiene fines comerciales (me niego a regalarlas, quiero decir; hago presupuestos a toda velocidad si es necesario) y no suelo tener problemas si es por una buena causa y se acredita convenientemente.

Por ejemplo, esta semana una de mis fotografías aparecerá en Forskningstorget, una feria sobre ciencia que se celebra en Oslo.

Hace unas semanas recibí un correo electrónico en el que me pedían permiso para utilizar una de mis imágenes para ilustrar un panel dedicado a la Justicia. La fotografía en cuestión es la que aparece bajo estas líneas: la escultura de la Justicia que preside uno de los patios del Castillo de Dublín. Una escultura curiosa porque está de espaldas a la ciudad, y porque tiene los platillos agujereados para que la lluvia no los desequilibre.

Como la iniciativa y las formas me parecieron interesantes, no tuve reparos para hacerles llegar una versión en alta resolución de la imagen, y con ella han creado un panel que se usará en la exposición. Mi nombre aparece junto a la fotografía, tal y como me prometieron. El texto está en noruego, pero gracias al traductor de Google he podido intuir qué es lo que han escrito.

Así de fácil es, a veces, publicar una fotografía en Noruega 🙂

Seguiremos fotografiando.

¿Dónde están las llaves?

Escuchando: Vestido de hombre rana (El Último De La Fila)

Como en la canción infantil, las llaves estaban en el fondo del mar. El sábado se inauguró oficialmente el II Festival del Mar de Santander, un evento que ha llenado nuestra bahía de grandes veleros. La organización me ha quitado parte de las ganas de hacer fotos (el amontonamiento de gente ha conseguido otro tanto), pero en la ceremonia de inauguración estuve cámara en mano: conocía a uno de los protagonistas, y la idea me parecía original.

En el paseo marítimo de Santander se pueden contemplar unas esculturas de unos niños lanzándose al agua. Se trata de los raqueros, unos críos que se zambullían tras las monedas que les lanzaban los viandantes. Como personajes típicos de la ciudad, hoy tienen su monumento, y además la inauguración del festival les ha rendido un pequeño homenaje.

La idea era la siguiente: unos buceadores se iban a sumergir delante de estos raqueros, en busca de un cofre. Una vez hallado y sacado a la superficie, dicho cofre contendría un puñado de monedas y una llave: la llave que abriría simbólicamente la puerta al Festival.

Desgraciadamente, lo que prometía ser una buena y original idea acabó bastante deslucido, ya que falló la megafonía. Sin palabras, la gente no sabía por qué se sumergían, ni quién lo había hecho ni por qué, lo que restó puntos al evento. Para compensarlo, aquí va un pequeño reportaje con los mejores momentos del espectáculo.

En la foto que encabeza estas líneas se aprecian los preparativos por parte de los responsables de la Escuela de Buceo de Pedreña. Instantes después se alejaron del muelle en su lancha, y los nuevos raqueros se lanzaron al agua…

A continuación se sumergieron durante quince minutos. Aquí fue cuando más se echó en falta la megafonía (estropeada y con el técnico desaparecido), ya que la gente sólo veía burbujas de vez en cuando, mientras su lancha los aguardaba en la zona.

Por fin, alguien aparece en la superficie, y con un cofre en sus manos. Botín encontrado, aplausos para los protagonistas.

El cofre se sube a bordo, y se muestra al público…

Finalmente, el cofre llega a tierra. Debería haber estado allí alguna autoridad para recibirlo y recoger la llave, pero no: miembros de la organización lo subieron y lo mostraron a los curiosos. Fin de un evento que fue curioso y entrañable, pero pudo haber estado mejor. Yo sabía lo que iba a ocurrir, pero la mayoría del público estaba bastante perdido y desconcertado.

Seguiremos informando.

Cuando los organizadores no cumplen las bases de sus concursos

Este fin de semana comienza en Santander el II Festival del Mar, una cita que llenará nuestra bahía de grandes veleros. Ya en 2002 recibimos en la ciudad a la regata Cutty Sark, en 2005 se celebró el primer Festival con motivo del 250 aniversario de la ciudad, y ahora se repite el evento, englobado dentro de la candidatura de Santander a la capitalidad europea de la Cultura. Siempre ha sido todo un espectáculo, así que bienvenido sea.

Ayer me encontré por casualidad en un restaurante un folleto sobre el evento. Pensé que iba a ser el programa, pero no: era un formulario para inscribirse en una regata Amsterdam – Santander, y llegar a nuestra ciudad en alguno de los veleros que participan en el Festival. Nada más abrir el folleto me encontré con una de mis fotos, la brújula que aparece sobre estas líneas. Siempre hace ilusión encontrar una de mis imágenes ilustrando un evento de esta magnitud. Tras la sorpresa inicial, recordé que esa imagen en concreto la había presentando a un concurso sobre el Festival del Mar de 2005. No gané. pero está claro que la fotografía les ha venido muy bien. Investigando un poco he encontrado las bases de aquel concurso, para descubrir que el uso de la imagen por su parte ha sido fraudulento: debería aparecer mi nombre.

[OE]Ante todo: se trata de mi fotografía. De eso no tengo ninguna duda. Pueden comparar el folleto que encabeza este artículo con la imagen original, tomada desde la cubierta del velero Shabab Omán:

Presenté la fotografía al concurso organizado por Villas del Cantábrico, y no gané. En su día me di por satisfecho al comprobar que en un reportaje sobre el concurso por la televisión local, esta fotografía llenó la pantalla durante unos cuantos segundos. Pero ahí quedó todo.

Leí y acepté las bases de aquel concurso. Ya las había olvidado, pero al reencontrarlas ahora se puede comprobar directamente su postura respecto a las fotografías no premiadas:

Los concursantes autorizan a la organización del concurso la reproducción de sus obras en cualquier medio sin abono de derechos. La organización citará el nombre del autor en las posibles reproducciones.

Así pues, tienen todo el derecho del mundo a usar mi fotografía en sus campañas, pero no así: deben citarme. Obviamente, mi nombre no aparece por ninguna parte del folleto.

Me parece fantástico que alguien organice un concurso fotográfico para hacerse de una colección de imágenes de manera económica: lo que se gasten en premios siempre será menor que el precio de contratar a un fotógrafo para un reportaje tan exhaustivo. Ahora bien, tienen que indicar claramente en las bases del concurso que pueden utilizar las fotografías no premiadas para sus fines particulares. En este concurso lo hacían, y los que nos presentamos lo leímos y lo aceptamos.

Yo, como concursante, acepté y cumplí las bases del concurso. Villas del Cantábrico las ha incumplido y, mala suerte, me he dado cuenta. Supongo que esta pataleta no quedará aquí, y me pondré en contacto con ellos: creo que se les ha traspapelado una explicación, y me la deben.

En cualquier caso, habrá que visitar el puerto este fin de semana. Guardo un buen recuerdo del anterior festival. Seguiremos fotografiando.

PD: Ojo, este año vuelve a haber concurso de fotografía y en sus bases también indican que se quedarán con todas las fotografías no premiadas, pero en este caso ni siquiera tendrán que citar al autor para utilizarlas. El que se presente, que lo tenga en cuenta.

Comentarios sobre dos ruedas

Escuchando: Las malas lenguas (Love of Lesbian)

Finalmente puedo opinar con (más) conocimiento de causa sobre el funcionamiento del servicio municipal de préstamo de bicicletas en Santander, asunto al que ya dediqué bastantes líneas.

Unos 15 días después de enviar toda la documentación por correo postal, recibí en casa la tarjeta necesaria para utilizar el servicio. Se trata una tarjeta anual, la única modalidad con la que no se cobra ningún tipo de fianza absurda. Comprobado: ni un euro. La tarjeta funciona por contacto, por lo que con acercarla al poste informativo de cada estación nos identificaremos. El proceso para retirar una bicicleta es un poco lioso pero funciona.

Las bicicletas están bastante bien, aunque ha habido días que he echado en falta algo más de mantenimiento: sillines inamovibles, cambios ruidosos que parecían a punto de explotar, ruedas sin aire… hay que comprobar bien la bicicleta antes de retirarla. De momento también se puede devolver al instante y coger otra, pero calculo que eso cambie cuando en octubre se comience a cobrar por el servicio. Las bicis se pueden tener un día entero, por lo que la gente las deja aparcadas donde pilla, sin preocuparse. Calculo que cuando se cobre, se conviertan más en un medio de transporte puntual que en un divertimento.

Dicen que montar en bicicleta no se olvida. Es cierto, aunque se oxida. Yo no había cogido una desde que era niño (y pequeño) y los primeros días los obstáculos no hacían más que ponerse delante de mis ruedas. Nada grave. Ahora no es que ande muy suelto, pero me defiendo. El carril bici del Parque de Las Llamas me sirvió para entrenar un poco sin tener que andar esquivando gente.

Por supuesto, ya he comprobado el estado de algunos carriles-bici de la ciudad, sobre todo el que une el centro con la playa de Los Peligros. En algunas zonas, un repaso al firme no le vendría nada mal. Aunque lo más necesario es una campaña de concienciación para que la gente sepa qué significa un carril bici: he tenido que esquivar coches mal aparcados, coches de policía multando a coches mal aparcados, coches invadiéndome para maniobrar, caravanas, autobuses, y hasta una tabla de windsurf. Y por supuesto, peatones, muchos peatones. Los hay que se apartan con los timbrazos, pero también están los que miran con malos modos. Y es que, señores, esta ciudad da asco tantas veces…

Ejemplo 1. Comentario pillado al vuelo, al pasar con la bici por delante de unas terrazas de una calle peatonal muy ancha: «‘¡Tenían que ir por la carretera!«. En esa calle peatonal hay una estación de bicis, y la carretera está debajo, en un túnel subterráneo. No lo veo.

Ejemplo 2. Dos chicas paseando por el carril-bici, por todo el medio. Timbre. No se apartan. Timbre. No se apartan. Me salgo a la carretera, mientras les digo «Dejad, que ya me aparto yo«. Comentario de una de ellas: «¡Desde que han puesto el carril-bici no se puede ir por ningún lado!«. ¿Se puede ser más absurdo?

Ejemplo 3. Protestas por pasar con la bici por el mercado medieval que este fin de semana animaba una zona de la ciudad. Mercado que había que atravesar para llegar a la estación de bicicletas más grande y céntrica de la ciudad.

Ejemplo 4. Para rodear el susodicho mercado medieval, vamos -desmontados- por una zona peatonal más estrecha. Un imbécil en coche se salta el semáforo que íbamos a cruzar y una señora (señorona, más bien) se pone a despotricar, con razón. Pero con tanta indignación que no hace más que cruzarse y me deja con la bici en la carretera, bloqueándome la acera, cuando el semáforo se abre para los coches. Al moverme para meterme en la acera, la rozo con la rueda en la pierna. El horror. El horror. A pesar de que le pedí inmediatamente perdón (aún pensando que tuvo su parte de culpa) empezó a gritarnos, soltando perlas que me parecían increíbles por el exceso de tópicos. Nos gritaba que ella era de Santander de toda la vida, que éramos unos maleducados y que nos comprásemos una bici y nos fuésemos a montar a nuestro pueblo, que ésto lo pagaban los de Santander (por ir en pantalones cortos y sin afeitar debía de parecer foráneo). Cuando pasó directamente a los insultos (muy desagradables para alguien que nos tachaba de maleducados) acabé gritándole a la puta cara que tuviese un poco de respeto. Suelo ser educado con las personas mayores, pero juro que ésta señora, de Santander de toda la vida, se merecía un sopapo en toda la cara. Zas, en toda la boca. Tuvimos que parar y esperar a que se perdiesen la señora, sus gritos y sus aires de mear colonia. Gente como ella es la que hace que esta ciudad apeste. Ojalá se le caiga el café encima cuando se siente en esas terrazas viejunas donde lo más rancio de Santander se sienta a cotillear y a lucir los trapos de marca.

En fin: que lo de moverse en bici está muy bien, aunque la ciudad aún no está preparada para ello, y mucho menos algunos de sus estúpidos habitantes. Ya que me he perdido la de agosto, habrá que unirse a la masa crítica de septiembre.

Seguiremos informando.

Los restos del incendio

Escuchando: El incendio (Sidonie)

Ya hablaré con más calma del Ecopop: un festival pequeño y mimado que se celebra en el recinto de un castillo, en un pueblo de la Sierra de Gredos; un festival que pretende unir música y naturaleza. Por eso, sus organizadores han vivido muy de cerca el incendio que arrasó 4000 hectáreas este verano en aquella zona. Un auténtico desastre que quisieron mostrarnos; así, unos pocos madrugadores subimos en coches de Protección Civil hasta una de las zonas afectadas, que recorrimos en una marcha de unos pocos kilómetros, un paseo triste por lo desolador del paisaje, pero muy recomendable: es la mejor manera de comprobar, sobre el terreno, cuánto se pierde por culpa del fuego y de los locos pirómanos. Además, contábamos con las explicaciones de gente que lo vivió muy de cerca: el director del festival, concejales, alcaldes, agentes forestales…

Es hora de intentar recuperar el desastre. El festival pretende repoblar una zona y llamarlo Bosque Ecopop. Ojalá lo consigan, y nada de esto se vuelva a repetir.

Seguiremos informando: una vez abandonada la provincia de Ávila, escribo desde Valencia antes de seguir ruta por España.

Lecturas para el fin de otro verano

Escuchando: Bookshop Casanova (The Clientele)

Este verano he estado leyendo bastante, hábito que siempre es agradable recuperar. Por eso, aprovecho que se ve allá a lo lejos el final de agosto para recomendar (al igual que hice el verano pasado) algunas lecturas que me han acompañado en los últimos meses, y otras que lo harán en las próximas semanas.

Arrugas, de Paco Roca. Premio Nacional de Cómic 2008, es una breve novela gráfica que habla de forma sencilla, pero directa y muy emotiva, del Alzheimer y de la pérdida de los recuerdos. Una lectura preciosa y muy recomendable, aunque no especialmente alegre, claro.

Botchan, de Natsume Soseki. Fue un regalo de cumpleaños, que disfruté enormemente. Todo un descubrimiento, una novela muy divertida y fresca, algo destacable en una novela publicada en Japón en 1906. Las desventuras de un joven profesor en una remota aldea nipona me acompañaron a principios de verano, cuando yo andaba precisamente de profesor preparando exámenes.

Brancaccio, una historia de la mafia cotidiana, por Giovanni Di Gregorio y Claudio Stassi. Otro regalo de cumpleaños, una breve novela gráfica, de corte duro y directo, que muestra la otra cara de la mafia, la que está alejada de las películas y los mitos y se muestra brutal e implacable en el día a día con la gente más humilde.

La caza del carnero salvaje, de Haruki Murakami. Después de leer Tokyo Blues, me apetece seguir indagando en la obra de Murakami. Esta otra historia tiene un tinte bastante más surrealista, sobre a todo a medida que avanzan las páginas. Me gustó, aunque prefiero el tono cotidiano de Tokyo Blues. Habrá que seguir leyendo más libros suyos.

La felicidad de los ogros y El hada carabina, de Daniel Pennac. El primero lo tenía desde hace años, y lo he releído para continuar así con la segunda parte de la saga. Los he disfrutado muchísimo, estoy seguro de que seguiré leyendo los siguientes volúmenes con la historia de la familia Malaussène, encabezada por el primogénito Benjamin. Si en La felicidad de los ogros trabaja como chivo expiatorio en unos grandes almacenes que se ven sacudidos por explosiones, en el segundo libro se enfrenta a ancianas guerreras, vejetes drogatas, comisarios que enseñan a robar… Un universo privado fascinante, y muy, muy divertido.

31 canciones, de Nick Hornby. Otro libro muy musical de uno de mis escritores preferidos, autor de la genial Alta Fidelidad. Ahora que este breve volumen ha salido en edición de bolsillo, es un momento ideal para hacerse con él. A lo largo de 31 capítulos habla de canciones, de todo tipo, época y género, que han significado algo en su vida. Se trata de un libro más autobiográfico que musical, las canciones terminan siendo excusas para contar anécdotas o recuerdos. Como suele ser habitual con Hornby: lectura recomendable.

Un grito de amor desde el centro del mundo, Kyoichi Katayama. Por simple curiosidad me lo llevé en una de mis visitas a una librería, aprovechando que en formato de bolsillo estaba muy baratito. «La novela japonesa más leída de todos los tiempos» fue una frase que me ayudó en la compra. Error. El libro es un tostón infumable, que a medida que avanza se va haciendo más y más empalagoso. Un folletín romántico, previsible y de recurso fácil, que hace subir el azúcar en sangre. Totalmente prescindible.

Ligeramente desenfocado, de Robert Capa. Por fin se editan en castellano las memorias que escribió el fotógrafo Robert Capa durante su trabajo en la Segunda Guerra Mundial. Divertidas, apasionantes, cínicas, históricas… sus páginas, salpicadas con abundantes imágenes, son imprescindibles para cualquier aficionado a la fotografía o a la historia. Su narración en primera persona del desembarco de Normandía, por ejemplo, es una delicia…

20 cuentos de cine, varios autores. Un regalo de la cafetería de FNAC en Bilbao, con pequeños relatos relacionados con el mundo del cine, por un montón de autores de primera fila. Ya sólo por leer algunas páginas de Cabrera Infante o Millás merece la pena. Algunos de los cuentos me han parecido demasiado densos, pero en general se disfruta mucho entre recuerdos de viejas salas y películas clásicas. Relación calidad-precio insuperable, claro.

Entre las lecturas que me reservo para los próximos días están las adquisiciones en la Feria del Libro Viejo de Santander:

Asfixia, de Chuck Palahniuk. Porque ya va siendo hora de leer algo suyo, y encontrarse este libro a muy buen precio es la mejor de las excusas.

En picado, de Nick Hornby. Uno de sus últimos libros, estoy seguro de que no me va a defraudar. Cuatro suicidas coinciden en lo alto de una torre en Nochevieja…

Equivocado sobre Japón. El viaje de un padre y su hijo, de Peter Carey. Compra totalmente impulsiva, culpa de un diseño exterior muy llamativo y un argumento especialmente atractivo: el autor viaja con su hijo de 12 años a Japón, país con el que crío está obsesionado. Guiados por un adolescente japonés, intentan descubrir el Japón real, así como adentrarse en los secretos del manga y el anime. Si además en el primer párrafo hablan de El verano de Kikujiro, para qué quiero más.

Ahí queda eso. Felices lecturas. Seguiremos informando.

El animalario

Tenía pendientes de publicar algunas fotos del último reportaje que me encargaron en la Universidad de Cantabria. En una misma mañana estuve haciendo fotos a vehículos submarinos, a un super-computador, y al animalario de la Facultad de Medicina.

De las tres sesiones, la más llamativa fue ésta última. Nunca me había fijado en el edificio del animalario (y eso que la biblioteca de la Facultad de Medicina fue uno de mis rincones habituales durante la carrera, por cercanía). El acceso está muy controlado, la temperatura estable, el ambiente muy tranquilo (al menos cuando estuve yo). Resulta curioso entrar en una habitación y encontrarse con un montón de ratoncitos en sus jaulas. No es que sea especialmente aficionado a los roedores, pero aún así daba bastante pena verlos allí.

]Aparte de ellos, y de alguna rata de laboratorio, pocos animales vi por allí, aunque las instalaciones están preparadas para aves, cerdos… muy interesante, sobre todo por aquellos días, cuando la gripe A hacía su aparición y todavía se la conocía como gripe porcina.

La visita por las instalaciones incluyó estancias más o menos previsibles (como laboratorios y quirófanos) y otras más llamativas: las susodichas salas con jaulas, o el laboratorio de conducta (donde se mete a los ratones en laberintos y pruebas varias, grabándolos con cámaras para analizar sus reacciones).

Lo único complicado de las fotos fue trabajar con una iluminación muy poco fotogénica (escasa y fluorescente) y sin tirar de flash para no asustar a los sujetos en estudio. Fue una mañana curiosa aquella, sin duda. Seguiremos fotografiando.

Cultura aérea, cultura sumergida

Escuchando: Wrong (Depeche Mode)

Este fin de semana Santander se ha llenado de espectáculos aéreos, con un pequeño festival llamado Mirando al Cielo. Sólo he podido pasarme por uno de sus actos principales, en la Plaza Porticada, donde la compañía francesa Les Passagers se ha dedicado a danzar y pintar sobre un mural de 200 metros cuadrados, con sus componentes colgados de cuerdas. Bastante espectacular. Fui con la cámara encima por casualidad, y me volví a casa con una interesante colección de fotos.

Ha estado bien la propuesta, aunque me da la impresión de que apenas se ha publicitado, tan sólo unos días antes he visto folletos y carteles con el programa. Con esto de que queremos ser capital europea de la cultura en 2016, parece que las calles están un poco más animadas que de costumbre. Hay que felicitar al ayuntamiento cuando las cosas se hacen bien; bienvenidas sean todas las propuestas, aunque hay que meditar un poco más los lugares y las horas: también hay teatro en la calle, por distintas plazas de la ciudad, pero no se puede programar una obra a las ocho y media de la tarde, con bastante público infantil, en la que las palabrotas, las referencias sexuales y la bebida está demasiado presente. Responsables: un poco de responsabilidad.

En cualquier caso: las calles se llenan de cultura, de espectáculos, de teatro, de músicas, de libros, de carteles proclamando que queremos ser representantes de la cultura en Europa. Sacando pecho, asomándonos a la galería. Y sin embargo…

Sin embargo, algo falla. En las grandes avenidas todo reluce, pero en los callejones más oscuros de la ciudad la policía sigue parando conciertos que no molestan a nadie. En una ciudad que pretende presumir de cultural, montar un concierto, un acústico, una velada poética o una sesión de cuentacuentos continúan siendo actividades molestas, perseguidas, ilegales. Queremos mostrar la apertura cultural de la ciudad, pero se callan voces, se impide a nuestros artistas expresarse… a no ser que se trate de algún acto oficial en el que los mandamases de turno puedan salir en la foto.

La cultura es, tiene que ser, mucho más que un programa oficial de espectáculos. Tiene que ser algo vivo. En los callejones, en los tugurios, también se crea. Cuando esa cultura también cuente para la candidatura, firmaré por ella. Hasta entonces, habrá que gritar que este doble rasero, esta hipocresía que tan arraigada está en nuestra ciudad hace que la propuesta de iluminar a Europa sea poco más que un chiste, y de mal gusto.

Seguiremos informando.