Gelatinosas pruebas

Escuchando: Macrovision (Depeche Mode)

Lo primero que pensé cuando me dieron la cámara fue: «mierda, Sony«. Y no es que me parezca mala marca, es que usa sus propias tarjetas de memoria (Memory Stick), y de esas yo no gasto. Camino a casa, en el autobús, leyendo las indicaciones de la caja, descubrí que tenía 56 megas de memoria interna. Bueno, menos mal. Algo es algo.

Un rato después abrí la caja, y probé un poco por encima la cámara: una Sony DSC-W55. Pequeña, negra, bonita, manejable, y bastante completa para ser una compacta. Mucho mejor que la Fujifilm que suelo llevar siempre encima (excepto ahora, que anda de viaje por Argentina).

La sorpresa vino al final: cuando estaba recolocando manuales, cables y un disco de programas en la caja de la cámara, cayó a la mesa de entre todos los papeles un pequeño bulto: una tarjeta de 1 giga. ¡Genial! Así da gusto recibir una cámara, lista para disparar y disparar.

No la he probado a fondo aún, pero tiene detalles que me gustan: su minúsculo tamaño, su acabado, su pantalla, la batería, el modo macro (a la foto me remito), su sensibilidad ISO 1000…

Creo que, a pesar de la espera, ha merecido la pena. Bienvenida a la colección. Seguiremos informando.