Al despertar esta mañana me di cuenta de que había muerto.

Escuchando: Until Death (Scout Niblett)

Y no deja de ser una forma bastante tonta de empezar el día. Bueno, supongo que era una de esas cosas que tenía pendientes, pero siempre se van dejando para el día siguiente. Mañana arreglo el trastero, mañana ordeno la colección de sellos; mañana me muero.

Pero no pienso resignarme. No. No me gusta que me digan lo que tengo que hacer. Vive. Muere. Paso. Pienso volver. No quiero reencarnarme, eso no. Reencarnarme en un árbol, como David el Gnomo, acabaría siendo un tostón. Además luego vendrían Luis y Natalia a grabarme en la corteza lo mucho que se quieren, enmarcándolo en un corazón con una navaja cutre. Y lo mismo se lo podía tatuar Luis en las pelotas. Y Natalia en las tetas. No. No me va eso.

Y lo de reencarnarme en otra persona… qué pereza, ¿no? Con lo bien que se me da ya lo de andar, mantener el equilibrio, masticar, hacer cálculos mentales, controlar emociones y esfínteres (viene a ser lo mismo), hablar, escribir… no, no quiero tener que aprender todo eso de nuevo, descartado. Ni un duro más a Rubio y sus cuadernos.

No voy a reencarname, así que voy a resucitar. No al tercer día, claro, que eso está muy visto, luego siempre comparan y te llaman copión. Además, que tendría que resucitar el lunes, y eso es una putada. Ahí, con toda la semana por delante, quita, quita.

Me daré unos días, quizás unas semanas. Y luego resucitaré. Es posible que no os déis cuenta. Que os parezca el mismo de siempre. Pero por una temporada, no me podréis hacer daño, tampoco podré sentir nada por vosotros, seré un espectador de mi propia vida una vez muerto. Estaré sentado en la butaca del cine viendo qué pinta tengo desde fuera.

Y cuando me canse de verme a mí mismo, me levantaré un día y estaré vivo de nuevo.