¿A quién le importa? [El cierre de la Filmoteca y otros mamoneos políticos]

Escuchando: Échale la culpa a Hill (Indigo)

Has sido tú. No, tú. Es tu culpa. Y tu más. Lo has roto. Ya estaba así cuando llegué. Se lo voy a decir a la seño. Ya no te ajunto.

¿Un patio de colegio? ¿Los Simpson? No, que va. Una discusión política cualquiera. Dos puntos por encima de lamentable, y uno por debajo de patético. Pero todo se andará.

En Santander ha cerrado la Filmoteca Regional, que depende del Gobierno de Cantabria. Y si ahora mismo sus puertas están cerradas es por decisión del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria. Todo este tiempo ha funcionado sin licencia. La Filmoteca, no el Tribunal, claro.

Estos días, si no me he perdido ningún episodio de tan bochornoso culebrón, se está a la espera de un permiso de obra para acometer las modificaciones pertinentes, y reabrir sus puertas, esta vez con licencia. A saber cuándo.

¿Cómo se ha llegado a una situación tan ridícula? Sencillo: seguiendo los criterios de lo políticamente correcto. Y en estos tiempos que corren, lo políticamente correcto es ciscarse en los muertos del oponente, usar cualquier asunto como arma arrojadiza, y sobre todo, lo más importante: pasarse por el arco del triunfo, vulgo cojones, la cultura, el interés por los ciudadanos y cualquier desviación filantrópica. Mucho mejor ser licántropo. Aú.

No creo exagerar. El Ayuntamiento de la ciudad (de un color) acusa a los responsables de la Filmoteca (del otro bando) de no tener licencia. Éstos a su vez contraatacan con el argumento de que fueron los primeros los que inauguraron las instalaciones así, fuera de la ley. Y tú más, y mi padre tiene un camión, y el mío es policía. Unos por otros, la casa sin barrer, y las escobas en alto cuales espadas láser. Fium, fium. Se lo pasan pipa. Sería hasta divertido, si no fuese porque no tiene ni puta gracia. La Filmoteca era de lo poco que teníamos en esta ciudad de lo que nos podíamos sentir orgullosos, y han conseguido su objetivo: cerrarla para pelearse a gusto. En lugar de poner un poco de voluntad por parte de todos para solucionar y agilizar el problema, se ha llegado hasta los tribunales y nos hemos quedado sin sala. Aplauso y ovación cerrada. Con representantes así, ¿quién necesita enemigos?

Puesto a señalar con el dedo, la Filmoteca tampoco se va a librar de algún comentario recriminatorio. Echo de menos la época en la que un ciclo duraba una semana, o un par de ellas, y se podía disfrutar en ellos de una cuidadísima selección de clásicos en versión original; o de un repaso al mejor cine independiente reciente. Pero en los últimos meses esa programación se había vuelto más caótica y agresiva. Ciclos fraccionados, clásicos y documentales convivían en forzada armonía con cuasi-estrenos de cartelera. Y como la sala está subvencionada, al igual que otro de los tres cines que quedan en la ciudad, resulta que el restante en discordia, el único que es loable iniciativa privada, ve cómo con dinero público se le representa delante de las narices una función de algo muy, muy, muy parecido a la competencia desleal.

Para los que se hayan perdido, resumen rápido: pocos cines, y se putean. Los que se pueden convertir en arma política, se usan como tal, y se consigue cerrar de esta guisa la Filmoteca de la ciudad.

En fin. Se trata de un ejemplo más en el que se pone la política por encima del sentido común, la confontación por mantenerse en el poder, o arrabatarlo, por encima del bienestar de los que han votado, y deberían botar. He dicho un ejemplo, pero no el último: la semana pasada se presentó el Santander Summer Festival, que se realiza gracias al apoyo (que podrá ser mayor o menor) del Ayuntamiento de la ciudad. Pocos días han pasado hasta que las juventudes del equipo colorao han emitido un curioso comunicado en el que se culpa, señalando con el dedín, al Ayuntamiento de no apoyar la iniciativa, de torpedearla, de ser culpables de su cambio de fechas, y casi casi del cambio climático.

Si en lugar de tanta acusación, se molestasen y perdiesen media hora en informarse antes de hablar por hablar, podrían entender algunas de las razones que han llevado al festival a una edición más reducida y retrasada. Podrían deja de tirar piedras y preocuparse de apoyar de alguna forma (y me refiero, sí, al vil metal) la iniciativa; así, como en Bilbao, quizás otros gallos con mayor caché nos cantaren.

Pero no. Bienvenidos a la política. Y tú más.