Varsovia: más fotografías promocionales

Hace unas semanas me acerqué al cine a ver Cerezos en flor, una bonita y triste película alemana ambientada en gran parte en Japón. Leyendo el dossier de la película, me llamó la atención un párrafo de una entrevista a la directora:

Es muy divertido ver que la ficción y la realidad están regidas por el mismo pulso. Es entonces cuando ocurren las cosas más maravillosas. Por ejemplo, en el Mar Báltico queríamos que el tiempo fuera malo para que encajara con el estado emocional de los dolientes. Queríamos cielos grises, mares embravecidos, ese tiempo que suele hacer en el Mar Báltico. Pero cuando llegamos allí nos encontramos con cielos azules, y un aire casi veraniego. Había gente desnuda y en bikini por todas partes. Así que reaccionamos a estas condiciones inesperadas enviando a nuestros dolientes a la playa, vestidos de negros. Y al final fue una decisión mucho más acertada.

Cuando leía esas líneas me acordaba de una situación parecida: la sesión de fotografías que hice al grupo Varsovia para promocionar el concierto que tendrá lugar esta semana en Santander.

[OE]Ya tenía antecedentes fotografiando a esta banda: después de un par de décadas alejados del escenario, había hecho algunas fotos para anunciar su regreso a la actividad en el festival CuVa del pasado diciembre, donde también los capturé en acción.

Ahora se trataba de conseguir una serie de imágenes a usar en cartelería y promoción para un concierto muy especial: en el teatro CASYC de Santander, este jueves recordarán sus grandes temas, presentarán algunos nuevos, y se rodearán de un puñado de amigos (gente de Danza Invisible, Radio Futura, Loquillo y Los Trogloditas, Miss Cafeína…) para redondear así una noche muy ochentera. Plan recomendado para el jueves, sobra decirlo.

Para las fotografías, había algunas ideas en mente ya: aprovechando el pésimo tiempo de comienzos de primavera, teníamos intención de acercarnos a alguna playa desierta, con nubes amenazadoras, ambiente frío… Los componentes del grupo, de negro y en un plano muy abierto era la imagen ideal que queríamos para el cartel.

Al final pasó como en la película de la que hablaba de antes: cuadrar agendas fue complicado, y cuando conseguimos juntarnos todos el mismo día, hacía sol. Mucho. Decidimos ir a una playa más alejada de Santander, para huir un poco de los extras indeseados, pero fue imposible: a pesar del frío, el sol había animado a todo el mundo a acercarse a la playa, y era poco menos que imposible conseguir ese día la fotografía que queríamos.

Hubo cambio de planes: si no teníamos nubes, al menos buscaríamos la soledad; nos dirigimos a la casa de uno de los componentes del grupo, en una zona de Santander que conserva aún su espíritu rural. Allí, tras investigar un poco por sus terrenos, acabamos al borde del mar, en una pequeña cala -esta vez sí- desierta. Aprovechamos para hacer algunas fotografías utilizando como motivo complementario unos cables de audio que les había pedido (para guiar la mirada del primer plano hasta el grupo al fondo) y después buscamos algún escenario más, para dar variedad a la sesión. Suelo ser bastante patoso andando entre piedras y rocas, más aún con la cámara en la mano, pero he de reconocer que finalmente encontramos un rincón perfecto.

No fueron las fotos que queríamos hacer al salir de casa, pero dadas las condiciones del día, el resultado fue más que satisfactorio. De hecho, creo que las imágenes tienen ese aire ochentero (la referencia a El mar no cesa de Héroes del Silencio es inevitable) que viene que ni pintado para la ocasión.

Al final, una sesión curiosa y divertida, unas fotos para el recuerdo y un cartel para la noche del jueves.

Seguiremos fotografiando.

Kowasa: libros de fotografía

Hoy, Día del Libro, es el momento ideal para recuperar una de las historias que tenía pendiente dejar caer por aquí. En mi visita a Barcelona del mes pasado la vena consumista estuvo bastante moderada, pero sí que pasé (un buen rato, además) por una librería que me había recomendado Borf hace tiempo.

Kowasa es una librería especializada en fotografía. Venden mucho por Internet, por lo que parece, pero sobra decir que entrar en su establecimiento de Barcelona es toda una experiencia. En la planta baja no caben más libros: estanterías desde el suelo hasta el techo con todo lo que un fotógrafo de librería de provincias pueda soñar. La primera planta tiene más libros, sala de exposición y sus oficinas.

[OE]Me pasé allí media mañana pero podría haber estado una semana curioseando. Aparte de libros sobre cualquier fotógrafo conocido o desconocido (para mí), tienen abundante material técnico, incluso ordenado por modelos de cámara, algo que no había visto nunca.

Tengo aún unos cuantos libros de fotografía pendientes de leer, o de terminar, así que fui sensato. Ahora que tengo localizada la tienda, ya sé dónde volver a buscar… y tampoco era plan de sumar kilos a la maleta, que no tenía intención de facturar…

Tampoco salí de allí con las manos vacías, claro: me llevé un libro (había varios sobre el tema) dedicado a la fotografía de bodas, me llamó la atención porque lo enfocaba de manera moderna y original. En breve me meteré con él, que este verano tengo al menos una boda a la vista que me pasaré cámara en mano. Ya he hecho unos cuantos reportajes (creo que con bastante éxito, modestia aparte, aunque ayudaba el que casi siempre los protagonistas buscasen algo distinto), pero nunca está de más coger ideas nuevas con las que practicar…

Cuando vuelva a Barcelona, repetiré la visita a Kowasa. Y dejaré siempre a mano su página web. Muy recomendable…

Seguiremos fotografiando.

Olympus y el sentido común

Sorprendentes declaraciones las de Akira Watanabe, responsable de planificación del departamento de cámaras réflex de Olympus, que ha hecho pública la decisión de la marca de plantarse en la carrera por los megapíxeles. Doce son suficientes para la mayoría de los usuarios, y se van a centrar en mejorar otros aspectos de sus cámaras réflex: reducción de ruido a altas sensibilidades, más rapidez y precisión en el enfoque, etc.

[OE]Se trata de un movimiento digno de aplauso. Una cámara no es mejor por tener chorrocientos megapíxeles. Seamos prácticos: tanta resolución sólo sirve para que nuestros archivos ocupen mucho, y tengamos que gastarnos más dinero en tarjetas de memoria. Así de claro. La mayoría de nosotros no nos vamos a dedicar habitualmente a ampliar nuestras imágenes en tamaño valla publicitaria, así que casi todos esos megapíxeles no son más que un reclamo publicitario. Nada más. Los que pasan por el salón de mi casa pueden comprobar de manera práctica -y enmarcada- cuánto pueden dar de sí seis humildes megapíxeles.

Hay otros factores que influyen mucho más en la calidad de las fotografías obtenidas por una cámara: su comportamiento con sensibilidades altas, la óptica que usemos (¡importantísimo!) y sobre todo: el fotógrafo. Todo lo demás, es secundario, y la competición que tienen algunas marcas por presentar sensores con resoluciones cada vez mayores sólo está beneficiando a los fabricantes de tarjetas. Ténganlo en cuenta.

Seguiremos fotografiando.

Fotografiando con el carrete al revés

En mi última visita (fugaz) a Madrid, pasé por la tienda Lomo y compré unos carretes por los que sentía bastante curiosidad. Se trata de los Redscale, que han lanzado recientemente, y son bastante peculiares. La película es estándar, es un carrete de 36 fotografías, y de ISO 100. Hasta ahí todo normal. Lo extraño viene porque está enrrollado en el chasis al revés. Me explico: al cargar uno de estos carretes en la cámara, la parte con la emulsión (la normal, la que se expone a la luz habitualmente) queda hacia atrás, y lo que se expone es su cara trasera (esa que es más mate). Esta cara trasera (convertida ahora en delantera) lleva unas capas protectoras que filtran la luz, y el resultado -tras el revelado- es que obtenemos imágenes con los tonos cálidos muy saturados: todo un derroche de rojos, naranjas y amarillos.

Sabía que había gente que experimentaba con estas cosas, pero el método para hacerlo consistía en coger un carrete normal, sacarlo de su chasis y meterlo al revés en otro vacío. Me daba pereza. Ahora, Lomo ha comercializado directamente el carrete ya invertido, que es mucho más cómodo y rápido.[OE]

Compré un pack de tres carretes, y hace unas semanas estrené el primero de ellos. Lo cargué en mi Nikon F70, y me eché a las calles. Con ganas, pero con cierta imprevisión: el día estaba bastante desapacible, y fui demasiado optimista. A los pocos minutos me sorprendió una agresiva granizada que me obligó a buscar refugio, a limitar el ángulo de mis disparos, y a volver corriendo a casa a secarme y recuperar la temperatura corporal habitual. Por todo ello, las fotografías no fueron ni tan variadas ni tan pensadas como me habría gustado. Además, algunas de ellas seguro que habían salido muy viñeteadas, al abusar de un objetivo pensado para cámaras digitales en una de película. Pero aún así, como primer experimento con este tipo de carretes, tenía curiosidad por ver el resultado.

Encargué un revelado rápido en la tienda donde suelo dejar mis carretes a color; habían cambiado a la dependienta, y se extrañó primero porque pidiese sólo el revelado (sin copias en papel ni digitalización y cd, esto último lo hago yo en casa) y después cuando le expliqué que el carrete estaba al revés pero que no influía para nada, y que lo revelase normalmente.

Una hora después, ya tenía mis negativos revelados, aparentemente había salido algo decente. En casa, y pasándolos por el escáner, vi que muchas de las fotografías habían sufrido por la falta de luz de aquel día, pero aún así cerca de la mitad eran aprovechables. Las he publicado en mi cuenta de flickr, por si alguien tiene curiosidad. Los resultados han sido más o menos los esperados: imágenes de un día gris plomizo convertidas en una explosión de tonos cálidos. Curioso.

Me quedan dos carretes más. Buscaré un día más agradable para usarlos. Seguiremos fotografiando.

La respuesta del diario Público

No sé si recordarán, pero hace unas semanas apareció una de mis fotografías, sin citarme ni pedirme ningún tipo de permiso, en el diario Público. Para exigir una explicación, escribí una carta que publiqué aquí, y envié a su sección de Opinión, a la de Culturas (donde se publicaba la fotografía), y también -más resumida- a través del formulario de contacto que tiene el periódico en su página web.

Me hicieron caso. Omiso. No obtuve respuesta de ninguna clase, así que al cabo de un par de semanas, recordándolo, y molesto por su falta de educación, descolgué el teléfono y llamé directamente al periódico.

[OE]Me pasaron con una persona relacionada con la sección de Culturas, y no acertó a darme ninguna explicación. Se intentó disculpar echando balones fuera: no había sido ella quien se había encargado ese día, esa sección (la agenda) es la única que no lleva nunca pies de foto (le hice notar que eso no les da permiso para utilizar cualquier fotografía, obviamente), que si la abuela fuma… Finalmente me ofreció sus ¿disculpas? de un modo bastante extraño (como perdonándome la vida), así que dediqué unos minutos a dejar (más) clara mi indignación por la ausencia de respuestas y de explicaciones, y por su comportamiento. Todo ello de manera educada, por supuesto. Tras eso, me pidió mis datos de contacto y quedó en intentar averiguar algo más y llamarme para intentar explicar mejor el asunto.

Hace unos días recibí una llamada de la misma persona, y me contó que tras consultar a la persona responsable de la agenda el día de mi fotografía, habían llegado a la conclusión de que la culpa no había sido suya: la fotografía se la pasó directamente la empresa organizadora del concierto (de Sergio Makaroff en Alburquerque), y ellos la utilizaron sin más. Les pedí el nombre de esa empresa, y les agradecí la información.

Desde mi punto de vista, tienen su parte de razón: si a mí me llega una nota de prensa (y me llegan) entiendo que puedo utilizar ese material para promocionar el evento de que se trate. Para eso se envía ese material. Yo no me suelo preocupar de rastrear el origen de unas fotos promocionales cuando me las envía un grupo, una promotora, etc. Doy por supuesto que ellos ya se han encargado de ello. Visto así, Público no tendría culpa.

Eso me lleva, claro está, a señalar con el dedo a la empresa que utilizó mi fotografía: Yo Soy Comunicación, o al menos eso me dijeron desde el periódico. No he conseguido localizarlos, pero si realmente están utilizando mis fotografías para promocionar sus eventos, están actuando mal. Una pena no tener su teléfono para pegarles el pertinente tirón de orejas.

Eso sí, tengo ahora más y mejores cosas en la cabeza que ponerme a tirar de todos estos hilos, por una foto que -recordemos- tiene una licencia Creative Commons mediante la cual la pongo a disposición de quien quiera (cumpliendo unos mínimos requisitos que no se han dado en este caso). Si no tuviese otra cosa que hacer, y quisiera que se hiciese justicia, apretaría las tuercas a Público: ellos han sido los que han publicado la imagen, y los que tendrían que demostrar -legalmente- que la responsabilidad es de esa empresa de comunicación.

En fin. Que tampoco le voy a dar más vueltas. Público me ha ofrecido una explicación, me convence a medias, pero me irrita que haya tenido que tomarme tantas molestias e insistir para obtenerla.

Seguiremos fotografiando.

Fotografiando laboratorios

Hace algunas semanas me encargaron un reportaje fotográfico sobre unos laboratorios científicos de la Universidad de Cantabria. El objetivo era conseguir material con el que promocionar sus actividades y servicios. En concreto, se buscaban sobre todo primeros planos de los equipos de los laboratorios, incluyendo también en la medida de lo posible algún detalle de sus trabajadores.

[OE]Estuve un par de horas haciendo las fotos, y no costó mucho encontrar motivos: los laboratorios eran suficientemente pintorescos y con detalles llamativos como para no aburrirse con la cámara. Finalmente, fueron algo más de medio centenar de fotografías las que formaron parte del reportaje.

De todas ella, he publicado algunas en mi cuenta de flickr, las que me parecen (en mi opinión subjetiva) más originales y vistosas.

Fue divertido, sin duda. Seguiremos fotografiando.

Carta abierta al diario Público

Hace unos días leía en su diario, en una página dedicada al concurso Fotolibre, la siguiente frase: «¿Siempre soñaste con sacar una foto, publicarla en un diario, y además ganar dinero con ella? Con Fotolibre, puedes». No aspiraba a cumplir ese sueño en Público, ya que las bases del concurso no me convencían, en especial su cuarto apartado, relativo a los derechos de las imágenes enviadas (me lo volveré a pensar, ahora que ese punto ha sido redefinido). Sin embargo, ayer, hojeando el periódico, descubrí que Público sí había publicado una fotografía mía. Eso sí, fuera de concurso, sin pedirme permiso y sin ningún tipo de reconocimiento.


[OE]
En concreto, hablo de la imagen del gran Sergio Makaroff que aparece en la agenda cultural (página 42) de ayer día 12 de febrero. Al verla, no dudé de que se trataba de mi fotografía, pero lo comprobé antes de nada, para asegurarme. Efectivamente, es una imagen que publiqué en mi weblog, y que aparece entre los primeros resultados al buscar fotos de Makaroff con Google. Ya intuyo, por tanto, cómo la fotografía ha llegado desde mi cámara a los quioscos.

Curiosamente, esa fotografía la he publicado con licencia Creative Commons (como aparece en el pie de página de mi blog, de donde ha salido). Esto es, cualquiera puede descargarla y utilizarla. Eso sí, con tres restricciones: citar al autor, no usarla con fines comerciales, y no realizar modificaciones sobre la misma.

Público ha incumplido estos tres puntos; incluso el último, ya que la imagen ha sufrido un recorte. No sé si será una estrategia habitual en el diario publicar imágenes sin preocuparse por su origen, pero en este caso así ha sido. Una lástima: si me hubiesen preguntado, seguramente les habría regalado amablemente la foto. Sí, hace ilusión ver una fotografía publicada. Pero si tanto cuidan los derechos de autor en lo relativo a su concurso de fotografía, extiendan el celo al resto de páginas de su periódico.

Atentamente,

Roberto Ortiz

[Carta enviada hoy a las secciones de Opinión y Cultura del diario Público]

Público y su concurso de fotografía

El pasado domingo, el diario Público inició una colección de libros sobre fotografía, que irán acompañados por láminas con imágenes míticas, gratis con el periódico tres días a la semana (hoy, por ejemplo, regalan Muerte de un miliciano, de Robert Capa). Interesante y recomendable propuesta: visto el primer librito, la colección tiene buena pinta.

Además, para involucrar a los lectores han puesto en marcha un concurso al que han llamado Foto libre. Varias categorías, premios semanales y quincenales de 100€, un premio final de 3000€ y dos finalistas de 1500€… Se trata de un concurso bastante goloso.

Eso sí, nunca está de más leer las bases de cualquier concurso al que nos planteemos presentar alguna imagen. En esta caso, las bases se pueden consultar en la página web del concurso. Así nos podemos enterar, por ejemplo, del enfoque que le dan al tema de los derechos de las imágenes.

[OE]
Antes de hablar sobre ello, cito textualmente el apartado cuarto de las citadas bases:


4. Cesión y autorización de derechos.

La participación en el Concurso supone la cesión y autorización expresa de todos los derechos de propiedad intelectual y de imagen sobre las fotografías enviadas, de forma que el participante cede a MEDIAPUBLI, en exclusiva, con facultad de cesión en exclusiva a terceros, por todo el tiempo permitido por la legislación y para todo el mundo, los derechos de explotación de naturaleza intelectual, industrial y/o de imagen que pudieran corresponderle o derivar de las fotografías enviadas para participar en el Concurso, a modo enunciativo; reproducción, distribución, comunicación pública, transformación y doblaje y subtitulado, en cualquier sistema, soporte o formato conocido o por conocer, sin reserva alguna, para su explotación en todo el mundo y por el máximo plazo de tiempo de protección establecido en la legislación, en cualquier modalidad, entre otras, a título enunciativo y no exhaustivo, en cualquier modalidad cinematográfica, de televisión, telefonía móvil, Internet (a título de ejemplo y no exhaustivo, en los sitios web de YOUTUBE, FLICKR, FACEBOOK, MYSPACE, TUENTI DEVIANTART, TWITTER, www.publico.es, etcétera) y otras tecnologías de comunicación a través de banda, para su recepción en dispositivos fijos o móviles, ya sea para su recepción tradicional o bajo demanda o casi bajo demanda, cualquiera que sea la tecnología utilizada, existente a la firma de las presentes bases u otras que pudieran crearse, a través de merchandising, productos derivados y nuevas tecnologías, y por cualquier otro medio de explotación, tanto de las fotografías enviadas para el Concurso como de cualquier registro audiovisual, secuencia, descartes y fotogramas de las mismas y de las aportaciones particulares y personas que aparezcan en las mismas. La cesión de derechos contemplada, incluye la facultad de copiar, alojar, buscar con metabuscadores, almacenar en caché, envar, transmitir, almacenar, modificar, adaptar, reformatear, comunicar y dar acceso a, analizar y crear algoritmos basados en, etcétera.

Los derechos de explotación en exclusiva citados incluyen igualmente la explotación de forma aislada y su incorporación en otras obras, producciones, publicaciones, emisiones, grabaciones o bases de datos, escritas, sonoras o audiovisuales.

MEDIAPUBLI podrá utilizar los registros audiovisuales enviados de las personas que aparezcan en las fotografías enviadas para el Concurso y de sus autores, su imagen, nombre, fotografías y voces, para fines de información, promoción, desarrollo o explotación del Concurso y del diario PÚBLICO. Asimismo, MEDIAPUBLI podrá solicitar la participación del participante en el Concurso para dichos actos.

Ahí queda eso. Las negritas son mías. Lo habitual es que se cedan los derechos de las fotografías ganadoras en un concurso. En este caso, se ceden los derechos de todas las imágenes que se envíen a concurso. La diferencia puede ser sutil, pero me parece importantísima. Dos reflexiones sobre ello:

La primera, estamos cediendo todos los derechos de nuestras fotografías a cambio de la remota y subjetiva (hay que ser realistas) posibilidad de hacernos con uno de los premios. A su vez, lo más seguro es que no podamos volver a utilizar esa fotografía para otros concursos, así que ojo con lo que presentamos. Siempre hay que valorar si merece la pena deshacerse así de uno de nuestros disparos favoritos.

Mi segunda reflexión, esta vez desde el punto de vista de Público. El periódico (MEDIAPUBLI, legalmente) consigue con este concurso una ingente cantidad de fotografías y los derechos para hacer con ellas lo que considere oportuno. No le sale gratis: paga los premios y lo que le cuesta gestionar el concurso, pero aún así no parece mal precio por una colección de miles de fotografías. No hay que olvidar que un periódico demanda muchas imágenes cada día.

En conclusión: que cada cual valore si le merece la pena concursar. Pero que sepa, eso sí, que al registrarse y aceptar las bases, está regalando sus fotografías, todas las que envíe, ganen o no, a una empresa llamada MEDIAPUBLI. No abusan, avisan. En las bases. Y yo también aviso, sin más.

Seguiremos fotografiando.

Recuerdos de una noche de ilusiones

La pasada noche de Reyes decidí desempolvar mi Nikon de película, y dediqué un carrete a la cabalgata de Santander. La lluvia estuvo a punto de desanimarme, pero afortunadamente -sobre todo para los niños- acabó dando algo de tregua.

Más que fotografías de la cabalgata en sí, lo que quería era intentar captar el ambiente en las calles, las imágenes de los niños embobados.. cosas así. De hecho, salí de casa con una fotografía en la cabeza: un niño pequeño subido a hombros, de espaldas, hipnotizado por el espectáculo. Tuve ocasiones de sobra para disparar y volver a casa con esa imagen.

[OE]
Fui con un equipo mínimo: mi F70 cargada con un carrete de ISO 400, y un objetivo de focal fija, mi 50mm f1.8. Suficiente para poder disparar por la noche sin preocuparme de cargar con trípode.

Hoy, después de revelados, digitalizados y limpiados varios, he terminado de editar esa serie de fotografías, y acabo de publicar el pequeño reportaje en mi cuenta de flickr. Generalmente, doy por aprovechado un carrete cuando consigo una o dos fotos decentes (al fin y al cabo, disparar con película es más una excusa para revelar y cacharrear que un fin en sí), y en este caso creo que estuvo bien aprovechado.

Seguiremos fotografiando.

Azúcar, sal y otros ingredientes minúsculos

Se denomina fotografía macro a aquella en la que el motivo a retratar es más pequeño que el negativo o sensor de la cámara. En palabras comunes: son fotografías de cosas muy pequeñas. Pero mucho. Es una técnica utilizada habitualmente para fotografiar insectos o flores, por ejemplo. Muchas cámaras compactas incluyen un modo macro (indicado mediante el icono de una flor) que pueden llegar a ofrecer resultados sorprendentes. Mi cámara «de emergencia«, una Sony compacta, se desenvuelve bastante bien en las distancias cortas. Como muestra, un botón:

En cambio, para jugar en este campo con una cámara réflex (y disfrutar del control y calidad que ésta nos ofrece), necesitamos un objetivo que permita enfocar a muy poca distancia. Hay objetivos diseñados específicamente para este fin, pero no suelen ser precisamente baratos. Por suerte, con un poco de ingenio y mucho menos presupuesto también se pueden realizar algunos experimentos interesantes. Lo que aparece en la imagen que encabeza estas líneas es azúcar común. La fotografía está tomada con mi cámara, un objetivo muy sencillo, y un tubo de extensión que me ha costado menos de diez euros.

[OE]¿Qué es eso de un tubo de extensión? Muy sencillo, es lo que su nombre indica: un pequeño tubo de metal que se coloca entre el cuerpo de la cámara y el objetivo, para separar más éste del plano focal. Lo que conseguimos así es reducir enormemente la distancia a la que podemos enfocar. El tubo que he comprado dispone de varias secciones desmontables para variar su longitud y enfatizar así más o menos el efecto de ampliación. En concreto, consta de cinco partes: una se acopla al cuerpo de la cámara, otra al objetivo a utilizar, y las otras tres se pueden colocar de una en una o combinadas, en medio de las dos anteriores para «extender» el tubo más o menos. Lo he comprado vía Hong Kong, por lo que las instrucciones se limitan a una simple hoja escrita en perfecto (supongo) chino, pero lo básico son unas tablas con distancias de enfoque… aunque no las he he hecho mucho caso, he ido probando quitando y poniendo secciones.

Barato, sencillo, divertido… ¿cuáles son sus inconvenientes? Está claro que se trata de un elemento más cercano al bricolaje que a la alta tecnología. El principal problema al utilizarlo es la pérdida de la comunicación entre el objetivo y la cámara. Perdemos todo el control electrónico sobre nuestro objetivo, y tenemos que fotografiar de modo totalmente manual, sin ninguna ayuda. Esto se aplica al enfoque, pero también a los valores de velocidad y apertura, que tendremos que introducir directamente en el objetivo, sin ayuda del fotómetro de la cámara. Menos mal que en la era digital el método de ensayo y error está a la orden del día (también nos podemos ayudar de un fotómetro de mano). Como consencuencia de lo anterior, sólo podremos utilizar objetivos en los que los valores de la apertura se puedan especificar en el mismo objetivo: muchas lentes modernas ceden este control a la cámara, y con ellas será imposible disparar al montar el tubo de extensión. Comprobar si nuestro objetivo vale o no vale es bien sencillo: basta con buscar en el mismo un anillo que nos permita seleccionar un valor de f (además del anillo de enfoque, también necesario). Si lo tiene, adelante. Si no, mala suerte.

Para mis primeros experimentos he utilizado mi querido objetivo 50mm f 1,8. Se trata además de una lente muy luminosa (se puede utilizar con valores de apertura muy grandes -f pequeña- lo que permite que entre mucha luz), ideal para ayudarnos a enfocar cuando tengamos el tubo montado en la cámara, ya que al mirar por el visor, lo veremos todo mucho más oscuro que de costumbre. El truco es usar el menor valor de f (más luz) para ayudarnos en las labores de enfoque manual, y un valor de f elevado (menos luz, luego necesitaremos un tiempo de exposición mayor) a la hora de disparar, ya que si no lo hacemos, la combinación de una apertura grande y el tubo de extensión nos dará como resultado una profundidad de campo minúscula con la que será difícil sacar enfocado al completo cualquier objeto, por pequeño que éste sea. Este proceso de usar un valor mínimo de f para enfocar y el real a la hora de disparar es el mismo método que utiliza automáticamente nuestra cámara en situaciones normales, por cierto.

Otro ejemplo: granos de sal común.

Como la velocidad de disparo será relativamente lenta, es más que recomendable (obligatorio, me atrevería a decir) el uso de un trípode. En mis fotografías de azúcar y sal me he ayudado además de la luz de un flash. Como no tenía manera de sincronizar automáticamente el destello del flash con el disparo, he usado un modo que tiene mi unidad llamado «luz de modelado«, en el que emite una serie de destellos rápidos muy seguidos, durante un par de segundos. Preparaba la escena, activaba el flash, y realizaba la toma con el disparador remoto mientras el flash seguía activo.

Otra imagen que he realizado usando el tubo de extensión ha sido la de un minúsculo viajero siguiendo un camino de granos de sal. La figura está comprada en una juguetería técnica, es una de las que se usan para maquetas ferroviarias. Está puesta «en pie» usando un poco de blu-tack (demasiado, se ve el pegote bajo su pie izquierdo), y en este caso he utilizado el tubo en su configuración mínima: uniendo directamente la parte del cuerpo con la del objetivo, sin extensiones intermedias. No me ayudé del flash esta vez, usé tan solo luz ambiente.

Tendré que seguir experimentando y aprendiendo nuevos trucos para sacar todo el partido a esta forma de acercarse a la fotografía macro. No me cabe ninguna duda, eso sí, de que ha sido una buena compra.

Seguriemos informando.