Escuchando: Por la boca vive el pez (Fito & Fitipaldis)
Muchos, muchos planes, en todos los sentidos.
Tacto. Toquetear. Juguetes. Cacharrines. Mañana a primera hora me voy a Madrid, a disfrutar del fin de semana, y de la ya habitual visita al SIMO. Seguro que acabo saludando desde la zona Apple.
Oído. A la vuelta de la capital, una delicia para todo aquel que se precie de tener orejas. Ennio Morricone en Santander, con orquesta de cien músicos y coro de otras tantas voces. De lujo. Me emociono sólo de pensar cómo va a sonar La Misión. Mejor incluso que mis nuevos auriculares: Sennheiser es ya definitivamente mi marca preferida; y PC City una cadena de tiendas con las que hay que tener mucho ojo para que no te la cuelen en los precios.
Gusto. A Orujo. Después del concierto de Ennio, habrá que disfrutar y degustar la Fiesta del Orujo. El año pasado fue una noche gloriosa, y tenemos intención de repetir, pese a las bajas. El mecanismo de la fiesta es sencillo. Se resume en dos palabras. La primera es orujo. La segunda es gratis.
Vista. Tendré que tenerla para participar en algún concurso de fotogafía que tengo a la vista. A ver qué sale. En uno de ellos cobran un pico por la inscripción, pero a cambio regalan estancia en alojamientos rurales. Y yo ya tengo plan para un fin de semana con cámaras, unos cuantos amigos, naturaleza, chimenea y bañera de hidromasaje. ¿Suena bien? No, no: mejor.
Olfato. Un sentido que vendría muy bien para los negocios. No sé si lo tendré, pero lo cierto es que tengo mil ideas en la cabeza, otra cabeza pensante con otros tantos proyectos, y muchas ganas de hacer experimentos. En este viaje a Madrid no llevo cámaras (bueno, la de emergencia), pero sí portátil. Hay que aprovechar el tiempo.
El sexto sentido, el menos común, me lo reservo. Es el que hace que el tiempo libre que no hace mucho solía tener, haya desaparecido. No lo he perdido, sino ganado.
Deseándome buen viaje, me despido atentamente.