¿Pero dónde he dejado la…?

Escuchando: Lost and found (Phoenix)

Soy moreno; delgado; despistado. Ésto último en grado suficiente como para llevar una foto a revelar en mi memoria USB, y al cabo de una hora no saber dónde está esa memoria. Después de mucho pensar y buscar, llegué a la conclusión de que la había perdido por la calle. Maldición. No es que valgan muy caras, no es que contuviese archivos insustituibles… pero sí tenía cosas que no me hacía ninguna gracia que circulasen por ahí. Por ejemplo, una fotocopia de mi DNI que suelo llevar encima, digitalizada, para poder imprimirla en cualquier parte, si se tercia.

Cuando las cosas caen en malas manos, las consecuencias pueden ser imprevisibles. Cuando caen en buenas manos, el resultado es una renovada fé en el género humano. Hay gente capaz de encontrarse una memoria en el suelo, llevarla a casa, mirar su contenido, ver un carnet de identidad y acercarse corriendo -en un día de perros- a la dirección indicada para devolverla. Mil gracias.

Soy despistado, pero tengo una suerte considerable. Intentaré no tentarla tan a menudo.

Seguiremos informando.

Espero portarme bien(Parte I – Vodafone).

Escuchando: Fuck this I’m leaving (American Analog Set)

Mi relación de amor con Vodafone comenzó hace unos pocos años, cuando me atrajeron gracias a sus teléfonos promocionales y su programa de puntos. Mi relación de odio con ellos empezó hace unos pocos meses, cuando me llegó una abultadísima factura por conexiones a Internet desde el móvil que no recordaba haber hecho.

Fue un tema peliagudo, basado en una conexión interrumpida (desde mi punto de vista) pero que había quedado activa durante un par de días. Sin transmitir información, pero facturando. Algo díficil de demostrar, aunque me pasé mis buenos ratos colgado del móvil hablando con Atención al Cliente. Un día recibí un mensaje indicando novedades en la reclamación, llamé y una operadora me dijo que se me devolvería el dinero de esas conexiones, descontándolo de mis siguientes facturas. Nunca me ha convencido esa forma de prestar dinero a las operadoras, pero bueno. Parecía que se solucionaba.

Y un cojón de pato. Las siguientes facturas llegaron en la forma habitual: cogiendo dinero de mi cuenta. Ni el menor atisbo de las devoluciones. Llamé de nuevo a Atención al Cliente, y me abrieron los ojos: no me estaban devolviendo dinero, ni lo iban a hacer nunca. La otra operadora «se habría equivocado«, lo sentimos mucho, siga jugando, etc.

Y ahí fue donde se me hincharon los cojones. Pase que por mis experimentos me tenga que comer una factura con la que no estoy de acuerdo. Pero de ahí a que me toreen en Atención al Cliente, va un trecho. Cual Escarlata O’Hara, aquel día juré que en cuanto terminase mi contrato de permancia (había firmado 18 meses por conseguir mi actual terminal) podían irme preparando el formulario de portabilidad.

La permanencia terminó el pasado mes de junio (el mismo día que salía a la venta el iPhone con Movistar, pena que no me acabe de convencer la oferta). Unas semanas antes de esa fecha decidí ejercer uno de mis derechos como usuario: exigir el código de liberación de mi teléfono móvil (pasado un año, están obligados a proporcionarlo). Mi esquema mental: liberar el terminal (que estoy bastante contento con él) y portarme con mi número y móvil a otra operadora.

Ja. Las cosas nunca son tan fáciles como uno podría pensar. La primera fase fue la de negación. Mi teléfono no les constaba en su base de datos, tenía que mandarles la factura… mil tonterías que tuve que sortear a base de llamadas, mediante la técnica de ensayo y error, repitiendo una y otra vez la misma historia a operadores perdidos o directamente incompetentes, hasta que por fin alguien tuvo a bien tramitar mi petición.

Creo que pasó un mes hasta que recibí un mensaje indicando que ya tenía el código disponible, y que les llamase para obtenerlo. En medio de todo esto, finalizó mi contrato de permanencia, y me llamaron para ofrecerme por buen cliente y por llevar nueve años con ellos (dato que no sé de dónde se han sacado, porque en Vodafone debo de llevar 3 ó 4 como mucho) me ofrecían, totalmente gratis (pero firmando por otros 18 meses, claro, aunque eso lo tuve que preguntar yo) el teléfono más puta mierda que tenían en el catálogo. Creo que su característica más avanzada era que tenía WAP. Cielos. Para conseguirlo, sólo tenía que responder a un mensaje que me iban a mandar, y que ignoré ceremoniosamente. Vaya estrategias de marketing, termina una permanencia firmada para conseguir un teléfono bastante avanzado, y me ofrecen firmar otra permanencia a cambio de un teléfono infinitamente peor. Ver para creer.

Una semana después me llegó una carta: «Gracias por adquirir el terminal bla bla bla…«. Pasé un buen rato jurando hasta que caí en una letra pequeña, minúscula, imperceptible, que decía algo así como que «la carta sólo es válida si aceptó nuestro mensaje corto, bla, bla, bla…«. Aún así, llamé a Atención al Cliente para asegurarme de que NO había aceptado ninguna oferta, de que NO tenía ya contrato de permanencia, y de paso aproveché para expresar mi opinión sobre sus burdas técnicas comerciales.

En fin. Como decía antes, llegó el día en que mi código de liberación estaba disponible. Llamé, lleno de ilusión, y sí: me dieron el código para poder usar mi Nokia con cualquier operadora. Colgué, dispuesto a realizar la liberación sin más demora. Ya veía la luz al final del túnel.

Pero era otro tren. El código no funcionaba. Pensé que por los nervios me podría haber equivocado en algún número. Lo repasé todo, y volví a introducirlo con tanto cuidado como si en lugar de un móvil tuviese en la mano un reactor nu-ce-lar. Nada. Ese código no liberaba mi móvil.

Comenzó en ese momento una de las rondas de llamadas más surrealistas e irritantes que he sufrido en mi vida. Yo intentaba expresar mi malestar porque el código no funcionase, los operadores intentaban expresar su opinión de que yo era tonto, y de que teclease bien. Incluso tuve problemas para que me repitiesen el código («ya se lo hemos dado«). Es más, hubo un operador que no sabía distinguir entre el código de liberación y el código IMEI. Puede que alguno de mis lectores tampoco; pero seguro que no trabajan en la asistencia a clientes de una operadora de telefonía móvil. Vergonzoso.

Al final, la única solución que me dieron fue: pásese por una tienda de Vodafone, que esto es un diálogo de besugos. Así hice, y nada más aparecer en ella, explicar el problema y sacar mi móvil del bolsillo, me cortaron diciendo: «Uy, ese móvil no se puede liberar por código. Te lo tenemos que mandar nosotros a Madrid, y tarda aproximadamente una o dos semanas«. Cojonudo. Me lo podía haber dicho alguien antes. En fin. En ese momento no estaba seguro de tener copia de seguridad de todo lo que tenía el móvil, así que dije que ya volvería.

Efectivamente, salvé todo lo susceptible de perderse, me agencié y configuré otro terminal para usar mientras no tuviese el mío, y unas semanas después me dirigí a la tienda para que procedisen al envío.

Pues no. No quisieron. Casualmente, unos días antes Vodafone había cambiado el procedimiento, y ya no enviaban móviles para liberar. Por si acaso, el dependiente comprobó antes que mi código efectivamente no funcionase. Puso una incidencia y me dijo que me llamarían de Atención al Cliente y me informarían del procedimiento a seguir para enviar yo mismo el teléfono a liberar.

Y me llamaron, sí. Vaya conversación. Porque me iba enfadando por minutos, que si no le habría preguntado a la operadora quién de los dos era Tip, y quién Coll. Básicamente lo que me contó fue que tenía que pagar yo los portes, que ellos me habían dado el código y que si no funcionaba no era culpa suya, sino de Nokia. O de un señor de bigote. O de su abuela, que fuma. También aprovechó para enumerarme los requisitos que debía cumplir para que me liberasen el móvil; uno de ellos era no haber superado el máximo número de intentos fallidos (cinco, si no me equivoco) al introducir el código de liberación. Y ahí paré, interrumpí a mi interlocutora, y le hice el siguiente resumen de la situación, para ver si yo lo estaba entendiendo bien:

Solicito el código de liberación. Me lo facilitan. No funciona. Aún así todos los operadores me tratan de tonto, e insisten en que lo vuelva a introducir. En la tienda de Vodafone, vuelven a introducir el código. Siempre falla. Y ahora me pretenden cobrar (los portes) por liberármelo DE VERDAD, y además, aún pagando, no lo van a liberar porque siguiendo sus instrucciones, he intentado introducir el código de marras demasiadas veces.

Sorprendentemente, lo había entendido bien, si es que se puede entender una situación tan absurda. Me encendí, y no paré hasta conseguir que mi reclamación subiese un escalafón más. Quedé a la espera de más noticias, con un cabreo ya monumental.

Decidí hacer los deberes, e investigué un poco. Las operadoras pueden introducir un mecanismo de bloqueo en los terminales que venden subvencionados, pero al cabo de un año, el cliente puede solicitar el código que elimine esa limitación. El terminal me lo había vendido Vodafone, no Nokia, así que debía ser la operadora la encargada de facilitarme el mecanismo para liberar el terminal. Si venden teléfonos que pueden bloquear, pero no liberar mediante código, es su problema, no el mío. En ningún momento me avisaron de ello.

Aquí la historia da un giro sorprendente. Me llama una chica del Departamento de Calidad, y se hace cargo personalmente de mi problema. Con una eficiencia sorprendente, me tiene al tanto del estado de la incidencia, y al cabo de unos días y unas cuantas llamadas, me comunica que me liberarán el móvil, que lo tengo que enviar yo, pero que me abonarán los portes como gesto comercial. Salvo que me pasé una mañana esperando a un mensajero que nunca vino, su gestión del problema fue ejemplar, amabiliísima y digna de elogio.

Mi teléfono fue a Madrid, volvió desbloqueado, y los portes me los descontaron de la siguiente factura. O eso creo. El sistema de factura electrónica de Vodafone lleva un mes sin funcionar en condiciones, así que tuve que llamar a Facturación para enterarme.

Fue entonces el momento de pensar, por fin, en la portabilidad. Pero eso lo dejo para la segunda parte.

Seguiremos informando.

Que La Fuerza les acompañe

Escuchando: Stars Wars – Main Theme (John Williams)

Nunca había estado en una boda tan friki. Ahora las celebraciones convencionales me parecerán -aún- más aburridas. Bravo por ellos.

Seguiremos informando.

PD: ¡Pero cómo molaba el sable láser! ¡Era lo más parecido a uno de verdad que he visto nunca!

Y sin embargo, funciona

Escuchando: Hong Kong Garden (Siouxsie & The Banshees)

Aviso por adelantado: leer las siguientes líneas puede conducir a una pérdida de productividad importante durante un buen rato. Luego no me vengan con reproches. Voy a hablarles de uno de mis últimos descubrimientos, una tienda por internet tan tentadora y con tantas ventajas, que la reacción lógica es desconfiar y no creerse nada. Y sin embargo, funciona.

Se llama deal extreme, y venden desde Hong Kong. La tienda está llena de cachivaches frikis, muy frikis, y para todos los gustos. Los precios son escandalosamente bajos, y además se paga en dólares (aunque el cambio ya no es lo que era). Y para rematar la faena, los gastos de envío son… inexistentes. Increíble, pero cierto.

Pongámonos en situación: ¿qué tipo de artículos se puede encontrar uno en esa tienda? Pues desde un despertador que sale corriendo o volando al sonar, hasta helicópteros de radio-control, pasando por todo tipo de juguetes láser, solares, lámparas, accesorios para consolas, componentes de ordenador, artículos para el iPod o para el equipo fotográfico… un bazar enorme y friki en el que es fácil perder el tiempo navegando entre ofertas de precio ridículo.

Yo hice el experimento, y encargué un juego de mesa, copia pirata y descarada de Blokus, el Tetris convertido en estrategia de tablero. Un par de semanas más tarde (y después de seguir el proceso en la página de la tienda y en la de Correos), llegó a casa un paquete de Hong Kong, con el juego esperado. Sin misterios, sin complicaciones. Así de fácil. Ya he hecho otro pequeño pedido (que incluye el Blokus pirata para dos jugadores, por unos cuatro euros al cambio), y es que resulta difícil resistirse. Eso sí: tengan en cuenta que la mayoría de los productos son copias de calidad dudosa, por lo que nunca está de más echar una ojeada a los comentarios de otros usuarios, para valorar si compensa la compra. A esos precios, suele hacerlo.

Echen un vistazo. Seguro que acaban picando. Seguiremos informando.

A codazos con la cultura

Escuchando: The Angry Mob (Kaiser Chiefs)

El sábado, con motivo del inicio de la Temporada de Otoño del Palacio de Festivales, se organizó un pasacalles con espectáculos representados en distintas plazas de Santander. Buen plan, aunque poco difundido, al menos sus detalles: no conseguí averiguar cuál iba a ser el recorrido ni el horario de cada espectáculo, por lo que me consideré afortunado al coger uno de ellos al vuelo en un paseo por el centro (buscándolos).

Afortunado, aunque con una pizca de mala suerte: el espectáculo que presencié se basaba en la danza turca de los derviches, algo que traía ya visto de las vacaciones de este año, y que por tanto no me consiguió sorprender.

Eso sí: hay que ver cómo es esta ciudad; y sus ciudadanos, sobre todo. Llegamos cuando ya había bastantes personas esperando el inicio de la actuación. Un presentador salió a decir que como había mucha gente (alrededor de un escenario rectangular delimitado en el suelo), lo ideal era que los niños estuviesen sentados en primera fila (ya lo estaban), y los adultos detrás de ellos… sentados, preferentemente; así más gente podría ver la actuación. Por tanto -lo dijo bien claro- a todos los que no se quisieran sentar se les pidió, por favor, que dejasen sitio delante a los que sí quisieran hacerlo, y así todos tan contentos.

Poca gente se movió, y los que intentamos sentarnos sólo recibimos miradas de enojo, malos modos, rodillazos, y un hueco mínimo. La cultura podrá salir a las calles, pero la gente se deja en casa su educación y su solidaridad. Es un triste consuelo pensar que en mi reciente visita a Salamanca, y en situación similar, las señoronas más dignas, con su maquillaje, sus joyas y su laca, metían los codos de forma tan grosera como mis conciudadanas (luego hablarán de los modales de la juventud). Pero lo que es indudable es que esta ciudad, Santander, podrá optar a convertirse en Capital Europea de la Cultura, pero para conseguirlo no basta que Tío Gilito abra la cartera: hace falta Cultura, más, mucha más, y con mayor variedad, no sólo de esa de dejarse ver; y sobre todo, lo más necesario es ser capaces de abrir la mente, de disfrutar, de compartir, de descubrir. Y eso no se compra, no se firma: se aprende, se enseña.

Nos queda tanto camino por recorrer…

Decíamos ayer…

Escuchando: Adiós ayer (José Padilla)

Retomo la programación habitual, tras el paréntesis salmantino, del que iré comentando anécdotas y curiosidades a medida que vaya editando y seleccionando fotografías. O sea: a saber cuándo.

En cualquier caso, eso sí: seguiremos informando.

PD: Salamanca nunca defrauda.

Quod Natura non dat

Escuchando: Vagamos por las calles (Francisco Nixon)

«Salamanca, que enhechiza la voluntad de volver a ella a cuantos de la apacibilidad de su vivienda han gustado

Huyo de la lluvia: este largo fin de semana (aquí el lunes es festivo) lo pasaré perdiéndome en buena compañía por las calles de una ciudad que conocí hace ya unos cuantos años, de forma fugaz, ruidosa, resacosa y alborotada. Ya iba siendo hora de repetir la visita.

Nos vemos a la vuelta…

iPod: la decadencia de los clásicos

Escuchando: Too old to rock n’ roll, too young to die (Jethro Tull)

Ayer Steve Jobs, cumpliendo con la habitual escenografía, presentó una renovada gama de iPod, el reproductor de música más famoso del mundo, para bien o para mal.

El benjamín de la familia, el iPod Shuffle, se queda como estaba, aunque con nuevos colores. A pesar de su sencillez, y de que existen alternativas más completas y baratas, no por ello deja de ser un bonito capricho, basta tener uno en la mano.

La mayor renovación la tuvo el iPod Nano, el reproductor con pantalla basado en memoria flash. Nuevamente con diseño alargado, viene con un lavado de cara, con un acabado muy llamativo y colorido, con más memoria (ahora llega hasta los 16 Gb) y con un acelerómetro que le permite tomar características prestadas de la interfaz del iPod Tocuh / iPhone, así como imitar a los teléfonos de Sony Ericsson y cambiar de canción a golpe de muñeca. Todo ello en un tamaño muy reducido, hacen de este nuevo Nano un juguete que enamora a primera vista.

Decepción en cuanto al iPod Classic, el de toda la vida. Desaparece la versión de 160 Gb, y se ofrece con una única capacidad disponible: 120 Gb. Sigue siendo una opción más que interesante para los que -como yo- siguen usando el reproductor básicamente para escuchar música, pero no deja de llamar la atención que en lugar de ofrecer algo nuevo, Apple se limite a ofrecer lo mismo con menos opciones. Vale que un acelerómetro y sus sacudidas no sean la mejor idea para un dispositivo basado en un disco duro de los de toda la vida, pero seguro que algo más sí se podía innovar, aunque tan sólo fuese en su interfaz. Da la impresión de que el iPod original, el que se hizo ubicuo, el que consiguió la fama, comienza su decadencia. Lástima.

Se ha renovado también, ligeramente, el iPod Touch. La parte trasera brillante recuerda al iPod de siempre, lo que hace pensar que es un guiño para que tome el relevo. Ahora tiene un altavoz (pse) y se añaden botones físicos para el volumen, toda una mejora para manejarlo como reproductor de música sin tener que pelearse con la pantalla tátcil. Se incluye el receptor de Nike para su sensor deportivo (supongo que con el único objetivo de vender más sensores, aunque tampoco creo que se desate una fiebre por comprarlos). Por último, se baja sensiblemente su precio, y ahora el modelo más grande, con sus 32 Gb, empieza a parecer razonable. Aunque creo que tendrán que duplicar la capacidad (que no el precio) para que me anime a renovar mi actual y saturado iPod blanco (ea, eso sí que es un clásico) de 30Gb.

Sin duda, parece que la estrategia es convertir al Touch en el nuevo iPod, a secas. Pero sigo teniendo mis dudas sobre su utilidad como reproductor de música. Vale, ahora se puede cambiar el volumen de forma más sencilla, pero… ¿y la pausa? ¿y el avance entre canciones? ¿sigue siendo necesario recurrir a desbloquearlo e interactuar con la pantalla táctil? Si es así, es muy vistoso pero menos práctico que el iPod de siempre.

Es cierto que se han presentando también unos nuevos auriculares con mando a distancia incorporado que permiten solucionar lo anterior, pero no me convence la propuesta: hay un modelo barato, pero no dejan de ser los auriculares de siempre (una mierda, vaya), y otros de 80 €, tipo in-ear pero por fin con un diseño más logico, que seguro que se oyen genial… pero tener un mando a distancia integrado en el cable acabará siendo causa de problemas (ruidos y zumbidos por malas conexiones, me ha pasado tantas veces…), lo que puede inutilizar unos auriculares caros y en perfecto estado. Mucho mejor cuando el mando a distancia es independiente de los auriculares, como ocurría hasta ahora. Lo peor de todo, además: estos nuevos auriculares con mando sólo son compatibles con los iPod presentandos ayer: no valen para modelos anteriores, ni para el iPhone, a pasar de llevar micrófono incorporado. Incomprensible.

Por último, un apunte final sobre esta revisión del iPod Touch: echando un vistazo a la publicidad en la página de Apple, o al anuncio grabado para promocionarlo… da la impresión de que venden una consola de videojuegos, no un reproductor multimedia. La importancia que le han dado a este aspecto lúdico es, como poco, sorprendente (de hecho, la inclusión de un altavoz estoy seguro de que tendrá mucho que ver con su uso para juegos).

Habrá que ver cómo evoluciona todo esto. Aparentemente, el iPod Classic acabará desapareciendo, engullido por su hermano pequeño Nano cuando se abaraten más los precios de la memoria flash. La duda que me queda es si el iPod Touch se pulirá para ser un buen reproductor multimedia… o si acabará haciendo la competencia -más- a Nintendo.

Seguiremos informando.

PD: Lo bueno de la presentación de ayer fue que uno de los nuevos productos presentados es gratisiTunes alcanza su versión número 8 convertido en un mastodonte cada vez más complejo. A pesar de ello, nunca me ha dado ningún problema, y esta nueva versión viene con un nuevo modo de navegación mediante portadas (útil para localizar discos), unos espectaculares visualizadores, y un modo inteligente de creación de listas a partir de una canción que especifiquemos: Genius. Vamos, lo mismo que hacía Pandora, pero integrado con iTunes. De momento parece que funciona bien: he probado con el Enjoy the silence, y me ha presentado una buena selección con The Cure, The Cult, Joy Division, Bowie, Asia, Smashing Pumpkins, Police, Yeah Yeah Yeahs, Wallflowers, Dire Straits, Morrissey, U2, Crowded House, Cranberries, Peter Gabriel, Lou Reed, Blur y Arctic Monkeys. No está mal.

¡No tocar!

Escuchando: U Can’t Touch This (MC Hammer)

No sé si tengo un día especialmente observador, o picajoso. El caso es que después de las hoces de antes, he descubierto una curiosa operación matemática en un catálogo del Carrefour (4 briks de leche de medio litro valen 2,20 €, ergo el precio por litro es.. ¿4,40 €?).

Aún así, la palma se la lleva una curiosa advertencia que he encontrado en el manual de instrucciones de un teléfono Nokia. Intrigado por la presencia en el lateral de un conector mini-USB, investigo en el manual… ¡y me riñen!

Pues que lo sepa todo el mundo: lo he tocado; con el meñique; dos veces. ¡Ja!

Seguiremos informando.

¿Y el martillo?

Escuchando: Ancha es Castilla (Mägo de Oz)

El diario Público vuelve con su promoción Cultura Libre, y regalará películas y libros los fines de semana. Los viernes, película; los sábados: novela juvenil; los domingos, un libro de Mafalda. No está mal.

Claro que, antes de embarcarse en la cruzada de defender la cultura, no estaría de más que aprendiesen a escribir, o se molestasen en informarse un poco. ¡Pucha, no es tan complicado!

Seguiremos informando.