Tristeza en pequeñas dosis

Escuchando: Another Lonely Day (Ben Harper)

Lo aleatorio es lo que tiene. Que es imprevisible, como los imprevistos. Antes el iPod me ha sorprendido colándome seguidas dos canciones que no pueden faltar en la colección de cualquier triste que se precie: In the Sun, de Joseph Arthur, y Another Lonely Day, de Ben Harper.

No son las canciones más alegres del mundo, pero cortés y valientemente, no dejan de ser dos maravillas…

Y como dicen que quien canta su mal espanta, y de todas formas ya llueve, cantaré. Anímense: háganme los coros. Gracias.

Wish there was something
I could say or do
I can resist anything
But temptation from you
But I’d rather walk alone
Than chase you around
I’d rather fall myself
Than let you drag me down

It wouldn’t have worked out any way
And now it’s just another lonely day
Further along we just may
But for now it’s just another lonely day

La caja de las fotos

Escuchando: Avec Ou Sans Moi (Coralie Clément)

Estos días, entre desastre informático, disco duro que va, y disco duro que viene, me he puesto a organizar mis fotos. Cuando hablo de mis fotos, hablo de las digitales; antes también hacía fotos, pero pocas: algún viaje, alguna celebración familiar y poco más. Nada de lo que me sintiera especialmente orgulloso.

Sin embargo, cuando cayó en mis manos mi primera cámara digital, empecé a implicarme un poco más a la hora de acercarme a la fotografía, y la cámara se convirtió en compañera inseparable. Y hasta hoy.

Por eso, ponerme a revisar mis fotos, estos cinco últimos años en imágenes, es un poco como abrir esa caja llena de fotos que nuestros padres tienen por casa. Fotos desordenadas, ed distintos tamaños, fotos de hace tiempo, fotos en las que se ve cómo hemos cambiado, o cómo no hemos podido hacerlo.

He visto mi evolución. Nunca he conseguido igualar el cielo gris, amenazador, inmmenso, de mi primera fotografía, sacada al azar, por probar, por estrenar la cámara. Desde entonces, he estado intentando encontrar un estilo, y sigo en ello. Pero poco a poco, he visto más de mí en las imágenes, aunque casi nunca salga yo.

Y he recordado días tristes en los que me escapaba con la cámara para quedarme sólo con lo que podía ver a través del recuadro luminoso del visor: lo demás no existía; o sí que lo hacía pero no quería pensar en ello; imágenes que retratan un paisaje, pero me traen a la memoria, memoria fotográfica, lo que se me pasaba por la cabeza en esos momentos.

Imágenes que me recuerdan risas, imágenes que me recuerdan tardes, imágenes que me recuerdan noches… Tonos cálidos, tonos fríos, todo depende del color con el que se mira…

He recordado cómo hice algunas fotos, como si fuera ayer; he recordado cómo he borrado una (sólo una) de mis fotografías (bueno, ni siquiera la hice yo) en todo este tiempo. He recordado que no todo está en esas imágenes, pero me sirven como guión para recordarlo.

Muchas fotos. Pero las mejores, como siempre, por hacer.

El cantautor que casi conoció a Michi Panero

Escuchando: Ocho y medio (Nacho Vegas)

Nunca lo entenderé. Mientras los de siempre dan vueltas y vueltas inentando encontrar la manera de vendernos la misma canción de forma distinta, mientras los móviles del país se llenan de tonos, politonos, y sonidos realmente lamentables, mientras lo que suena en las radios que escucha el 90% de la población está compuesto en un 90% de la nada más absoluta, no entiendo cómo la gente no va silbando por la calle las melodías de Pequeño Pecker. Por ejemplo.

Y mientras hay autores que sí que valen, pero que exprimen de forma aburrida la misma fórmula (el último disco de Ismael Serrano no le he escuchado entero, me dormí, literalmente, a la mitad), uno se encuentra con auténticas joyas que pasan miserablemente desapercibidas.

Nacho Vegas, peculiar cantautor asturiano, tiene nuevo disco. Se llama Desaparezca aquí. Y es un disco para escuchar sin prisas, a media luz. Con sus ramalazos eléctricos, que alguno tiene, pero sobre todo acústico, susurrado, agradable, entrañable, triste. No me sé de carrerilla la discografía de este hombre, y no sé si éste será su mejor trabajo, o si sólo es mediocre. Pero lo que sí puedo asegurar es que tiene gemas difíciles de pasar de largo. Una de ellas es El hombre que casi conoció a Michi Panero: una melodía de esas que se quedan para siempre, y una letra cínica llena de frases para el recuerdo.

Pero no es lo mejor del disco. Lo mejor se llama Ocho y medio, y es una canción que ya nos adelantó el pasado Octubre en el Tanned Tin, él solo, guitarra en mano. Y llenó el teatro, en un momento, de sus imágenes, de su particular forma de contar la vida. Escuchar el disco, y reencontrarme con esta canción ha sido una más que agradable sorpresa. Y cuanto más la escucho, más me emociona, más dentro se me va quedando. Quizás nunca la escuchéis por la radio, quizás nunca se haga famosa. Pero al menos podéis leer su letra… le cedo la palabra al maestro Vegas… nos vemos en el Primavera Sound

Miro al techo, que ha vuelto a gotear.
Hacía tiempo que no llovía así.
Y cada gota golpeando contra los cacharros de metal
me hace pensar, unas veces en sangre, y otras veces en ti;
lo que en realidad, viene a ser lo mismo;
lo que por crueldad, ahora viene a dar igual.
O puede ser un ángel que una vez perdió la fe,
y fue expulsado, y que ha venido a agonizar
justo encima de mi hogar,
y estas gotas sean sus lágrimas.
O puede que sea hora de entrar ya en razón,
y llegar a comprender que dentro de este horror
no hay literatura.
Y eso tú lo sabes bien, a fuerza de caer una y otra vez
en una trampa mortal que en el tiempo dura ya
ocho años y medio.

Seré muy breve:
te quiero, y esto duele.

Y vino un pájaro a posarse en mi ventana
Tenía un ala rota, su plumaje era gris y azul.
Y al acercar mi mano y comprobar que no,
no echaba a volar,
supe de inmediato que lo enviabas tú.
Lo tomé entre mis garras
y lo dejé morir,
y cuando lo hizo aún llovía aquí.
Y la sangre, al gotear entre zarpas de animal,
presagió mi suerte;
como un ave que voló de Madrid hacia Gijón
aún herida de muerte;
reescribiendo la espiral
de prometer hacerlo bien,
de cometer un nuevo error,
de no saber pedir perdón,
o pedirlo demasiadas veces.
Y aunque ahora escupo una oración, helado de terror,
ningún dios responde aún.
¿Soy yo el que no ve, o es que todavía no se hizo la luz?

Seré muy breve:
te extraño, y esto duele.

Trato de encontrar una salida
pero no recuerdo ni por dónde hemos entrado aquí.
Y contemplo junto a mí
el cadáver del que fui, según tú, en una ocasión.
Y es la mancha de humedad,
la de la herida mortal impregnada en el colchón.
Y ahora que te oigo llorar, en lugar de ir hacia ti,
me vuelvo a anestesiar,
y me limito a subir el volumen del televisor;
o me concentro en recordar, para no pensar en ti,
que tendría que llamar,
que alguien venga a reparar la gotera de una puta vez;
que ya cansé de recoger litros de agua gris,
gris como un metal,
que un día relució y que ahora es suciedad;
¿qué se hace para amar lo que quise despreciar
ya una y mil veces?

Seré muy breve:
te he perdido, y esto duele.

Recuperando

Escuchando: The Test that Stumped Them All – Live (Dream Theater)

Ayer por fin llegó, mi disco duro externo, y dediqué gran parte de la tarde a la labor de recuperar mis datos perdidos. ¿Resultado? Éxito abrumador. Pude instalar sin problemas el sistema operativo en el disco nuevo, y desde allí, recuperar todas mis fotos (¡bieeeeee!), mi correo (¡bieeeeee!), mis documentos (¡bieeeeee!), y toda mi música (salvo unas pocas canciones, nada grave…)

Ahora ya solo me queda que me llamen de Apple Santander para que me digan cuándo les puedo llevar el portátil, y acabar de una puta vez con este accidente informático…

Definitivamente: no hay nada que no tenga arreglo… (y la solución suele ser el dinero, desgracidamente…)

Seguiremos informando…