Un año más en la Edad Media

Escuchando: Knives out (Radiohead)

Los mismos olores: cuero, carne a la brasa, queso, pan recién horneado, incienso, dulces…

Los mismos agobios de gente, los mismos puestos…

Como todos los años por estas fechas, Mercado Medieval en Santander… sin novedad, más de lo mismo. Yo sólo pude darme una vuelta por allí el viernes, y no tiré muchas fotos: la mayoría ya las había hecho el año anterior… aunque alguna sí que cayó, claro…

Seguiremos informando.

Bisagra espejo

Escuchando: El ojo espejo (Maga)

Ayer, después de estar en el concierto de London Luxury, me acerqué a La Bisagra; un bar que ya conocía, pero que acaba de cambiar de dueños y de estilo; tenía ganas de redescubrirlo… para los despistados, está en un callejón del Río de la Pila, a la derecha según se sube.

Al llegar, me sorprendió el cambio en la entrada, con doble puerta. Y al abrir la segunda de ellas, sorpresa aún mayor. En una pared en la que solía estar una diana (he acabado muchas noches dardo en mano allí), no había diana, había…

Había una pantalla enorme, con una de mis fotos. A pared completa. Así da gusto entrar a los bares, oiga.

Todo tiene su explicación. Están cogiendo la sana costumbre en ese local, por lo que parece, de proyectar pases de fotografías para amenizar las veladas. Y como un amigo es amigo del dueño, un cd con más de trescientas fotos de mi colección ha acabado en sus manos…

Es una sensación extraña ver mis fotos proyectadas en un bar, con gente mirándolas y mirándome; felicitándome (menos mal que había poca gente, siempre he preferido los segundos planos)

Por lo demás, el cambio de estilo le ha sentado muy bien al bar. La música es electrónica, pero muy cuidada, muy elegante… tranquilita incluso, ayer por la noche. El complemento ideal para las fotos, y para los sofás y sillones del piso superior del local. Chill out total. Se lo recomiendo.

Así que ya lo saben: vayan a La Bisagra, y pidan, pidan. Pidan una cerveza, pidan una copa, pidan un refresco… y pidan mis fotos.

Seguiremos informando.

Es bueno que queden tugurios

Escuchando: She’s a stranger (London Luxury)

No deja de resultar triste que en esta ciudad haya que mantener casi en secreto la fecha, la hora y el lugar de un concierto para que se pueda celebrar; para que no venga la policía a advertir que es mejor que no se lleve a cabo; para que una persona (una en concreto, una respetable -sic- ciudadana) no se entere de que jóvenes libertinos, greñudos y ruidosos piensan celebrar unos de sus aquelarres demoníacos.

Es igual, a pesar de todos los impedimentos, el que la sigue la consigue y anoche se pudo disfrutar de un magnífico concierto en Santander: London Luxury por fin pudo descargar la energía de sus canciones en Santander, en el Bar Soto. Sitio curioso, nunca había estado allí. Todos sabéis cuál es: el del cartel de Jack Daniels, enfrente del Palacio de Festivales. Y es un tugurio. Y no lo digo con desprecio, todo lo contrario: estrecho, lleno de carteles, con gente de todos los pelajes (había por allí alguno jugando al ajedrez) y con mucho buen rollo… Uno entra allí y se da cuenta de que está en un local mítico de nuestra ciudad.

Y es tan mítico, que incluso los conciertos se acompañan de anécdotas surrealistas. Siempre es bueno tocar con bombín. Nunca se sabe cuándo te puede caer un tubo fluorescente en la cabeza. Esas cosas pasan.

Seguiremos informando.

Siete vertical

Escuchando: Lucky (Radiohead)

Cada día un poco más otoño, un poco menos verano. Hoy, salpicados de lluvia y con una tormenta alborotando a lo lejos, un poco más, un poco menos.

Agosto deja paso al mes que cierra el verano, mes que siempre fue sinónimo de nervios, de apuntes, de apuros, de madrugadas, de madrugones; yo lo dejé atrás, pero siempre hay alguien por ahí que sigue sufriendo el ritual.

Como tú, imagino.

Sólo puedo suponerlo, hace tiempo que en este diario, en la sección de pasatiempos, dejó de pasar el tiempo; las palabras cruzadas se acabaron envenenando y las sopas de letras las tomamos con honda; el jeroglífico quedó sin resolver, y sin ganas para hacerlo.

Y no, las soluciones no venían en la página siguiente, ni escritas boca abajo al final de la hoja; no vienen en el periódico de hoy, ni en el de mañana; no hay periódico ya, no lo habrá.

Y aún así.

Aunque nunca leas esto, aunque no te haga falta; aunque no necesites que nadie te lo desee…

Y menos yo.

Y aún así.

Siete vertical: encadenamiento de los sucesos, considerado fortuito o casual.

Suerte.

Notas imposibles

Escuchando: Chasing shadows (Kansas)

Cada día me parece menos verano. Ya no lo es, es un otoño disfrazado de días de verano. Y a pesar de ello, con pereza, hoy he ido a la playa después de una buena temporada sin pisarla.

Lo mejor allí ha sido un reencuentro, casual, con alguien que estuvo hace tanto, tanto, tanto, tanto tiempo, que parece otra vida. Cómo nos pasa el tiempo. Cómo hemos cambiado. ¿Hemos cambiado?

Pocas cosas por contar, por lo demás. Reuniones, marrones, cámaras aún sucias, planes ultra-breves a los que doy vueltas, ideas centrifugadas y libros que se terminan: he abandonado las tierras de cristal de Baricco, tierras en las que han habitado personajes muy singulares, capaces de detener el tiempo con la mirada, de llevar encima su destino en forma de chaqueta holgada, de imaginar palacios de cristal…

Capaces de perseguir notas imposibles.

Seguiremos leyendo.

Y cuando digo no, es no.

Escuchando: No No No (Yeah Yeah Yeahs)

Esta mañana he dicho que no a un propuesta, a un cambio laboral, que habría supuesto centrar mi vida en la Universidad, y haber tomado como buenas unas condiciones económicas poco menos que miserables.

He dicho que no. Hijo y hermano de profesores, he salido oveja negra y la docencia nunca ha sido mi vocación.

Seguiré en la Universidad unos meses, pero no sé cuántos. Me apetece un cambio.

Y también me apetece volver a tener la cámara limpia. Soy un paranoico, lo sé, pero en fotos que hice en Asturias este fin de semana vi manchas, sobre todo en las esquinas… he intentado volver a limpiarla pero no he conseguido mejoras. Este fin de semana (que puede que vuelva a huir de Santander, como llevo haciendo casi todo el mes) espero poder arreglarlo de una vez por todas… o despedirme de la cámara por una temporada para que me lo arreglen.

En fin… fracasé una vez, fracasé diez mil, y aun así alzo mi copa hacia el cielo

Seguiremos informando.

Los Autos Locos

Escuchando: Voy en un coche (Christina y los Subterráneos)

El Plan B. El sábado participé como copiloto, en el I Rallye de Automóviles Clásicos de Cangas del Narcea, Asturias, en la joya que ven sobre estas líneas, un Porsche 911 Targa (ergo, descapotable), de 1972.

¿Sorprendidos? Imagino que igual que yo, cuando me lo propusieron el viernes. Un amigo que había participado ya un par de veces en este tipo de encuentros, se había quedado sin copiloto a última hora, y yo era su última esperanza. O debía de serlo, porque insistió a pesar de que ni soy aficionado al automovilismo (ni siquiera tengo carnet), ni sabía cuáles eran las tareas de un copiloto, y para rematarlo apenas podía hablar…

Pero la oferta era demasiado tentadora para rechazarla. Como digo, todo lo relacionado con los coches no me apasiona, pero hubo una época, de niño, que sí que lo hizo, influencia de mi hermano. Así que participar en una competición con coches de aquella época, y montado en uno que hizo historia, en medio de Asturias, y finalizando con noche de sábado por Oviedo, me acabó resultando una idea demasiado atractiva para dejarla pasar.

El sábado salí prontito hacia Oviedo, en el primer bus de la mañana. Al final me bajé en Gijón, donde me estaba esperando ya mi amigo con el coche (la última adquisición de su hermano, que es el forofo de este tipo de competiciones, él participaba con un Seat 124) para salir zumbando hacia Cangas del Narcea y llegar allí antes de las 11 de la mañana. Conseguirlo fue el auténtico rallye del fin de semana, el Porsche demostró la fiera que llevaba dentro desde hacía ya más de tres décadas…

Una vez en el punto de reunión de los coches, me dediqué a hacer una ronda de fotos a las joyas que había allí aparcadas. Tunning de alto standing, con gusto y elegancia (bueno, menos en algún caso, había un 600 un poco deforme…)

Yo era un total ignorante de las reglas de la competición, pero me pusieron rápidamente al día… se trataba básicamente de cumplir una serie de etapas, separadas en tramos, en un tiempo dado, exactamente. Para ello, se proporcionaba un libro de ruta con distintos puntos de paso, y las velocidades medias que había que mantener entre ellos. Con lo cual, la metodología consistía en calcular la hora exacta a la que había que pasar por esos puntos, e intentar cumplirlo a rajatabla. Cada segundo de diferencia, sumaba un punto. Un aliciente -o inconveniente- de estas pruebas es que no se corta el tráfico (en teoría, no se pasa nunca de 50Km/h). El rallye transcurrió por carreteras de monte de los alrededores, con el pueblo como punto de encuentro. Y dependiendo de la suerte, uno podía toparse con un 4×4 de frente, con un coche de domingueros, con atascos, con una vaca, con muchas vacas, con una excursión de ciclistas…. todo ello nos pasó a nosotros, por ejemplo.

Afortunadamente, dentro del coche 33 teníamos más ganas de pasarlo bien que espíritu competitivo. Y menos mal, porque de los tres relojes que llevábamos para medir kilómetros, velocidades medias, tiempos, etc… sólo funcionaba uno de ellos, y no estaba bien calibrado. Con lo cual, nos pasamos todo el rallye estimando más que calculando (y había coches que llevaban auténticas fortunas en electrónica de a bordo). Si a eso le sumamos un fallo a la hora de calcular nuestro tiempo de salida, el resultado es que nos vimos desde el principio con una buena cantidad de puntos, ya.

Por la mañana fue la etapa más complicada. Un recorrido que pasaba varias veces por el mismo punto, y que acabó haciendo que aquello pareciese un episodio de los autos locos. Coches que se equivocaban de dirección, que aparecían por donde no debían, que se juntaban, que se separaban… un divertidísimo caos.

Después de comer, las etapas fueron un poco más aburridas, pero lo compensaba el maravillos paisaje, impresionante. Además, viendo que el día había despejado definitivamente, descapotamos el coche… una gozada, habría hecho mil fotos pero eso de ser copiloto, al menos en este caso, llevaba bastante tiempo y concentración. Todo, en concreto. Lo que no impidió disfrutar de algunos momentos totalmente surrealistas. El mejor del día: llegar a un pueblecito que debía de tener como 30 habitantes… y ver que estaban todos en la calle animando a los corredores. Hacer la pasado por allí, pitando, sin capota, saludando con la mano y con toda la gente gritando fue uno de esos momentos que uno siempre recuerda más tarde, y le da un ataque de risa.

En definitiva: una experiencia divertidísima, inolvidable… genial. El fin de fiesta lo puso una cena en el pueblo, en la que se hizo la entrega de premios, y que terminó a eso de la una de la mañana. Hora en la que nosotros emprendimos el camino a Oviedo a pasar allí la noche. Llegamos a nuestro hotel a las dos y media de la madrugada, cansadísimos, lo que nos hizo dudar seriamente entre quedarnos a dormir, o intentar salir a tomar una copa por Oviedo.

Al final, venció lo cordura…

Y nos fuimos de copas, claro.

Sin duda, uno de los fines de semana más originales que he tenido en mucho tiempo.

Seguiremos sorprendiendo.

PD: Para los curiosos, quedamos en vigésima posición, de un total de 38 coches (terminaron el rallye sólo 32).

El plan A y el plan B

Escuchando: Ticket to ride (The Beatles)

Llevo unos días con la salud tocada. Nariz y garganta, básicamente. Y ayer, en lugar de tomarme un jarabe para la tos, quedé con un amigo prontito para tomar una caña. Nos liamos, nos liamos, y esa caña acabó siendo un litro y medio de cerveza, entre risas, mis esfuerzos para hablar, los suyos para oírme, y planes varios.

Entre esos planes estaba el plan A. Un plan para mañana sábado. El plan tenía muy buena pinta, era casi insuperable. Para que se hagan ustedes una idea, incluía una ruta durante todo el día por Cantabria, en descapotable, y parando para hacer fotos y pegarnos comilonas. Cualquiera dice que no a eso…

Bueno, yo lo he dicho. He aplazado al plan A (espero que no por mucho tiempo) porque hoy después de comer me llamó otro amigo para proponerme el plan B. Una idea tan original, sorprendente e inesperada, que no he podido decir que no, a pesar de que me parece un poco locura, a pesar de que apenas me queda voy, y de que lo que me conviene es quedarme en casita…

El plan B parece que también incluye un descapotable, sorpendentemente.

Me quedaría aquí explicando los detalles, pero… lo haré a la vuelta: mañana cojo un autobús a las siete de la mañana, así que cuando vuelva de tierras asturianas el domingo, les explico cómo he pasado el fin de semana. Ilustrado con fotos, claro.

Séanme buenos. No me rompan nada.

Seguiremos improvisando.

El callejón del sordo

Escuchando: El callejón (Nacho Vegas)

No, no quiero volver
A pisar el viejo callejón
Hace tanto tiempo
Y ya no siento nada
Pero si decides
Un día volver a la ciudad
Podríamos quedar allí
A media mañana.