Yo concilio

Llevo un tiempo rumiando la idea de dedicar unas líneas a ese tema tan peliagudo de conciliar. Ahora que soy padre, me doy cuenta de que el sueño no es lo más difícil de conciliar. Intentar buscar el equilibrio entre la vida familiar y la laboral siempre es muy complicado, pero si ya añadimos hijos de por medio, y se vive en este peculiar país, la tarea se vuelve bastante cuesta arriba.

Dice el diccionario que conciliar es «hacer compatibles dos o más cosas«. Trabajar y disfrutar de la familia. Aunque para hacerlas compatibles haya que renunciar, recortar, limitar. Renuncias, recortes y limitaciones que en España tienden a ser más acusados que en países más avanzados en estos temas del vivir.

En este texto voy a expresar mi opinión y mi experiencia sobre el tema. Ojo, es mi punto de vista, basado en mis circunstancias personales. Ya se sabe lo que dicen de las opiniones y los culos. Pues eso. No tiene por qué ser generalizable. De hecho nunca me he considerado la persona más normal del país, afortunadamente.

 

Teo ábaco

 

A lo que íbamos. De repente te conviertes en padre. Me voy a saltar toda la parte de «es la mejor experiencia de la vida«, «por mucho que te lo hayan contado hay que vivirlo» y demás. Voy a avanzar un poco la película a cuando las cacas, los lloros, y los «sujétale bien la cabeza» están relativamente controlados. Ese momento, unos pocos -muy pocos- meses después del nacimiento de la criatura en el que toca reincorporarse al trabajo. Situación que lo más normal es que se coma la madre, porque en este país lo habitual es que el permiso sea más de maternidad que de paternidad. Si los padres (masculino, plural) reclamásemos más tiempo en nuestros trabajos quizás poco a poco en las entrevistas se dejase de preguntar a las mujeres si van a ser madres. «No, no pienso tener nunca hijos por el miedo a que me salga un responsable de recursos humanos«.

En cualquier caso, a las dieciséis semanas toca despedirse del permiso y reincorporarse al trabajo (suponiendo padres y madres afortunados que lo tengan, claro está). Eso es algo menos de cuatro meses, y quien haya sido padre o tenga críos pequeños a su alrededor sabrá lo corto que se queda ese tiempo. Con cuatro meses un bebé es TAN pequeño, y depende tanto de sus padres (de su madre, sobre todo), que da una pena terrible tener que dejarlo en manos ajenas, aunque sean familiares. Básicamente llegado ese momento, se suele recurrir a dos soluciones:

Caso A. La guardería. Que si no queda otra, pues es lo que hay. Pero vamos, con cuatro meses un niño no va a una guardería a sociabilizar ni a jugar con otros niños. Va allí a quedarse aparcado y vigilado hasta que sus padres salgan de trabajar.

Caso B. Los abuelos. Ay, las jubilaciones ya no son lo que eran. Abuelos con horarios más estrictos que los que tuvieron en su vida laboral, tirando de nietos todo el día. Y con esta manía que tenemos las generaciones nuevas de tener los hijos una década más tarde, los abuelos acaban teniendo edades en las que deberían disfrutar de las visitas de sus nietos, en lugar de buscar ratos de calma sin ellos.

¿Cuál fue nuestro caso? Bueno, el permiso de maternidad se pudo alargar un poco más gracias a vacaciones pendientes, y cuando llegó el momento decidimos intentar repartirnos el tiempo y seguir cuidando de nuestro pequeño. En el caso de mi mujer con una reducción de jornada que le permite trabajar únicamente por la mañana. Reducirse la jornada por cuidado de menores es un derecho. Punto. Otra cosa es que esté mal visto en algunas empresas o que haya que soportar bromas del tipo «qué suerte, que trabajas sólo media jornada«. No es una suerte, lo pueden solicitar incluso los padres bromistas. Hay que querer, eso sí. Y me temo que hay que asumir las consecuencias, porque suele significar ponerse la zancadilla a la proyección profesional. «Así que antepones tu vida familiar a la implicación con la empresa«, suelen pensar aquellos que contratan a gente a cambio de dinero y que han nacido ya jefes por generación espontánea. Queda mucho por recorrer en ese sentido. Reducirse la jornada significa reducirse el sueldo, pero no implica reducirse las obligaciones, generalmente. Se acaba haciendo el mismo trabajo en menos tiempo, cobrando menos, y encima esquivando reproches. En muchas empresas están mejor valorados los trepas que se quedan en la oficina hasta la mil aunque sea leyendo el Marca, que aquellos que intentan optimizar su tiempo. En fin, ojalá más  padres y madres se redujesen su jornada para normalizar algo que debería ser mucho más normal.

En mi caso arreglé algo equivalente para trabajar sólo por las tardes. Aunque soy autónomo y suelo gestionarme el tiempo a mi gusto, durante esa primera época estaba trabajando en equipo con gente de otras empresas, en un proyecto tirando a grande con el que podría haber llenado una jornada laboral completa. Tuve la suerte de poder organizarlo todo para disponer de las mañanas libres, salvo reuniones excepcionales o algunas pocas clases que tenía que impartir en la Universidad (casos en los que sí hemos recurrido a abuelos, tíos y demás familia…¡gracias!).

En resumen: Teo ha estado todo este tiempo por las mañanas con papá, y por las tardes con mamá. Como un marqués. ¿Cómo está resultando la experiencia? Extravagante, fascinante, agotadora.

 

Teo sentado

 

Extravagante porque nos damos cuenta de la suerte que tenemos al poder hacer algo así. Por un lado, porque nuestra situación económica nos permite renunciar a parte de los ingresos para ganarlos en forma de tiempo. No siempre salen los números y nos consideramos afortunados por ello (fortuna que también nos hemos ganado en parte, siendo gente prudente y huyendo de excesos). Suerte también porque hayamos podido seguir trabajando y cuadrando nuestros horarios sin grandes problemas. Pero si miramos alrededor, parece que somos un poco marcianos por dedicar tantos esfuerzos a cuidar personalmente del niño. El siguiente diálogo se ha repetido con pocas variaciones en más de una ocasión (y más de dos, y más de tres…)

– ¿Dónde tienes al niño, en la guardería?
– No, no va a la guardería.
– Ah, ¿lo tienes con los abuelos?
– No, no, lo cuidamos nosotros, yo por la mañana, mi mujer por la tarde.
– Ah [y aquí la expresión varía entre la sorpresa, la incredulidad, la mirada perdida al infinito, etc.]

Sí, parece que lo nuestro es extravagante, y es una pena que repartirse el tiempo y renunciar ambos progenitores a parte de su jornada laboral sea visto como algo raro. Sobre todo en mi caso (porque las madres llevan renunciando a mil millones de cosas años y años).

Decía también que está siendo una experiencia fascinante. De una manera totalmente distinta a como la imaginaba, eso sí. Cuando pensaba en mis futuras mañanas con Teo me veía saliendo de paseo a disfrutar del sol matutino, parando a hacer mil fotos por el camino, leyendo y disfrutando de una terraza durante sus siestas, todo ello en tonos sepias y con música de Belle and Sebastian. La realidad ha sido igual de fascinante pero por supuesto mucho más mundana. En año y medio creo que he podido abrir un libro una o dos mañanas. Hemos salido de paseo casi todos los días, pero entre peleas por ponerle la ropa, cacas cuando enfilábamos la puerta, trucos baratos para poder ir al baño a la carrera y demás rutinas que los que sois padres ya conocéis, y los demás no tenéis especial interés en conocer los detalles. Con todo cada día ha sido una maravilla. Nadie me tiene que contar cómo han sido sus primeras sonrisas, sus primeros pasos, sus primeras palabras. Y los fabricantes de discos duros se frotan las patitas con la cantidad de fotos que se he llevado el mozo (porque además es que guapo es un rato, que sale a su madre).

 

Teo salón

 

También está siendo una experiencia agotadora, claro está. Por las tardes he podido descansar del ritmo infantil mientras trabajaba. Y es que mi jefe matutino es inflexible, sin discusión posible. Todo lo que tiene de maravilloso lo tiene de agotador, en especial desde que ha aprendido a usar las piernas para huir y las manos para investigar. El ritmo de pareja también se resiente. La convivencia se acerca un poco a una carrera de relevos; por la noche estamos todos juntos pero con el cansancio de todo el día, mil cosas que hacer en casa, y la paciencia en niveles bajos. Hay que buscar siempre el equilibrio para que no se desajuste todo. No es sencillo, no.

¿Merece la pena? Sí, sin ninguna duda. Ver crecer día a día al (ya no tan) pequeño Teo ha sido maravilloso. En septiembre ya le tocará abandonar la vida de marqués y empezar a odiar la palabra «cole» (espero que la odie sólo un poco, la verdad). Pronto comenzará a guardar sus primeros recuerdos y olvidará estos primeros meses. Pero nosotros no lo haremos. Sólo va a tener sus dos primeros años una vez, y no nos los queremos perder. Somos así. Nos ha regalado tanto, nos ha hecho tan felices teniéndolo tan cerca que cualquier esfuerzo (y ha habido muchos) ha estado bien invertido.

 

Teo leyendo

 

Ojalá las cosas fuesen más sencillas y lo nuestro dejase de ser una excepción o un caso de padres primerizos locos. Ojalá no hubiese que decidir entre trabajo y familia. Y ojalá más gente, llegado el caso de elegir, inclinase un poco (sólo un poco) la balanza en dirección a su casa en lugar de hacia la oficina, la tienda o la fábrica. Hay que revisar horarios infernales, hay que optimizar el tiempo, hay que planificar mejor las tareas, pero debería ser posible mejorar algo todo esto. Y la solución no va a venir desde arriba. Ninguna ley va a ser la varita mágica que nos cambie las costumbres. El cambio lo tenemos que comenzar nosotros, desde nuestras casas, desde nuestras pequeñas grandes familias. Y el primer paso es quererlo. Querer dedicar tiempo a nuestros hijos. Decidir a qué estamos dispuestos a renunciar (porque eso será inevitable) a cambio de pasar más tiempo con ellos. Si lo tenemos claro, cualquier pequeño gesto será un paso adelante.

Un último apunte: todo lo que he contado ha venido a colación de hijos, paternidad y trabajo. Pero conciliar no es algo exclusivo de padres, ni mucho menos. Deberíamos trabajar todos lo suficiente para sentirnos útiles y realizados… y luego dedicar nuestro tiempo libre cada día a la familia, los amigos, los gatos, un hurón, un puzzle de 10.000 piezas o cualquier otro hobby. Trabajar para vivir, y no vivir para trabajar.

Lo dicho: es mi opinión. Me encantaría leer las vuestras en los comentarios…

Seguiremos informando.

12 comentarios en “Yo concilio

  • Raquel Criado dijo:

    Me ha encantado leerte. Y me ha dado mucha pena también. Cuánto nos queda por cambiar a todos en general para hacer una sociedad más humana y racional. Nosotros compartimos vuestra idea de conciliación, a duras penas porque no tenemos ningún apoyo familiar cerca, pero con muchas renuncias y esfuerzos personales, laborales y económicos hemos podido disfrutar de ellos como se merecen (ellos, no nosotros). Y como bien dices ha sido duro, mucho, pero probablemente la mejor época de nuestras vidas. Los dos primeros años son únicos. Qué importante es la labor de los padres de hoy para concienciar a nuestros hijos (léase hijos e hijas) en otro modo completamente distinto de pensar al respecto. Para empezar a parecernos a otras culturas mucho más avanzadas en estos temas, aunque sea un poquito.

    Ahora que Teo cumple los dos, empieza a pensar en el post de la nostalgia. La retirada de todos esos indicadores de que hay un bebé en casa, una nuquita que acariciar y oler, una lengüita de trapo, y empieza a haber un niño. Desaparecen las tronas y aparecen las mesas, las cunas se cambian por camas aunque sean minis, ya no quieren el carro, el orinal sustituye a los pañales. Es un pequeño e inevitable duelo que se sobrelleva mejor cuando vas viendo que avanzan a etapas igual de tiernas pero de otra manera. Toda una aventura.

    Enhorabuena¡¡

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    • Raquel, tengo bien claro que sin la familia a mano todo lleva un plus de dificultad. Ole por vosotros. Y sí: todo pasa muy rápido. Hace dos días teníamos un bebé, y ahora nos sorprende con sus ocurrencias cada vez que abre la boca. Cada etapa tiene sus cosas, y esperamos poder disfrutarlas todas como se merecen 🙂

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  • Me ha gustado mucho leerte. Me siento 100% identificada, yo también tuve la suerte de poder organizar así, las mañanas con papá y las tardes conmigo, gracias a la reducción y por supuesto con un inmediato «cambio» en mi puesto de trabajo que me ha devuelto al sótano de la pirámide empresarial. Ojalá como dices, trabajando entre todos consigamos eliminar esos prejuicios y racionalizar horarios. Para todos. Cada vez conozco a más gente (soltera y demás) que también quieren trabajar para vivir.

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    • Gracias por tu comentario, Marta. Ojalá seamos cada vez unos poquitos más los que pensemos así. Con hijos o sin hijos, hay que defender nuestro tiempo personal y familiar 🙂

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  • Vale Roberto. Sí a todo. Pero esto no ha hecho más que empezar: Seguirá siendo maravilloso, fascinante, agotador, mermador de energías y todo lo demás, pero se completará con algo que todavía no tienes ni siquiera en mente: los deberes (la puta tarea de los cojones es una expresión que también es admitida). Ahí es donde dejas de pensar en la conciliación como problema y pasas a otra pantalla en la que te esperan profes, planes de estudio, actividades extraescolares, gauasaps de padres y madres y demás parafernalia pseudoeducativa.
    Espero ansioso tu post al respecto en unos pocos añitos.
    Dicho sea todo lo anterior sin ánimo de «joder la marrana» y dejando claro que el rollo de la paternidad mola.

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  • Rober, cuánto tiempo sin leerte. Es un gusto, oiga.
    Pues ¿Qué te voy a decir yo al respecto?. Yo soy otro de esos bichos raros, como tú.. Paula nunca estuvo en una Guardería, y Alejandro fue por las mañanas una temporada, hace muchos años, en que no nos quedó más remedio, pero vamos, muy «light». Lo de vivir para trabajar o trabajar para vivir es algo que también me he planteado muchas veces, y lo tengo más o menos solucionado. Lo de vivir para trabajar está claro que no es para mí. A mi me da igual si mi tele es más grande, o si mi móvil hace cabriolas o mi coche tiene asientos con calefacción. Siempre ando justito de liquidez, pero me considero bastante más rico que la mayoría, porque tengo tiempo y lo invierto en gran medida en mis hijos. Por ellos y por mí.
    Otra cosilla que ya te han apuntado en los comentarios y se va viniendo poco a poco encima es que, cuando los peques ya no son tan peques y el cole acaba a las dos, con toda la tarde por delante, la cosa no mejora. Hay que seguir conciliando. Muchos optan por la ayuda de los abuelos (que como bien dices, lo suyo es que vinieran de visita y no «a trabajar»), y muchos otros por ponerle a los niños la agenda como la de un ministro. Conozco casos de niños que entre colegio y actividades extraescolares tienen jornadas de nueve y diez horas. Aunque tengo claro que ese no va a ser vuestro caso.
    Es una pena que esté todo así montado. Parece que el éxito laboral y la media jornada son antónimos. La norma hoy es que madre y padre tengan que trabajar todo el día para tener recursos suficientes .. pero, ¿para qué? ¿Para tener más y mejores cosas? Buena parte del problema es que la mayoría se centra en ansiar las cosas que no tiene en lugar de apreciar las que tiene. Cambiamos tiempo por dinero, para con ese dinero comprar cosas para las que muchas veces no tenemos ni tiempo.
    Coincido con Nacho en que será muy interesante leer tus reflexiones sobre la paternidad dentro de unos pocos años. Los hijos son fuente inagotable de preocupaciones y satisfacciones, pero cada edad tiene las suyas propias. Yo ahora lo disfruto mucho. Es gratificante darte cuenta como se van convirtiendo en personas, con todo lo que ello conlleva.
    Un abrazo.

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    • ¡Ese byfed! Veremos cómo reorganizamos cuando lleguen horarios escolares. Y esperamos no entrar en esa pescadilla que se muerde la cola que comentas.. Si se tienen claras las prioridades, todo es más sencillo 🙂

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  • Me identifico plenamente con esta situación, tanto en lo «extravagante» porque tratamos de adaptar nuestros horarios laborales de manera que uno u otro atendamos al niño como al pensar en lo atrasados que estamos en temas de conciliación. A mí no hace mucho, en el marco de una negociación laboral, me han preguntado si iba a tener más hijos…

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    • … y esas preguntas en cualquier otro país escandalizarían. Aquí son demasiado habituales. Ojalá consigamos cambiarlo para que desaparezcan… o nos pregunten lo mismo a los padres, no solo a las madres.

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  • Lo complicado suele ser que uno de los dos pueda no trabajar por las mañanas. Nosotros al menos no tenemos esa opción y veo que es muy habitual.
    Mi mujer sí pudo cogerse fácilmente reducción de jornada, pero tuvimos que llevar al pequeño Jorge a la guardería con 5 meses. Como tú dices, se te parte el alma doblemente: por lo pequeño que es y por la inutilidad de dejarle en un «almacén de bebés».
    Ni mi mujer ni yo tenemos la opción de trabajar por las tardes porque son trabajos que requieren nuestra presencia física y el horario es casi íntegramente de mañana.
    De hecho mi mujer se reduce sólo 1,5 h diarias y aún así tiene que soportar comentarios de su jefe del tipo: «claro, como tú te vas antes», «a ver cómo lo hacemos, como no vienes por las tardes». Ya le he ofrecido varias veces partirle las piernas a su jefe y que parezca un accidente pero no se atreve. Va a costar erradicar esa mentalidad, pero tengo claro que desaparecerá.
    Me alegro de que vosotros hayáis podido conciliar así, lo habréis disfrutado mucho más, aunque la relación de pareja de lunes a viernes tiene que ser infernal…
    Ánimo, que nos queda lo mejor.
    Saludos!!

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    • Bueno, infernal tampoco. Cansada
      Lo de las indirectas por cogerse jornada reducida me supera. Aunque me parece peor cuando vienen no de jefes (que al final tienen que trabajar más para gestionar las horas de ausencia, en teoría) sino de compañeros que podrían usar el mismo derecho… pero no lo hacen, y se quejan de la suerte de los que sí. Lo de siempre, nos quejamos en la barra del bar, pero luego no peleamos ni lo mínimo. Y así nos va.

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