Al contrario de lo que le pasa al Maestro García, a mi los sábados me gusta remolonear, sólo cinco minutos más, sólo cinco minutos, entre las sábanas… porque a diferencia de él, yo no tengo un plan. Ni siquiera tengo a mano su máquina de achicar problemas, y no tengo ganas de ponerme asfaltar esa mitad de los planetas que nos queda a la gente como yo…
Y mientras remoloneo, recuerdo haber escuchado canciones que me han recordado días en los que he recordado haber escrito frases sin respuesta. Y mientras remoloneo, recuerdo que me han recordado días en los que a ratos sale el sól, a pesar de las nubes, a pesar de Santander, a pesar de la lluvia. Y mientras remoloneo, lanzo una moneda en mi cabeza, una moneda con dos caras, o dos cruces, da igual, porque sé que al final voy seguir persiguiendo sonrisas que no voy a ver. Esta vez, Manolo, no sé si hago yo un buen trato, porque me quedo con el silencio de alguien que no quiere hablar… y con el halo de misterio…
Perfecto plan, diría yo.