– Pues, ¿a qué te dedicas?
Ella se quedó pensando. Luego dijo:
– Al western.
– ¿Al western?
No estaba muy segura de recordar lo que eran.
– Sí, western.
Tenía que ser algo relacionado con las pistolas.
– ¿Y cuántos haces?
– Uno.
– ¿Es bonito?
– A mí me gusta.
– ¿Me lo enseñas?
Fue exactamente así como empezó esta historia. Por casualidad.
(City, por Alessandro Baricco)