Abrir la boca y despejar todas las dudas

Escuchando: Seriously Guys I Hate You (The Automatic)

Este es otro de esos casos por los que maldita la gracia que se nos conozca. Santander entró de lleno en la mierda de los programas de prensa marrón inmundo cuando la famosilla de turno se vino a vivir aquí, tras casarse con un mocetón del norte.

Ella es Carmen Martínez-Bordiu, famosa por ser la nieta de Franco y por… bueno, supongo que por nada más. Él es un tal José Campos, cántabro de pro. Los dos despiertan admiración doquiera que aparecen. Su boda en esta nuestra ciudad provocó oleadas de curiosos arremolinados en los aledaños del hotel del convite. Y esa manada de marujas desocupadas salió en la tele, y todo.

Siempre he tenido mi propia opinión sobre este tal Campos. Ahora, que ha sido leer una entrevista a su persona en el periódico local de ayer, y se me han confirmado todas las sospechas. Que juzgue cada cual.

En primer lugar, tiene su mérito quedar tan mal con tan pocas preguntas. Quizás sea culpa del redactor, que haya mezclado y tergiversado sus respuestas. No lo sé. Todo es posible. Lo que no se le puede negar al entrevistador es cierta dosis de cinismo y mala leche. Algunas de sus inocentes preguntas versan sobre su buena facha, sobre si acabará siendo duque de Franco, su régimen preferido, la estatua de Franco, si le gusta ponerse cara al sol

Pero sus respuestas… ¡ah, sus respuestas! Canela en rama, oiga. Primero afirma tener 41 años, dato del que no tengo por qué dudar. Unas preguntas después niega ser franquista, porque él no lo vivió. Hombre, no sé. Yo seguro que no. Pero con 41 años, algún recuerdo, aunque borroso, le quedará, ¿no?

Mi parte preferida es cuando dice ser apolítico. Pues que bien. Y coherente como el que más. Porque poco después afirma (y cito textualmente) que «estoy afiliado al PP, aunque no soy constructor ni voy pidiendo favores de terrenos a nadie«. Sic.

Otra perla es su apología de la incultura al afirmar haber leído sólo un libro en su vida, y que su mejor logro haya sido dejar los estudios.

Bien pensado, es lógico. Este jovenzuelo de la democracia, de 41 años, no necesita favores de ningún facha, ni hacer alarde de sapiencia. Eso sí, si leyese más, descubriría que el término braguetazo viene perfectamente explicado en el diccionario.

En fin. La viva imagen de todo lo que más detesto de mi ciudad.