(All we are is) Dust in the lens

Escuchando: Against the fade (Naked Raven)

Ayer por la tarde por fin salí al espacio exterior (a mi casa) con la cámara nueva. En realidad quería haberme pasado toda la tarde probándola, pero entre una cosa (amenaza de lluvia) y otra (compra de un filtro para proteger la lente) cuando me puse manos a la obra ya estaba atardeciendo.

Tampoco voy a decir que hice las fotos de mi vida, porque no es verdad. No iba buscando hacer fotos para la historia, sino sólo (empezar a) aprender a manejar lo que tenía entre manos. No es sencillo. En cualquier caso, fue una buena ocasión para ver hasta donde puede llegar esta Nikon en condiciones de poca luz: aunque llevaba el trípode en la mcohila, no me hizo falta para poder tirar algunas fotos prácticamente de noche, a pulso.

Y eso sí, es una gozada hacer fotos de paisajes con los 10mm más de angular que me da este objetivo frente a mi cámara compacta.

Sin embargo, la tarde tuvo dos aspectos negativos. El primero, que la tarjeta de memoria que me vino con la cámara definitivamente no es de fiar. Cuando llevaba 5 o 6 fotos, desaparecieron. Por la noche, de vuelta en casa, y utilizando medidas drásticas, pude recuperarlas, así como hacer chequeos, borrados de bajo nivel y formateos de la tarjeta que espero que hayan solucionado todos los problemas…

El otro aspecto negativo me preocupó más. Y es que al ponerme a pasar las fotos al ordenador, me encontré con lo que más temía. Dos manchas perfectamente apreciables en muchas fotos, señal de la presencia de polvo en el sensor. No se veían en todas las imágenes, pero cuando coincidía esa zona con un trozo de cielo o un color uniforme, destrozaban la captura. Hice la prueba para detectarlo sin dudas (foto a una superficie blanca, desenfocando), y no había dos, sino tres manchas. Mierda.

Manual en mano, leí que la limpieza del sensor la tiene que hacer el servicio técnico, aunque (a pesar de no recomendarlo) tambien se puede ser autosuficiente: la cámara permite levantar el espejo para dejar el sensor al aire (un filtro que lleva delante, en realidad) e intentar limpiarlo con un soplador. Me pudo la curiosidad, y a pesar de no tener otra cosa con que soplar que no fuese la boca, acordándome del precio de la cámara y con miedo de cargarme algo, lo intenté con todo el cuidado del que fui capaz, volví a poner el objetivo a toda prisa y… solucionado. Comprobación con la foto en blanco de rigor: limpio. Crisis superada. Uff.

Así que nada. Voy a ver si sigo trasteando con ella, que me parece que esta noche voy a experimentar con los retratos. Toca sesión de visionado de video matrimonial y posterior cena en un chino, o esos parecían ser los planes propuestos ayer por la noche, noche de halloweens fuera de lugar, cajeros ahumados, y porteros amistosos.

Seguiremos informando.

PD #1: No se pierdan, si lo tienen a mano, el suplemento dominical del periódico de hoy. En él, Carlos Herrera dedica su página a un personaje único, inimitable, irrepetible, que es tan parte de Barcelona como La Sagrada Familia. El Pinocho, o Juanito, y su puesto en el Mercado de la Boquería, donde se pueden degustar los más sabroso platos, a elegir (por el Pinocho, no por el cliente). Visita obligada. No se arrpentirán. Y no podrán olvidarle.

PD #2: Gracias por la visita… a pesar de todo.

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