Vamos a vivir la ciudad como nunca la hemos vivido

Escuchando: Yes it’s fucking political (Skunk Anansie)

Hace un par de días había empezado a escribir unas líneas sobre la semana de fiestas que estamos ¿disfrutando? en Santander. En aquel boceto, junto a las inevitables críticas, mencionaba algunos destellos de lucidez que hacían presagiar algún cambio. A mejor, digo: la frase que da título a este escrito salió de la boca del alcalde en el pregón. Sin embargo, el exceso de cansancio y la falta de inspiración hicieron que mi texto quedara inconcluso y pospuesto para mejor ocasión.

Y me alegro; me tendría que haber retractado porque no hay mejor sino peor ocasión. Hay situaciones que, sin remedio, me encabronan.

Una de las novedades que había visto en el programa de festejos de este año (es un decir, estaba bien escondido, no se ha gastado un céntimo en pulicitarlo) era un ciclo de conciertos de bandas de pop y rock locales en un auditorio habitualmente dedicado a la canción ligera que todos los septagenarios disfrutaban con la emoción que les permitía su edad.

En concreto, el martes por la noche, víspera de Santiago y momento cumbre de las fiestas, se había programado un concierto de Lazy: grandes músicos además de buenos amigos. Sus directos llevan la diversión asegurada. Plan de la noche: a las 23 horas, concierto; a medianoche los tradicionales fuegos artificiales, a dos pasos del concierto.

Yo no sé si en este Ayuntamiento no hay voluntad, hay incompetencia, o directamente mala fe. En el auditorio no había ni un solo representante de la organización ni del consistorio. Ni un triste policía o guardia de seguridad para vigilar los equipos (en una noche donde los excesos alcohólicos era palpables en toda la zona). Ni un miserable botellín de agua para los músicos. Nada.

Por supuesto, para redondear la noche, los fuegos artificiales comenzaron -a pesar de lo que les habían asegurado de manera repetida a Lazy- exactamente al mismo tiempo que el concierto. Y como toda la ciudad estaba mirando al cielo, sólo cuatro gatos melómanos disfrutamos del concierto completo. Al menos el ruido, salvo la traca final, no molestó demasiado.

Por parte del Ayuntamiento me parece una falta de respeto por la banda y por su público. Cuando parece que se acuerdan de que hay gente que demanda disfrutar las fiestas de otra forma, se encargan ellos mismos de arruinar sus iniciativas, riéndose de paso de todos nosotros.

Parece que la única forma de pasarlo bien en estas fiestas es dejar de ir contracorriente. Me tendré que comprar una camisa de Ralph Lauren, me pondré un jersey de Lacoste sobre los hombros y me compraré una entrada para dejarme ver en los toros. Y después, a las casetas andaluzas a bailar las sevillanas con esfuerzo aprendidas para no ser menos.

La semana grande de esta ciudad es una puta mierda de dimensiones colosales. Espero que el nuevo alcalde consiga enderazarlo en los próximos años, pero con detalles como el del martes difícil lo veo. Ojalá en su apoyo al Summer Festival el Ayuntamiento se implique algo más. Calculo que sí, al menos para salir en la foto.

Aún nos quedan días de fiesta. Oportunidades para deleitarnos con recitales rancios en prime time, con los artistas de moda (en breve tendremos a Erentuxn cantando éxitos, algunos incluso suyos) en conciertos gratuitos con entrada de pago en taquilla (wtf?), con atracciones de feria en condiciones tan lamentables que no satisfacen a nadie, con toros y ambiente rociero… oportunidades, en definitiva, para comprobar que en esta ciudad en la que nada cambia, en la que la responsable de festejos se apellida Igual, en la que la juventud es un problema como otro cualquiera, habrá que esperar a tener 40 años más para que se nos tome en serio.

Ah, yo por supuesto disfruté del concierto, y mucho, en lugar de los fuegos artificiales. Los cohetes y las tracas pirotécnicas, con detalles así, se los puede meter el alcalde por el mismísimo consistorio.

Seguiremos informando.

Así es la vida

Escuchando: Getting away with it (James)

He añadido un concierto a mi lista de recuerdos inolvidables y emotivos. Imposible no sonreír al recordar el espectáculo de James: grandes canciones, buen ambiente, y luz de atardecer para darle a la velada un toque -aún- más especial.

Were getting away with it
All messed up
Getting away with it
All messed up
That’s the living…

La clave está en la rebeca

Escuchando: Los jóvenes mueren antes de tiempo (Deluxe)

Sé que es verano porque he estado dos veces en Madrid y hacía calor. Aquí en Norteña podríamos estar a las puertas de una esperada primavera, o viviendo un monótono otoño. No es que no haga calor, no es que llueva mucho, es que nos encontramos permanentemente en un día gris en el que puede que salga el sol un rato, o puede que te mojes. Lo que viene siendo un día de mierda.

A veces pienso que en esta ciudad una foto en colores resulta anacrónica. Sobre todo ayer. Podría escribir sobre ello, sobre la inminente semana grande (minúsculas intencionadas) o sobre mil chorradas, pero esta mañana Vodafone ha tenido a bien enviarme una injusta y abultadísima factura que me ha puesto del peor de mis humores. Espero que mañana pueda desquitarme en su sesión, en el bar de esa gente que discute los asuntos realmente interesantes de esta avejentada ciudad.

Seguiremos informando.

Mi dosis

Escuchando: Yoshimi (The Flaming Lips)

Ya hace años que soy adicto a los conciertos, a su ambiente, a disfrutar de la música en directo. Con el tiempo han podido cambiar los estilos y los grupos, pero sigue siendo para mí una necesidad.

Últimamente, además, vivo los conciertos -siempre que puedo- de otra forma: con la cámara en la mano, esperando en el foso a que se apaguen las luces. El ritual es siempre similar: los gritos de los fans de las primeras filas, los aplausos de toda una multitud, el destello de las luces, los bajos retumbando a un metro de distancia, y la carrera contra el reloj para conseguir una foto decente de alguien que no para de moverse, con una iluminación que cambia cada segundo, luchando con otros fotógrafos por hacerse con el mejor ángulo.

Esas descargas de adrenalina condensadas en dos o tres canciones cada día me gustan más.

Seguiremos disfrutando.

¿Estamos locos o qué?

Escuchando: Poor cow (Peter Björn & John)

Reivindican un encierro para mujeres y sólo con vacas

Un grupo de mujeres ha lanzado una campaña en un portal universitario para «reivindicar» un encierro de vacas, en lugar de toros, y sólo para féminas en los Sanfermines de Pamplona.

«Las vacas también quieren correr» es el nombre de la campaña, propuesta en el portal universitario www.estudlin.net, para pedir un encierro por separado, en el que sólo puedan participar mujeres.

En las carreras de los Sanfermines, está permitida la participación de mujeres, pero éstas representan una minoría entre los miles de corredores que tratan de esquivar a los toros en el recorrido de ochocientos metros por las calles de la capital navarra.

«Un encierro para vacas pondría a Pamplona en la vanguardia de las fiestas tradicionales con igualdad total entre hombres y mujeres», se indica en el manifiesto.

La organización de los Sanfermines, que hoy llegaron a su ecuador con el cuarto encierro de las fiestas, no ha respondido a esta sugerencia.

Y por increíble que parezca, es una noticia real. Cosas veredes, amigo Sancho.

¿A quién le importa? [El cierre de la Filmoteca y otros mamoneos políticos]

Escuchando: Échale la culpa a Hill (Indigo)

Has sido tú. No, tú. Es tu culpa. Y tu más. Lo has roto. Ya estaba así cuando llegué. Se lo voy a decir a la seño. Ya no te ajunto.

¿Un patio de colegio? ¿Los Simpson? No, que va. Una discusión política cualquiera. Dos puntos por encima de lamentable, y uno por debajo de patético. Pero todo se andará.

En Santander ha cerrado la Filmoteca Regional, que depende del Gobierno de Cantabria. Y si ahora mismo sus puertas están cerradas es por decisión del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria. Todo este tiempo ha funcionado sin licencia. La Filmoteca, no el Tribunal, claro.

Estos días, si no me he perdido ningún episodio de tan bochornoso culebrón, se está a la espera de un permiso de obra para acometer las modificaciones pertinentes, y reabrir sus puertas, esta vez con licencia. A saber cuándo.

¿Cómo se ha llegado a una situación tan ridícula? Sencillo: seguiendo los criterios de lo políticamente correcto. Y en estos tiempos que corren, lo políticamente correcto es ciscarse en los muertos del oponente, usar cualquier asunto como arma arrojadiza, y sobre todo, lo más importante: pasarse por el arco del triunfo, vulgo cojones, la cultura, el interés por los ciudadanos y cualquier desviación filantrópica. Mucho mejor ser licántropo. Aú.

No creo exagerar. El Ayuntamiento de la ciudad (de un color) acusa a los responsables de la Filmoteca (del otro bando) de no tener licencia. Éstos a su vez contraatacan con el argumento de que fueron los primeros los que inauguraron las instalaciones así, fuera de la ley. Y tú más, y mi padre tiene un camión, y el mío es policía. Unos por otros, la casa sin barrer, y las escobas en alto cuales espadas láser. Fium, fium. Se lo pasan pipa. Sería hasta divertido, si no fuese porque no tiene ni puta gracia. La Filmoteca era de lo poco que teníamos en esta ciudad de lo que nos podíamos sentir orgullosos, y han conseguido su objetivo: cerrarla para pelearse a gusto. En lugar de poner un poco de voluntad por parte de todos para solucionar y agilizar el problema, se ha llegado hasta los tribunales y nos hemos quedado sin sala. Aplauso y ovación cerrada. Con representantes así, ¿quién necesita enemigos?

Puesto a señalar con el dedo, la Filmoteca tampoco se va a librar de algún comentario recriminatorio. Echo de menos la época en la que un ciclo duraba una semana, o un par de ellas, y se podía disfrutar en ellos de una cuidadísima selección de clásicos en versión original; o de un repaso al mejor cine independiente reciente. Pero en los últimos meses esa programación se había vuelto más caótica y agresiva. Ciclos fraccionados, clásicos y documentales convivían en forzada armonía con cuasi-estrenos de cartelera. Y como la sala está subvencionada, al igual que otro de los tres cines que quedan en la ciudad, resulta que el restante en discordia, el único que es loable iniciativa privada, ve cómo con dinero público se le representa delante de las narices una función de algo muy, muy, muy parecido a la competencia desleal.

Para los que se hayan perdido, resumen rápido: pocos cines, y se putean. Los que se pueden convertir en arma política, se usan como tal, y se consigue cerrar de esta guisa la Filmoteca de la ciudad.

En fin. Se trata de un ejemplo más en el que se pone la política por encima del sentido común, la confontación por mantenerse en el poder, o arrabatarlo, por encima del bienestar de los que han votado, y deberían botar. He dicho un ejemplo, pero no el último: la semana pasada se presentó el Santander Summer Festival, que se realiza gracias al apoyo (que podrá ser mayor o menor) del Ayuntamiento de la ciudad. Pocos días han pasado hasta que las juventudes del equipo colorao han emitido un curioso comunicado en el que se culpa, señalando con el dedín, al Ayuntamiento de no apoyar la iniciativa, de torpedearla, de ser culpables de su cambio de fechas, y casi casi del cambio climático.

Si en lugar de tanta acusación, se molestasen y perdiesen media hora en informarse antes de hablar por hablar, podrían entender algunas de las razones que han llevado al festival a una edición más reducida y retrasada. Podrían deja de tirar piedras y preocuparse de apoyar de alguna forma (y me refiero, sí, al vil metal) la iniciativa; así, como en Bilbao, quizás otros gallos con mayor caché nos cantaren.

Pero no. Bienvenidos a la política. Y tú más.