Escuchando: Allí donde solíamos gritar (Love of Lesbian)
Este fin de semana ha sido muy musical, y uno de los conciertos en los que he estado ha sido un acústico de los catalanes Love of Lesbian, uno de mis grupos preferidos. Con su último disco, 1999, dieron un gran salto en cuanto a popularidad y capacidad de atracción de público. La primera vez que los vi en directo fue en Santander, con muy poquita gente. Las últimas habían sido en festivales donde iban de cabeza de cartel, con público multitudinario. Poco a poco fueron creando un espectáculo muy divertido, pero repetitivo y masificado. Si le sumamos un sonido en general por debajo de lo esperado (especialmente grave en su última visita a Santander, donde costaba reconocer las canciones), el resultado es un cierto recuerdo agridulce de sus últimos conciertos.
Ahora están terminando la larguísima gira de 1999 con una serie de acústicos en salas pequeñas. El sábado tocaron en Santana 27, de Bilbao (muy poligonero todo, por cierto). Sólo dos componentes del grupo estaban representándolo: su cantante Santi Balmes y el guitarrista Jordi. Y la verdad: me hicieron recuperar la ilusión en la banda. Dos guitarras (prestadas) y la voz de Santi sobraron para dar vida a un repertorio que dejó un poco de lado el último disco para centrarse en el anterior (Cuentos chinos para niños del Japón), con bastantes pinceladas de Maniobras de escapismo, también. En casi dos horas de concierto pocos temas se echaron en falta.
Tras un comienzo más serio (música de ascensores, noches reversibles, historia de una h que no quería ser muda, un día en el parque, la niña imantada, 1999, me llaman octubre
), como es habitual en ellos, volvieron con unos bises gamberros por donde desfilaron los sospechosos habituales: los astronautas de Houston, tenemos un poema, Marlenne, Me amo dedicado a Cristiano Ronaldo, el villancico de su cuñado Fernando, el amante guisante, los niños del mañana, el ectoplasta personalizado con protagonistas políticos, Shiwa en castellano y catalán, y algunas plantas (la primera vez que se la oigo en directo, la solían usar de música de fondo para cerrar y saltar a mezclarse con el público). Añádanse dos versiones: una respetuosa Lucha de gigantes y The one I love (REM).
Vamos, que fue un concierto sencillo pero espectacular: por repertorio, por las idas de pinza de Santi Balmes, y por la manera de interpretar sus canciones desnudándolas, pero sin perder nada de intensidad. Menos disfraces, más música.
Así no hay quien deje de ser fan de John Boy.