Escuchando: East of the Sun, West of the Moon (Diana Krall)
Esta mañana, en el suplemento del periódico, leía una interesante reflexión en una carta al director. Hablaba del choque de religiones que tenemos en la actualidad (dejemos de hablar de choque de culturas: los fundamentalismos religiosos son falta de las mismas). El autor de la carta no confiaba en que los fanáticos se hiciesen más juiciosos, pero sí en que sus hijos, o sus nietos, se volviesen más capitalistas, más occidentales, más cómodos, más fanáticos de la PSP y menos del Corán. O de la Biblia, añadiría yo, que los nuestros también ponen bombas, aunque miremos para otro lado. Citaba el autor el caso del comunismo más radical, que no se vino abajo por la cordura, sino por que los chavales descubrieron el modo de vida occidental. Vino la Coca-Cola, y adiós Lenin.
Curioso punto de vista. Curioso, sobre todo, porque esta tarde he visto una película que trataba el tema exactamente desde el mismo enfoque. Una película que recomiendo del mismo modo que me habían recomendado a mí.
Oriente es Oriente es la historia de una familia pakistaní en el Reino Unido, en los años 70. Una como tantas de las que se han establecido allí. En concreto, se trata de un pakistaní casado con una inglesa, y con seis hijos que según su padre han de vivir como Alá manda; pero ellos no se sienten pakistaníes al haber nacido en Occidente, hablar en inglés, y tener al alcance de la mano una vida más lógica que la impuesta por una religión que no comparten, o por unos matrimonios concertados que aborrecen.
Es una película con escenas divertidísima. De carcajada. Pero también con escenas duras cuando tienen que serlo. Y es una forma inteligente de decir lo que es de sentido común: que así no vamos a ningún sitio. Esperemos que las generaciones siguientes, por cordura, por vagancia, o por consumismo, sepan acercarse a las religiones de una manera más sensata. Con prudencia. Que muchos ya estamos hartos de que nos quieran salvar.
Seguiremos informando.