Cuento para después de Navidad

Escuchando: Understand (Polar)

Él. Vuelve a casa después de trabajar. Después de unos días de vacaciones disfrutados tranquilamente en familia, este lunes ha resultado especialmente agotador. No veía la hora de terminar la jornada. Esta mañana, cuando salió corriendo, su hijo aún no se había despertado, y su mujer estaba en ello; ahora, su llave en la cerradura del portal es el primer paso del protocolo para sentirse en casa.

Ella. Lleva un mes escaso en España. Apenas ve a su marido, atrapado en una jornada de sol a sol (incluso algo más, ahora en invierno) sujetando una bandeja en una cafetería del centro. Con su hijo pequeño, viven en una habitación pequeña, de un piso pequeño, compartido con otras dos familias que les han precedido en esta aventura española. Y con su hijo pequeño y su cochecito, lucha por mantener el equilibrio en las escaleras del portal, intentando que niño, coche, bolso, bolsas, chaquetón y paraguas sigan en su sitio. No parecen estar por la labor.

Él. Ve a una de sus nuevas vecinas, una inmigrante que ha llegado hace unas semanas. O eso cree. Siempre le parece que hay alguien nuevo viviendo en ese piso, ha perdido la cuenta. Está apurada, forcejeando como buenamente puede, en medio de las escaleras del portal. Siempre ha pensado que las buenas obras no son una exclusiva de la ya pasada Navidad, así que, todo educación y buena voluntad, corre en auxilio de su vecina.

Ella. Apenas tiene tiempo para hablar. La amabilidad de su vecino, educado, trajeado, impetuoso, y sonriente, la deja sin palabras. El cochecito está, tras unos enérgicos movimientos del hombre, en lo alto de las escaleras.

Él. Sonríe y hace un par de carantoñas a la criatura. Se despide y continúa su camino por las escaleras: vive en el primer piso y no quiere ocupar un ascensor en el que no caben dos adultos y un cochecito. Silba, optimista, pensando en lo fácil que resultaría muchas veces la convivencia, tan solo añadiendo un poco de buena voluntad.

Ella. Sonríe tristemente. Masculla un tímido gracias, y espera a que su vecino desaparezca escaleras arriba. Con gesto cansado intenta descender de nuevo hacia la calle. Silba para distraer a su pequeño, mientras vuelve a hacer equilibrios en las escaleras; y piensa en lo fácil que resultaría muchas veces la convivencia si a la buena intención se le pudiese añadir, además, un poco de entendimiento.