Escuchando: To this day (K’s Choice)
Hace poco me llegó un recibo de una cuenta en un banco que no sabía ni que tenía. Le quedaban cuatro duros, pero me habían cobrado tales comisiones, que otra de esas y me dejaban con un descubierto, así que me dispuse a cancelarla.
Así, me dirigí a la oficina en cuestión (la entidad bancaria la voy a mantener en el anonimato) con ese recibo (no tenía ni cartilla ni nada de esa cuenta, a saber…)
No sé si el empleado de la ventanilla se sorprendió al oirme decir Vengo a cancelar esta cuenta, pero lo que sí os puedo asegurar es que a mí me soprendió su repuesta: Sí, un momento, te quedan catorce euros, toma, cinco, diez…
Ahí se quedó parao, volvió a coger el dinero, y me dijo que no me lo podía dar, que la cuenta estaba inactiva (?) y que la tenía que activar, que volviese al día siguiente…
Efectivamente, volví, me dio mis 14 euros, y me fui. Me fui bastante sorprendido, cada vez más, la verdad.
¿Y por qué me soprendo? Pues muy sencillo. Porque en ninguna de las dos ocasiones me pidió ninguna clase de identificación. Mi DNI no salió en ningún momento de mi bolsillo. Sólo fui con un recibo que podría haberme encontrado en la calle, me cancelaron la cuenta, y me dieron el dinero.
Curioso esto de la seguridad bancaria, sí…
Seguiremos informando…