Escuchando: Black is the colour (Paul Weller)
Recuérdenme ustedes que les hable de la película que he revisitado antes, El Cielo Abierto. Merece la pena dedicarla unas líneas…
Pero no ahora, porque de repente tengo mil millones de cosas en la cabeza. Domingo de resacas festivas, me pasaré a dar una vuelta por una feria de discos, me pasaré por un concierto, me iré a cenar con unos amigos, aunque sabemos que el tono de la cena lo va a marcar una persona que debería estar sentada a la mesa esta noche, pero que ha tenido que cambiar las celebraciones caseras por una estancia en el hospital. Y a la que finalmente no podemos visitar hoy porque me acaban de decir su estado ha empeorado un poco 🙁
Lo mismo que el atropello y posterior fuga que presencié la Nochebuena del año pasado, éstas cosas rompen la burbuja de felicidad, falsa en algunos casos, real en otros, pero burbuja al fin y al cabo, que nos construímos en estas fechas.
Y si no es algo cercano, es algo lejano. Si no es la salud de una persona, es la vida de miles, sesgadas por un terremoto en países lejanos. O no tan lejanos, porque después de conocer a gente que he tenido la suerte de encontrarme, el mundo me parece más pequeño, y todo está a la vuelta de la esquina. Que queramos asomarnos o no, eso ya es problema de cada uno.
Aquí debería ir la conclusión, la moraleja de este mensaje. Pero no la tiene, sólo son cosas que se me están pasando por la cabeza, y que quería dejar aquí, supongo que pobremente hilvanadas.
Seguiremos informando.