Escuchando: Nowhere to go (Friends of Dean Martinez)
Ayer por la noche, a eso de las cinco de la mañana volvía a casa después de unas cuantas horas de lugares y situaciones comunes, y el cielo se iluminaba continuamente, en silencio, avisando de una inminente tormenta que, aunque aún estaba lejos, ya se dejaba notar…
Pero sí que debía de estar lejos, porque hasta hoy por la tarde no se ha acercado…
Es difícil resistirse a citar una vez más la canción de los Dire Straits. Aquí nunca llueve, solo diluvia. El ruido de la lluvia a traves de la persiana de mi habitación, junto a un trueno contínuo que lleva ronroneando más de una hora, compiten con el disco que estoy escuchando toda la tarde, como si fuese música para ascensores, pero sin ascensor. Y es una lucha peculiar, tromba de agua frente a sonidos hipnóticos con reminiscencias desérticas. Siempre me han gustado los contrastes…
Y así voy dejando pasar la tarde. Una tarde de domingo en la que si me llega un correo, es spam, y si me suena el móvil es que se han equivocado de número (no, no soy Lorena, lo siento). Como me siga creciendo el aburrimiento, a este paso voy acabar pidiendo información sobre esas fantásticas hipotecas o esos maravillosos medicamentos que tantas veces se empeñan en anunciarme, o dando conversación a alguien que no pregunta por mí.
Lo peor es que este domingo casero, gris y lento es el preludio de una semana que se prevé sin alicientes, aburrida, y demasiado ocupada con tareas por las que no me apetece preocuparme. Y de mientras voy pensando si el próximo fin de semana me voy con mis amigos a las fiestas de un pueblo, basadas en la ingesta y pringue de alcohol, o me quedo en Santander solo solísimo, pero descansando…
En fin… creo que dedicaré un rato a empezar un nuevo libro, que tengo unos cuantos esperándome. Kafka puede ser una buena elección…
Seguiremos informando…