Escuchando: Faking The Books (Lali Puna)
Nuestra vida poco a poco se va volviendo digital. Las fotografías ya lo son, la música también, las películas y la televisión han dado el salto, y ahora el turno parecen tenerlo los libros. El libro en formato electrónico ya está aquí, con sus ventajas, inconvenientes e inevitables controversias.
Hace pocos meses he hecho mudanza, razón por la que puedo saber exactamente el apego que le tengo a mi biblioteca (mucho) y cuánto pesa y ocupa (mucho más). Me encanta el ritual de leer un libro en papel, pero mi vena tecnófila también pesa lo suyo, así que ando pensando en probar esto de los libros electrónicos. Con muchas dudas, eso sí.
En castellano tenemos un pequeño problema de nomenclatura, ya que últimamente se está llamando libro electrónico tanto al contenido como al continente, por lo que conviene tener claro antes de nada a qué nos referimos en cada caso.
El libro electrónico como publicación es un fichero que podemos comprar, descargar, leer en nuestros dispositivos y poco más. Algo que no hay que olvidar es que pese a todas las ventajas que nos intentan vender, un libro electrónico tiene también sus inconvenientes, y recorta bastante la libertad para usarlo frente a los libros tradicionales. Si compramos un libro electrónico, no compramos una novela, compramos el derecho a poder leer esa novela. Punto. Lo más seguro es que no la podamos imprimir (o sólo podamos hacerlo una vez), no podremos prestarlo (o si podemos hacerlo, muy pocas veces y durante un tiempo muy corto), y no podremos regalárselo a nadie después de leerlo. En comparación con el libro tradicional, las libertades se recortan.
En cambio, tenemos otras muchas ventajas: posibilidad de almacenar miles de volúmenes sin ocupar espacio, se pueden comprar los libros desde cualquier sitio (incluyendo nuestro sofá preferido), y todas las ventajas que conlleva el uso del lector de libros electrónicos, el aparato: poco peso, posibilidad de ampliar el tamaño de la letra a voluntad, anotaciones, diccionarios siempre a mano
Como suele pasar en estos casos, no hay un estándar sino varios (¿por qué hacerlo sencillo si se puede complicar siempre un poco?) para el formato de estos archivos. Formatos tradicionales como PDF, DOC ó TXT suelen ser compatibles con los aparatos lectores. Pero lo más habitual es encontrar los libros en formato EPUB. Curiosamente, el aparato más famoso y extendido, el Kindle de Amazon, no es compatible con estos ficheros EPUB, usando en su lugar Mobipocket, o AZW si se trata de libros comprados (en Amazon, claro).
El otro libro electrónico, el dispositivo lector, es el otro gran protagonista de esta revolución. Llevan intentado llamar nuestra atención en tiendas de electrónica desde hace un par de años, pero poco a poco se van convirtiendo en algo habitual. En Santander, ciudad pequeña donde el transporte urbano no lleva mucho tiempo, no es muy frecuente verlos aún. Calculo que en el metro de Madrid o Barcelona sea otra cosa.
Un lector de libros electrónicos es un aparatejo presidido por una gran pantalla (de entre 5 y 10 pulgadas, los más habituales son de 6), y unos pocos botones para navegar entre páginas y libros. Los de última hornada vienen con la pantalla táctil, también. Es precisamente la pantalla, táctil o no, la que hace tan especiales a estos dispositivos. No se trata de pantallas al uso, iluminadas y en color como las de nuestos ordenadores o nuestros móviles. Son pantallas de tinta electrónica, una tecnología que consigue mostrar el texto de manera similar a la del papel, no están iluminadas, se ven perfectamente a la luz del día, no tienen reflejos, y consumen muy poca energía (sólo cuando cambiamos de página) por lo que una carga de la batería puede durar fácilmente semanas. Eso sí, se trata de una tecnología patentada, y los fabricantes de pantallas se cuentan con los dedos de una mano (y sobran dedos), son pantallas caras (el resto del lector son componentes bastantes sencillos) por lo que el precio de estos aparatos de momento es elevado, y muy similar entre los distintos modelos. De hecho, ahora mismo hay tres fabricantes de pantallas: las de VizPlex (que son las que llevan la mayoría de aparatos), las SiPix (con algo menos de contraste, pero en teoría más baratas y resistentes) y las Pearl, que son la joya de la corona en cuanto a contraste y calidad del texto, y que de momento sólo integran los últimos equipos de Sony y el Kindle 3 de Amazon.
Estas pantallas de tinta electrónica tienen como inconveniente su velocidad de refresco, que no es muy elevada. Esto es, pasar de una página a otra lleva unos instantes, cada vez son más rápidas, pero hay que olvidarse de ver vídeos o animaciones en ellas.
Como siempre pasa con las modas, hay que tener cuidado: se están vendiendo también lectores de libros electrónicos muy baratos (en torno o por debajo de los 100 euros), que integran una pantalla al uso, iluminada y en color. Son más versátiles porque permiten ver fotografías y videos, pero se pierden todas las ventajas de los lectores de libros electrónicos en sí: mucha menor autonomía, fatiga de la vista al leer, etc. Estos aparatos a color son sencillas tabletas o Tablet PC, de esas que están de moda ahora, pero con la potencia justita para poder gestionar los libros y mostrar algún video sencillo.
En el otro extremo, también podemos encontrar potentes tabletas como el iPad o el Samsung Galaxy Tab, multifuncionales, espectaculares y con pantallas que da gloria verlas, pero nuevamente perdiendo las ventajas de la tinta electrónica (y perdiendo también la batalla del precio). Si lo que buscamos es un aparato para leer, hacerlo bien y con comodidad, mejor un lector de libros con pantalla de tinta electrónica (salvo que lo que vayamos a leer sea en color, porque la tinta electrónica en color todavía anda en pañales y tardará un par de años en llegar a las tiendas aún…)
Y así está el panorama, la tecnología tanto de aparatos como de publicaciones ya está lista y en el mercado el problema es ver cómo se adapta al cambio la industria del libro. De momento, y a la vista de los últimos acontecimientos, parece que se puede adelantar una respuesta: mal (y en nuestro país, fatal).
Parece mentira que después de todos los problemas que han tenido las industrias de la música y el cine, se vaya a caer de nuevo en el mismo error. La historia suena conocida: se populariza la tecnología, pero como los contenidos legales llegan tarde, o mal, o ambas cosas, se extiende la piratería y se demoniza el avance.
En España influye también que el mundo editorial está muy limitado y cerrado en cuanto a precios. Fuera de nuestras fronteras, Amazon vende libros a precio de risa, por ejemplo… y gracias a su Kindle las ventas en modalidad electrónica van viento en popa: hace unos días anunciaban que las ventas de libros electrónicos habían superado por primera vez a los libros de bolsillo. Sus precios ayudan.
Aquí estuvimos mareando tanto la perdiz que parece que se perdió un poco el norte. No sé cuántos meses se estuvo hablando de Libranda, la plataforma que iba a traer el libro electrónico a las librerías españolas. Cuando llegó, parecía la crónica de una muerte anunciada. Poco a poco va creciendo, pero sigue sin ser lo que se esperaba. Libranda no es una plataforma de venta, sino un distribuidor que nutre de libros digitales a las librerías que se asocien. En estas librerías podremos comprar un libro mediante un «sencillo» proceso que incluye: registrarnos en la tienda online que hayamos seleccionado, descargar una aplicación de Adobe a nuestro ordenador para gestionar los libros, crear una cuenta en esta aplicación de Adobe, descargar y pagar el libro, y copiarlo a nuestro lector. Demasiado complicado para hacerlo de manera impulsiva (o para que nuestros padres se lancen a ello, por ejemplo). De hecho, escritores como Millás ya han llegado a la conclusión de que acaba siendo más sencillo hacer el mal que finalizar una compra.
Y luego están los precios, claro. Hagamos un ejercicio de comparación. Ahora mismo estoy leyendo La caída de los gigantes, de Ken Follet. Un tocho bueno. En digital seguro que es más cómodo y manejable. Si lo busco en Amazon, encuentro -en inglés, eso sí- Fall of the Giants por 13,79$ (algo menos de 10). ¿Qué ocurre ahora mismo en España? En cualquier librería que nos ofrezca la versión digital, cortesía de Libranda el precio (y el jaleo para comprarlo) será el mismo: 16,99. Un 70% más caro que en Amazon. Que sí, que hay que pagar al traductor, pero… es un 70%.
Aquí, el precio de un libro en edición electrónica está más cerca del precio de la edición en tapa dura que del libro de bolsillo, supongo que para que todos los eslabones de la cadena ganen lo mismo que hasta ahora. Y como no cambien de estrategia, el batacazo va a ser inevitable, creo yo. Si comprar un libro electrónico fuese barato y sencillo, pocos se molestarían en buscar por las trastiendas de Internet a ver si pillan algo gratis. Pero siendo (artificialmente) caro y difícil, la piratería no será tan fácil de combatir. Hay que ser imaginativos, reinventarse y adaptarse a los nuevos tiempos: servicios de suscripción con tarifas planas, libros en papel con copia digital… A ver quién se lleva el gato al agua y monta el Círculo de Lectores del siglo XXI.
Veremos también qué ocurre cuando el poderoso en esta historia, Amazon, intente entrar en nuestro mercado. Se rumorea que ya anda en negociaciones con la editorial Planeta, pero mucho me temo que tenga que atenerse a los mismos precios que la competencia, con lo que lo único que podrá aportar será su catálogo internacional, y sencillez en el proceso de compra: con sus lectores, la compra de los libros se puede hacer con un par de clicks desde el mismo aparato, como ocurre con el dispositivo que FNAC comercializa en Francia. Aquí, El Corte Inglés intenta hacer lo mismo con sus aparatos marca Inves.
¿Y las librerías? ¿Qué pasará con ellas? No creo que sufran tanto como las tiendas de discos, porque el mundo del libro está rodeado de un fetichismo de páginas y olor a papel y tinta que no desaparecerá, o eso espero. Tendrán, eso sí, que reorientarse un poco, aceptar el formato electrónico, incluirlo en su catálogo, y centrarse en libros que se aprecien de verdad al tenerlos en la mano… como ocurre en el mundo de la música, no es lo mismo un fichero en MP3 que un disco en vinilo. Con los libros pasará lo mismo, muchos se leerán, pero otros se disfrutarán en papel, y aumentará la oferta de ediciones especiales, más cuidadas, libros ilustrados, cómics, etc. Ese creo que debería ser (en mi humilde opinión) el objetivo de los libreros: ofrecer en sus tiendas todo aquello que merezca seguir siendo disfrutado en papel, que será mucho.
La industria editorial no es la única que parece estar un poco desorientada, por cierto. Hace unas semanas leía que el Ministerio de Cultura ha invertido 130.000 en un programa para promocionar los libros electrónicos en las Bibliotecas públicas. Como una de las beneficiadas es la biblioteca de Santander, estuve investigando un poco los detalles, y acabé un tanto desconcertado. La verdad, el libro electrónico no parace difícil de integrar en una biblioteca. Debería ser sencillo: desde el mismo recinto, o desde la web de la biblioteca, uno podría ser capaz de descargar el libro deseado, y tenerlo durante 15 días. Transcurrido ese tiempo, el libro se borraría de nuestro lector automáticamente (adios a los despistes con las fechas y a devolver tarde los préstamos). Además, siempre tendríamos los libros disponibles.
Pero no. Por un lado, metiendo la legislación de por medio, parece ser que un libro sólo se podría prestar a una persona cada vez, introduciendo limitaciones físicas donde no las hay. Y lo que es peor… lo que yo he supuesto no tiene nada que ver con lo que se ha hecho. Ese porrón de euros se ha gastado, directamente, en aparatos lectores que se prestan a los usuarios. No se prestan obras, se prestan los dispositivos. Bueno, traen de serie 187 obras clásicas libres de derechos de autor (para no complicarse… de hecho, creo que deben de ser las que venían de fábrica con los aparatos, marca Inves). Uno va a la biblioteca, y si hay un lector libre se lleva el juguete, el cable USB, el cargador… y lo devuelve todo 15 días después. Si se ha metido algún libro por cuenta propia, hay que borrarlo para dejarlo como lo cogió. No sé, a mí todo esto me parece una manera bastante extraña de promocionar los libros electrónicos. Es como si en los videoclubs ahora nos alquilasen lectores de Blu-Ray… pero sin películas (o con una selección de clásicos en blanco y negro). No sé si tienen claro que lo que tienen que promocionar son las obras literarias, no la electrónica…
Total, que así andamos. Y el caso es que entre una cosa y otra ando detrás de dar el salto yo también. Tengo a medias el libro de Ken Follet (que pesa lo suyo), otro de Millás y unos cuantos en formato bolsillo de Douglas Coupland (completando su bibliografía en inglés gracias a Amazon.uk), pero cuando acabe con ellos quizás sea el momento de dejar de llenar estanterías y probar uno de estos nuevos lectores. Algún libro a ratos ya me he leído usando una aplicación en la minúscula pantalla de mi móvil, algo que puede valer para el autobús o la cola del banco, pero no para mucho más.
Eso sí, tengo un montón de dudas… ¿pantalla de seis pulgadas, o una más pequeñita y más portable, de cinco? En principio, creo que la de seis es bastante razonable. Y lo que es más importante: ¿me hago con un lector de los que se venden por aquí, o compro un Kindle a Amazon? (sí, hay que pedirlo a EE.UU., pero no leo más que alabanzas acerca de su atención al cliente internacional). De lo que he visto a la venta en España, tiene buena pinta el Booq Avant… tiene pantalla SiPix táctil (que no sé si merece la pena tenerla táctil, todo sea dicho), y es compatible con los ficheros en formato EPUB. Además, anda por debajo de los 200, que no está nada mal (habría que sumarle una buena funda rígida, eso sí). No sé si alguien lo tiene y me puede decir algo sobre él… de momento las primeras búsquedas por Internet me han llevado a algunas quejas sobre pantallas rotas (no cubiertas por la garantía). No sé, no sé. La otra opción, como comentaba, es el Kindle de Amazon. Con su funda con lámpara, sus portes, sus costes de aduana y su IVA se queda en un precio muy muy ajustado… el único inconveniente es que no lee archivos EPUB, que se están convirtiendo en el estándar de facto en España. Se pueden convertir los libros al formato del Kindle, salvo que sean libros comprados (o con DRM en general, Gestión de Derechos Digitales o lo que es lo mismo, anti-copia), en cuyo caso todo se complica. O se compra en Amazon, o nada, de momento. Libranda ya dice en su página web que están trabajando en ofrecer compatibilidad con Kindle, iPad, iPhone, Android… pero no sé si lo acabo de ver claro.
Si alguien ya tiene alguno de estos juguetitos, se agradecerá que comparta sus opiniones, experiencias y consejos. Va a ser un gran cambio el que vamos a ver en los próximos años, y aunque para los que nos hemos criado entre páginas los libros en papel seguirán siendo muy especiales, poco a poco veremos cómo el formato digital se acaba imponiendo, queramos o no.
Seguiremos informando, y leyendo.