Escuchando: Not an addict (K’s Choice)
Voy a acabar con complejo de paternalista, pero si ayer ver la tele me hizo pensar, hoy leer el suplemento dominical me ha dejado un poco más preocupado por los hábitos que van adoptando los más jóvenes como si fuesen la cosa más normal del mundo.
Y es que hoy, en ese suplemento (El Semanal), aparece una entrevista a cinco chavales con edades comprendidas entre los 15 y los 17 años, habituales consumidores de cocaína.
Por el hecho de vivir en una ciudad pequeña, y mantenerme alejado de ese mundillo, tampoco voy a pecar de ingenuo y pensar que este tipo de situaciones sólo se dan en casos muy puntuales de desarraigo familiar, social, etc… No. Pero leer este reportaje, francamente, me ha puesto un poco la piel de gallina. La normalidad, la tranquilidad, la sensación de autocontrol que transmiten estos drogadictos imberbes, es escalofriante.
Como muestra, un par de respuestas de una chica de 15 años, supuestamente llamada Rocío, y que, si la borrosa fotografía que aparece en esas páginas se corresponde con su aspecto -no debería, no costaría mucho reconocerla-, podría ser perfectamente una hija modelo, la más popular del insti, y esa niña buena que nunca ha roto un plato.
¿Cómo sería un fin de semana ideal?
Salir un viernes por la noche, y volver el domingo. Necesitaría mucho dinero, alcohol, cocaína, muchos porros, mi pibón al lado, mis amigas, y ya está.
¿Os habéis fijado una edad para dejar de consumir?
No sé. Quizá cuando me pase algo malo, algo fuerte y diga: «Hasta aquí». Me refiero a quedar inconsciente y que me tengan que llevar a un hospital, y ya se enteren mis padres.
Ella y sus compañeros de páginas, hablan tranquilamente de robos en casa para finaciarse sus adicciones (también vale hacer de canguro o vender pastillas), de cómo se las apañan para que no se entere su familia, de cómo piensan que lo pueden dejar cuando quieren, pero no pueden evitar caer de nuevo en cuanto tienen dinero en el bolsillo…
Muy triste: ingenuidad infantil, hábitos demasiado adultos (destructivamente irresponsables, pero adultos). Lo siento por ellos. Más por sus familias.
Yo con quince años os puedo jurar que no era así. No veía así la vida. No dudo que sea un tipo de lo más aburrido, pero me prefiero así.
Seguiremos informando.